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Entrevistas

28 de Enero de 2021

Carolina Torrealba, subsecretaria de Ciencias y polémica por Becas Chile: “hay grupos de interés que tienen posibilidad de tribuna fuerte”

Con poco más de un año como subsecretaria de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, esta doctora en Biología Celular y Molecular ya ha tenido que vérselas con decisiones difíciles e impopulares. Tal vez la que más se relaciona con la suspensión del célebre (y oneroso) programa Becas Chile, lo que significó una gruesa andanada de críticas para este ministerio recién creado. Torrealba no se amilana: “nuestro rol es ver la foto completa, pese a las piedras y palos”.

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Hace ocho años, como parte de su trabajo en la Fundación Ciencia & Vida, Carolina Torrealba publicó un libro que narra los inicios de la Biología Experimental en Chile, a través de la vida de nueve científicos, todos varones. Hoy, cuando lleva poco más de un año como subsecretaria del recién creado Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, desde donde está impulsando una decidida agenda para acortar la brecha de género en la ciencia local, Torrealba cree que no podría volver a escribir “Pioneros”. O al menos que ya no sería el mismo libro.

– Yo amé ese proyecto, lo viví intensamente. Pero ahora siento que fui presa de los criterios que me impuse para escoger a los personajes, y eso me impidió incluir a algunas mujeres. El tema de género es algo en lo que uno va evolucionando. Yo estoy llena de sesgos, los he ido derribando y creo que en ese minuto no vi esto con la claridad que lo veo hoy. Sigo enamorada de mis pioneros, encuentro que son personajes fantásticos, pero comprendo la razón por la cual otras mujeres debían haber estado ahí. Por ejemplo, tengo a dos que fueron esposas de estos pioneros y que fueron científicas extraordinarias, y lo fueron sólo porque estaban casadas con estos hombres, lo que les dio acceso a este espacio. Y ellos pudieron ser los científicos extraordinarios que fueron, porque estaban casados con estas mujeres.

– ¿Por qué un ministerio de ciencias se apunta para luchar contra la brecha de género? ¿Por qué es una prioridad para una repartición que, en teoría, tiene otros objetivos?

– Lo hacemos no sólo porque necesitamos incorporar todo el talento disponible o por un asunto de justicia. Lo hacemos principalmente porque, si no incorporamos la perspectiva de género al quehacer científico, es probable que no comprendamos a cabalidad los problemas que debemos resolver y las posibles soluciones para ellos. Un ministerio de ciencia no puede darse ese lujo. Hay áreas como la ciencia de datos y la inteligencia artificial que están teniendo un gran impacto en nuestra sociedad, y no sólo en lo científico, sino también en lo económico y en lo cultural. Si mantenemos una brecha de género en esas áreas estaremos dándole a un solo género la capacidad de determinar el guión que siguen los distintos algoritmos que definen nuestra vida cotidiana. Esto ya ha tenido impactos brutales en el pasado.

– ¿Puedes dar un ejemplo concreto?

– Te voy a dar dos. Uno tiene que ver con el infarto. La sintomatología del infarto se definió inicialmente sin utilizar una perspectiva de género. Cuando yo te pregunto cuáles son los síntomas de un infarto, tú me vas a decir dolor en el brazo izquierdo y en el pecho, etcétera. Pero resulta que las mujeres tenemos, además de esos, otros síntomas: dolor en la espalda baja y en la zona abdominal. Y como eso no estaba descrito, muchas mujeres sufrían infartos sin saberlo. Esta es una de las causas que se barajan para explicar por qué las mujeres, a pesar de sufrir menos infartos que los hombres mueren más que ellos por esta causa. El otro ejemplo tiene que ver con el tabaquismo. Hay casos de planes gigantescos que se han desarrollado para que las personas dejen de fumar, y que funcionaron mayoritariamente en hombres. Y así hay varios casos que tienen que ver con biomedicina que resultan bastante chocantes, porque tienen un impacto fuerte. No incorporar la perspectiva de género en la biomedicina es algo que cuesta vidas.

