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2 de Marzo de 2021

Claudio Borghi: “Esta tolerancia que piden los jóvenes me parece bárbaro, pero si opinas diferente a ellos, te agarran a chuchadas”

Foto: TNT Sports

El Bichi lleva casi 30 años viviendo en Chile. Llegó como jugador, luego fue DT y actualmente es comentarista deportivo. Sin embargo, hay algo más allá de su vida vinculada al fútbol, la eterna crisis de Colo Colo y las polémicas de turno. En conversación con The Clinic, Borghi habla con soltura de política, cuenta que nunca ha dejado de ir a votar, incluso se bancó una fila larga durante la pandemia, pese a su diabetes. Eso le da derecho a quejarse, asegura. También profundiza sobre las nuevas generaciones, su intolerancia al fracaso, la depresión, y reflexiona sobre tres muertes que han hecho noticia en el último tiempo: La de Menem, la de Maradona y la del Morro García.

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Le pregunto de entrada a Claudio Borghi qué significa el retiro de un jugador de fútbol. Él colgó los botines hace ya 23 años, poniendo fin a una carrera que tuvo más de dulce que de agraz, con aderezos como aquella brillante campaña con Argentinos Juniors en 1985, con la final de la Copa Intercontinental ante la Juventus incluida. O el Mundial de México ’86 jugando al lado de Maradona. O sus pasos por el Milan, River Plate, Flamengo, Independiente y Colo Colo.

Sin embargo, hacia el final de su carrera tuvo que lidiar con días aciagos producto de sus lesiones. Su última temporada la disputó en Valparaíso. En el sitio Memoria Wanderers lo recuerdan con picardía: “Es el único jugador campeón del Mundo que ha vestido la camiseta de Santiago Wanderers. El “Bichi” llegó en 1998 a finalizar su extensa carrera, pero en Valparaíso no repitió las excelentes campañas inmediatamente anteriores en O’Higgins y Audax. Sí se recuerda un golazo anotado en 1996 en Playa Ancha, pero actuando por el elenco floridano”.

“Sí, es verdad”, reconoce el Bichi con cierto aire de resignación. “No venía muy bien de mis rodillas, había tenido un par de operaciones. Ya me habían dicho que la próxima vez que se rompiera, no iba a haber nada que hacer. Entonces, comencé a trabajar en Wanderers. Jugaba, no jugaba, dependía mucho de las decisiones del técnico. Estaba el guatón Vega conmigo. Y nada, en un entrenamiento tiré un centro y la rodilla hizo un ruido muy grande, suena a hueso, y ahí supe que no podía jugar más”.

¿Pero el retiro es una decisión que se toma de un día para otro o es algo que se va pensando con el tiempo?

– El año que estaba en O’Higgins yo había casi dejado el fútbol, ya no tenía tantas formas de entrenar. Y Roberto Hernández me invitó a jugar un poco más en Audax Italiano. Me dijo ‘ven y prueba uno o dos meses, en distintas posiciones’. Ahí jugué ’95 y ’96 bastante seguido, el ’97 ya menos. Hay una forma de darse cuenta, cuando uno ya no tiene todo el deseo de entrenar, ni ganas de cuidarse de todo lo que se tiene que cuidar un jugador profesional, y cuando el físico ya no responde a las exigencias que requiere el puesto o el equipo. Uno se va retirando de a poquito. Nadie puede decir ‘me voy a retirar en cuatro, cinco o diez años’. Va a depender del camino.

En el último tiempo han habido casos bien disímiles. El de Walter Montillo, por ejemplo, donde muchos consideran que se apresuró con su retiro. O el de Esteban Paredes, que decidió postergarlo y seguir jugando…

– Cada uno sabe. Uno de los mayores problemas que a veces tenemos, fundamentalmente los jugadores que somos creadores, es que el cerebro sigue exactamente igual, sigue dando las mismas órdenes en velocidad y creación, pero lo técnico ya no responde. De pronto, cuando eras joven, pensabas una jugada y la podías ejecutar. Después te vas poniendo viejo, el cerebro te dice ‘haz lo mismo’ y no puedes, no te da el físico, la musculatura ni la pierna. Ahí uno va dándose cuenta.

Los casos de Montillo y Paredes son diferentes. Paredes quiere seguir jugando a pesar de su edad. Creo yo que va detrás de un récord o quiere demostrar que puede hacer goles todavía, y está a tiempo. Si bien tiene lesiones, no son muy graves. El caso de Montillo me llama la atención porque no tiene lesiones, es un jugador que se veía bien dentro de la cancha, bastante rápido. Creo que su decisión es más humana que deportiva.

