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Entrevistas

17 de Abril de 2021

Sandra González-Bailón: “Con la pandemia, las redes sociales se han vuelto aún más fundamentales para recibir apoyo social”

Desde hace años, las plataformas digitales son una parte importante en nuestro modo de socializar. Las medidas restrictivas por el Covid-19 han profundizado todavía más esa función. Pero también crecen los peligros de estar expuestos en la red. Así lo cree esta socióloga española, experta en ciencia de datos, quien dice: “Las redes sociales son una herramienta de doble filo”. Gonzalez-Bailón es una de las participantes del Festival de Ciencias Puerto de Ideas Antofagasta.

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El interés de Sandra González-Bailón por la ciencia de datos nació a partir de los hechos ocurridos durante la Primavera Árabe (2010-2012), donde manifestantes de distintos países se organizaron en pos de la democracia y los derechos sociales. En esas revueltas, las redes sociales cumplieron un rol importante en la convocatoria. Eso llamó la atención de esta socióloga.

“En esos años, había un optimismo generalizado del impacto de las redes digitales. En países autoritarios estaba muy consolidada la visión de que Twitter y Facebook podían democratizar esos regímenes donde no hay libertades políticas, porque estaban creando espacios de discusión virtual, digital, que no existían en otras esferas de la vida pública”, dice.

Gonzalez-Bailón es Doctora en Sociología por la Universidad de Oxford (Reino Unido) y su investigación se centra en la intersección de la ciencia de redes, la minería de datos, las herramientas computacionales y la comunicación política. Además, es académica de la Escuela de Comunicación Annenberg de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), donde investiga la interacción y comunicación en redes.

Durante la pandemia del Covid-19, las estadísticas sobre el avance del virus han sido clave en la toma de decisiones por parte de las autoridades, remarcando la importancia de la ciencia de datos para formular políticas públicas. “Los datos recopilados han ayudado a tomar decisiones que han podido salvar la vida de muchas personas, pero al mismo tiempo la alarma se enciende, porque ¿qué pasa con la privacidad? ¿Cuánto estamos exponiendo a los individuos y cuánto lo estamos protegiendo para que esos datos no se utilicen con otros fines?”.

Sobre los beneficios y peligros del uso de información para la toma de decisiones, Sandra González-Bailón participará en el Festival de Ciencia Puerto de Ideas Antofagasta, que se ha realizado de forma online y gratuita desde el lunes  12 de abril y termina el domingo 18. Su charla “La respuesta está en los datos: Información y decisiones políticas” será este domingo a las 12.30 PM a través de puertodeideas.cl.

“Los datos recopilados han ayudado a tomar decisiones que han podido salvar la vida de muchas personas, pero al mismo tiempo la alarma se enciende, porque ¿qué pasa con la privacidad? ¿Cuánto estamos exponiendo a los individuos y cuánto lo estamos protegiendo para que esos datos no se utilicen con otros fines?”.

¿Cuál es la importancia de entender cómo operan las redes de comunicación?

-La importancia del análisis de redes está en darnos cuenta de que las personas no somos entidades aisladas, estamos en constante contacto con otros. Con la pandemia, las tecnologías digitales no sólo han sido importantes para mantener esta conexión, sino que también son una parte crucial de cómo se ha desarrollado esta pandemia y cómo la desinformación se ha difundido por estas redes. Se dice que tenemos la pandemia y la infodemia y toda la investigación en torno a las redes y su influencia social se ha vuelto muy relevante también en el contexto de la desinformación política y en el de la salud.

¿Qué es la infodemia?

-Es una palabra nueva que enfatiza esta noción de que no sólo estamos luchando contra un elemento biológico que aún no acabamos de entender, sino que también hay un proceso paralelo que involucra la discusión de desinformación o de información. Sobre todo al principio de la pandemia, había mucha incertidumbre sobre cómo se difundía este virus y de cómo se producían los contagios. Había noticias que decían que las mascarillas nos protegían, otras decían que no. Por un lado, estábamos luchando contra este agente biológico, una pandemia, y al mismo tiempo contra la desinformación que circulaba por las redes y que podía modificar comportamientos que a su vez se iban a traducir en riesgos de expandir el virus. La infodemia se refiere a la lucha contra la desinformación que hace más difícil esta lucha paralela contra el virus. 

El uso y análisis de datos durante la pandemia han podido contribuir a construir políticas públicas. ¿Qué potencial tiene la ciencia de datos en este sentido?