– Si uno revisa la página web del ministerio y se detiene en la misión que allí se describe, estamos hablando de objetivos de largo plazo. Ustedes van a tener apenas dos años para trabajar, de los cuales ya pasó uno. ¿Qué se alcanza a hacer en tan poco tiempo?

– Nosotros tenemos bien claro que nuestro trabajo es la instalación. Y creo que eso es bien importante, porque estamos estableciendo los principios fundamentales para el funcionamiento de este nuevo ministerio. En esta tarea hay dos focos, uno que tiene que ver con las políticas públicas y otro ligado a la institucionalidad. En cuanto a políticas públicas, yo creo que el tema que nos ha rondado permanentemente  y que no ha estado exento de tensiones es cómo lograr que el ministerio deje de ser visto por la academia, por el sistema científico y por la sociedad, en general, como un saco que básicamente reparte fondos. Lo que queremos es que este ministerio sea un vector que efectivamente genere transformaciones positivas para el país. Se trata de una tarea de largo plazo, pero la pandemia nos ha permitido pilotear algunas iniciativas y vislumbrar qué clase de cosas podemos lograr.

– ¿Y qué clase de cosas podemos lograr?

– Cosas como la red de laboratorios de diagnóstico para Covid. Se trata de la experiencia de política pública más gratificante que me ha tocado liderar. Era un proyecto casi imposible y creo que lo emprendimos únicamente por la ingenuidad del inicio: llevábamos apenas dos meses en el ministerio. 

Cuando llegó la pandemia a Chile, la realidad era la siguiente: el país tenía una capacidad, a través del ISP, de hacer 500 tests PCR diarios. Y el periodo de entrega de ese test era en promedio de cuatro días, pero en Punta Arenas se tardaba diez días o más: podías pasar el ciclo completo de tu enfermedad sin tener los resultados. Entonces se acercaron a nosotros varias sociedades científicas de microbiólogos y bioquímicos, y nos ofrecieron sus laboratorios de investigación. No eran laboratorios clínicos, pero tenían PCR, sabían hacer PCR y contaban con gente a la que podían entrenar y reorientar hacia el diagnóstico. La idea era genial, pero materializarla fue bastante complejo. Fueron varias semanas bien vertiginosas, de estar golpeando puertas en todo el aparato público, para finalmente certificar seis laboratorios a lo largo del país. Pero eso era la primera parte nomás. Después venía el trabajo de convencer a los servicios de salud que los resultados que entregaban estos laboratorios eran confiables. Y fue un trabajo muy lindo, porque logramos la coordinación de entes absolutamente distintos y todos remamos hacia el mismo lado, pusimos todas nuestras resistencias arriba de la mesa y logramos levantar una red de 33 laboratorios. En Magallanes, el 56 por ciento de los diagnósticos se realizan gracias a esa red. En Atacama es el 87 por ciento. 

– Volvamos al tema de la instalación de este ministerio. Tú decías que había un foco puesto en las políticas públicas, que ya vimos, y otro en la institucionalidad. 

– Sí. Aunque no es lo único, una parte importante de este ministerio se conforma por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, la ANID, que reemplazó al antiguo Conicyt (Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica). Lo que estamos haciendo hoy es revisar esa institucionalidad. Conicyt tenía 26 subdirecciones, cada una con su consejo científico. Ahora tenemos seis consejos bien abiertos, con participación de organizaciones que hasta ahora no habían sido incorporadas. Esto nos permite tener una visión más amplia del sistema, no sólo del mundo académico sino también del sector privado.

“El tema que nos ha rondado permanentemente  y que no ha estado exento de tensiones es cómo lograr que el ministerio deje de ser visto por la academia, por el sistema científico y por la sociedad, en general, como un saco que básicamente reparte fondos”.

– Pero más allá de estos cambios, lo que todos esperan es que aumente de manera decidida la inversión en temas científicos. Es un ítem en el que estamos muy rezagados.

