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Entrevista Canalla

16 de Abril de 2021

Gloria Münchmeyer, actriz: “Soy un alien”

Se cumplen 40 años de la teleserie “La Madrastra”, donde ella cumplió un rol fundamental. En esta conversación habla de cómo el personaje que hizo allí la ha perseguido toda su vida. Habla también de su soledad, de sus crisis de angustia, de su clóset y de que siempre, sin querer, se ha sentido distinta.

Por

Ella, Gloria, con desgano, pregunta al teléfono: “¿Quién es?”. Es una tarde vacía de la era pandémica, un miércoles claustrofóbico, y Gloria, la actriz gloriosa, 82 años llevados con belleza elegante, tiene muchas cosas que hacer en soledad. Por ejemplo, tiene que ordenar unas fotos, tomarse un medicamento que le equilibra el desequilibrio y agregar un párrafo irónico a su autobiografía. “¿Quién habla?”, insiste, desconfiada, con tono de personaje. “La prensa”, adjunta el reportero pegado al aparato, terrorífico. “¿Qué quiere la prensa de mí?”, responde la actriz. “Mire”, le dice el reportero, “se cumplen 40 años de ‘La Madrastra’, la teleserie que marcó a la nación”. Gloria se paraliza y emite un suspiro cinematográfico en el teléfono.

-Ay, no…- replica con desencanto.

-Qué.

-Me muero de lata. 

-De qué…

-Me muero de lata de hablar de “La Madrastra”.

-Pero por qué…

Gloria magnifica su tedio.

-Uf. Lo encuentro atroz. No entiendo por qué yo soy la única que tiene que estar hablando de los 40 años de “La Madrastra”.

-¿Pero usted es la única que habla de esto?

-No entiendo por qué no llaman a la Jael Ünger.

-Usted marcó.

-Yo no marqué a nadie, querido.

El otro día, sin ir más lejos, su propio hijo, el biólogo marino Jorge Guerra Münchmeyer, en cuyo interior hay una mitad Pin Pon y otra mitad alemana y por ende encarna a un lúdico muy solemne, le dijo a su mamá: “Te pido un favor: ¿podemos hacer una parodia de ‘La Madrastra’? Quiero hacer un video y necesito que otra vez parezcas loca”. Gloria se tomó la cabeza: “Mi propio hijo”. Gloria sabe que ella, actoralmente, y a raíz de su desempeño en teleseries legendarias (“La Madrastra” y “Los Títeres”), es un ícono de la locura. Así como a un doctor, en una cita social, le exigen que diagnostique al dueño de casa, a Gloria Münchmeyer todos le exigen que demuestre un poco de esquizofrenia. Y, entonces, con gentileza, Gloria le donó a su hijo una convincente mueca de trastornada.

El otro día, sin ir más lejos, su propio hijo, el biólogo marino Jorge Guerra Münchmeyer, en cuyo interior hay una mitad Pin Pon y otra mitad alemana y por ende encarna a un lúdico muy solemne, le dijo a su mamá: “Te pido un favor: ¿podemos hacer una parodia de ‘La Madrastra’? Quiero hacer un video y necesito que otra vez parezcas loca”.

-Ya. No. No voy a hacer la entrevista- señala ahora-, te pido que me disculpes.

-Piénselo.

-Te lo prometo. Voy a estar todo el tiempo pensándolo- y ríe en secreto.

-Yo lo sé todo, Gloria…- la voz del reportero suena alterada. 

-No entiendo nada.

-Ja, claro- y el reportero teatraliza una risa.

-¿Pero quién es?- Gloria se ha puesto nerviosa.

Gloria respira intrigada.  

-Sé que usted mató a Patricia, Gloria Münchmayer…- enfatiza el reportero, temblando. 

-Qué.

Gloria Münchmeyer en La Madrastra. Foto: Captura de Youtube

Gloria quiere manejar con prudencia la situación. Otras veces recibió llamados de esta índole. Locos con el cerebro permeable a una ficción, locos que la acusan de un disparo televisivo.

-Usted mató a Patricia, Gloria Münchmeyer- repite la prensa, desbocada, con un incómodo tic en el párpado.

Un silencio largo. 

-Uy- acota finalmente.

