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Entrevistas

6 de Abril de 2021

Pilar Quintana, escritora colombiana: “De pronto vi el sexo y ya no me pareció tan animal como la maternidad”

Crédito: Carlos Zárrate

Hace poco más de una semana llegó a Chile “Los abismos”, la novela ganadora del premio Alfaguara 2021. Meses antes, se había relanzado “La perra”. En ambos textos, Pilar Quintana explora con crudeza las distintas caras de la maternidad y el deseo, temas claves en su obra literaria.

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Desde pequeña Pilar Quintana quiso ser escritora e hizo todo lo posible para conseguirlo. Aunque no existía maestría de escritura creativa, entró a estudiar Comunicación a la Universidad Javeriana de Bogotá, donde pese al enfoque marcado en periodismo, decidió acercarse al mundo de la ficción. Trabajó como publicista y guionista en televisión, y aunque vivía cómodamente de ello, nunca se sintió conforme con la vida de oficina. Embarcada en la apuesta por escribir, volvió al Pacífico colombiano y vivió en clave más austera. “Empecé a sentirme atrapada”, dice. Su familia, de clase acomodada, le exigía cierta estructura de vida y ella se resistió. Allí inició un periodo evasivo que la llevó a una depresión no diagnosticada: ya no quería vivir. “Pensaba que si mi vida iba a ser lo que habían establecido para mí, ya no la quería y prefería matarme. Pero antes de matarme, decía, voy a hacer por primera vez aquello que quiero”, recuerda. Y lo que quería era ser escritora. 

Tras vender una propiedad, emprendió un viaje sin norte claro por Latinoamérica y Europa. Fue allí cuando nació “Cosquillas en la lengua” (2003), su primera novela, la que mandó por mail a distintas editoriales. “Era una novela confesional donde les decía a mis papás y a mis amigos quién era realmente. Hacer todo eso fue fundamental para mí. No sé si esa primera novela es buena y honestamente, no me interesa. Pero para mí fue importante porque el primer paso para convertirme en escritora. Me permitió quitarme la censura más grande de todas: la autocensura”, dice.

Hoy, a casi veinte años de ese viaje, Pilar Quintana es una escritora reconocida. En enero de este año fue galardonada con el premio Alfaguara de Novela 2021, por su libro “Los abismos”, donde a través de la mirada de la hija de un matrimonio roto, vamos identificando los horrores de la infancia y la inevitable pérdida de la inocencia. La historia nos acerca a la espesa relación de Claudia, de 8 años, con su madre -del mismo nombre-, una mujer joven, casada con un hombre mayor que vive queriendo escapar de una vida que no eligió del todo.

No es la primera vez que la autora aborda la maternidad; ya lo había hecho antes con “La perra” (2017), sobre una mujer que desea ser madre pero que la naturaleza se lo impide y subsana esa tragedia con la presencia de Chirli, una cachorra que nadie quiso adoptar. Ambas historias son fruto de sus últimos cinco años, donde la propia autora se enfrentó por primera vez a su propia experiencia de dar vida. “Tener un alien en la barriga, parirlo, dar teta, criarlo y sentir como una cosa toda animal cuando el hijo está en riesgo, fue para mí lo más animal que había experimentado en mi vida”, dirá en esta entrevista.

Pilar Quintana, escritora colombiana, autora de “Los abismos”

 ¿Cómo has sentido la recepción del libro?

-Ha sido impresionante, de verdad. Me han llegado mensajes desde que recibí el anuncio del premio. ¡Y qué emoción! En redes de repente uno encuentra más de algún comentario negativo, pero con esta novela me ha pasado muy poco, la han recibido muy bien. El premio generó mucha expectativa con el libro. Por lo general se publica y de a poco uno va construyendo su público, pero aquí fue al revés, antes de leerlo ya tenía lectores.

Según tú, ¿qué fue lo que conectó con los lectores?