–  Yo comparto plenamente eso, es lo que uno escucha en el mundo científico tranversalmente. Como país tenemos el desafío gigantesco de aumentar la inversión en investigación y desarrollo, pero creemos que es igual de importante cómo nosotros asignamos esos fondos: qué tipo de investigación queremos hacer y qué clase de sistema científico queremos tener. Y ahí entran tres temas. El primero ya lo discutimos: queremos un ministerio que empuje una política de igualdad de género que sea transversal al sistema y que marque un punto de inflexión. Segundo, queremos un ministerio que no se enfoque únicamente en ciencia y tecnología, sino que se abra a la innovación, a la transferencia de tecnología, a los emprendimientos de base científica, a una fructífera relación ciencia-empresa. Estas ideas van a expresarse en la ANID, que va a ser muy distinta a lo que era Conicyt. Y tercero, queremos que la ANID amplíe sus fronteras, que no siempre beneficie a los mismos, que podamos darle más diversidad al sistema científico.

– ¿La suspensión de las Becas Chile responde a esta misma lógica?

-Ese tema ha sido súper polémico, y por eso requiere de contexto. Nuestro programa de becas (nacional e internacional) es casi un tercio del financiamiento de la agencia, una parte importante. Las becas nacionales son cerca de 35 mil millones de pesos al año, de los cuales 11 mil millones se destinan a becas de doctorado. De todas las becas de doctorado que se entregan, cerca de un 80 por ciento se destina a tres universidades (de las más de 50 que existen en el país). Y tenemos una tasa de adjudicación en torno al 35 por ciento, que es baja. Por otro lado, tenemos un programa de becas internacionales con una adjudicación cercana al 80 por ciento. Es decir, tienes más posibilidades de ganarte una beca afuera que acá. Y es un programa caro. Son dos mil dólares al mes por becario sólo para su manutención, sin contar las matrículas. No hay países parecidos a Chile que tengan algo así. Arabia Saudita tiene un programa similar, pero convengamos que la situación de ellos es un tanto diferente a la nuestra. Cuando nos sentamos a preparar nuestro primer presupuesto, el de 2020, vimos que nuestro discurso no estaba en línea con el destino que se le estaba dando a los fondos. Nuestro discurso dice que necesitamos apoyar a las universidades regionales que tienen que generar investigación y desarrollo, y resulta que les estábamos dando la espalda. Y por eso este año decidimos hacer un cambio. Además, con una pandemia que tiene las fronteras absolutamente cerradas y universidades con clases presenciales bloqueadas, nosotros dijimos este es el año de repensar este programa. Y se suspende por un año. Veamos cómo tiene que ser un programa que mire al Chile de hoy y no al de 2008, que es cuando partió Becas Chile. En estos 13 años, nuestro sistema educacional se ha transformado completamente. 

– Y quedó la embarrada.

– Surgieron muchas voces críticas, obviamente a nadie le gusta que no se financie un programa que es una maravilla. Efectivamente, hay grupos de interés que tienen posibilidad de tribuna fuerte, que inciden en las discusiones parlamentarias. Y hay otros que no tienen esa posibilidad. Nuestro rol es ver la foto completa, a pesar de las piedras y palos. 

“Tenemos un programa de becas internacionales con una adjudicación cercana al 80 por ciento. Es decir, tienes más posibilidades de ganarte una beca afuera que acá. Y es un programa caro. Son dos mil dólares al mes por becario sólo para su manutención, sin contar las matrículas. No hay países parecidos a Chile que tengan algo así”.

– ¿Habrá un anuncio en torno al nuevo esquema de becas? 

– Queremos avanzar en aumentar la adjudicación nacional. Ese es el desafío para este año. Estamos avanzando, y el ministro está liderando una serie de conversaciones en torno a cómo vamos a reestructurar esto. Obviamente no se trata de un chauvinismo en el que no vamos a mandar a nadie al exterior jamás, pero significa repensar cuándo tenemos que mandar al exterior y repensar una política de retribución mucho más orientada a las necesidades del país. La inercia nos dice que este programa tiene que seguir, pero cuando uno ve los números no tiene ningún sentido que siga igual. Tenemos que esforzarnos en hacer una reflexión que nos ayude a construir un sistema más justo y mucho más orientado a generar capacidades locales, a apoyar a las universidades que quieren tener programas de doctorado de primer nivel y que si el Estado no financia no los van a tener. 

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