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Entrevistas

14 de Marzo de 2021

Federico Falco y “Los Llanos”: “Estaba la intención de escribir del paso del tiempo en un proceso que suele ser nebuloso, como es un duelo amoroso”

Foto: Catalina Bartolomé

En su nuevo libro, Federico Falco -finalista del Premio Herralde de Novela- transita por el tiempo como si no existiera, mientras introduce al lector en un lugar al que dan ganas de irse a vivir. Aunque el narrador y el escritor tienen historias similares, a Falco le gusta pensar que sus cuentos son autobiográficos en los sentimientos, pero no en los hechos, como dice Alice Munro.

Por

Es verano, se respira aire limpio, pero se siente un calor sofocante que reseca la piel. Corre viento sólo en la parte más alta de las copas de los árboles; y a lo lejos se escucha un par de caballos relinchar. Y el mascar de las vacas, cerca, en el potrero. Se oye cómo arrancan el pasto seco enroscándolo en la punta de la lengua. El sueño se detiene cuando tomas conciencia de que, en realidad, estás leyendo “Los Llanos”. 

“Los Llanos” es un libro que envuelve al lector, de manera magistral, en una simple realidad: le hace creer que está en Zapiola, un suburbio de Buenos Aires, en Argentina, y que vive dentro de un paisaje donde el tiempo no existe porque el duelo se lo come todo. 

En este libro, cada descripción tiene un propósito. Narra el transcurrir del tiempo en el que el personaje principal, Fede, se recupera de una ruptura amorosa. Entre medio se cuelan recuerdos de su niñez y pensamientos del día a día, algo así como una bitácora, pero escrita con una tinta cargada de vigor. 

El autor Federico Falco (43) escribe tradicionalmente cuentos, pero en este caso avocó la narración a un rumeo de la conciencia, donde a simple vista es como si todo se mezclara y ocurriera en un mismo lugar, en el llano. 

El cuentista tardó en notar que esos fragmentos satelitales que estaba escribiendo sin mucha prisa se transformarían en algo más grande, consiguiendo el segundo lugar en el Premio Herralde de Novela. Hoy, reflexiona sobre el proceso que lo llevó a construir esta obra. 

“Es una escritura que se fue desarrollando de a poco, en fragmentos, como partes o satélites de otros textos y que yo mismo tardé mucho tiempo en advertir que podía tomar la forma de una novela. Pero sí, en la base del proyecto estaba esa intención o desafío de intentar escribir el tiempo, el paso del tiempo en un proceso que suele ser nebuloso y un tanto inasible, como es un duelo amoroso”, cuenta.

Un paso del tiempo que bien describe a lo largo de la obra, donde la huerta que tiene en una pequeña parcela y la naturaleza que lo rodea toman un fuerte protagonismo. Y como se lee en el libro, esto se justifica porque “nombrar el paisaje también da un cierto/falso sentido de propiedad”. 

“Es una escritura que se fue desarrollando de a poco, en fragmentos, como partes o satélites de otros textos y que yo mismo tardé mucho tiempo en advertir que podía tomar la forma de una novela”

Vivir el paisaje a través del lenguaje

A lo largo de la narrativa, podemos ver cómo el autor pone encima de la mesa el tema de la paciencia mediante metáforas relacionadas al huerto que el protagonista, Fede, empieza apenas llega a la parcela en Zapiola. 

Pareciera que meter las manos a la tierra, plantar y cosechar, implican amarrarse a algo. A una huerta, un bosque, una planta, una palabra, algo que tenga raíz. Porque el dolor del rechazo y el quiebre amoroso lo desarmó. 

-El libro va de la historia de un hombre que intenta superar una ruptura amorosa mientras aprende a esperar en un lugar donde el tiempo no existe. ¿Cómo se vincula esto con la evolución del narrador?

A lo largo de la novela el narrador va pasando por diferentes estados en relación al paisaje que habita, en relación a la huerta en la que trabaja y en relación a su propio pasado, a las expectativas que ese pasado le había generado y que ahora se cayeron, a lo que, en el pasado, él se había imaginado que podía ser su futuro. 

Falco continúa: “Yo me imaginaba ese espacio, el espacio donde transcurre la novela, no tanto en un lugar sin tiempo, sino más bien como un lugar anclado en un tiempo sin narrativa, un tiempo donde no pasan demasiadas cosas: lo que sucede es la huerta, el clima, el sucederse de las estaciones y, por debajo, ese lento rumiar, ese reacomodar, rearmar, ese trabajo de revisión y darle espacio en su propia historia, al fin de esa relación. En ese sentido, para mí el tiempo de la novela es casi el tiempo de una ‘cura geográfica’. Como hacen esos animales lastimados, que se apartan y buscan un lugar donde refugiarse y lamerse las heridas, el protagonista hace lo mismo, se aleja y se refugia en el paisaje de la pampa buscando recomponerse”. 

El aislamiento, la soledad y, por sobre todo, la perseverancia que le dio la huerta destacan en este “reacomodar”. Sin embargo, en la descripción de los quehaceres campestres, sorprende el conocimiento que el autor tiene. Se lee como si no hubiera un esfuerzo en aprender términos “huerteros”, como si ya los tuviera incorporados. 