-Antes de que el libro saliera a la venta, recibí el feedback de escritoras como Mariana Enríquez y Alejandra Costamagna. A mí me impresionó mucho que esas lectoras me dijeran que habían conectado mucho con su niñez a pesar de tener familias diferentes en lugares tan distintos como Argentina o Chile. Es una novela muy local y con un lenguaje muy local también, pero consigue que lectores de otros lugares se conecten con ciertos miedos y ciertas maneras de ver el mundo desde la infancia. Creo que la novela habla sobre ese momento en que la niñez empieza a romperse, perdemos la inocencia y empezamos a hacernos cargo de los problemas emocionales de nuestros padres.

Al momento de la escritura, ¿siempre pensaste en abordar el abandono como un tema o fue una temática que se te fue apareciendo?

-Al principio no pensaba contar una novela acerca de la niñez, si no que estaba contada desde la perspectiva de Claudia hija adulta. Primero la conocí como personaje adulto, pero la novela me fue llevando a que hablara de su niñez porque es desde ahí donde estaban situados sus traumas, sus abismos. Al momento en que abandoné su versión adulta, supe que iba a contar la historia de una niña que se sentía sola y abandonada, una niña que tenía miedo a la orfandad. 

“No sé si esa primera novela es buena y honestamente, no me interesa. Pero para mí fue importante porque el primer paso para convertirme en escritora. Me permitió quitarme la censura más grande de todas: la autocensura”, dice.

Tal vez lo más interesante es que el concepto no lo abordas de manera literal, sino más bien simbólica. 

-Creo que la historia no tendría la misma potencia si Claudia fuera una niña huérfana de verdad. Es incluso más triste como está contada en la novela porque sus padres están ahí, sin embargo ella es huérfana, se siente abandonada. Esto tiene que ver con una generación de padres que no se hacía cargo de sus problemas, una generación que no creía en hacer terapia. Si uno le decía a los padres algo así, se sentían insultados  «Pero si yo no estoy loco, estoy perfecto». Es una generación que no sólo tiene problemas con el psicólogo, sino que tampoco reconoce sus defectos ni se mira al espejo. Además, es una generación que todavía arrastra esta idea del autoritarismo en la crianza: «Aquí se hace lo que digo yo». No eran padres que le pidieran disculpas a sus hijos. Entonces pienso que fuimos niños que vivimos una soledad tremenda.

Claro, niños que eran vistos como espectadores de la vida adulta sin preguntas ni reparos.

-Justamente, como si fueran personas de menor categoría. Mis padres son de una generación donde no sentían a los niños como sujetos de derecho, sino que estaban ahí para obedecer. Recién cuando ese sujeto adquiría la mayoría de edad, se consideraba que tenía sus propios derechos. En la vida adulta pasa que si estamos en una relación tóxica, en algunos casos podemos decidir si seguimos o no ahí, en el caso de un niño no puede decidir si seguir o no en su familia tóxica. Quedarse se trata de su supervivencia y creo que ahí está la gran soledad de Claudia. Le toca hacerse cargo de su mamá y no sólo eso: le toca ser mamá de su mamá. 

“Esto tiene que ver con una generación de padres que no se hacía cargo de sus problemas, una generación que no creía en hacer terapia. Si uno le decía a los padres algo así, se sentían insultados  «Pero si yo no estoy loco, estoy perfecto». Es una generación que no sólo tiene problemas con el psicólogo, sino que tampoco reconoce sus defectos ni se mira al espejo”, dice.

Otro elemento que llama la atención en tu trabajo es la descripción que haces de los paisajes. ¿Qué rol juegan dentro de la construcción de tu obra?

-En mis talleres de escritura es muy importante enseñarles a quienes asisten que la vida y las situaciones importantes -y no tan importantes- de la vida pasan en un tiempo, pasan en un lugar y tienen ciertos colores, cierto clima, cierta sensación en el cuerpo. Entonces si uno quiere que el lector se vaya a vivir cómodamente a tu libro y sienta que eso en realidad está pasando, pues debemos hacerlo parecido a la vida. También creo que esas descripciones y atmósferas no deben estar ahí por capricho, sino que también deben servir a la historia, ya sea para agregar tensión narrativa o para hacer crecer el objetivo de la  escena. 

