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Reportajes

12 de Marzo de 2021

Regreso a clases presenciales: El día a día de cuatro familias

Madres de cuatro comunas – Las Condes, Providencia, Estación Central y La Florida – cuentan cómo han enfrentado un retorno a las aulas tan inusual tras la pandemia de Covid-19. Los horarios diferidos y entradas distintas, el alcohol gel, la sanitización de salas, y sobre todo la emoción de los niños fue lo que marcó a las familias durante la primera semana de clases.

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Desde la última semana de febrero, Magdalena Valdivia ya había preparado a sus tres hijos para el gran hito: la vuelta a clases presencial. A las siete de la mañana tenían que estar en pie tomando desayuno y a las nueve de la noche ya debían estar acostados.

“La primera semana siempre es complicada, los niños necesitan más contención. Esos días trato de estar más presente, después ya uno ve que los niños están más adecuados”, dice esta madre soltera que vende dispositivos médicos de neurocirugía y vive en Las Condes.

El lunes 1 de marzo, Jose (16) Ale (8) y Max (3) se levantaron nerviosos. Tomaron desayuno, las niñas se pusieron uniforme, y la madre salió en auto a dejar a Max al jardín. Después se fue al Hospital Dipreca donde tenía muy temprano una cirugía. A las 10:15 volvió a la casa para recoger a las niñas que ya estaban listas y las llevó a su colegio en Vitacura. De 11 a 1 de la tarde, Magdalena esperó en una bomba de bencina y mandó correos laborales. A la una, pasó por sus hijas al colegio y por Max al jardín. Los llevó a la casa, almorzaron, y partió de nuevo a la clínica donde tenía agendada otra cirugía. 

Su colegio de las chicas dividió a los niños cuyos padres decidieron llevarlos presencialmente en dos grupos. El primer grupo iría lunes, martes y miércoles y el segundo grupo iría los jueves y viernes. Cada semana se irían alternando los turnos.

Foto familiar. Gentileza Magdalena Valdivia

Si bien Magdalena cuenta que ambas hijas están en el mismo turno, si cambian los lugares de acceso y las horas de salida. “Me hice un torpedo con las distintas entradas. Los horarios no hay chance que los retenga. Entonces lo que hago es preguntar en los chats de WhatsApp de madres: ¿mañana a qué hora salen? ¿por dónde entran? Hay mamás que no trabajan y están muy encima. Yo te juro que no puedo”, confiesa. En total, está en diez grupos de WhatsApp relacionados al colegio.  

Magdalena dice que es afortunada porque en su empresa no tiene que reportarle a nadie y trabaja por resultados. “Yo manejo mi tiempo y no voy avisando dónde voy a estar. Ayer (martes) específicamente tenía que estar temprano en pabellón y le pedí ayuda a mis compañeros que no tienen hijos y uno ahí me apañó”, dice. Además, Magdalena cuenta con la ayuda de una empleada doméstica puertas adentro. Ella le prepara los almuerzos y cuida a los tres niños cuando debe salir a trabajar. 

Un total de 4.985 establecimientos de educación han iniciado clases presenciales a nivel nacional desde el 1 de marzo, según datos del Mineduc. Esta cifra corresponde al 37% de colegios que tienen la posibilidad de abrir por no estar en cuarentena. Sin embargo, 50 escuelas han tenido que suspender sus actividades debido a casos de Covid-19, afirmó el ministro Raúl Figueroa el 8 de marzo. La autoridad de educación dijo que ningún caso se ha generado dentro de la comunidad escolar y que “vienen de afuera”.

“Estábamos súper complicados con la decisión de llevarla o no al colegio. Al final dijimos, está andando el tema de la vacuna, en algún momento nos tocará a nosotros vacunarnos. Lo otro es que a los niños les falta el colegio. Muchos se dieron cuenta ahora cuánto hay que valorar a los profesores porque es tremenda pega enseñarles a los niños”, cuenta Claudia.

Algunos de los protocolos que han establecido los establecimientos educaciones es contar con sistemas híbridos de clases con modalidad presencial y a la vez virtual. Asimismo – como muestra el caso de Magdalena – cada escuela ha establecido horarios parciales, ingresos, egresos y recreos diferidos. 

