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Reportajes

13 de Abril de 2021

Odisea de 4 mil kilómetros: El viaje de las vacunas hasta Puerto Edén

Una serie de personas, que ni se conocen entre sí, se unen para enviar a una alejada isla patagónica un medicamento que los podría salvar de una enfermedad planetaria descontrolada. Suena como un guión de cine, pero es lo que hacen diariamente decenas de manos anónimas que son los eslabones de una precisa cadena de repartición de las vacunas contra el coronavirus. Aquí, el testimonio de cinco de sus protagonistas.

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A principios de marzo, la comunidad de Puerto Edén lograba convertirse en uno de los primeros poblados chilenos en alcanzar la anhelada inmunización de rebaño contra el Covid-19. La villa de 180 habitantes, ubicada en la isla Wellington, entre los canales patagónicos, está lejana a todo. Un día de navegación la separa de Puerto Natales, la ciudad más próxima. 

Matías Torres Vergara (30), único enfermero de la posta de esta localidad, cuenta que fue él quien vacunó –con las dos dosis- a 85 adultos que habitan este remoto punto del país. La tarea de Matías, que llegó a Puerto Edén en mayo del año pasado, no fue fácil. “En total los adultos éramos 97 y había que consultarle a cada uno si querían vacunarse. Había muchos mitos e información dando vueltas”, cuenta. 

Cuando llegó a trabajar a este centro asistencial, la idea de la población de poder vacunarse era tan lejana como Edén lo estaba de una escalera mecánica. Sin embargo, después de un largo y anónimo tour las vacunas llegaron, salvándolos de un potencial contagio cuyas consecuencias, en estas latitudes, serían desastrosas. Una notable cadena de envíos ha dado el soporte para que la emergencia planetaria pueda ser combatida incluso en estos rincones que muy pocos podrían ubicar en el mapa.

Matías Torres

Desde los congeladores 

La travesía de las vacunas a Puerto Edén se inicia desde las bodegas de Perilogistcs, ubicadas en la comuna de Macul, en Santiago. Esta empresa asociada al Ministerio de Salud desde hace más de una década, se dedica a tareas como la distribución de las vacunas anuales contra la influenza. El 2020 fueron escogidos por el gobierno para hacerse cargo de la recepción y posterior envío nacional de las vacunas de Pfizer y Sinovac.  

Fue Manuel Lagos (34), químico farmacéutico, uno de los profesionales que tuvieron que enfrentar este inédito desafío que transformó a Perilogistics en el epicentro del acopio y distribución de cerca de 11 millones de dosis anti Covid-19 que, hasta comienzos de abril, han llegado al país. 

“Es un sacrificio enorme. Nos ha tocado bastante duro”, confiesa Manuel. A sólo un año y medio de asumir como jefe de Procesos Críticos y Dirección Técnica, le tocó lidiar con el máximo reto de su carrera. Su labor se relaciona con el adecuado funcionamiento de grandes equipos de refrigeración que deben mantener la adecuada conservación de remedios que requieren de bajas temperaturas. La línea de frío es fundamental y el bioquímico debe garantizar que suceda perfectamente mediante evidencias técnicas, pruebas y ensayos. 

Durante la pandemia, Perilogistics inauguró una mega bodega de 12 metros de altura por 100 metros de largo, que se sumaba a una decena de menor tamaño. El Minsal les solicitó hacerse cargo de la estrategia de recepción de las vacunas que comenzarían a arribar a Chile a finales del 2020, además de la posterior distribución a los centros de salud a lo largo y ancho del país.

“Es un sacrificio enorme. Nos ha tocado bastante duro”, confiesa Manuel. A sólo un año y medio de asumir como jefe de Procesos Críticos y Dirección Técnica, le tocó lidiar con el máximo reto de su carrera. Su labor se relaciona con el adecuado funcionamiento de grandes equipos de refrigeración que deben mantener la adecuada conservación de remedios que requieren de bajas temperaturas.

Solo cinco personas iniciaron esta estrategia sin precedentes en la historia de la Salud Pública contemporánea, cuenta Manuel. “Hicimos todo desde la nada. Desde el manejo de hielo seco hasta el uso de equipos súper específicos y sensibles. Una puerta que se abre puede cambiar la temperatura al minuto. Medimos todos esos riesgos para poder operar”, dice.  La generación de sistemas de respaldos en caso de fallar la alimentación eléctrica, las capacidades para responder a emergencias y el trabajo con aparatos de alto poder congelante -como los súper congeladores para las vacunas Pfizer y que funcionan con temperaturas menores a -80° Celsius-, se convirtieron en parte de una tarea que continúa sin cesar. 

