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Opinión

8 de Marzo de 2021

Columna de Agustín Aquella: ¿Falibles o infalibles?

Pixabay

"Persuadidos de algunas creencias e ideas, las exponemos con convicción y hasta con vehemencia, y nada de malo hay en eso. No creemos estar equivocados, y es de esa manera que nos comportamos en las discusiones que tenemos con quienes discrepan de nosotros, no obstante lo cual haríamos bien en admitir siempre la posibilidad, solo la posibilidad, de estar equivocados".

Agustín Squella
Agustín Squella
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“Falibilidad” es una palabra que alude no a estar equivocados, sino a la posibilidad de estarlo. Por tanto, todos somos falibles, y nunca estará de más que, junto con recordarlo a los demás, lo memoricemos también cada uno de nosotros.

Persuadidos de algunas creencias e ideas, las exponemos con convicción y hasta con vehemencia, y nada de malo hay en eso. No creemos estar equivocados, y es de esa manera que nos comportamos en las discusiones que tenemos con quienes discrepan de nosotros, no obstante lo cual haríamos bien en admitir siempre la posibilidad, solo la posibilidad, de estar equivocados.

No es infrecuente que los argumentos de los demás nos hagan fuerza o que, carentes de suficiente información sobre un asunto, ajustemos y hasta modifiquemos algunos de nuestros puntos de vista después de recibir aquellos o esta. Sócrates nos dejó una gran lección a ese respecto: no siempre sabemos lo que creemos saber, o sabemos menos de lo que creemos saber, o sabemos algo y no disponemos del lenguaje apropiado para transmitirlo a los demás de manera clara y persuasiva.

Tomar conciencia de esas tres posibilidades favorece la similar conciencia que deberíamos desarrollar acerca de nuestra falibilidad.

La conciencia de la propia falibilidad nos predispone a buscar y recibir suficiente información sobre los asuntos públicos que nos interesan y nos alienta también a entrar en diálogo con los demás para escuchar y sopesar planteamientos que puedan ser distintos de los nuestros. La búsqueda de la verdad –cualquiera sea el sentido que demos a esa grave palabra- es siempre reflexiva, cauta, no precipitada, y es también colaborativa, puesto que nadie tiene en sus manos la totalidad de las piezas que componen el rompecabezas de la verdad. Tenemos entonces que sentarnos en el suelo o alrededor de la mesa, no solos, sino acompañados de otros, de muchos otros, y empezar a armar el rompecabezas atento a las propias piezas como a aquellas que tengan en sus manos los demás participantes en el juego.

Estudiar, debatir, concordar, redactar y proponer al país una nueva Constitución puede parecerse bastante a la tarea de componer colectiva y colaborativamente la figura de un gran y complejo rompecabezas cuya figura nadie tiene completamente clara en su cabeza.

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