***

Carolina Sánchez fue una de las madres que se quedó con la ilusión de llevar a su hijo Dante (6) a la escuela de manera presencial. El segundo día de actividades, el instituto Luis Campino de Providencia confirmó que suspenderían las clases presenciales hasta el 15 de marzo por un caso positivo de Covid-19 de un funcionario. De acuerdo a un comunicado de la institución, el funcionario no tuvo contacto estrecho con estudiantes ni docentes, pero decidió suspender las actividades en el aula conforme a los protocolos del Mineduc. 

“Todos los apoderados dijeron en reunión que el colegio estaba improvisando, que era una medida exagerada. No se entiende por qué si un funcionario no tuvo contacto con nadie, cierran el colegio. No es lógico”, dice la madre. 

Carolina es química y se desempeña como coordinadora de calidad en un centro de investigación. Su marido es ingeniero y ambos teletrabajan los cinco días a la semana y combinan esta labor con la crianza. El año pasado, su hijo Dante cursó kínder en el mismo instituto vía online. “Para él, ser chico y estar encerrado es complicado. No entiende por qué no estoy jugando con él, por qué tengo reuniones y tengo que estar tanto tiempo en el computador. A mí me pasó la cuenta con depresión y todo”, confiesa Carolina. 

Dante y sus padres. Gentileza familia Sánchez.

Dante entraba a primero básico y sus padres lo prepararon con entusiasmo para su primera semana. A su grupo le tocó asistir presencialmente hasta el 8 de marzo, pero sus padres decidieron de igual forma llevarlo el primer día para que conociera a su profesora y sus compañeros de clase. Sin embargo, solo alcanzó a asistir esa jornada.

“Para nosotros era un alivio porque ya nos habíamos organizado de cómo llevarlo, cómo traerlo, los horarios. El día que entró pudimos trabajar tranquilos y de corrido. Ahora que volvió a ser todo online, tenemos una clase, después pasa un rato y otra clase, y es así durante todo el día. Ayer a la tía se le desconectó el internet y no pudo seguir su clase. Tampoco el colegio le entrega las herramientas a la profesora para que pueda hacer clases bien”, dice la madre. 

A raíz de estos problemas, los padres ya están en la búsqueda de otro establecimiento para su hijo. Carolina siente que el colegio privado de su hijo no estaba preparado para estas contingencias ni para la pandemia. 

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Si bien Claudia Pérez y su pareja Iván Alvarado estaban con muchas dudas acerca de llevar o no a su hija a la escuela, finalmente decidieron que era lo mejor para su desarrollo. El año pasado, la pandemia les afectó por el contagio de varias tías y el fallecimiento de un abuelo. También existe el riesgo de contagio en la propia familia por la hipertensión de la madre y la enfermedad autoinmune de su hijo de 26 años. 

“Estábamos súper complicados con la decisión de llevarla o no al colegio. Al final dijimos, está andando el tema de la vacuna, en algún momento nos tocará a nosotros vacunarnos. Lo otro es que a los niños les falta el colegio. Muchos se dieron cuenta ahora cuánto hay que valorar a los profesores porque es tremenda pega enseñarles a los niños”, cuenta Claudia. 

Pascuala (10 años) es la única hija en la casa a la cual le dieron opción de volver al aula en su colegio subvencionado de Estación Central. Su hermano Anibal, de 15 años, tenía muchas ganas de regresar al Instituto Nacional, pero en un comunicado el establecimiento confirmó que volverían hasta el 15 de abril. Su hermano Lucas (26) está en la universidad y realiza clases de forma remota.

Pascuala entrando a clases. Gentileza familia Pérez.

Aunque la pequeña estaba nerviosa antes de entrar, al reencontrarse con sus amigas todo se calmó. “Cuando salió del colegio me dijo que todo anduvo bien. Se reencontró con sus 2 compañeritas. De hecho, hoy en la mañana me pidió que la fuera a dejar antes porque sus amigas llegaban temprano y quería esperar con ellas afuera”, cuenta la madre. 

Claudia trabaja vendiendo puertas en una constructora y debe por lo menos asistir dos jornadas a la semana a la oficina. Su pareja, Iván, es reportero gráfico en Reuters y tiene un horario más flexible, aunque todo depende de la contingencia. Es por eso que Lucas (26) se organiza para ir por su hermana al colegio en bicicleta.

