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Entrevistas

23 de Enero de 2021

Francisco Victoria: “Chile está en la senda de lo que propuso el Corazones de Jorge González, ese pop más revolucionario que cualquier cosa rockera”

Francisco Victoria tiene una mirada pesimista de su generación. Durante los últimos años, se ha erigido como una de las piezas claves para decodificar la actual escena musical chilena, estuvo detrás de una pila de canciones que marcaron el paso definitivo de Princesa Alba al pop, y ahora emerge con un nuevo disco en el horizonte. Aún así, asegura a The Clinic que el circuito está en un limbo y no tiene muy claro hacia donde camina. En esta entrevista habla de su metódico trabajo de composición, su forma de hacer política con la música y la angustia que le provocó la pandemia. "Estuve jugando play en posición fetal, intentando no pensar en existir", relata.

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Francisco Rojas Contreras, más conocido como Francisco Victoria, reconoce que está “muy ansioso” de volver a tocar. Lleva más de un año sin ver a su banda y este 30 de enero se presentará en la Blondie, en una plataforma en 360° que será transmitida por streaming. “Es una locura. Quisimos hacerlo distinto, porque no me gusta la idea de hacer un show donde las personas, a través de la pantalla, sientan que se perdieron de estar ahí”, explica.

A sus 25 años, este joven oriundo de Victoria se ha convertido en una de las piezas claves del nuevo pop chileno. Junto a Alex Anwandter trabajó su primer disco Prenda (2018). Luego de eso se vino una colaboración con Juliana Gattas de Miranda, también con Dulce y Agraz.

Paralelamente, completó un intenso ciclo como productor de Princesa Alba, lanzando una seguidilla de singles que rápidamente se convirtieron en hits: “Summer Love”, “Convéncete”, “Hacerte Mal”, “Mi Culpa”, “Me Equivoqué”, “Ya No Quieres Quererme” y “Dame”.

Producto del encierro gatillado por la pandemia del Covid-19, retomó su proyecto personal y lanzó el primer sencillo de su nuevo disco: “Tírame al fondo del mar”.

Productor, compositor y cantante ¿En cuál de estas facetas te sientes más cómodo?

– (Se queda pensando) Me pasa que transito durante el año por distintas fases, supongo. Usualmente, lo que más tiempo paso disfrutando es la composición y la producción, porque es súper lindo lo de crear y no estar expuesto personalmente, pero al mismo tiempo siempre me ha gustado cantar. Son dos cosas muy distintas la performance y la creación. Me tomo súper en serio las dos por separado, porque siento que funcionan en otros niveles de conciencia y, a veces, de inconciencia. Pero me fascina el trabajo creativo, aún más si es con otras personas.

¿Se puede decir que componer y producir es una pega más cerebral, mientras que la performance es algo más emocional, o hay grises?

– Yo creo que hay grises, como cualquier proceso. Supongo que cuando uno comienza a componer algo, es súper importante hacerse cargo de ese sentimiento inicial y explorarlo a través del pensamiento. Al principio tiene que ser algo honesto, sino es una artesanía no más, es una cosa planificada y qué se yo. Tiene que estar este impulso inicial, esta cosa que te sale de la guata y, luego de eso, es súper importante hacerse cargo.

Yo sé que hay artistas que funcionan como… “se me ocurrió esto, lo hice, ya está afuera y está increíble”. Pero a mí, en lo personal, el proceso pasa por muchas fases: la primera es súper visceral, luego viene el pensar, analizar y ver hacia atrás, y después viene el planificar y hacer exactamente lo que se quiere con la obra. En ese proceso, uno descubre cosas que no se espera. Es lindo también dejar ese espacio. Todavía no entiendo tanto sobre la performance, pero encuentro en esa complejidad de la composición y la producción una cosa muy rica, muy bacán.

En tu caso, cuando compones un tema ¿Qué es primero? ¿La letra o la música?

– Usualmente, lo más importante siempre es la melodía y la letra. De alguna manera, la información rítmica tiene que estar en cómo se dicen las palabras. Mis demos son una nota de voz del teléfono, donde estoy cantando una melodía con una letra, o esbozo de letra. En las cosas que he hecho que más me gustan, primero viene la melodía con un poquito de letra, una idea, un concepto, y la información rítmica en cómo se canta. El resto es averiguar cómo va a sonar y tomar decisiones.

