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Entrevistas

12 de Abril de 2021

Gonzalo Moratorio, virólogo: “Si no trabajamos todos juntos, independiente de nuestro sentir político o ideológico, le damos todas las chances al virus”

Crédito: Gentileza Institut Pasteur de Montevideo

En 2020 fue el único latinoamericano reconocido como uno de los científicos más importantes del año por la revista Nature, que lo describió como un “cazador de coronavirus” por ayudar a su país, Uruguay, a responder con éxito a la pandemia en los primeros meses. Hoy la situación allí se ha revertido: es una de las naciones de la región más afectada por el Covid. Moratorio es uno de los participantes del próximo Festival de Ciencias Puerto de Ideas Antofagasta.

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Desde hace 18 años, Gonzalo Moratorio (38) se dedica a estudiar la evolución de los virus. Pero su interés por la ciencia nació cuando todavía era un niño. Hubo dos episodios clave en su decisión de estudiar la genética de los virus. Uno fue la clonación de la oveja Dolly en los 90; el otro, la película Epidemia (1995), donde un equipo científico lucha por salvar a los habitantes de una aldea africana de un virus mortal.

“Ver un mamífero clonado me voló la cabeza. Más tarde vi Epidemia y lo confirmé. Ahí me dí cuenta de que me interesaba la genética y la virología y que mi camino iba por ahí”, cuenta.

Moratorio es profesor asistente de virología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República en Uruguay e investigador responsable del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Institut Pasteur de Montevideo, institución donde hizo su doctorado. Además de especializarse en la evolución experimental de los virus, también lo hizo en abordajes innovadores para el desarrollo de nuevas vacunas. 

Oveja Dolly disecada en el Museo Real de Escocia

A inicios de la pandemia, Moratorio y sus colegas diseñaron un test de diagnóstico de coronavirus y un programa nacional para administrarlo que ayudó a mantener a raya los casos de Covid-19 en Uruguay durante su primera ola. Se evitó así una cascada de infecciones y muertes durante el 2020: este país registró los índices de mortalidad más bajos del mundo, con solo 87 fallecidos al 10 de diciembre. 

Este logro le trajo fama y reconocimientos, como el de la revista Nature. La gente lo saludaba en las calles de Montevideo, le compraban una cerveza de vez en cuando en el bar e incluso aumentó su número de seguidores en Twitter de mil a 23 mil. “Me cambió la vida de la noche a la mañana. He intentado hablar en un idioma más cotidiano para llegar a más gente y ha resultado. Algunos me han dicho que se van a vacunar porque escucharon un video mío o leyeron mis palabras y por eso dejaron de dudar. Eso me motiva a seguir trabajando”, dice.

Hoy la realidad de Uruguay es distinta, más complicada. En la última semana, el país registró el número más alto de nuevos casos por cada millón de habitantes en el mundo, con un promedio de 837 casos diarios por millón de personas. 

“Me cambió la vida de la noche a la mañana. He intentado hablar en un idioma más cotidiano para llegar a más gente y ha resultado. Algunos me han dicho que se van a vacunar porque escucharon un video mío o leyeron mis palabras y por eso dejaron de dudar. Eso me motiva a seguir trabajando”.

Sobre este giro de la experiencia uruguaya y la importancia de la ciencia local, Gonzalo Moratorio conversará en la próxima edición del Festival de Ciencia Puerto de Ideas Antofagasta, que se realizará de forma online y gratuita entre el 12 y el 18 de abril. Su charla “Latinoamérica frente a la pandemia: ¿Llegó la hora de la ciencia local?” será el próximo 17 de abril a las 16.00 PM a través de www.puertodeideas.cl.

LA EXPERIENCIA URUGUAYA

Junto a su equipo, desarrolló un test de diagnóstico que permitió a su país reaccionar rápidamente frente a la pandemia. ¿Cómo fue el inicio de ese trabajo? 

-La misma guerra comercial que hay por las vacunas hoy, existía hace más de un año pero con las capacidades para testear este virus por biología molecular. Nosotros pudimos desarrollar una metodología cuando prácticamente no había insumos en el mundo o los que había eran direccionados principalmente a mercados mucho más fuertes que los latinoamericanos, como por ejemplo a Europa, EE.UU. o a los mercados asiáticos.