-¿Uy qué? ¿UY QUÉ?

-Parece que me pillaron- señala con la voz neutra, como si se estuviera pintando las uñas.

-Fue usted…

-¿Eso cambia las cosas?- su voz es sarcástica.

-…

-Sí. Yo fui.

La actriz y la prensa otra vez quedan callados.

Luego una explosión.

-JAJAJA

Gloria Münchmeyer explota en una relajante carcajada. El ambiente se ha vuelto simpático.

-Mmm- admite-,…ya, bueno, conversemos…

El reportero, en el teléfono, jadea, implacable. No ríe y el tic continúa. Su pieza está a oscuras.

YO NO LA QUERÍA MATAR

En 1981, en Canal 13, Gloria Münchmeyer, la criminal, asustó a un país completo. Ella era Estrella, la creación del dramaturgo Arturo Moya Grau, esa mujer de clase alta aferrada a un whisky, la portadora del secreto. La enigmática esposa de Donato, aquel Jaime Vadell que lucía el bigote con carácter, aquel fresco con buenos ingresos, en fin, un rico dotado de calentura. Allí, en “La Madrastra”, había ricos y pobres. Los ricos tenían secretos y los pobres tenían melancolía. Allí había una clase alta en aprietos y una clase baja resignada. Y Estrella era la que iba a hacer explotar la bomba.

-…Tenía que ser yo la que mató a Patricia- se queja Gloria, a 40 años de esa fatalidad.

La hipnosis que produjo la teleserie en la población jamás se igualó: obtuvo un 80% de ráting. Fue, sin lugar a dudas, la cuarentena más efectiva de la historia. 

-Percibo que no le gustó ser la asesina…- el reportero todavía habla como un detective

-¡Para nada! ¡Lo encontré una tremenda injusticia! ¡Pero si no venía a cuento con mi personaje!

-¿Por qué mató a Patricia, Gloria Münchmeyer?

-¡Porque a último minuto se le ocurrió a Moya Grau!

Moya Grau, obsesivo, sugirió cuatro finales. Es decir, cuatro asesinos. “Todos los sospechosos grabamos la escena”, recuerda Gloria. Y un día el director, Óscar Rodríguez, le pasa un sobre. “No lo leas ahora”, le advirtió. Todo era muy serio. La gente vivía en un trance, enclaustrada, pegada al 13. Se especulaba, incluso, que Pinochet había ordenado crear esta teleserie, un juguete para neutralizar ideologías. Un plan para adormecer al marxismo leninismo. De manera que Gloria abre el sobre en su casa y esto incluía el mensaje.

-TÚ ERES LA ASESINA.

Gloria casi se desmaya.

-Me quería morir- detalla.

Y eleva la voz: “Me dio una rabia…Yo era un personaje que iba por otro lado. Y, claro, a Moya Grau se le ocurre dejarme encadenada de por vida a este asesinato… Na, bueno, él era un genio, era así… yo lo adoraba”.

El diario La Tercera, es sabido, organizó un concurso: los lectores apostaban por quien parecía ser el asesino. ¿El premio? Una fina cena con la asesina, una cena con Patricia. 

Y eleva la voz: “Me dio una rabia…Yo era un personaje que iba por otro lado. Y, claro, a Moya Grau se le ocurre dejarme encadenada de por vida a este asesinato… Na, bueno, él era un genio, era así… yo lo adoraba”.

-Yo, la asesina, fui toda arreglada… estaba la prensa, los directores del diario…

-¿Y qué pasó?

-No llegó el ganador. Le dio miedo.

Días después, los vecinos de Gloria empezaron a gritar desde la calle:

-¡Aquí vive la asesina!- acusaban.

-¡Justicia para Patricia!- y alzaban el puño.

Gloria Münchmeyer tuvo que dejar su casa por varias semanas. 

-Todo el mundo confundía la realidad con la ficción. Yo no me podía arriesgar: ya estaba con mis dos niños chicos.

Y, por ejemplo, relata Gloria, el actor Tennyson Ferrada, que encarnaba al Padre Belisario, un sacerdote bueno, solía ser acosado por la multitud. “Padre”, le rogaban al actor apenas lo pillaban en cualquier trámite, “¡Por favor una bendición!”. Y Tennyson Ferrada, que era comunista y hondamente ateo, bendijo a niños recién nacidos para poder salir ileso.

