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8 de Febrero de 2021

MC Millaray: rap, defensa y orgullo de sus raíces

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Nacida y criada en La Pincoya, iba a las tocatas organizadas por vecinos desde que estaba en el vientre de su madre. A sus 14 años lleva la sangre mapuche con holgura y no necesita que la presenten: “La música surgió como una herramienta para expresar el descontento creciendo en la población, llevando mis raíces por delante y defendiendo lo que creemos que es justo”.

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Su piel es morena y tiene los ojos semi rasgados. Cuando conversa tranquila en su casa, su voz es dulce y calma, muy distinta a lo que nos tiene acostumbrados escuchar. Su polera es talla grande, negra y sobre las fotos de tres raperos que se ven en el pecho -con un distinguible Notorius B.I.G. al centro- dice en mayúscula y letras rojas: hip-hop. Como colgante en la cadena de su cuello y también en un anillo de su mano izquierda hay dos flores, como joyas. Parecen rosas, pero podrían ser otras. Dice estar “obsesionada” con las flores, y como no, si su nombre mapuche significa “flor de oro”. Su nombre es Millaray Jara Collío (14).

También es MC Millaray y no necesita presentaciones, porque apenas se prendió la grabadora ella comenzó:

Mari mari kom pu lamngen, inche MC Millaray. Mari mari pichikeche, a los niños. Soy MC Millaray, una niña que a los 4 años comencé haciéndole los apoyos a mi papá y a los 5 ya tenía mis propios temas que comencé a rapear. Aprendía las palabras y las rapeaba.

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Los Jara Collío son oriundos de La Pincoya, donde “vivíamos en una casita con mis tíos, primos y mis abuelos maternos”. Un ambiente de población, donde compartían mucho con vecinos del lugar y había una organización que hoy, tres años después de que les entregaron un departamento en Quilicura al que postularon con un comité de vivienda, se echa de menos.

Eran constantes los bingos o tocatas que se hacían para ayudar a vecinos que no pasaban por un buen momento. Eventos que como familia frecuentaban y en que Alexis Jara, su padre -también rapero- apodado LocoAleMc, solía cantar. Y Millaray creció en ese ambiente, por lo que desde que tiene uso de razón, recuerda escuchar siempre exponentes como Ana Tijoux, Los Panteras o Tiro de Gracia. O tal vez incluso antes de eso: “Mi papá siempre me cuenta que me ponía los audífonos en la guata de mi mamá”.

“Yo crecí ahí” cuenta la joven cantante sobre distintos talleres de hip-hop que realizaba su padre para los niños de la población y desde donde salieron actuales músicos y graffiteros. Con él aprendió a rapear. En las micros, recuerda, su padre iba haciendo música en la parte de adelante y ella -con no más de 5 años- se ubicaba en la cuncuna, mas atrás. “Me sabía todos sus temas, entonces los cantaba, o gritaba con él” dice. También lo acompañaba en los ensayos y hasta se subía a los escenarios para hacerle “los apoyos”, como se le dice al acompañamiento con una segunda voz en la finalización de las rimas.

Para un evento en La Pincoya en que mi padre iba de invitado no más, al principio dijo que no me podía subir con él. Yo no entendía, porque siempre lo hacíamos juntos, entonces me puse a gritar para subir. Él dijo ‘no poh, le estoy cortando las alas a mi hija’ entonces me subí. Ahí fue cuando vio que yo tenía modulación y la fuerza suficiente para tener un estilo propio, un rap más pesado, más directo que el de él, que hacía reggae o raggamuffin.

Millaray, de 7 años, con micrófono en mano. Gentileza MC Millaray

Millaray dice que no tenía muchos amigos en el colegio de La Pincoya, a diferencia de los lazos que sí tenía con su familia agrandada, con quienes todavía, siempre que pueden, aprovechan para juntarse, un tema que se hizo difícil con pandemia “por cuidar a nuestros seres queridos”.  Eso lo extraña, sin embargo, con gran elocuencia afirma:

– No hay nada como lo propio.

Y repite Claudia Collío, su madre, que está a su espalda mientras conversamos:

– No hay nada como lo propio…

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Para muchos, 14 años podrían no ser suficientes para tener una real conciencia de lo que pasa en el país, pero para Millaray esto no aplica. Su participación desde julio de 2019 en la Red por la Defensa de la Infancia Mapuche ha sido fundamental para estrechar su relación con Wallmapu, territorio con que sueña irse a vivir en el futuro. Y es totalmente consciente de la represión que se vive en la Araucanía. Recuerda un episodio en noviembre pasado:

– Hola, ¿cómo estay? – le escribió por Whatsapp a un amigo suyo de Temu Lemu.

– Pa’ la embarra’, porque se llevaron detenido a mi papa. A mi solamente me pegaron, así que solo atiné a correr 10 km. hasta mi casa para que los pacos no me llevaran.

