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Planeta

22 de Febrero de 2021

La historia de Chicharrón, el sociable chancho adoptado que cambió la ciudad por la Granjaventura

Foto: Pedro Astaburuaga

De Melipeuco a Providencia, luego a Las Condes y ahora al Parque Mahuida. Este cerdito de poco más de un año tuvo la suerte de convertirse en una mascota ejemplar, tremendamente amado por su dueña. Desde una granja donde era el más rechazado, se vino a Santiago a vivir su mejor vida.

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“Ballico” es como se les llama a los cerdos más frágiles o débiles de una camada. Ese es el caso de Chicharrón, la mascota que Graciela Garay que adoptó en julio del año pasado, en plena pandemia. Según varias páginas web con información destinadas a la cría de chanchos, un animal con apenas seis meses de edad podría pesar más de 50 kilos, pero Chicharrón, con apenas siete, pesaba seis. Se podría decir que era como el “patito feo”.

Y justamente por eso se lo llevaron. “Unos amigos de mi hermano Pedro andaban por Melipeuco y lo vieron en una granja. Les dio mucha ternura así que se lo trajeron a Santiago”, cuenta la abogada oriunda de Constitución. El pasado miércoles a las 9 AM, mientras el cerdo -que ya cumplió un año y pesa unos 90 kilos- aún dormía, Graciela aclara que lo compraron, pero por un precio simbólico de 5 mil pesos. “Chicha”, como le dicen, está recostado al lado de una piscina plástica que hay en la casa de Graciela en Los Dominicos, donde hoy vive con Pedro, un amigo suyo, y René, un primo.

– Al principio se lo llevaron a la casa de los papás de los amigos de mi hermano, pero no se pudieron hacer cargo así que nos lo ofrecieron. Y si bien nosotros ya teníamos dos perritos pequeños, vivíamos en un departamento bien grande, y como somos locos, dijimos que bueno ya.

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Ese departamento quedaba cercano al Parque Bustamante, por lo que cuando lo sacaban a pasear con correa era todo un espectáculo para grandes y chicos. Y aunque se cambiaron hace unos meses a la casa donde tiene más espacio, por alegatos de vecinos, Chicharrón fue entregado a Granjaventura, en el Parque Mahuida. The Clinic conversó con la dueña del cerdo para reconstruir su historia: “una vida de regalo” para un chancho que se vino del campo a la ciudad.

UN CHANCHO DE BARRIO

Graciela Garay nació en Santiago, pero se crió desde los 9 años en Constitución. Volvió a la capital a estudiar derecho y se quedó. Declara que no es una gran amante de los animales y que nunca “ha buscado” una mascota, pero, aun así, actualmente cuida a dos perros y un chancho, todos recibidos de otros dueños originales.

Chicharrón llegó al departamento en Providencia muy pequeño, porque estaba desnutrido. Graciela piensa que en la granja donde fue rescatado “estaba viviendo apenas, porque los hermanos eran grandes y como él no crecía, no lo dejaban comer. Por eso es como atrofiado: al principio apenas caminaba, le faltan dientes y no sabe defenderse de los perritos (que hoy son harto más pequeños que él) para alimentarse”.

Pero igual salió adelante. Las primeras semanas en Santiago, cuenta Graciela, comenzó a crecer alrededor de dos kilos por semana, hasta alcanzar 90 actualmente.

Foto: Joaquín Abud

¿No tuvieron problemas legales? ¿Averiguaron si existen regulaciones de tenencia de estos animales en la ciudad?

– La verdad es que no. Yo dije que lo recibiría feliz, improvisando hasta que podamos tenerlo, porque, en el fondo, esta vida para él es gratis.

Y sobre alegatos no supieron, a pesar de que era muy chillón cuando era pequeño. “Todos lo amaban, en el edificio, en los restaurantes de abajo y en el parque, si hasta charquitos le hacía la gente. Incluso “el Chicha iba a buscar a un perrito del edificio para jugar” cuenta Graciela, y agrega que en un momento se contactaron con ella desde la Municipalidad de Providencia. “Yo pensaba que me iban a retar o decirme algo, pero fue al revés. Le sacaron fotos para un reportaje que salió en la revista municipal”.

“NO QUERÍA UN CHANCHO DE VECINO”

Hace unos tres meses que Graciela y sus tres compañeros de departamento se cambiaron de Providencia a una casa de dos pisos en el sector Los Dominicos. Con mascotas incluidas, por supuesto. Ella les preguntó a sus vecinos “y todos super contentos. Pero se me fue decirle a los de atrás, justo donde está la casa del Chicha”.

En el patio trasero está su cama (un colchón “de humano”) y un tronco, donde a Chicharrón le gusta rascarse. También un par de metros cuadrados corresponden a tierra con pozas de agua, perfectos para él.  

¡Uhh perdona, voy a dejar todo sucio!

– Jajaja esta casa pasa embarrada así que no te preocupes. El igual entra a la casa así que pasamos limpiando. Por ejemplo, el otro día cuando llovió lo deje entrar y quedó todo cochino.

Aproximadamente hace un mes, fue a su casa justamente el vecino de atrás a reclamar que le molestaba el olor “porque él tenía niños chicos y no sé qué cosa. Además, que el subarrendaba, entonces a la gente le molestaba. No quería un chancho de vecino no más”. Días después hizo presencia en el domicilio la Dirección de Higiene Ambiental y Zoonosis, tras los reclamos del mismo vecino. “Un caballero muy amable me dijo que no me podían obligar a que el Chicha se fuera, pero que me iban a empezar a llegar partes con citación al Juzgado de Policía Local por malos olores” cosa que nunca se cumplió.

Hasta el momento de esta entrevista, Graciela afirmaba que hacía de todo: “Echo arena de gato, limpio todos los días y una niña me viene a ayudar día por medio. Yo la verdad ni siquiera siento olor, a lo mejor es como un instinto de madre” dice y suelta una carcajada. Sin embargo, el martes pasado, la situación cambió y Graciela encontró una solución: Granjaventura aceptó ser la nueva residencia de Chicharrón, con una estadía patrocinada por su dueña.

NUEVO LUGAR LLENO DE EMOCIONES

En la cuenta @chicharroncerditocriollo en Instagram, Graciela ha dejado registro de la vida de su chancho y ya tiene más de 4 mil 600 seguidores. En las últimas publicaciones se ve a “Chicha” en su nuevo hogar: con sus vecinas las llamas, comiendo pasto y siendo visitado por varias personas. Algo que especialmente disfruta, porque, dice Graciela, es un animal muy emocional. “Es muy receptivo. Por ejemplo, cuando vino el vecino, él se enfermó un día entero y después se fue a estar siempre en el patio de adelante”.

No fue fácil llevarlo hasta el Parque Mahuida. Tras muchos gritos, peleas y resistencia a subirse a un camión que contrataron, Graciela se fue abrazada con él en el pick up hasta la precordillera de La Reina. “Llegamos y le encantó. Olió todo por ahí, se hizo amigo de una perrita y le dio besitos a unas burritas, porque el es super sociable. De ahí no se movió porque llegaron unos niños y estaba fascinado. No me pescó más” .

Graciela lo ha visitado casi todos los días desde que se fue. “La más triste soy yo que ando extrañando” dice. Pero, en general, los sentimientos que le ha provocado tener a Chicharrón en su vida son totalmente opuestos: “Son puras alegrías que me ha traído por las emociones que él produce en la gente”.

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