-…Y yo no tenía por qué matar a esa mujer…- Gloria aún, con atisbos de inestabilidad, repasa la decisión-… ¡Fue una mariconada!

-Ya está, Gloria…- la consolamos.

Ella, a 40 años de distancia, se pregunta bruscamente:

-¿Por qué me hicieron eso?

-No sabría decirle, Gloria.

-Moya Grau… sepa Moya…

Y la actriz se queda pensando. Por un instante, ella se convierte en una extraña Estrella.

“Y yo no tenía por qué matar a esa mujer…- Gloria aún, con atisbos de inestabilidad, repasa la decisión-… ¡Fue una mariconada!”.

GLORIA ENTRÓ AL CLÓSET

Su vida, eso sí, traspasa una sola teleserie. Sus números y su nombre grafican que ella alcanzó la gloria: 36 teleseries, 42 obras de teatro, premios Altazor, Premio en Venecia, premios por todas partes. Nuestra Marlene Dietrich sin ínfulas, nuestra estrella sobria.  

-Quiero decir algo…

-Diga.

-Todavía, cuando me llaman para actuar, me viene un nudo en la guata.

-¿Se pone nerviosa?

-Histérica.

-¿No se ha tranquilizado con los años?

-Nunca. Mientras más sabia es una, menos sabe. 

-¿Usted es muy insegura, Gloria?

-¿Yo? ¿Se nota? No sé… 

Gloria pasa mucho tiempo nerviosa. Cuando actúa, dice, está nerviosa y, a veces, cuando descansa, también está nerviosa. Entonces un día fue a ver al doctor para poder tranquilizarse. Y el doctor, al revisar sus nervios, fue tajante.

-Usted padece de angustia.

-¿Cómo se arregla eso, doctor?- preguntó.

-Fácil. Con Ravotril.

Foto: Captura de Youtube

De modo que Gloria, cuando se asoma a una crisis de angustia, se traga un Ravotril y queda en una paz efímera. Queda apaciblemente recostada en una nube fantástica. Dice que no toma Ravotril todos los días, sólo cuando necesita irse en seguida a la nube. Y en la nube ella sonríe y tiene deseos de dormir.

-¿Pero sabes lo que he descubierto?

-Qué.

-Que la angustia se me pasa cuando ordeno el clóset.

-¿Por qué? 

-No sé. Pero cuando ordeno el clóset me siento tan tranquila.

-Quizás el clóset es algo inconcluso de su vida- le dice el reportero, expresando una intuición sin argumentos.

-¿Cómo?

-O quizás el clóset es su propia familia…

-¿Qué?

-¿El clóset contiene cajones?

-Sí. Y me gusta cerrar los cajones.

Gloria y el reportero meditan. Al parecer, ambos buscan una metáfora.

-Son los ciclos- anuncia severamente el reportero.

-Eso puede ser…- tolera Gloria.

Es su mundo peculiar. Unos, para hallar la paz, salen del clóset, pero Gloria lo hace a la inversa. Para hallar la paz ella entra en el clóset. 

De modo que Gloria, cuando se asoma a una crisis de angustia, se traga un Ravotril y queda en una paz efímera. Queda apaciblemente recostada en una nube fantástica. Dice que no toma Ravotril todos los días, sólo cuando necesita irse en seguida a la nube. Y en la nube ella sonríe y tiene deseos de dormir.

SOY DISTINTA

-Noto que sabes de estas cosas, entonces te quería decir otra cosa…

-Dígame…

-…A veces yo siento que soy un alien… te lo digo en serio…

-Ajá- el reportero intenta transmitir tranquilidad-, ¿en qué sentido un alien, Gloria? No me tome a mal… pero… ¿usted se considera una extraterrestre?

-Fíjate que no.

-Sólo para aclarar los conceptos… ¿es usted una persona?

-Lo soy.

-¿Se considera, digamos, una persona extravagante?

-Para nada. ¿Tú crees que soy extravagante?

-Le seré franco. Yo creo que sí.

-¡Soy lo más normal del mundo! ¡Te juro por Dios!

