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Opinión

20 de Enero de 2021

Columna de Manfred Svensson – La reconstrucción: 1943 y 2021

"El mundo que surgió tras 1989 es precisamente el que ya durante años hemos visto hundirse bajo nuestros pies. Es un mundo que no merece, por cierto, todo el desprecio con que es mirado hoy por algunos de sus críticos. Dados sus puntos ciegos, no obstante, hay buenas razones para pensar nuestra reconstrucción desde ejemplos algo más remotos".

Manfred Svensson
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Con meses de pandemia aún a la vista, las urgencias del día a día seguirán dominando la mayor parte de nuestras discusiones. Tenemos, sin embargo, una gigantesca reconstrucción por delante, y ella necesita su espacio y sus puntos de orientación. En el caso de nuestro país, no se trata solo de levantarnos tras la paralización del coronavirus. Se trata del estallido que lo precedió, pero también de las grietas de más larga data que dicho estallido terminó de volver visibles. Y uno mira naturalmente al pasado, buscando algún modelo de cómo se vuelve a levantar una sociedad que en tantos sentidos ha quedado en ruinas.

Durante el 2020, más de alguien invocó la reconstrucción europea de la postguerra como tal modelo. En lo que algunos consideraron el mejor discurso del año, Angela Merkel hablaba ya en marzo de nuestro desafío como el mayor que se ha enfrentado desde entonces. No es un mal punto de referencia: la magnitud sin parangón de la destrucción muestra que se puede construir desde condiciones peores que las nuestras.

Es en realidad fascinante que se acuda a la imagen de la postguerra, considerando que tenemos experiencias más cercanas de las que también se podría estar hablando. Pero nadie habla hoy de 1989 como si ese fuera el faro al cual mirar, a pesar de que simboliza el inicio de la reconstrucción de importantes regiones en distintas latitudes. Pero el mundo que surgió tras 1989 es precisamente el que ya durante años hemos visto hundirse bajo nuestros pies. Es un mundo que no merece, por cierto, todo el desprecio con que es mirado hoy por algunos de sus críticos. Dados sus puntos ciegos, no obstante, hay buenas razones para pensar nuestra reconstrucción desde ejemplos algo más remotos.

Al reorientar nuestra mirada hacia mediados del siglo pasado, hay algunas diferencias importantes con el orden que se expandió hace tres décadas. Por lo pronto, si llamamos estados de bienestar a los levantados en la postguerra, debemos reconocer que bajo ese nombre se esconden fenómenos muy distintos: los hubo no solo socialdemócratas, sino también de tipo más liberal y otros de carácter más conservador. Esa diferencia, a veces oculta tras un mismo título, nos recuerda un hecho tanto más importante: que a la reconstrucción de la postguerra concurrieron múltiples fuerzas y tradiciones. El hecho contrasta con la más unívoca expansión de la democracia liberal que ha caracterizado al mundo desde los años noventa. También eso vuelve la postguerra un momento relevante para pensar sobre nuestro propio futuro y la convergencia de fuerzas que requerirá.

“Durante el 2020, más de alguien invocó la reconstrucción europea de la postguerra como tal modelo(…). No es un mal punto de referencia: la magnitud sin parangón de la destrucción muestra que se puede construir desde condiciones peores que las nuestras”.

Si queremos familiarizarnos con el modo en que tradiciones distintas de la liberal se preparaban para dicha reconstrucción, hay momentos de gran lucidez en 1943, La crisis del humanismo cristiano, el libro de Alan Jacobs recién publicado por el Instituto de Estudios de la Sociedad. Jacobs recoge ahí la visión de cinco disímiles escritores –Maritain, T.S. Eliot, Simone Weil, W.H. Auden y C.S. Lewis–, que en dicho decisivo año se preguntan por el tipo de cultura que estaba próxima a triunfar en la guerra. La pregunta era nueva, pues recién en 1943 comienza a volverse fundada la esperanza de un triunfo aliado. Pero siendo la superioridad militar y tecnológica la que traería el triunfo, bien cabía sugerir que la cultura triunfante podía requerir un cuestionamiento profundo de sus bases. Y en 1943, cuando la reconstrucción era aún una remota posibilidad, cada uno de estos autores aportó algún libro decisivo a dicha discusión.

Desde luego puede decirse que una tradición como ésta también estuvo representada en términos más propiamente políticos en aquellos humanistas cristianos, como Wilhelm Röpke, que fueron parte central de la reconstrucción alemana. Pero en el libro de Jacobs vemos a dicha tradición apelando a todos sus recursos: no solo hay exploración religiosa y filosófica, sino también literaria; no solo están las vidas algo convencionales de Lewis o Maritain, sino también las más excéntricas de Auden o Weil. De una y mil formas, se plantea en sus obras la pregunta por las condiciones morales y culturales de la democracia, que ella por sí sola no logra generar.

Algo de familiaridad con el mundo retratado con Jacobs parece crucial no solo para quienes de un modo u otro se sienten herederos de dicha tradición. Por lo pronto, a todos nos hace bien enfrentar nuestra reconstrucción y nuestro debate constitucional quitándoles el vínculo exclusivo con el estallido y la pandemia. Además, este conjunto de autores nos habla a todos sobre la envergadura de la tarea que tenemos por delante. Ante todo, nos muestra a una tradición intelectual en una disposición que hoy es urgente cultivar y promover: no en actitud de guerra cultural, sino de edificación cultural. Hay que precisar lo que se quiere decir con esto. Estos autores saben que están en guerra, y saben que el conflicto tiene ramificaciones en toda la vida intelectual y cultural. Pero como lo expresa T.S. Eliot en una de las obras discutidas por Jacobs, han captado también que el lado constructivo del trabajo intelectual no puede diferirse hasta el cese de las hostilidades. Como país que requiere no solo reconstrucción económica, sino también política y espiritual, no es poco lo que tenemos por aprender de 1943.

“Por lo pronto, a todos nos hace bien enfrentar nuestra reconstrucción y nuestro debate constitucional quitándoles el vínculo exclusivo con el estallido y la pandemia. Además, este conjunto de autores nos habla a todos sobre la envergadura de la tarea que tenemos por delante. Ante todo, nos muestra a una tradición intelectual en una disposición que hoy es urgente cultivar y promover: no en actitud de guerra cultural, sino de edificación cultural”.

*Manfred Svensson es Doctor en Filosofía por la Universidad de Múnich, Alemania, e investigador senior del Instituto de Estudios de la Sociedad.

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