Con él aprendió a rapear. En las micros, recuerda, su padre iba haciendo música en la parte de adelante y ella -con no más de 5 años- se ubicaba en la cuncuna, mas atrás. “Me sabía todos sus temas, entonces los cantaba, o gritaba con él” dice. También lo acompañaba en los ensayos y hasta se subía a los escenarios para hacerle ‘los apoyos'”

Cuenta Millaray que esa fue una intervención donde los encañonaron con fusiles de guerra. “Al mapuche se le encuentra y con los montajes se aplica Ley Antiterrorista. ¿Eso cuántos años son?” comenta, agregando que finalmente los lamngenes de ese procedimiento quedaron en libertad, pero que ella quedó con mucha rabia de no poder estar ahí apoyando.

– Es difícil nacer en la warria (ciudad) para una niña mapuche, porque no tenemos cómo aprender directamente sin estar en la mapu, en la tierra, para conectarse. Obviamente me voy a ir, siempre está en mi piuke (corazón) irme a vivir a Wallmapu. A recuperar… a recuperar lo que nos pertenece – dice Millaray y suelta una pequeña risa nerviosa.

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El 2019 terminó octavo en la Escuela Básica Pucará de Lasana. La mañana del día de su ceremonia de graduación, se levantó y se dio cuenta que arriba del refrigerador había una caja de zapatos de guagua. En eso apareció su papá y le dijo: “Hija, estoy orgulloso de ti por haber cumplido esta meta”. Abrió la caja y ahí estaban, sus joyas mapuche, o trarilonco.

– Las mando a hacer mi mamá con una lamngen de Temuco, y tienen flores en vez de monedas. Como yo soy “flor de oro”, todas tienen flores.

Trató de aguantar la emoción para que no se le corriera el maquillaje, pero no pudo y botó unas lágrimas antes de llegar hasta la escuela. Ingresó al baño del colegio, se limpió y se puso las joyas, además de un münulongko  (pañuelo que cubre la cabeza) que le dio su abuela, quien, a su vez, lo había heredado de su bisabuela. Cuando entró a la sala en presencia de sus compañeros y padres, un profesor la felicitó, diciéndole: “Qué linda te ves. Qué bien que quieras llevar con tanto orgullo tus raíces”.  

Gentileza MC Millaray

En marzo del 2020 solo alcanzó a ir un par de semanas a clases a su nuevo colegio, un liceo municipal ubicado en la Plaza de Armas de Quilicura. “Cuando llegué éramos menos de 15 alumnos chilenos, todo el resto son extranjeros. Se compartía mucho la cultura y teniendo siempre presente integrar a los otros” dice Millaray.

Con la pandemia, el establecimiento comenzó a hacer algunas transmisiones donde los profesores relataban sus cuarentenas y hacían algunos shows artísticos. Su profesor, a quién lo había conocido porque le vio una polera de la Red por la Defensa de la Infancia Mapuche y se fue a presentar, la invitó a cantar.

“Es difícil nacer en la warria (ciudad) para una niña mapuche, porque no tenemos cómo aprender directamente sin estar en la mapu, en la tierra, para conectarse. Obviamente me voy voy a ir, siempre está en mi piuke (corazón) irme a vivir a Wallmapu. A recuperar… a recuperar lo que nos pertenece”

– Chiquillos, nuestra compañera, la MC Millaray va a cantar en la transmisión, para que la vean – escribió el profesor por el grupo de curso en Whatsapp.

Pero un alumno que conocía su música contestó “pero profe, la MC Millaray no es nuestra compañera”. No se habían alcanzado a conocer en esas dos semanas.

Aunque Millaray tenga un discurso que puede manifestar experiencia y trayectoria, sigue siendo una niña normal. “Les respondí y dije que era yo jaja. Igual me dio vergüenza porque no los conocía, entonces sentí timidez. Pero algunos me tiraron la barra y me puse super contenta”.

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¿Cómo llegaste a la Red por la Defensa de la Infancia Mapuche?

– A mediados de 2019 yo hice un tema sobre la infancia mapuche, porque llevaba tiempo molesta y sentía rabia, necesitaba desahogarme contra tanta represión hacia los niños. Ahí llego a los oídos de Onésima Lienqueo, la directora. Ella me contó lo que hacían: apoyar juicios y ser un soporte, en general, para niños que ven vulnerados sus derechos. Tiempo después, compuse un tema para una campaña y me convertí en vocera.

“La red es más una familia. No es solo una organización que ayuda a los niños, sino que el dicho de ‘los niños van primero’ aquí realmente se cumple. (…) A veces nosotros somos cómplices, porque pueden balear a un niño y al mes se olvida. Pero la red se encarga de visitarlos mes a mes, si necesitan ropa, mamitas que necesiten pañales, todo” explica Millaray.

¿Qué hito vivido con la red ha sido lo que más de ha marcado?

– En febrero del año pasado en un trawün pichikeche (encuentro de niños) conocí a M.P.C, el niño que acompañaba a Camilo Catrillanca cuando lo asesinaron. El tiene 17, y nos contaba todas las secuelas con que quedó y la persecución que hasta entonces hacían los mismos Carabineros. Decía que cuando estaba con arresto domiciliario, iban en la noche a tocarle la puerta para que él saliera y así poder pegarle, allanar su casa y llevárselo. Estando en el trawün, dijo que era la primera vez que dormía una noche de corrido, porque estaba seguro, porque estaba con nosotros.