Y lo pudieron desarrollar de forma gratuita, además…

-Claro, fue desarrollado gracias a fondos de convergencia estructurales de Mercosur y fue cedido de forma gratuita a la salud pública. Nosotros no hemos obtenido ni un centavo. También pudimos montar una red de laboratorios públicos con estudiantes de maestría, de doctorado, científicos que no necesariamente eran laboratoristas clínicos o virólogos, pero que sabían desarrollar esta metodología. Poder montar todo eso en el país fue una de las claves que Uruguay tuvo para comprar tiempo. El país estaba atravesando su primera ola recién, mientras que en Europa ya van por la tercera. 

¿Qué importancia tuvo esa red de laboratorios para contener el virus al comienzo?

-Ese trabajo tuvo tanta importancia como el test. Fue un momento muy desafiante de nuestra vida como científicos. Pudimos ver el sentimiento de voluntad de una comunidad científica que, como pasa en muchos países de nuestra región, está muy mal atendida. Se invierte muy poco en ella, pero sin preguntar absolutamente nada, se arremangó y se puso a trabajar y el impacto fue tremendo. Con recursos académicos, montamos laboratorios y capacitamos personas en todos los hospitales públicos principales de Montevideo, donde vive el 70% de la población del país.

Test de diagnóstico desarrollados por Moratorio y su equipo. Crédito: Gentileza Institut Pasteur de Montevideo

En una entrevista usted dijo que “el alineamiento entre científicos y políticos fue desde el día uno”. ¿Qué importancia tiene que los políticos escuchen a los científicos? 

-Creo que es más del 70% del partido que estamos jugando, si lo pensamos con palabras del deporte. El poder tener una convergencia entre las autoridades nacionales que toman las decisiones, académicos, científicos y médicos, es la única manera con la cual podemos avanzar. Esta situación que vivimos se presta a que todo sistema sea polarizado. 

Y agrega: “Me imagino que en Chile, como en todas partes, existe una polarización en cuanto a si están bien o mal las medidas que se toman. Y hay un error cuando polarizamos, porque lo único que podemos polarizar aquí es al virus y a los humanos. Si no nos escuchamos, si no trabajamos todos juntos, independiente de nuestro sentir político o ideológico, le estamos dando todas las chances al virus, el cual tiene una mucho mayor velocidad de propagación que nuestra velocidad para instrumentar medidas, como el proceso de vacunación”. 

¿Cree que este trabajo conjunto todavía se ve reflejado en Uruguay o ha cambiado esa relación?

-Lamentablemente ha cambiado y esperemos que vuelva a los estados que encontramos a principio de la pandemia, dada la emergencia sanitaria. Al principio, la balanza de lo político y lo científico estuvo muy equilibrada, pero últimamente lo político ha pesado más que lo científico y hoy estamos aquí. Las decisiones que hay que tomar desde el punto de vista político son complejas. Uno entiende que no se pueden apagar los motores de la economía, que hay un montón de trabajo informal, que existen consecuencias muy grandes no sólo socioeconómicas sino también psicológicas a raíz de medidas como las de quedarse en casa. 

“Pero también creo que Uruguay, durante nuestro primer año, ha sido víctima de su propio éxito -continúa Moratorio-. Ese falso sentir triunfalista, que tal vez es lo que está pasando en Chile ahora con las vacunas: teniendo una velocidad de vacunación envidiable y estando en el podio mundial, hubo medidas de relajación y apertura. Tal vez el propio ciudadano chileno ha percibido que con la vacuna esto rápidamente se terminaba y no es así. Se requiere de tiempo de forma individual y grupal. Individual para generar las defensas de las dosis y grupal para generar la inmunidad colectiva de rebaño. El que nos vaya bien por momentos en la pandemia nos pueden causar una falsa sensación de éxito que conlleva a una pérdida de la percepción del riesgo y volver a entrar en momentos de descontrol en cuanto a contagios”.

Durante el primer semestre del 2020, Uruguay fue el país con la tasa de contagios más baja y con la menor cantidad de muertes en la región, pero hoy se ha convertido en el país con más casos nuevos por millón de habitantes. ¿Cómo se explica este cambio? 