¿Y cuál es el rol que tienen en el retiro los clubes? Lo pregunto porque se ha cuestionado mucho el maltrato que recibieron estos jugadores por parte de la U y Colo Colo. Poco menos que forzaron su retiro…

– Los clubes tienen que empezar a influir en el jugador desde muy jovencitos, no de grandes. El club toma a un jugador a los 8 o 9 años, ahí tiene que empezar a prepararlos para distintos aspectos de la vida, que sea un aporte para la sociedad, juegue o no juegue fútbol. Y ahí hay muchos procesos que nos saltamos, porque buscamos resultados y los clubes quieren ganar dinero, que no está mal, pero el producto que hacen no es el más adecuado. Entonces llegamos a momentos en que el jugador tiene que decidir cosas y no está preparado.

Esto no quiere decir que si uno es de un mismo club se tiene que quedar toda la vida. Yo tengo la suerte que la gente de Argentinos Juniors me quiere mucho, pero tampoco están obligados a tenerme siempre. El problema es en qué condiciones lo hago. Alguien puede acercarse y decirte ‘Bichi, ya no estás para jugar, pero no queremos perderte y vamos ofrecerte algunas situaciones’. Y que nadie me diga por teléfono lo que va a pasar en mi vida después de haber pasado tantos años en el club. Esas son situaciones medias complejas que tienen que resolver las personas a cargo. No me animo a decirte que eso fue un maltrato, pero fue una forma de agradecer de muy mala manera lo que un jugador ha hecho por el club.

Pero tú prefieres que el club sea bien franco y sensato con el jugador, y llegue incluso a forzar este retiro, o debiera estar constantemente impulsando su carrera, para que el jugador siga dando hasta que ya no pueda dar más.

– Lo que pasa es que la pega del jugador no es diferente a la tuya. Tú tienes un jefe de edición que te dirá que esto es bueno, esto es malo, tienes que trabajar más esto, profundizar más en esto otro. No es diferente, a nosotros nos dicen si lo estoy haciendo bien o mal. Lo que pasa es que aquí también hay un problema del jugador, quien en los últimos años tiene que tener claro qué es lo que va a hacer y cómo se tiene que preparar para ser gerente deportivo, entrenador o lo que sea. Hay un pecado del jugador, porque te retiras y comienzas una carrera que no conoces para nada.

LA DEPRESIÓN

En Argentina generó harto impacto el suicidio del Morro García. Golpeó harto su frase “los jugadores no somos robots”. La salud mental en el fútbol, ¿es un problema de ahora en el fútbol o se viene arrastrando hace años?

– Nosotros no somos una isla dentro del mundo. Tenemos las mismas virtudes y problemas que tiene todo el mundo. La depresión uno la conoce hace mucho tiempo por gente que nos rodea y que desgraciadamente no puede salir de ahí. Acá no tengo mayores antecedentes más allá de los que he leído, pero la depresión venía dando avisos de que algo podía suceder, y sucedió. Creo que la sociedad en la que estamos viviendo hoy eso es mucho más notorio. No sé si estadísticamente hace 40 años era igual, pero sí es más común ver gente con depresión. Deberíamos hincarle el diente a eso porque nos puede traer problemas, especialmente con la juventud, que no tiene la capacidad de tolerar el fracaso.

Pero da la impresión de que los jugadores tienen más presión que antes, juegan más partidos a la semana, hay menos apoyo y menos sentido de club. ¿Hasta dónde tiene que llegar esa tolerancia al fracaso?

– No sé. Antiguamente había menos conocimiento sobre el jugador en su vida íntima, no había tanta repercusión por lo que hacía un Ronaldo, un Messi, un Paredes o un Valdivia. Teníamos una vida más privada y hoy la vida del jugador es completamente conocida, para bien y para mal. Están estas famosas redes sociales que mucha gente les da importancia, donde están muy expuestos a que gente de forma cobarde dé su opinión con cuentas falsas. No manejo estadísticas, no sé cuanta gente está con problemas de depresión, pero esta sensación de frustración ante el fracaso es mucho más grande que antes.

¿Pega más la depresión en el jugador de fútbol?