Pilar Quintana. Crédito: Manuela Uribe

A lo largo de tu trabajo literario pareciera que hay una búsqueda por explorar el deseo. En tus primeros libros, tal vez tenía que ver más con el deseo sexual, en “La perra” tiene que ver con el deseo de ser madre y en “Los abismos”, está vinculado al deseo de la muerte. ¿Es el deseo el gran tema que cruza tu obra?

-Al principio no estaba consciente de que estaba abordando el deseo. Me preguntaban y no lo tenía tan claro. Lo que sí creo es que he abordado diferentes aspectos del deseo y sobre todo del deseo de las mujeres, del deseo sexual femenino y del deseo de tener hijos. Ahora, con “Los abismos”, no sé si se trate de un deseo eminentemente femenino, pero sí tiene que ver con el deseo escapar de una vida establecida y normada en la que nos sentimos atrapados. Al principio aparece la idea de escapar a través de la infidelidad, pero luego aparece seducida por la idea de la muerte, como una oportunidad de escapar de la vida.

¿Sigues sin saber por qué llegas a abordar esos temas?

-Tratando de darle alguna explicación, creo que está muy conectado con abordar aquellos temas que están prohibidos. Esta idea de que las mujeres no deben hablar de su deseo femenino, porque una mujer no desea y si desea, no puede decirlo, debe  esconderlo. Y luego, si es sobre el deseo de tener hijos, podemos hablar de ello mientras sea un proceso exitoso, no se habla sobre las dificultades de quedar embarazada, de las pérdidas, de los lutos que ello implica. Supongo que busco hablar de temas que son un poco tabú. Y en el caso de este libro, tiene que ver con cómo las mujeres encerradas en casa, en el lugar que supuestamente les corresponde, son incapaces de encontrar la felicidad. 

“El caso es que años después tuve a mi hijo y no sólo no me impidió la escritura sino que fue como si me abrieran una compuerta y un caudal creativo que estaba represado, saliera. Para mí la maternidad ha sido fundamental para el desarrollo de mi escritura y de mi creación”, dice.

Tus dos últimas novelas están cruzadas por la maternidad y,  justamente, muestran su cara menos feliz. Ambas ocurren mientras te embarcaste en ese proceso en tu propia vida. ¿Estos libros fueron consecuencia de tu propia maternidad?

-Absolutamente. Recuerdo cuando era una escritora joven y me decían que no era compatible ser madre con ser escritora y que una escritora debía  debía sacrificar su maternidad si quería ser buena escribiendo. En ese momento yo no quería tener hijos entonces no me parecía importante, pero es algo muy duro que le digan a una mujer que siendo madre no vas a poder desarrollarte profesionalmente. El caso es que años después tuve a mi hijo y no sólo no me impidió la escritura sino que fue como si me abrieran una compuerta y un caudal creativo que estaba represado, saliera. Para mí la maternidad ha sido fundamental para el desarrollo de mi escritura y de mi creación.

¿Qué es lo que te revela la maternidad creativamente?

-Antes de ser mamá me preguntaban por qué escribía tanto sobre sexo y yo, aunque no lo tenía tan claro, una de las respuestas que me inventé fue que me gustaba mucho explorar la animalidad y que era en el sexo donde nos quitamos las máscaras y la ropa, donde estábamos como poseídos por el deseo siguiendo nuestro instinto. Entonces entendí que como escritora me interesaba explorar lo salvaje, lo animal. Después descubrí que ser mamá, tener un alien en la barriga, parirlo, dar teta, criarlo y sentir como una cosa toda animal cuando el hijo está en riesgo, fue para mí lo más animal que había experimentado en mi vida. De pronto vi el sexo y ya no me pareció tan animal como la maternidad. Supongo que ahí donde conecté con la maternidad como tema literario y me sirvió para hablar de lo mismo que he hablado siempre. 

Libro: “Los abismos”
Autor: Pilar Quintana
Páginas: 256
Editorial: Alfaguara

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