-Algunos de los componentes que pueden explicar este cambio son la relajación en las medidas tomadas, la apertura de toda la actividad económica, más allá de que nunca se paró de forma total, porque nunca hubo un confinamiento estricto. Siempre se exhortaron medidas y la población acató. También por el buen tiempo, la llegada del verano, lo que produce una movilidad muy grande. Está la fatiga de las personas, el cansancio de haber estado andando durante tanto tiempo este partido, pero con tan buenos resultados en un comienzo pudo haber dado a entender que ya había pasado lo peor, pero todavía no hemos visto la etapa más compleja de este virus. 

“También creo que Uruguay, durante nuestro primer año, ha sido víctima de su propio éxito -continúa Moratorio-. Ese falso sentir triunfalista, que tal vez es lo que está pasando en Chile ahora con las vacunas: teniendo una velocidad de vacunación envidiable y estando en el podio mundial, hubo medidas de relajación y apertura. Tal vez el propio ciudadano chileno ha percibido que con la vacuna esto rápidamente se terminaba y no es así. Se requiere de tiempo”.

LA VACUNACIÓN

¿Qué cree que falta por avanzar ahora? 

-El trabajo pendiente es impactar en un universo geopolítico que es tremendamente injusto en cuanto a la repartición de las vacunas. Hay que repensar un mundo donde países menos prósperos puedan atender a su población más vulnerable de forma equitativa en cuanto a este virus. Mientras existen países prósperos que hoy vacunan personas muy jóvenes y más fuertes, hay personas muy vulnerables en otros países no prósperos que hoy ni siquiera saben cuándo podrán llegar las vacunas. Creo que hay que trabajar en el tema de las patentes de las mismas, universalizarlas, entender que vivimos una situación que es problema mundial y que la fuerza de los mercados y el poder de negociación de cada país no puede sobreponerse a las necesidades de todos los seres humanos, independientemente de qué país provengan.

Crédito: Agencia Uno

A pesar de que el proceso de vacunación está avanzando en algunos países, hay gente que sigue desconfiando de las vacunas, ¿qué se podría hacer para revertir esto?

-Me parece que tenemos que escucharlos, entender por qué desconfían y poner sobre la mesa evidencia científica. Hay que trabajar para que los científicos puedan hablar en idioma no tan técnico y que llegue a todos los pobladores. En los estudios de percepción ciudadana que muestran a personas que no creen en las vacunas, también se ha visto que esa fracción de gente que no quiere vacunarse aumenta en las realidades socioeconómicas más bajas. 

Entonces detalla: “Hay una desinformación, por eso tenemos que llegar con mensajes claros, con palabras cotidianas y explicar que, por un lado, tenemos un virus que puede causar la muerte y, por otro lado, las vacunas, que no van a causar ningún tipo de muerte y que están peleando para que este virus no cause la muerte. La elección es sencilla: por un lado está la probabilidad de morir y en el otro nunca la hay. Hay que considerar que el tiempo con el que se realizaron estas vacunas no es significado absolutamente de nada en cuanto a lo fuertemente testeadas que están en su eficacia y su seguridad”.

IMPULSO A LA CIENCIA LOCAL

Moratorio defiende la idea de promover la ciencia local en Latinoamérica y esa campaña la empezó por casa. Gran parte de su formación la hizo en el exterior, primero en Brasil, luego en California y en París, donde hizo un posdoctorado en el Instituto Pasteur entre 2012 y 2018. A pesar de que tuvo la oportunidad de quedarse en el extranjero, decidió volver.

“Me perdí de muchas cosas importantes, momentos especiales para mi familia por estar lejos estudiando, formándome, porque sabía que allá podría discutir y ser criticado por los mejores. Era mucho más fácil quedarme allá, estaban las posibilidades, al igual que pasa con los científicos chilenos y su gran inserción en los EE.UU y Europa. Pero decidí apostar a volver, sabiendo que los recursos iban a ser muy limitados y que mi salario era mejor como postdoctorado que como jefe de mi laboratorio en Uruguay”, explica.

“Al final, me han compensado todos esos momentos de alegría inmensa que me trajo el cariño de la gente y un reconocimiento que hasta el día de hoy llevo con gran responsabilidad”, agrega con una sonrisa. 