– Yo no quiero separar al jugador de fútbol de las personas comunes. No me gusta separarlos porque son tipos que pertenecen a la sociedad. Viven en una burbuja durante gran parte de su vida, pero pertenecen a la sociedad. En el fútbol se pueden dar tres resultados: ganar, perder o empatar. A nadie le va bien toda la vida, y a nadie le va mal toda la vida. Está bien prepararse para momentos importantes, pero también para los malos momentos.

“Nosotros no somos una isla dentro del mundo. Tenemos las mismas virtudes y problemas. No sé si estadísticamente hace 40 años era igual, pero sí es más común ver gente con depresión. Deberíamos hincarle el diente a eso porque nos puede traer problemas, especialmente con la juventud, que no tiene la capacidad de tolerar el fracaso”.
– Claudio Borghi.

DE LA FIESTA A LA MUERTE

Le explico a Claudio Borghi que en los últimos 15 años le ha concedido tres entrevistas a The Clinic y le advierto que le leeré los tres titulares. La primera data de sus años cuando era entrenador de Colo Colo y quedó metido en medio de un lío de faldas que supuestamente comprometía a Humberto Suazo. El Bichi declaró a The Clinic en ese entonces: “No le voy a preguntar a un jugador si culió anoche”. Al volver a escuchar la cuña, se ríe a carcajadas. “No es un tema mío, ¿no?”, me pregunta.

No, fue por una foto falsa que circulaba en blogs y foros de la época, donde se veía a la bailarina argentina Mariana Cuesta con alguien muy parecido a Chupete.

– Eso fue muy cómico. Me llama un periodista y me dice: “Tengo que preguntarle algo importante. Tengo fotos de Suazo anoche en una discoteque, previo a un partido, tomándose una cerveza y tengo que tirar la información”. Tiró la información, vimos la foto y en un primer minuto no reparé en el problema, pero un chico que trabajaba conmigo hace un zoom y descubrimos dos cosas. La primera es que Suazo no toma alcohol. Y la segunda, es que este señor que salía en esta foto tiene un arito con una cruz. Y Suazo no usaba aritos, hueón. Entonces, llamé al periodista, le dije “mira, te equivocaste de pelao” y se armó toda una revuelta.

¿Cuánto se involucra un DT con los jugadores?

– A mí no me compete opinar sobre la vida privada de los jugadores. Yo pregunto cosas porque quiero conocer a fondo su entorno. Si es casado o no, si tiene hijos, cómo se llaman, si está separado, en fin. Uno tiene que saber, no hay nada más desagradable que la persona con quien compartes en tu trabajo no sepa nada de vos. Ahora, yo no sé si le tengo que preguntar todos los días si tuvieron sexo o no con la mujer. No tiene mucho que ver con tu trabajo.

En esta misma entrevista te preguntan por Carlos Menem y el periodista describe que justo en ese momento “te agarraste los huevos”…

– Estoy haciendo exactamente lo mismo ahora…

¿Te pasó algo especial con su muerte?

– Siempre es triste que una persona muera, pero no fue un buen presidente. Dejó al país en una situación compleja, vendió todo lo que pudo el compadre, privatizó todo. Pero nadie se alegra por la muerte de nadie. Da pena, pero políticamente es un tipo que hizo mucho daño al país.

¿Pero cuál fue tu sensación?

– Fue una noticia, nada más.

No fue como la muerte de Maradona, por ejemplo.

– Oh, esa hueá fue sorprendente (se queda un rato en silencio). Yo estaba en la radio, estaba saliendo y viene un periodista que me dice ‘¿te enteraste?’. Chucha, qué pasó. No tengo idea. Y empieza a sonar el teléfono de una manera increíble. Ahí me enteré del fallecimiento de Diego. Me dio una tristeza tremenda, como si hubiera muerto un familiar muy cercano. Yo a mi viejo lo perdí de chiquito, no puedo compararlo, pero fue como si falleciera alguien que tenía mi sangre. Fue impactante la forma en que me chocó. Quedé todo el día mal.

EL ASADO Y LA PARRILLA

La segunda entrevista que diste a The Clinic data de tus años en la selección. El titular fue: “En mi casa no tengo parrilla”.

– Sigo sin tener, hueón. Estoy luchando por armar un quincho, pero no hay lucas.

¿Cómo surge el apodo?

– Me lo puso el viejo Luis Urrutia de La Cuarta. Me invitaron a un programa de radio, después había una parrillada. Yo pedí un pedazo de carne -me encanta la carne, hueón- y ahí me pusieron el guatón parrillero.