En ese frío extremo, Manuel fue el encargado de abrir el primer vial de Pfizer -los pequeños frascos que contienen el medicamento a inocular- y de paso descubrir la forma de descongelarlas para que alcancen los entre 3° a 8° celsius requeridos para su transporte en Chile y en uso humano. “Después toda la logística es acotada para que la vacuna llegue a los centros de salud, se inocule a todos los interesados y no se pierda ninguna dosis”. 

Manuel Lagos

Revela que el 25 de diciembre, trabajó desde las 3 AM recibiendo las primeras dosis. No pasó la Navidad con sus hijos y a cambio acompañó el traslado de las vacunas a tres hospitales en Santiago. Recuerda que el personal médico le agradecía su ayuda, mientras él pensaba que ellos eran a quienes todos debíamos agradecerles. Desde entonces los camiones de Perilogistics salen cargados en todo horario y en todas las direcciones posibles, siempre custodiados por Carabineros, investigaciones o el Ejército. Algunos vehículos se van a Panamericana, otros directo a Pudahuel para embarcar la preciada carga en algún avión.

Vuelo a Magallanes

Para Pablo Gallegos (31) el último febrero quedará impregnado en su memoria afectiva y laboral. A este piloto de un Boeing 787-8 de Latam, le tocó el encargo de llevar a Punta Arenas varias cargas con vacunas desde Santiago hasta la región en que había crecido: “Fue un sábado a mediados de febrero y para mí era una carga emocional muy grande porque nací y crecí en Porvenir, Tierra del Fuego, y eso lo hacía a la responsabilidad mucho mayor”, revela.

El traslado a Punta Arenas no fue el primer vuelo de características sanitarias que a Pablo le tocó. En dos ocasiones tuvo que salir de Chile en búsqueda de ventiladores artificiales, una a Sydney -para relevar a la tripulación que volaba desde China- y otra directamente a Shanghái. Latam ha realizado de manera gratuita estas gestiones a través del programa “Avión Solidario”, iniciativa utilizada en más de 70 ocasiones solo en Chile, llevando insumos médicos para la contención del coronavirus. 

Pablo Gallegos

 “Poder participar como un eslabón en esta tarea tan importante me llena de felicidad y satisfacción. Es un compromiso que tenemos todos los pilotos y que nos obliga a seguir trabajando. La colaboración de las tripulaciones ha sido muy grande y siempre están dispuestos a ayudar”, cuenta Pablo, que fue distinguido por la propia aerolínea con el premio “Líderes de Servicio Chile 2020”. 

El piloto relata que el viaje de febrero a la capital de Magallanes, que cubre 3 mil kilómetros y dura tres horas, fue tranquilo: “Llevar personas siempre es importante, pero trasladar medicamentos o ventiladores que pueden mantener la vida de muchos o preservar la existencia, genera algo adicional”, dice. Cuando el avión aterriza, se comienza a mover una nueva red de conexiones que trasladan los implementos rápidamente.

Para Pablo Gallegos (31) el último febrero quedará impregnado en su memoria afectiva y laboral. A este piloto de un Boeing 787-8 de Latam, le tocó el encargo de llevar a Punta Arenas varias cargas con vacunas desde Santiago hasta la región en que había crecido: “Fue un sábado a mediados de febrero y para mí era una carga emocional muy grande porque nací y crecí en Porvenir, Tierra del Fuego, y eso lo hacía a la responsabilidad mucho mayor”, revela.

Se alista el viaje

Un detective de la PDI se sube al furgón del Programa Nacional de Inmunización que sale de la loza del aeropuerto de Punta Arenas. A los costados los flanquean un vehículo de Carabineros y otro de Investigaciones, a bordo van las cajas con vacunas retiradas desde el avión y también Janet Vrsalovic (50), enfermera y encargada regional del Programa de Inmunización desde el 2014. 