-Ahora hay muchísimos más datos de los que teníamos antes. En el contexto de la pandemia, hay modelos matemáticos que nos han permitido tomar políticas públicas analizando datos de movilidad. Por ejemplo, en EE.UU. han habido colaboraciones con compañías de telefonía móvil para poder reconstruir de una manera mucho más fidedigna patrones de movilidad. El contacto físico es uno de los mecanismos fundamentales de transmisión y poder reconstruir estos patrones de movilidad es súper importante para poder entender en qué zonas o dónde están los hot spots o las posibles zonas de riesgo, y ha permitido analizar también cuán efectivos han sido estos mandatos de confinamiento y restricciones de movilidad.

“Por un lado, estábamos luchando contra este agente biológico, una pandemia, y al mismo tiempo contra la desinformación que circulaba por las redes y que podía modificar comportamientos que a su vez se iban a traducir en riesgos de expandir el virus. La infodemia se refiere a la lucha contra la desinformación que hace más difícil esta lucha paralela contra el virus”.

¿Y qué pasa con la privacidad?

-Se están concentrando unas cantidades masivas de información acerca de individuos que revelan mucho más acerca de su privacidad y su vida de lo que a lo mejor estaríamos dispuestos a ofrecer. Se están tomando estas decisiones sin que haya mucho control o protocolos en torno a lo que es o no permisible. Lo que la pandemia ha puesto de manifiesto es esta tensión entre el bien común de tenemos que frenar la pandemia y las protecciones individuales de privacidad, cuánto estoy dispuesto a sacrificar mi privacidad para poder beneficiar al bien común. 

“Creo que en momentos como los que hemos vivido estamos más dispuestos a sacrificar la privacidad individual, pero se debe regular eso, porque no siempre está claro cómo resolvemos esa tensión -continúa la experta-. Independientemente de la pandemia, ha habido mucha presión social a estas empresas que están aglomerando grandes datos acerca de nosotros, para que dejen de acumularlos tanto. No hay un consenso acerca de cuál es el equilibrio adecuado de cuántos datos aportamos y cómo protegemos la privacidad de los individuos. La pandemia ha demostrado que hay muchas cuestiones que resolver en torno a este tema”. 

En otras ocasiones se ha denunciado que datos privados de personas, extraídos de plataformas virtuales, han sido utilizados con fines políticos, con el objetivo de influir en elecciones democráticas. ¿Cómo es posible esto? 

-Porque la información es poder y como tal se puede usar para bien o para mal. No tenemos los protocolos o las protecciones que nos permitan evitar este mal uso de los datos. Es cierto que en ocasiones estos se han mal utilizado para beneficio económico o político y no tenemos herramientas o una cultura de datos tal que nos permita identificar sus mal usos y prevenirlos. Por ejemplo, está el targeted advertisement, que permite que los anuncios que tú ves cuando vas a la red no sean necesariamente los mismos que los que ven tus padres, abuelos o vecinos, porque está todo muy segmentado. 

Y explica: “En base a quién eres y la información que las empresas acumulan sobre ti, van a diseñar el tipo de mensaje que recibes. Es un contexto en el que no siempre está claro que sea legítimo utilizar los datos que has aportado a estas plataformas. Pero el hecho de que hayas dado estos datos, no significa que también hayas dado permiso para que se utilicen con fines comerciales o políticos. Eso hay que regularlo y estamos todavía muy lejos de encontrar una solución, pero se está hablando de ello”.

“No hay un consenso acerca de cuál es el equilibrio adecuado de cuántos datos aportamos y cómo protegemos la privacidad de los individuos. La pandemia ha demostrado que hay muchas cuestiones que resolver en torno a este tema”. 

¿A qué otros peligros estamos expuestos en la red?

-Hay mucha falta de transparencia también, porque los datos por sí solos no significan nada, pero lo que sí es relevante es que estos alimentan algoritmos que toman decisiones de forma automatizada. En un contexto médico, los algoritmos son herramientas que los profesionales y expertos utilizan para ayudarles a entender esas cantidades masivas de datos. Pero en otros contextos, esos algoritmos están tomando decisiones acerca de, por ejemplo, qué noticias vas a ver en tu feed o qué videos vas a encontrar en Youtube y hay una opacidad total acerca de cómo estos algoritmos están procesando los datos para generar un pronóstico acerca de ti. 