Y quedó instalado…

– Yo tengo un querido amigo de hace años que tiene una parcela y, para la despedida de fin de año de mi hijo, me dijo “por qué no llegas temprano y hacemos la comida”. Dale, vamos. Entonces llego y eran como 70 personas. Me dice “acá te dejo todo para que hagas el asado”. Y le digo: “Yo no sé hacer asados para 70 personas”. “Pero hueón, si vos sos el guatón parrillero”. “Me dicen, hueón, pero eso no significa yo sepa”…

Sé asar, evidentemente, pero tampoco soy un especialista. Si voy a Argentina no toco una parrilla nica. He recibido ofertas de publicidad, de balones de gas. Me causa risa. Fui al mercado una vez, estaba en la góndola de la carne, se acerca un hueón y me dice “Bichi, qué me recomendás para la familia”. “Qué se yo, hueón, comprá lo que vos quieras”.

Y si no son los asados, ¿cuál es el gustito gastronómico que te das en Chile?

– No tengo ninguna duda. Si viene un amigo argentino y me dice “vamos a comer una parrillada”. “No, hueón, vamos a comer mariscos”. Acá la carne es buena, pero no tanto como en Argentina. Acá son los mariscos. He descubierto con los años comidas típicas. La cazuela me encanta, pero no hay nada que me guste más que un loco mayo o un buen pescado austral.

EL BICHI Y LA POLÍTICA

La última entrevista con The Clinic te la hizo Cristián Arcos, poco antes del estallido social, y ahí el titular fue: “Creo que Chile no es un país racista, es clasista”.

– Y lo sigo manteniendo. Uno lo puede descubrir a diario. Me sigue conmoviendo de Chile que, cuando alguien te ve, primero te pregunta cómo te llamas, como sabiendo de dónde proviene tu apellido y de qué sector social eres. Después dónde vives, y ahí se arma una pequeña geografía. Y la otra es a qué colegio o qué universidad fuiste, y ahí ya saben perfectamente tu situación social y económica. Para un extranjero es muy llamativo porque yo vengo de un país donde estamos muy mezclados. Tu puedes tener más dinero que yo, pero vamos juntos al colegio y a la universidad. Yo me casé con una señora que tiene otra condición social, muchísimo mejor que la mía. Yo estudié en un colegio con sistema de cooperadora, donde cada uno pagaba lo que podía. En Chile hay dos cosas que son tremendas, la educación y la salud, que son demasiado exclusivas y caras.

¿Te parece que ese clasismo fue en parte causa del estallido social?

– Yo creo que hay un descontento de la gente que no tiene los recursos necesarios para progresar en la vida. Estoy de acuerdo con la protesta, pero no con el destrozo. El destrozo me llamó muchísimo la atención, porque le están rompiendo algo a alguien que tiene los mismos problemas que yo. No esperaba una reacción tan violenta, en los años que vivo acá, jamás pensé que podría pasar algo así.

El ministro Allamand aseguró que ya todo volvió “a la normalidad”. ¿Te parece que es así?

– Ya no encuentro el mismo Chile, hay un antes y un después del estallido social. Creo que la gente de a poco va a entender que es necesario compartir cosas, que este no sea un país donde lo económico esté tan separado de lo social. Ahora te das cuenta dónde la gente se va de vacaciones, estamos todos divididos.

Déjame decirte una cosa que es buena, pero a la vez es muy presionante para los jóvenes. Da la sensación que el que no tiene cartón de universidad no sirve para nada, y eso no es así. En la sociedad hay doctores, enfermeras, hay gente que tiene trabajo digno en cualquier lugar. Pero en Chile es más fácil encontrar un doctor que un gásfiter, porque nadie quiere ser gásfiter. Y eso que los hueones ganan bien. Tenemos que sacar esa cultura de que todo el mundo tiene que ir a la universidad. Eso no es así, puedes no ir y tener una vida digna. Los jóvenes se pueden interesar en otras cosas.

¿Le tienes fe al proceso de la nueva Constitución?

– Confieso que nunca la he leí toda, pero esperemos que así sea. Ahora, por la cantidad de constituyentes que hay, no sé si vamos a tener la capacidad para elegir los mejores. Yo digo que para algo tan importante en la historia de Chile tienen que estar personas que realmente puedan manejar el tema y lo puedan hacer bien,

¿Votas siempre o sólo para las elecciones importantes?