¿En qué proceso musical te has sentido pleno y te sentiste satisfecho con lo que salió de ahí?

– No es que crea que todo es increíble, pero honestamente, en todos los procesos de todas las canciones que he producido, en las mías y en las que he tenido la suerte de trabajar con otras personas, tengo ese sentimiento de que nunca le he pedido a una obra que sea perfecta en todos los sentidos, que no haya ningún solo error, porque igual es como inhumano. Pero en cada cosa siempre encuentro una nueva satisfacción, un nuevo aprendizaje. Me gusta mirarlo como un proceso, y el proceso es el que me mantiene contento.

Y en ese proceso, ¿Cuánto ha cambiado el Francisco Victoria que empezó en la música a la actualidad? ¿Y cómo se proyecta?

– Creo que el único objetivo que tengo, que es lo que ha estado pasando y quiero que siga sucediendo, es que lo estoy pasando mejor. Cuando empecé, hubo un período muy heavy donde tuve que recablear todo lo que había aprendido. Tuve que hacer un borrón y cuenta nueva, y aprender a lidiar con mis errores, de manera que lo único que importaba era trabajar en esos errores. Eso se volvió un ejercicio muy exigente, muy heavy emocionalmente.

Pasado el tiempo, ese proceso está un poco más incorporado en mí y, a futuro, me gustaría que fuera más automático. Si eso sucede, ya no me torturaría tanto porque “no soy tan talentoso”, o lo que sea. Tuve que trabajar harto, harto, harto, para entender las lógicas. Me costaba mucho hacer melodías cuando era más chico. Yo no soy muy creyente del talento. Soy más de práctica y trabajo. Por supuesto que hay artistas que tocan algo y les sale increíble, pero yo no. Mi caso es más de pulir y ver las fallas, y me gustaría que ese acto fuera muy natural. Es bacán trabajar en esto, requiere sacrificios, pero está bueno cometer esos errores también.

¿Superar esa especie de “inseguridad” ha sido tu principal obstáculo?

– Sí, de todas maneras. Igual, me parece que es algo bueno. Si uno actúa seguro todo el tiempo, y que todo lo que uno hace es la raja, de pronto no tienes margen para mejorar o para proponerte cosas nuevas. No sé si quiero ser la persona más segura del mundo, pero sí quiero disfrutar más ese gris de la inseguridad. Es un lugar medio raro, supongo.

Hay algo que creo que atraviesa todo el nuevo pop chileno, que son letras bien intensas, que hablan de cierta soledad y sufrimiento, pero con melodías bien alegres y pop. ¿Ese trabajo surge de un trabajo solitario o colectivo?

– Cuando las letras tienen ese carácter muy sufrido, muy fatal, muy terrible, la concepción de la idea es absolutamente solitaria. Tiene que ver sólo con uno mismo, sus complejos, sus traumas y el momento que sea que uno esté pasando. Últimamente, en mis cosas estoy haciéndolo todo solo. Es un proceso lento y súper difícil. Implica hacerse cargo de todo lo que estás diciendo y explorar eso conceptualmente.

En otros casos es que ese concepto no lo entrego yo, lo entrega alguien más. O a veces lo entrego yo y se completa en la forma con alguien más. Pero usualmente la idea inicial tiene que venir de algo muy autoral, muy propio, que sólo está dentro tuyo. No son conceptos que uno agarra del aire. Se siente una perspectiva y una profundidad cuando se puede explorar un sentimiento muy específico, y ponerle un nombre. Ese concepto nace en la soledad.

Justamente, lo que se potenció en esta pandemia fue la soledad. ¿Crees que este escenario pueda ser caldo de cultivo de nuevos conceptos y nuevas canciones? ¿Qué te pasó a ti en estos meses?

– Al principio de todo esto, fue insoportable estar conmigo mismo. Creo que a muchos nos pasó. Verse obligado a lidiar con toda la hueá que te está pasando es súper violento. Para mí fue insoportable, no pude escribir ninguna cosa en meses, no pude trabajar en nada. Estuve jugando play en posición fetal, intentando no pensar en existir. Tuve que ir al psiquiatra porque hay que hacerse cargo. Fue muy brígido.