“En ese sentido, para mí el tiempo de la novela es casi el tiempo de una ‘cura geográfica’. Como hacen esos animales lastimados, que se apartan y buscan un lugar donde refugiarse y lamerse las heridas, el protagonista hace lo mismo, se aleja y se refugia en el paisaje de la pampa buscando recomponerse

-El lenguaje que usas me hacen pensar que tu conocimiento respecto a la naturaleza y el paisaje que rodea a este personaje es genuino y el amor hacia ello se cuela en el texto. ¿Por qué decidiste dedicarte al detalle de esta naturaleza? ¿Tiene que ver con eso de que las cosas hay que nombrarlas para que existan?

–Es un cariño completamente genuino. El paisaje de la pampa argentina, que es donde nací y donde vive toda mi familia, es un paisaje con el que, por momentos, puedo tener una relación un tanto complicada, pero no deja de ser un paisaje al que quiero mucho, al que le tengo un profundo aprecio y que me parece, en ciertos momentos, bajo cierta luz, profundamente bello. Lo mismo me pasa con la huerta: si bien ahora no tengo huerta en donde vivo, es una actividad que me gusta mucho hacer, que disfruto y que me gustaría que forme parte de mi cotidianidad. Y es a partir de ese placer que llegó la huerta a lo que estaba escribiendo, como si la posibilidad de ponerlo por escrito fuera una manera de conservarlo, de hacerlo mío. 

Agrega Falco: “Todo esto se relaciona a esa idea de nombrar a las cosas para que existan, o por lo menos para que se vuelvan evidentes para nosotros, para poder, de alguna manera, apropiárnosla. Me pasa mucho cuando salgo a caminar por la ciudad. Podemos recorrer el mismo camino miles de veces sin prestarle atención a los árboles con que se cruza, a los edificios, pero si uno se toma el trabajo de mirarlos y nombrarlos uno a uno, pasan a formar parte del propio mundo. De pronto dejan de ser un arbolito más y comienzan a ser un roble, el roble caído que está en tal y tal esquina, y así. O por lo menos ésa es la sensación que yo tengo: que nombrar me ayuda a prestar atención al mundo que me rodea, que nombrando las cosas mi mundo se ensancha”.

En ese trabajo de revisión al que hace referencia el autor, es que al personaje principal le llegan como flashes distintos recuerdos de su niñez y adolescencia. Se acuerda de un “primer Juan”, el primer familiar que, huyendo de la guerra en Italia, llegó a Argentina con una mano adelante y otra por detrás, sin nada. 

-En el libro vemos mucho el camino que hizo ese primer Juan una vez que llegó a la Argentina, escapando. Y justamente es eso lo que hizo Federico, escapó. ¿Por qué decidiste incluir su historia en estos escapes fugaces de la memoria? ¿Es porque el “empezar la vida en otro lado” se repite? Es como si estas dos generaciones, separadas en varios años, se unieran en la conquista del Llano, de lo llano. 

–Sí, exactamente. Me gustaban esos paralelismos, esos ecos que se arman entre la historia de sus antepasados y la historia del personaje. La pampa puede llegar a ser un lugar muy desafiante, muy a la intemperie, y de alguna manera, en tanta vastedad y tanto vacío, puede llegar a ser, también, un espacio que reclama historias que lo llenen. Por eso me parece que para los descendientes de inmigrantes esas historias familiares se convierten, en algunos casos, en historias casi míticas. Y como todo mito, en algunos momentos pueden ser historias que atrapan y sofocan, pero sobre todo creo que son narrativas a las que aferrarse, formas de construirse una tradición, un sostén, maneras de contarse una historia que logre poner límites a la vastedad y el vacío. 

La pampa, los antepasados italianos y la historia familiar son características muy parecidas a las de la biografía del autor. Considerando también que el personaje tiene su mismo nombre, es fácil relacionarlos. 

“Me pasa mucho cuando salgo a caminar por la ciudad. Podemos recorrer el mismo camino miles de veces sin prestarle atención a los árboles con que se cruza, a los edificios, pero si uno se toma el trabajo de mirarlos y nombrarlos uno a uno, pasan a formar parte del propio mundo. De pronto dejan de ser un arbolito más y comienzan a ser un roble, el roble caído que está en tal y tal esquina, y así

-¿“Los llanos” se trata de una auto ficción en cierto grado?

–La novela juega con esa idea. Hay zonas del texto que son cercanas a mi biografía, hay zonas que son completamente ficcionales. El narrador y yo, tenemos, por momentos, historias similares, o parecidas. En todo caso, me gusta pensar esta novela en relación a esa frase de Alice Munro que dice que sus cuentos son autobiográficos en los sentimientos, pero no en los hechos. 

Por estos días, el autor pasa la pandemia en la ciudad de Buenos Aires, que es donde vive y aunque en el encierro no pudo escribir ni casi leer por un buen tiempo, ya comienza con las actividades del año, que involucran la traducción de unos cuentos de Deborah Eisenberg    –que serán publicados a fin de año– y la escritura de cuentos propios. 

Este es, al fin, el comienzo de una nueva etapa para el escritor que con la llegada del coronavirus se sintió estancado e improductivo: “No me podía concentrar, ni tampoco lograba que nada de lo que leía llamara mi atención. Después, lentamente el placer por la lectura fue volviendo y de a poco pude ir retomando la escritura”.

FICHA LIBRO
Autor: Federico Falco
Libro: Los llanos
Editorial: Anagrama
240 páginas 

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