– Siempre. Incluso ahora en la pandemia tenía un poco de miedo porque soy diabético. Yo voto ahí en la rotonda Grecia, y cuando llegué había una fila de gente tremenda. Me estaba yendo, pero pensé que si me voy no tengo derecho a opinar. Así que me quedé.

“Da la sensación que el que no tiene cartón de universidad no sirve para nada, y eso no es así. En Chile es más fácil encontrar un doctor que un gásfiter, porque nadie quiere ser gásfiter. Tenemos que sacar esa cultura de que todo el mundo tiene que ir a la universidad. Eso no es así, puedes no ir y tener una vida digna”.
-Claudio Borghi

¿Tienes candidato o candidata definido?

– Yo creo que el voto es secreto. Son tiempos donde uno no puede decir mucho, porque hay gente que lo toma mal. Esta tolerancia que piden los jóvenes me parece bárbaro, pero si opinas diferente a ellos, te agarran a chuchadas.

Pero normalmente votas por la izquierda

– Sí, por la derecha no he votado nunca. En Argentina, me tocó votar en las primeras elecciones posterior al golpe militar. No hay un partido que me represente 100%, pero no soy justicialista. Voté a Alfonsín, que era radical, pero yo me sentía más representado por el Partido Intransigente. Éramos un grupo grande de chicos que votaba por primera vez y nos fuimos por el lado de Alfonsín.

No se habla mucho de político en el fútbol…

Yo estuve en varios países. Recuerdo que cuando estuve en Brasil estaba Lula, que representaba a la izquierda, a los obreros y a los camioneros. Tenía un eslogan muy pegadizo y yo entro cantando esta canción y me miraron con cara de ‘¿Hueón, qué estás cantando?’. Porque eran de derecha. Yo no tenía voto en Brasil y Junior, un compañero que tenía, me dijo que si no conocía la política en Brasil, no te metas mucho. Y tenía razón, era un país que no conocía. Pero en Chile, después de 30 años, evidentemente tengo muy clara toda la situación política.

Pero en Chile, en el camarín, no se habla mucho del tema. ¿O sí?

En Argentina sí. Porque también tenemos otro proceso cívico, empezamos a votar desde muy chicos y es obligación, quieras o no, aunque tu voto sea en blanco tienes que preocuparte de ir a votar. Hay una cultura cívica importante. En Chile no es una obligación votar, lo que para mí es tremendo, es una locura. Porque repito, si no vas a votar no tienes derecho a quejarte. En Chile es difícil que alguien te dé su parecer político. A mí me tocó llegar uno o dos años de Aylwin, después del golpe militar. Estaba bien polarizado el país, había apoyo a Pinochet. En Argentina, el Partido Justicialista junta gente de derecha, centroderecha, centroizquierda y de izquierda.

Piñera fue tu jefe en Colo Colo. Después fue Presidente cuando tú estabas al mando de la selección. Con el pasar de los años, ¿cuál es la opinión que te has formado de él?

De los últimos cuatro gobiernos que tuvimos, el primer período de Bachelet fue muy bueno, y el segundo muy malo. Lo mismo pasó con Piñera. Hizo muchas cosas malas en este último gobierno, pero debo reconocer que la pandemia lo manejó bien, viendo cómo están otros países y la cantidad de vacunados. Pero creo que económicamente el país ha sufrido mucho. Estallido social, pandemia, entre otras cosas.

Este segundo mal gobierno, ¿son su responsabilidad o de las personas que lo rodean?

– El Presidente es como el técnico del fútbol. Es el responsable, es la cabeza de todo lo que está sucediendo. A mí lo que me llama la atención de los ministros que rodean a este gobierno es que saben de todo, hueón. Vos los ponés en educación, en salud, en transporte… Yo no creo que haya un tipo que sepa de todo. Da la impresión de que cuando hay cambio de gabinete, el ministro empieza de cero. Empieza a saber lo que hay que hacer en el camino, y ahí queda la embarrada. Si a mí me dicen del The Clinic: ‘Guatón, ¿por qué no hacés una columna?’. No sé, puedo aprender, pero en el camino puedo dejar la escoba. Los ministros me dan esa sensación. El Presidente no tiene culpa de todo, pero es quien elige los ministros.

Bueno, Bichi. Muchas gracias por esta entrevista.

– ¿Qué título le vas a poner, hueón?

No sé, todavía. Hay harto donde elegir.

Dale, trátame bien (dice mientras se ríe).

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