El aforo en la sala de clases de Pascuala es de 15 niños, sin embargo, el primer día llegaron solo 8. “Lo que he visto en el colegio, es que los protocolos se han cumplido. En la mañana te piden distanciamiento social, van pocos niños, les toman la temperatura, les dan alcohol gel y entra sola. Ni siquiera el primer día dejaron entrar a los apoderados. Según dice la Pascuala, todos los niños andan con mascarilla”. 

Aunque cree que ha sido un buen cambio, Claudia no ve futuro a este proceso. “No creo que dure mucho, siguen los contagios fuertes. A la Pascuala no le compré uniforme porque el año pasado le duró una semana y quedó nuevo. Ni siquiera voy a esforzarme en comprarle este año porque creo que luego los van a mandar de vuelta a la casa”.

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El año pasado, Katiuska Mavares le compró un celular usado a su hijo Alejandro (10) para que pudiera conectarse a las clases virtuales. La madre iba a buscar las guías y se las llevaba a su casa, además se conectaba por videollamada dos a tres veces por semana. 

“(El año pasado) no aprendió, al contrario, siento que se retrasó. Como era una clase virtual, tú tienes que estar ahí con él, hacer todas las guías. Es más difícil, no sabía cómo se hacían las tareas entonces tenía que estar investigando. No es lo mismo como cuando la profesora les enseña”, dice la madre, quien optó por llevar a su hijo a la escuela este año. 

Alejandro entró a 5° básico en un establecimiento municipal y desde el 1 de marzo asiste de lunes a viernes, desde las 8:15 a la una. Sólo 13 niños decidieron hacer clases presenciales en su curso de más de 30. Los demás siguen en forma paralela las clases via online. “Es un niño de 10 años, tiene muchísima energía. Nosotros vivimos en un departamento, no tiene espacio, estamos aquí encerrados. Le gusta ir al colegio y dice que aprende más que en las clases virtuales”, dice Katiuska.

“No creo que dure mucho, siguen los contagios fuertes. A la Pascuala no le compré uniforme porque el año pasado le duró una semana y quedó nuevo. Ni siquiera voy a esforzarme en comprarle este año porque creo que luego los van a mandar de vuelta a la casa”, dice Claudia.

Alejandro vive con su madre, su padre, su abuela, y su hermana de tres años en la comuna de La Florida. Llegaron a Chile hace un año y medio de Venezuela. Katiuska trabaja como repostera independiente y como peoneta con su hermano repartiendo encomiendas por la ciudad. El padre de Alejandro está contratado en una empresa donde fabrican algodones y debe cumplir jornada completa. Es por eso que Katiuska va a dejar a su hijo todos los días y lo recoge en la escuela. La abuela cuida de los niños mientras la madre sale a entregar encomiendas.

Alejandro volviendo a clases. Gentileza familia Mavares.

La madre cuenta que la escuela municipal de Alejandro ha seguido los mismos protocolos mencionados antes en este reportaje. Además, les han dado la flexibilidad a los niños para no llevar uniforme ni útiles escolares, dice Katiuska.

“Yo pienso que este virus no se va a ir todavía, pero no podemos parar, ya paramos un año.  Él corre el riesgo igual porque el papá sale a trabajar, la mamá también, todos corremos riesgo. Si te dijeran ya, en un mes esto se va a acabar, pero esto no tiene fecha de vencimiento. Entonces sólo nos queda tener cuidado”, dice la madre. 

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Llegó a Chile el quinto cargamento de vacunas Sinovac con más de dos millones de dosis y que completará las casi 10 millones de dosis recibidas en el país. En ese contexto, el ministro de Salud, Enrique Paris fue consultado si echaría pie atrás con el retorno a las aulas dado el aumento de casos de Covid-19 en las últimas semanas: “En los colegios las medidas que hemos implementado son muy estrictas y nosotros consideramos que muchas veces es más seguro que el niño esté en el colegio antes de que esté en el hogar, donde no se cumplen las medidas tan estrictas”. En ese contexto, serán los padres los que como en el caso de Magdalena, Carolina, Claudia y Katiuska, decidan voluntariamente si quieren llevar a sus hijos a la escuela. 


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