Gonzalo Moratorio junto a su equipo. De izquierda a derecha: Fabián Aldunate, Alicia Costábile, Álvaro Fajardo, Gonzalo Moratorio, Pilar Moreno, Paula Perbolianachis y Marianoel Pereira. Crédito: Gentileza Institut Pasteur de Montevideo

¿Por qué decidió fabricar los test de diagnóstico de forma nacional? 

-Cuando nos encontramos con algo desconocido, la única manera de afrontarlo es mediante la generación de soberanía y autonomía. Los demás países ya tenían suficientes problemas como para preocuparse sólo por ellos mismos. Por lo tanto, no exportaban capacidades o lo hacían muy poco. Este problema apareció tan rápido y la capacidad de respuesta también debía serlo. Es de alguna forma lo que ha ocurrido ahora con las vacunas, de poder acelerar los pasos para corroborar su eficacia y seguridad.

“Con los test, se contribuyó de forma muy significativa a contener la pandemia, ya que permitió apagar focos de incendio y que éste no se propagara en la pradera, metafóricamente hablando -dice-. La estrategia recomendada por la OMS fue precisamente esa: test, test, test. Una vez testeado al individuo, trazar sus contactos y confinarlos. Eso sirvió mientras la circulación del virus no era comunitaria y mientras pudimos ir apagando estos focos. Pero hoy en día eso no es suficiente”.

¿Qué se puede hacer para potenciar el aporte científico en Latinoamérica? 

-Principalmente, entender que los países que hacen una diferencia científica destinan un porcentaje de su PIB mucho mayor al que destinan los países latinoamericanos. Los países de Latinoamérica destinan en promedio entre un 0,6 y un 0,75% del PIB a ciencia, investigación e innovación, mientras que países con sistemas científicos que hoy son casualmente los países que también desarrollan las vacunas destinan arriba del 2%, llegando incluso al 4%. Es el caso de países como Corea del Sur, Israel, EEUU, Alemania, Francia. 

“La estrategia recomendada por la OMS fue precisamente esa: test, test, test. Una vez testeado al individuo, trazar sus contactos y confinarlos. Eso sirvió mientras la circulación del virus no era comunitaria y mientras pudimos ir apagando estos focos. Pero hoy en día eso no es suficiente”.

¿Cree que lo vivido durante esta crisis podría traer como consecuencia que a futuro se incremente la inversión en ciencia?

-Espero que sí y lo estamos viendo en países como España. A pesar de que hay una crisis muy grande en todo el mundo, porque todo se ha venido abajo, los mercados y demás, hay que entender que incluso en estos momentos críticos hay que apostar en los bloques que nos sacaron de esta pesadilla y uno de ellos es el científico-tecnológico. Espero que nuestros países sigan ese camino. 

¿Cuáles cree que son las grandes lecciones de la pandemia hasta ahora en el área científica?

-El orgullo que siento por la comunidad científica de haber podido tener la información genética del virus y a mediados del 2020 ya tener vacunas que empezaron a probarse en las distintas fases clínicas 1, 2 y 3. Creo que la pandemia nos ha mostrado cuál es el camino: ponerle valor agregado, ponerle ciencia a todo lo que hacemos como actividad humana. Y no sólo a la salud, sino llevarlo al terreno agrícola, veterinario, medioambiental, mejorar los procesos. 

“La pandemia nos ha mostrado que la sociedad en la cual entramos es la sociedad del conocimiento, que países como los nuestros deben dejar de ser meramente o mayormente exportadores de materias primas, como puede ser la minería en Chile, y esforzarse en ponerle valor agregado a sus productos y procesos. Creo que por primera vez hemos presenciado un efecto fundador de la ciencia en la sociedad y que ésta se ha apoderado y ha entendido qué hacemos los científicos. Muchas veces no se sabía para qué estábamos y cómo podíamos resolver problemas. Pero esto no necesariamente es importante en momentos de emergencia, sino que se puede aplicar en la vida cotidiana y mejorar todo, porque al final del día, la pandemia nos ha enseñado que la ciencia está únicamente para mejorar la calidad de vida de las personas y el ambiente que nos rodea”, concluye.

“Creo que la pandemia nos ha mostrado cuál es el camino: ponerle valor agregado, ponerle ciencia a todo lo que hacemos como actividad humana. Y no sólo a la salud, sino llevarlo al terreno agrícola, veterinario, medioambiental, mejorar los procesos”. 

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