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Opinión

18 de Diciembre de 2020

Feitzker Prize 2020: los 8 finalistas que compiten por el gran premio a los edificios feos

En una nueva edición, el equipo que comanda este noble galardón preparó un especial destacando a sus finalistas. Esta iniciativa busca generar conciencia sobre malas prácticas, descuidos y aberraciones que afectan la calidad de vida de nuestras ciudades.

Equipo Edificios Feos
Equipo Edificios Feos
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Agosto de 2019. Caminábamos los cuatro por Recoleta y nos quedamos paralizados frente a un edificio terrible, de vidrios calipsos, culebreo de estilos y volumetría torpe que nada tenía que ver con el resto del barrio. Acostumbrados a leer sólo alabanzas a la arquitectura chilena, pensamos que debía tratarse de un error o un espejismo, pero no: ese adefesio también era arquitectura hecha en Chile. Las semanas que siguieron salimos a pasear y a recorrer las calles. Pensamos que iba a ser difícil encontrar más ‘horrificios’ como ese, pero no: estaban en todas partes, escondidos entre nosotros, acechando, afeando. Abrimos la cuenta @edificios.feos en Instagram y muy rápido comenzamos a recibir fotos, primero del país y luego de América Latina. El descontento ciudadano parecía ser infinito y la lista interminable, y quisimos aportar recopilando, denunciando, ridiculizando y haciendo crítica de arquitectura en un país donde eso no existe. 

¿Qué es un edificio feo? Cada cual confeccionará sus propias listas. Es algo subjetivo, por supuesto, y lo que publicamos refleja nuestro propio gusto. Pero nos interesa ir más allá, y a partir de las colaboraciones que recibimos hemos podido distinguir varias tipologías y diversos problemas que se repiten en nuestro territorio: se encuentran, por ejemplo, los edificios diseñados sin una gota de cariño, levantados rápidamente, serializados y mal resueltos, como los que pueblan Av. Irarrázaval. Edificios que no invitan a nada, y que en vez de aportar, dejan un vacío, una oportunidad perdida. También están los edificios levantados sin mucho conocimiento técnico, que fallan en las proporciones o en la correcta combinación de estilos y materiales. Una tercera categoría son los que no dialogan con su entorno: presuntuosos, soberbios y torpes, como la Universidad San Sebastián en Bellavista. Hay también edificios que presentan un grosero desfase entre su diseño y su presupuesto: proyectan un rascacielos pero sólo les alcanza para cinco pisos, y la figura final queda chata, como un quiltro de patas cortas. O también aquellos que buscan distinción y le ponen veinte columnas a un edificio que, por su tamaño, debiera tener ocho. Por último, están aquellos construidos con esfuerzo y presupuesto pero sin mucho talento. Hay arquitectos que tiran toda la carne a la parrilla para ser reconocidos, pero sus resultados son tan brillantes como una novela de Ampuero.

A veces los arquitectos, las urbanistas y el mismo Estado se olvidan que la dimensión estética tiene un impacto en la construcción del paisaje urbano, y lo dejan como un campo de libre expresión para modas pasajeras, caprichos individuales o para esa necesidad crónica de reafirmar la individualidad del “arquitecto-creador” a través de obras únicas y memorables. Nosotros queremos abrir el debate en este tema, sacándole más trote a las universidades, a los profesionales y a los gremios, y aportando a la construcción de mejores ciudades.

Timeline

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Durante 2020 hemos publicado más de 300 edificios, los que han recibido más de 400.000 votos en redes sociales. Para determinar el ‘peor’ del año, dimos inicio a la segunda edición del prestigioso Feitzker Prize. Las personas han votado y ocho edificios se encuentran ahora en cuartos de final: cuatro chilenos y cuatro internacionales, de Brasil, Bolivia y Ecuador. De alguna manera, cada uno de ellos representa una tipología distinta de edificios feos. 

Admiremos a los seleccionados en detalle:

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1. Categoría “Feos con perso”: Edificio odontológico, El Alto, Bolivia. 

Los “feos con perso” no tienen interés en ganar un certamen de belleza sino sólo sacar partido y lucir su fealdad. Son literales hasta el ridículo y tienden a formas figurativas, colores brillantes y uso de luces y artificios. Por suerte, no tan comunes en Chile. Aún.

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2. Categoría “Gigante Egoísta”: Edificio Consistorial de Coquimbo.

Ejemplo paradigmático de una mole carísima a la que le importa un bledo el contexto y que tapa la vista al mar, uno de los grandes patrimonios de las ciudades costeras. Exponentes de esta categoría, lamentablemente, nos sobran: el Mall de Castro, de San Antonio y de Puerto Montt son algunos de los que comparten la falta.

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3. Categoría “Feos bien intencionados”: Iglesia de San Benedicto, Andrelandia, Brasil.

Son diseñados por sus propios dueños, sin mayor conocimiento de arquitectura, e intentan materializar deseos y sueños personales y extravagantes con recursos escasos. Les tenemos cariño.

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4. Categoría “Feos Sobrados”: Teatro Regional del Bío-Bío.

De enorme autoestima, se piensan bellos y gloriosos pese a que el resto opina lo contrario. Como los hijos no-tan-talentosos de padres que sí (¿aló, Sean Lennon?), quizás el apellido les nubla la cabeza. Ante la crítica, niegan la realidad y se escudan en su supuesta belleza interior.

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5. Categoría “Feos malvados”: Alameda Urbano, Estación Central.

No contentos con ser feos, estos edificios disfrutan haciendo daño al entorno y a sus residentes. Especulación, avaricia y malas prácticas envueltas en concreto y cartón piedra.

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6. Categoría “Feos pretenciosos”: Eiffel Andino, Quito, Ecuador.

Desean intensamente ser otros edificios, distinguirse y sobresalir, pero no basta con copiar.

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7. Categoría “Feos Creativos”: Colegio de Arquitectos de El Alto, Bolivia.

Son feos cuyos entornos les han hecho creer que son un aporte estético, impulsándolos a explorar nuevas formas y soluciones sin precedentes. Se agradece el esfuerzo. Siga participando.

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8. Edificios “DIY/Art Attack”: Hotel Vista Mar, Puerto Montt.

“No puede ser tan difícil, yo lo hago”, dice alguien, y toma sus tijeras, cola fría y papeles lustre. Luego la ciudad sufre el resultado por décadas.

*La votación todavía está abierta. Definamos entre todos cuál es el edificio —y la falta— más fea del año. Pueden votar en Twitter (@edificiofeo) o en Instagram (@Edificios.feos)


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