“La red es más una familia. No es solo una organización que ayuda a los niños, sino que el dicho de ‘los niños van primero’ aquí realmente se cumple. (…) A veces nosotros somos cómplices, porque pueden balear a un niño y al mes se olvida. Pero la red se encarga de visitarlos mes a mes, si necesitan ropa, mamitas que necesiten pañales, todo” explica Millaray.

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En julio pasado Millaray y su familia se contagiaron de Covid-19. Los residentes de los departamentos se organizaron para arreglar la escalera del edificio y durante los días en que los hombres trabajaban, una vecina dio positivo al examen y a pesar de los resguardos, terminaron contagiándose gran parte de las familias del condominio. Sus parientes en La Pincoya también contrajeron el virus. Su abuela incluso estuvo hospitalizada, pero, aunque aún tiene secuelas, no pasó a mayores. “Igual bueno que ahora estemos bien. Gracias a Chaw Ngenechen (Padre Creador) que está cuidando con toda la fuerza para estar aquí vivos”.

Y a pesar de los contagios y la pandemia, el 2020 se convirtió en quizás uno de los años más fructíferos musicalmente hablando, cumpliendo el sueño de cantar con su ídola de toda la vida: Ana Tijoux.

Cuando tenía 8, Ana Tijoux fue invitada a un evento en La Pincoya. Millaray lloró varios minutos afuera de su camarín para que la dejaran entrar a entregarle unos de sus discos. Gentileza MC Millaray

Una mañana a principios de octubre, Claudia Collío se levantó temprano y revisó los mensajes. Millaray estaba recién abriendo los ojos cuando su mamá le paso el celular y le dijo “mira lo que te dijo la Anita”. Hablaban hace algunos meses ya, pero esa vez “me puse a saltar y a gritar”, dice Millaray.

– En mi celular tengo como 20 letras que ninguna me gustaba, soy muy autocrítica. Entonces ella (Ana) en un momento me dice que sería bueno que me refiriera a las víctimas oculares del despertar social. Y justo había un niño que me habló por Instagram, fanático de mi música y que había perdido un ojo. Quiso compartir su experiencia conmigo y así me dio la fuerza necesaria para plasmar y crear la letra para “Rebelión de Octubre”.

Sus parientes en La Pincoya también contrajeron el virus. Su abuela incluso estuvo hospitalizada, pero, aunque aún tiene secuelas, no pasó a mayores. “Igual bueno que ahora estemos bien. Gracias a Chaw Ngenechen (Padre Creador) que está cuidando con toda la fuerza para estar aquí vivos”.

Como en muchas de sus letras, integró algunos versos en mapuzungun.

¿Cómo aprendiste el idioma?

– De mi abuela que está en el sur. Ella me inculcó aprender a hablar, para “no ser como los otros winkas. Incluso ella una vez me improvisó un ul kantün (canto mapuche).

También han sido fundamentales en su aprendizaje Wechekeche Ñi Trawun, un grupo de raperos mapuche en Santiago. Le enseñaron como se saludaba, la pronunciación y cada vez que visitaban La Pincoya, sumaba cosas nuevas. “Ellos han hecho escuela, son los reales mapuche aquí en Santiago y hacían talleres en que todos tenían que rapear”, recuerda la joven.

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En noviembre del 2020 participó también en “El llamado de la naturaleza”, canción interpretada junto a Pablo Ilabaca para el inicio de la Campaña de Derechos 2020 de la Defensoría de la Niñez, que desencadenó una gran polémica por su letra: “Siento que deber empoderarte y volar, saltarse todos los torniquetes…”.

“Tengo claro que no todos pensamos igual, pero ninguna de las críticas que vi me llegó, porque no tenían sentido. Todo lo que decíamos era verdad y estaba luchando por mis derechos” dice hoy Millaray. A la artista le llamó la atención el acoso de los medios de comunicación: “tuve que desconectarme una semana de las redes y no respondí más mensajes. Como niña, decidí no exponerme. Además, no quería entrar en polémicas, porque claramente, yo todo lo que digo, lo digo rapeando”.

Consultada por lo que viene en el futuro, menciona que volverá a clases y lanzará un disco en marzo, que aún no tiene nombre. También le gustaría estudiar derecho “porque en Chile la justicia es injusta”, aunque no es su única opción: también evalúa ingeniería en sonido, mecánica y diseño. “Le hago a todo lo que sea crear, si hasta tejo en palillo, crochet y telar”.

A la artista le llamó la atención el acoso de los medios de comunicación (por la polémica de la Defensoría de la Niñez): “tuve que desconectarme una semana de las redes y no respondí más mensajes. Como niña, decidí no exponerme. Además, no quería entrar en polémicas, porque claramente, yo todo lo que digo, lo digo rapeando”.

Gentileza MC Millaray

Y si bien puede no tener tan claro su futuro a sus jóvenes 15 años, sí está clarísima en una actitud de vida:

– Yo no quiero vivir sumisa. A mi nunca me callaron, así que si me muero, va a ser luchando.

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