La comitiva se dirige velozmente hasta la bodega en que el Ministerio de Salud concentra la llegada de las vacunas a Magallanes. Acá están los refrigeradores especialmente acondicionados y es donde se planea la distribución a poblados kilométricamente distantes o de acceso muy remoto, como es el caso de Puerto Edén. Al momento de esta crónica han arribado 150 mil dosis, cuenta Janet. Junto a ella trabajan sin pausas cuatro colaboradores más, que se han convertido en el soporte estratégico para proteger a más de 165 mil personas que viven en la zona más austral de Chile. 

Janet Vrsalovic

“Ha sido algo totalmente nuevo para mí. Es un gran desafío el tema de coordinar equipos, cumplir con lo que te solicitan y que salgan las cosas lo mejor posible. Es una gran demanda en todo sentido. He dejado un poco de lado la familia, pero ellos me apoyan en todo”, cuenta Janet.

El reparto de la preciada vacuna ha utilizado vías terrestres, aéreas y marítimas. La intrincada geografía y la premura de inocular a los pueblos más distantes antes del comienzo del invierno, generó una serie de alianzas con las Fuerzas Armadas y las policías locales: “Nuestro equipo no es grande, pero hemos recibido apoyo de las instituciones que nos ha servido mucho para tratar de llegar a los rincones más recónditos de la región con las vacunas en buenas condiciones. Hemos trabajado como si fuéramos uno y eso ha sido lo más bonito en esta pandemia. La buena voluntad de los actores ha sido fundamental”, recalca la enfermera.

Puerto Edén es uno de los lugares más distantes a la capital magallánica. Desde Punta Arenas a Puerto Natales hay casi 250 kilómetros de carretera. Y desde Natales a Puerto Edén es una larga navegación entre los canales patagónicos en una lancha de la Armada, por aproximadamente 500 kilómetros más. Desde Santiago hasta aquí son 4 mil kilómetros de odisea.

El reparto de la preciada vacuna ha utilizado vías terrestres, aéreas y marítimas. La intrincada geografía y la premura de inocular a los pueblos más distantes antes del comienzo del invierno, generó una serie de alianzas con las Fuerzas Armadas y las policías locales.

En los mares kawésqar

Cuando la teniente 1° Litoral, Carolina Pacheco (33), le pudo informar a la tripulación que tendrían que zarpar rumbo a Puerto Edén, todos los marinos se alegraron. Carolina, perteneciente a la primera generación de oficiales femeninas en la historia de la Armada, alistaba el zarpe que los llevaría con las vacunas de Sinovac rumbo a Edén, a unas 18 horas de navegación.

“Si lo llevamos a kilómetros serían unos 970, ida y vuelta”, aclara la primera mujer comandante a cargo del navío LSG 1617 “Puerto Natales”, de 33 metros de eslora, y que llevó las primeras 85 dosis rumbo a las manos de Matías Torres Vergara, el enfermero residente en la posta edenina. 

La teniente explica: “Es un trayecto en que no hay nada. Puras montañas y aguas glaciares. La comunidad de Puerto Edén está bien escondida. Es un lugar que trasmite mucha tranquilidad y calma, es muy pintoresca y colorida, cuando el mar está tranquilo la naturaleza se refleja y es muy bonito”. 

Carolina Pacheco

No alcanzaron a atracar en el muelle. Debido a las medidas sanitarias, una nave acercó a Matías hacia la embarcación de la oficial. El traspaso ocurrió en el mar, tal como antes lo hacían los kawésqar, la población originaria que por más de seis mil años dominó a bordo de canoas el clima lluviosamente frío de los canales. Y cuyos últimos tres habitantes de sangre pura, esperaban -como el resto de los vecinos de Puerto Edén- el retorno del enfermero para vacunarse contra la famosa pandemia.

La teniente explica: “Es un trayecto en que no hay nada. Puras montañas y aguas glaciares. La comunidad de Puerto Edén está bien escondida. Es un lugar que trasmite mucha tranquilidad y calma, es muy pintoresca y colorida, cuando el mar está tranquilo la naturaleza se refleja y es muy bonito”. 

“Es un granito de arena, pero una se siente contenta de la importancia de entregar las vacunas. Es algo bueno poder ayudar a otras personas. Tanto yo, como mi dotación, nos sentimos muy contentos. Estamos haciendo historia”, dice Carolina. 

El Edén libre de Covid

Durante todo este tiempo pandémico y sus restricciones de desplazamiento, el aislamiento geográfico en el que viven habitualmente los edeninos se acentuó aún más. El turismo, una de las principales actividades de la zona, cayó al mínimo. La pesca, también. Las escasas embarcaciones que recalaban en su puerto eran tratadas con severas medidas de protección y sin permitir el desembarco de sus tripulantes.