-¿Pero por qué se siente, a la vez, como un alien?

-Es que, claro, hay cosas mías que son distintas. Siento que nunca he encajado en algún grupo. Siempre he estado bien sola.

Gloria, aclara, fue una niña solitaria en Valparaíso. Fue la nieta de un alemán. La hija de un hombre serio. Gloria, luego, amó a un excéntrico, a Pin Pon, a quien ha tildado como un adorable narciso. Y ella, a su vez, se tilda de melancólica. Gloria fue una alumna silenciosa y estuvo a punto de estudiar Filosofía. Jamás estudió Teatro, a ella la descubrieron un día en la Quinta Región y la trasladaron de inmediato al Teatro Ictus. Se mezcló con cerebros inauditos: Jaime Celedón, Jorge Díaz, Claudio Di Girólamo.

-Todo allí era talento…

“Es que, claro, hay cosas mías que son distintas. Siento que nunca he encajado en algún grupo. Siempre he estado bien sola”.

Al breve plazo, ya era una actriz de prestigio (“Eso sí, me gustan los papeles secundarios”). Años más tarde, se separó (“Fue el amor de mi vida”), se instaló a vivir para siempre con su hermana (“Cada cual tiene su mundo propio”), ganó el Premio en Venecia (“Se lo regalé a Silvio Caiozzi, él merecía tenerlo, todo fue idea suya”), y, como ha dicho, dedujo que era un allien (“Pero soy normal”)…

-…Entonces, tú comprenderás que de alguna manera he gozado esta soledad de la pandemia…

-¿Qué hace a solas?

-Escribo mi autobiografía. Llevo escrito como veinte años de mi vida. Me quedan sesenta y cinco, jajaja. 

-Felicitaciones. ¿Qué más hace?

-Preparo mi testamento.

-¿Usted tiene muchas cosas?

-Nada. Pero tengo que ordenar las cosas. No quiero que ninguno de mis hijos se empobrezca cuando yo muera.

“Escribo mi autobiografía. Llevo escrito como veinte años de mi vida. Me quedan sesenta y cinco, jajaja”.

Algunas tardes mira fotos viejas. Escribe. Recuerda a sus papás. Recuerda, destrozada, a Tomás Vidiella. Recuerda que en ocasiones hablaba tres horas por teléfono con Tomás Vidiella. Y Tomás era light, dice. Pero Tomás también era tan profundo, dice. Parece que ha tenido una vida perfecta, pero aclara que no ha sido así.

-Me han faltado muchísimas cosas…

-¿Qué le ha faltado?

-Nunca tuve un perro.

Añade, pensativa:

-Y yo habría sido muy feliz con un perro.

-No lo dudo…

-Y me faltó haber tenido una casa de campo. Me faltó haber hecho más mermeladas. Me faltó viajar más. Me faltó conocer esos países que siempre quise conocer… Me faltó haber tenido más tiempo para hacer más obras de teatro… 

Y suspira.

-¿Cree que hay algo más allá, Gloria?

-No hay nada. Es sólo esto, esta vida. 

-Usted ha tenido mucho éxito…

-El éxito no está en uno, ¿sabías eso? El éxito te lo da la gente. Y mira, quién sabe, si yo no hubiese sido tan alien… quizás habría sido más feliz en mi vida.

Sonríe. Y agrega:

-Pero todavía me quedan muchas cosas, querido. Estoy llena de proyectos. Yo sigo y sigo.

-¿Y se seguirá poniendo nerviosa?

-Así es. 

-¿Eso será para siempre?

-Para siempre. Porque cada vez que me llega un trabajo, yo empiezo todo de nuevo.

El éxito no está en uno, ¿sabías eso? El éxito te lo da la gente. Y mira, quién sabe, si yo no hubiese sido tan alien… quizás habría sido más feliz en mi vida.

El reportero prende la luz de su pieza. Parece que es de noche.

-Bueno, queda claro que le pasaron muchas cosas después de matar a Patricia, Gloria Münchmeyer…

-Uf… Y yo todavía me siento tan culpable…- y ella, la glorificada asesina, la actriz que brilla, la extraña, se ríe fuerte. Y, tal vez por un segundo, por apenas un segundo, pareciera que no está nerviosa.

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