Luego de eso, gracias a las maravillosas recetas psiquiátricas (se ríe), pude retomar el hilo y empezar a agarrarme de esas cosas que se me estaban presentando de golpe, rupturas emocionales con algunas personas. Todo eso se coló y empezaron a salir cosas mucho más personales. Salieron unos dolores que uno siempre intenta acallar.

Usualmente, uno está afuera, dando vueltas, trabajando, moviéndose de un lado a otro, saliendo con personas, evadiendo y evadiendo, que cuando te toca enfrentarte a ti mismo de esa manera, es algo bien especial y bien terrible. Pero hasta las cosas más feas, a veces, tienen su punto de encanto. Es lo lindo y feo que fue descubrirse a uno mismo a la fuerza.

“Al principio de la pandemia, fue insoportable estar conmigo mismo. Verse obligado a lidiar con toda la hueá que te está pasando es súper violento. Para mí fue insoportable, no pude escribir ninguna cosa en meses, no pude trabajar en nada. Estuve jugando play en posición fetal, intentando no pensar en existir. Tuve que ir al psiquiatra”

EL POP CHILENO A LA DERIVA

¿Cómo lees el momento actual que está atravesando el pop chileno?

– Es raro lo que siento. Obviamente existe una generación, de la que soy parte, y es súper extraño el limbo en el que estamos. Hubo un momento en el que hubo majors y estaban los grandes sellos en Chile. Luego desaparecieron y emergió esta generación de artistas que admiramos mucho: Javiera Mena, Alex Anwandter, Gepe, la Fran Valenzuela, Pedropiedra. Ellos crecieron fuera de ese sistema, donde no existían los contratos millonarios y mataron finalmente la idea del rockstar, lo que me parece muy bacán. De hecho, Chile está en la senda de lo que propuso el “Corazones” de Jorge González, este pop que me parece más revolucionario que cualquier cosa rockera que podía estar sucediendo.

Luego de esto, vuelve a entrar la industria a Chile. Los tiempos cambian, la música que se consume también cambia, y de pronto, cualquier cosa que no exista en la línea de lo que necesitan las majors, quedó a la deriva. Yo no le sirvo a una major. La Radio Zero desapareció, la Radio Uno también, la Rock and Pop se rehizo entera. Todos esos nichos que, cuando se juntaban, podían ejercer una presencia importante de la generación anterior, medio que desapareció. Creo que soy parte de una generación que está un poquito a la deriva. Hay una independencia súper ruda. De alguna manera, lo que marca mucho el pop de los últimos años es resistir. Uno no saca canciones como loco, todo lo que se hace tiene que valer la pena.

Y de lo que está emergiendo, ¿Qué valoras?

– Valoro mucho el trabajo como Dulce y Agraz, que no está sacando cosas todo el tiempo, pero todo lo que saca es excepcional y muy bonito. Está también la generación del trap que, antes de llegar a las majors, era una voz de resistencia y disidencia. Es bien interesante lo que sucede, yo todavía no termino de hacer el diagnóstico. Pero creo que marca a esta generación que es particularmente difícil hacer cualquier cosa. Es un poco desalentador mi análisis…

“Creo que soy parte de una generación que está un poquito a la deriva. Hay una independencia súper ruda. De alguna manera, lo que marca mucho el pop de los últimos años es resistir. Uno no saca canciones como loco, todo lo que se hace tiene que valer la pena”.

¿Pero se podrían abrir oportunidades?

– Yo no creo mucho en la suerte, la verdad. Ya no existe ese modelo de “te descubro y ahora eres una estrella”. Eso no va a volver a pasar acá. Tampoco me importa mucho, mientras pueda seguir haciendo música… No estaré sacando 80 mil canciones al año ni siendo millonario, pero eso no es lo que importa. Creo que agradezco un poco ser un outsider.

Una de las etapas más prolíficas que tuviste fue con Princesa Alba, en el sentido de que salieron muchos hits en muy poco tiempo. ¿Cómo miras esa etapa?