Eso ha provocado que oficialmente en Puerto Edén nunca haya existido un contagio de Covid-19 y con la llegada de Matías como encargado de la posta se potenció la promoción de la salud y el uso de las medidas de prevención en la vida común. La tarea ha sido difícil, confiesa el enfermero.

Solo en una ocasión, a mediados del año pasado, llegó un marinero con indicios de contagio, que fue aislado y enviado a Natales en donde se confirmaron las sospechas: “Por suerte no contagió a nadie. Lo comprobamos con un PCR masivo que se le hizo a toda la comunidad. Vino un equipo del CESFAM y logramos que todas las personas de Puerto Edén se hicieran el examen y salieron todas negativo. Con una que estuviera contagiada , nos contagiamos todos”, recuerda Matías. 

Traspaso de vacunas

A pesar de esta aparente sanidad, medidas como alcohol gel, mascarillas, aforo y distancia social intentaban fortalecerse como parte del día a día. Matías relata que los permisos de la comisaría virtual en Edén no servían para su realidad. Imperó el sentido común: “Acá no hay supermercados. Los días viernes y domingos recibíamos los víveres de la barcaza que une a Puerto Montt con Natales y en ese momento es cuando más poníamos cuidado. Los adultos mayores se quedaban en casa y los jóvenes recogían las mercaderías con mascarillas y guantes”. 

Vacunación a domicilio 

Desde su llegada, hace más de un año, Matías enfrentó dificultades para efectuar la labor de educación acerca del control de la pandemia. La desinformación vía internet, con teorías de todo tipo y el desconocimiento de los cambios sanitarios, eran parte de las conversaciones de los edeninos. 

El aforo limitado en la posta y el clima frío, provocó que tuviese que hacer este proceso de “evangelización” casa por casa. “Lo bueno es que logré hacer un trabajo con toda la comunidad: dirigentes sociales, kawásqar, mapuches-huilliches, juntas de vecinos, Carabineros y la Armada. Convencí a 85 personas de vacunarse finalmente”, revela.

Casa por casa fue también el método que utilizó durante las dos jornadas de vacunación sucedidas en febrero y marzo. A través de las pasarelas de madera, avanzó con un pequeño cooler refrigerante en mano por las 41 casas habitadas de Edén. La comunidad había acordado que cuando vieran al enfermero cerca de sus domicilios, lo esperarían con las mascarillas puestas y ropa cómoda. 

Vacunación en Puerto Edén

“Estaban en las ventanas mirando, expectantes. Fue bastante fluido el proceso en sí, pero la promoción y educación de salud previa fue fundamental”, recalca. Muchos quisieron sacarse una foto para inmortalizar el momento y enviar el retrato a familiares que no estaban en la isla. Otros bromeaban con que la única antena de celulares que hay funcionaría mejor ahora que todos tenían un “chip” y una vecina le pidió al enfermero la hoja informativa de la vacuna para guardarla “como una especie de diploma que quedará guardado como muestra de que por fin pasamos una pandemia mundial”, señala Matías.

Casa por casa fue también el método que utilizó durante las dos jornadas de vacunación sucedidas en febrero y marzo. A través de las pasarelas de madera, avanzó con un pequeño cooler refrigerante en mano por las 41 casas habitadas de Edén. La comunidad había acordado que cuando vieran al enfermero cerca de sus domicilios, lo esperarían con las mascarillas puestas y ropa cómoda.

El 5 de marzo, los 85 adultos de esta localidad fueron inoculados por segunda vez, convirtiendo a Puerto Edén es un pueblo oficialmente inmunizado. Posiblemente uno de los pocos que pueda tener esta categoría en el continente. El enfermero confirma que no hubo efectos secundarios en la población y que las personas se sienten más confiadas, al punto de volver a viajar -después de meses- hacia Puerto Natales. 

“Ha sido un logro, tanto por la inmunización colectiva como por los cuidados que ha tomado la comunidad”, dice. Lo cierto es que, en este punto remoto de la Patagonia, la larga cadena de competencias profesionales, voluntades anónimas y estrategias kilométricas que significa la vacunación, ha finalizado de una manera exitosa. Lo que suceda en el futuro, es otra historia. 

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