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Opinión

17 de Diciembre de 2020

Columna de Ernesto Águila: Proceso constituyente, identidad y unidad

“La elección de constituyentes es la más política e, incluso, ideológica de todas las elecciones que vienen el próximo año. Más que la de alcaldes y gobernadores regionales. Pero, incluso, más que la presidencial y parlamentaria”.

Ernesto Águila Z.
Ernesto Águila Z.
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En estos días el proceso constituyente se ha visto envuelto y hasta cierto punto enredado, por la crisis y reconfiguración del sistema de partidos y de alianzas. La sociedad que irrumpió el 18-O aún no encuentra su propia representación política y el viejo sistema sigue funcionando desacoplado socialmente, en un mundo paralelo. Institucionalidad y calle continúan sin encontrarse.

Pero hay un dato más inmediato y contingente de este desencuentro: la inscripción de candidatos/as a la Constituyente ha quedado, finalmente, en manos de los actuales partidos y pactos (se las ingeniaron para dificultar al máximo las listas de independientes y la posibilidad de pactos entre estos y con partidos). Ello ha trasladado inevitablemente a las listas de constituyentes las crisis y disputas de hegemonía al interior del campo opositor. 

Se configura así un escenario en que estará en juego en la elección del 11 de abril no sólo la elección de los responsables de redactar la nueva Constitución, sino también el peso específico de las fuerzas políticas que canalizarán las candidaturas de constituyentes. Esta medición de fuerzas para la mayoría de los/as ciudadanos/as es poco relevante, pero en los actores políticos ha crecido la expectativa que la elección de constituyentes puede ser una vía de reconexión con la sociedad, y una oportunidad para zanjar liderazgos y hegemonías en la izquierda y el progresismo.

Sin duda, la elección de constituyentes es la más política e, incluso, ideológica de todas las elecciones que vienen el próximo año. Más que la de alcaldes y gobernadores regionales. Pero, incluso, más que la presidencial y parlamentaria. En unas se juega el poder local, legislativo o el gobierno, en la de constituyentes el marco valórico del país, el orden económico constitucional, la noción de Estado, la distribución del poder y las reglas del juego por varias décadas. Es enteramente lógico que ante estas miradas de largo plazo existan diferencias y que ello dificulte la articulación de mayorías. 

¿Cómo construir en torno a la Convención Constitucional (CC) las mayorías necesarias? Se puede intentar hacerlo previamente conformando una lista única, una opción poco probable a estas alturas. Pero, no se debe perder de vista que la CC es una elección de un órgano colegiado, que al igual que el parlamento, puede conformar también sus mayorías una vez electo. En realidad, en el sistema parlamentario es lo normal que así sea: primero se compite y luego se acuerda. Forzar una elección sólo a dos bandas -derecha y oposición- tiene un cierto aroma binominal, pues en esa artificial amplitud se disuelven diferencias programáticas relevantes, dificultando que éstas puedan procesarse deliberativamente y dirimirse de forma democrática. La lucha por un sistema electoral proporcional tuvo, justamente, como objetivo que se pudieran expresar distintas opciones e identidades. 

“Sin duda, la elección de constituyentes es la más política e, incluso, ideológica de todas las elecciones que vienen el próximo año. Más que la de alcaldes y gobernadores regionales. Pero, incluso, más que la presidencial y parlamentaria. En unas se juega el poder local, legislativo o el gobierno, en la de constituyentes el marco valórico del país, el orden económico constitucional, la noción de Estado, la distribución del poder y las reglas del juego por varias décadas”.

Eso sí, la elección parlamentaria de 2017 dejó claro que la competencia de listas tiene un límite. El espectro político que hoy va del centro a la izquierda se presentó en esa oportunidad en siete listas, obtuvo entorno al 60% pero su representación parlamentaria fue de un 54 %. Por su parte, la derecha lo hizo en dos listas, obtuvo en torno a un 40 % de los votos y un 46 % de escaños. Ciertamente en dos (y no en siete) esa dispersión disminuye drásticamente. 

En síntesis, si no es factible una lista única, dos listas con acuerdos básicos y una actitud de cooperación y amistad cívica, sin la guerrilla política actual, es una opción altamente competitiva y eficiente para la izquierda y el progresismo. El mantra de la unidad debiera guardarse para elecciones unipersonales (alcaldes, gobernadores y presidencial), donde la elección es de “todo o nada”, lo que no ocurre cuando se trata de órganos colegiados como el parlamento o una CC, donde las alianzas y mayorías pueden conformarse una vez producida la elección. Por tanto, identidad programática y unidad amplia pueden armonizarse en esta coyuntura.

Por lo demás, que existan distintas opciones programáticas en juego es también un ejercicio de transparencia frente al electorado. Ello vale también para la derecha: en el papel pueden sumar más votos unidos a los republicanos de Kast, pero dicha alianza también puede significar una importante fuga de votos hacia el centro o a la abstención (se sabe que en política hay sumas que restan). 

En el mundo de la izquierda y del centro el escenario más probable es el de dos listas principales.  Una que revive la ex Concertación y otra que reúne a la izquierda agrupada en Chile Digno-PC y el Frente Amplio. Esta última, ha convocado, a su vez, a Convergencia Progresista y especialmente al PS a sumarse. Una compleja decisión para el actual PS de optar entre la DC y sus vetos a sectores de izquierda o bien volver a reconocer domicilio en la izquierda. La vieja disyuntiva entre construir una unidad amplia desde la izquierda (el allendismo) o generar acuerdos con el centro aceptando la división de la izquierda (la transición). 

“Si no es factible una lista única, dos listas con acuerdos básicos y una actitud de cooperación y amistad cívica, sin la guerrilla política actual, es una opción altamente competitiva y eficiente para la izquierda y el progresismo”.

Pero el desafío de la elección constituyente no sólo está en estas lógicas electorales y en la suma y competencia entre siglas de partidos y coaliciones, sino en la efectiva representación que tenga el pueblo del 18-O y del Apruebo en las listas de convencionales. De ello dependerá la legitimidad del proceso constituyente, y que esta elección se haga sobre la base de los votantes del plebiscito del 25-O, es decir, con una alta concurrencia en comunas populares y de jóvenes. 

¿De qué dependerá que la elección de constituyentes no sea percibida como una elección más, sino en línea con el 18-O y el Apruebo? Principalmente de la composición de las listas. Algunos podrán ser rostros conocidos, militantes o independientes, pero deberán tener tras de sí una trayectoria creíble asociada a este nuevo ciclo de impugnación del statu quo, o bien ser rostros menos conocidos o quizás desconocidos pero cuya sola biografía refleje una representatividad social inobjetable. 

En las próximas semanas los titulares se los llevarán los acomodos y reacomodos políticos, pero la variable crítica estará en la capacidad de captar en la composición de las listas de constituyentes esa nueva sociedad que emergió el 18-O y de encontrar la alquimia correcta entre identidad y unidad. Los partidos y coaliciones que mejor lo logren tendrán mayores posibilidades de participar con éxito del nuevo ciclo político histórico que se está abriendo paso.

*Ernesto Águila es analista político y académico de la Universidad de Chile.

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