– Yo me siento muy orgulloso de lo que pasó con esas canciones. Más que un logro comercial, siento que cada una tenía un norte, una directriz muy clara, que usualmente las dictaba la Trini. Para mí siempre era un desafío trabajar eso. El proceso es lindo, no sé si puedo catalogarla por sus millones de reproducciones, pero me encanta lo que ha pasado hasta ahora. Es bien especial esa transición también, que el proyecto fuera catalogado como trap derechamente, hasta que empezó a responder a otros lenguajes. Yo sé que a muchas personas les caló muy profundo esa cercanía de hacer música pop bien honesta y visceral, pero al mismo tiempo entretenida.

Hay un ejercicio de género también, en tanto estas son canciones cantadas precisamente por una mujer. ¿Cómo se trabaja eso?

– No lo veo como una dificultad. Cuando yo personalmente trabajo con mujeres artistas, ellas son las dueñas de esa experiencia. Nunca me voy a meter ni me interesa el por qué de las cosas, sino el cómo. Siento que uno como productor no puede estar transgrediendo las razones por las que existen estas ideas. Mi trabajo usualmente es encauzarlas, que genere las emociones que debiera generar y, a veces, implica escribir juntos. Pero la experiencia ya está y es de esa persona. Para mí no es una dificultad escuchar a la persona que estoy produciendo. Es súper importante para el proceso creativo que las dos partes estén dispuestas a escucharse y que, finalmente, lo más importante sea la obra.

En el mundo del pop, también se ha abierto una escena de músicos con una impronta LGTBIQ+ de la que formas parte. ¿Cómo se compatibilizan ambos mundos en la música?

Para mí no es una decisión que pueda tomar, porque no puedo decidir ser quién soy. Partiendo de esa idea, mis canciones nunca no van a tener algo político. Ser una disidencia y manifestarlo es, en sí mismo, un acto político. Nunca voy a tener ningún problema en decir quién soy, y ponerlo en todas partes. Yo no tengo ninguna canción que hable de mi identidad u orientación sexual, porque personalmente lo tengo súper claro desde muy chico. Al momento de enfrentarme a la composición y hacer arte, nunca me he cuestionado qué tanto eso deba estar en la obra.

A mí no me interesa esconder absolutamente nada, pero depende de cómo se conciban las canciones. En un videoclip hicimos una escena de un beso entre dos hombres, porque al parecer todavía es revolucionario que lo hagan frente a una cámara, pero ese es mi día a día. Es imposible de ocultar. Yo personalmente no siento que represente personas, sino que soy parte de una comunidad y el arte refleja lo que uno es.

Pero el tema LGTBIQ+, además de ser una identidad, también es una causa política. Uno esperaría que existieran canciones de esa causa política, ¿Lo ves así o no forma parte de tus reflexiones?

– Yo creo que puede ser un poco reductivo que la única manera de hablar al respecto sea que la canción, literalmente, diga: “Derechos para la comunidad LGTBIQ+”. Versus carreras como la de Javiera Mena, que no tiene una canción que tenga una consigna política, pero ella es la persona más política del universo por existir, por hacer lo que hace y decir que lo dice. A mí me gusta mucho esa posición: Voy a hacer la canción más gay que exista y voh vela, o te molesta y es tu problema, o bacán y podemos estar en la misma página.

Pienso que mostrarse como uno es públicamente sacude bastante. Es una herramienta política súper potente. Yo podría agarrar cualquier consigna de cualquier cosa y ponerme a hacer canciones de eso, pero si no me interpelan directamente, no sé si me siento con el título para hablar de eso. Ahora, por supuesto que me siento con todo el título de hablar de mi experiencia personal, que es ser súper cola. No sé si quiero hacer una apología a ser cola, pero sí puedo decir que esta es mi experiencia, este soy yo, este es mi contexto, estas son las violencias que me pasan a mí.

He escrito canciones que tienen que ver con sentirse culpable porque sigues enamorado de una persona que nunca te va a amar de vuelta, porque es hetero. La letra no dice “te amo y no me amas porque eres hetero”, lo dice de otra manera. Y cuando me llegan mensajes de niños gays que me dicen “me siento exactamente igual”, eso es todo lo que necesito, es toda la representación que me importa. Es estar en la vida de las personas y no intentar ser un estandarte de algo. Cada uno es el estandarte de su propia experiencia, sobre todo con las disidencias sexuales y de género. Es vivir todos los días en una lucha y, si uno visibiliza eso, creo que es muy político.

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