“Esa falta de transparencia es un problema. Los algoritmos son tan complejos que a veces es difícil incluso para el ingeniero que los ha diseñado explicar por qué un algoritmo hace una determinada recomendación de qué video te va a gustar. Hace una proyección, pero no acaba de entender por qué la hace y esa falta de transparencia es un problema. También está el tema del agente responsable, pues si algo funciona mal ¿a quién le echamos la culpa? Es un problema importante y creo que parte de la solución es pedir transparencia acerca de los datos que estás utilizando, las métricas que construyes con estos datos y de los algoritmos que permiten darles sentido”.

EL ROL DE LAS REDES SOCIALES

¿Qué importancia tienen hoy las redes sociales como fuente de información? 

-Hoy en día lo que ha sido más revolucionario que internet, son las tecnologías móviles porque con ellas estamos recibiendo flujos de información constantemente. Estas han maximizado el tiempo de exposición a la información. Ahora que muchos estamos trabajando desde casa con la pandemia, las redes sociales se han vuelto todavía más fundamentales no sólo para encontrar información, sino también para recibir apoyo social. Eso hace que sea mucho más peligrosa potencialmente la capacidad que tienen ciertos actores de manipular lo que circula en estas redes, porque estas son descentralizadas. Nadie tiene el control absoluto acerca del contenido, porque este ha sido generado por los mismos usuarios”.

“La pandemia ha maximizado aún más el tiempo que pasamos en estas redes sociales porque no hay otros mecanismos de interacción social y, por lo tanto, han hecho que el impacto que tienen los algoritmos y estas tecnologías en la información que vemos sea mucho más profundo. Es mucho más difícil luchar contra las campañas de desinformación por esta naturaleza descentralizada. Esto, junto con la pandemia, es el gran problema que tenemos hoy en día, el cómo frenamos estos intentos de manipular información en las redes. Considerando que no podemos salir de casa y socializar de la forma en la que solíamos hacerlo antes, toda esta información es mucho más importante para cómo entendemos el mundo”.

“Los algoritmos son tan complejos que a veces es difícil incluso para el ingeniero que los ha diseñado explicar por qué un algoritmo hace una determinada recomendación de qué video te va a gustar. Hace una proyección, pero no acaba de entender por qué la hace y esa falta de transparencia es un problema”.

¿Cuál es el potencial de las redes sociales para manipular la opinión pública?

-Si consideramos los trending topics, yo diría que su potencial es importante, pues las redes sociales están ayudando a hacer más visibles ciertos temas en torno a la pandemia, pero también en temas políticos, que si no fuera por estas redes, los medios de comunicación tradicionales no estarían muy interesados en ello. Por ejemplo, las protestas de Black Lives Matter en EE.UU. no hubieran tenido cabida en dichos medios sin los procesos de movilización a través de redes sociales de forma descentralizada, si no hubiera habido trending hashtags. Lo mismo sucedió con el movimiento del Me Too. 

“Desde ese punto de vista sí, las redes sociales pueden cambiar la opinión pública al hacer visibles temas de discusión que serían marginales y que no serían considerados por los medios de comunicación tradicionales, pues antaño sólo ellos decidían qué era noticia y qué no; y ahora muchas veces se ven en la posición de tener que reaccionar a estas discusiones digitales que tienen lugar en las redes sociales”.

Da la impresión de que las redes sociales actúan como una especie de barómetro de la opinión pública al servir también como una plataforma para comentar la información. En ese sentido, ¿pueden ser beneficiosas?

-Sí, la versión optimista es que son espacios públicos de deliberación y la versión negativa es que hay mucha incivilidad y acoso. Las mujeres y el feminismo suelen ser punto de mira. El linchamiento masivo que a veces pasa en redes sociales es lo opuesto a estos espacios abiertos de deliberación política donde se aprecia la diversidad. Las redes abren la puerta a tener deliberación y discusiones, a encontrar información que no encontrarías de otra manera y esto no sólo nos permite que sea un termómetro de la opinión pública, sino también a nivel individual da la oportunidad de que muchos individuos salgan transformados de estas discusiones. Los que son más cínicos dirían que de transformación nada, que uno va a internet a gritarle al que es diferente a ti. Hay mucho conflicto en estas discusiones.

“Las redes sociales pueden cambiar la opinión pública al hacer visibles temas de discusión que serían marginales y que no serían considerados por los medios de comunicación tradicionales, pues antaño sólo ellos decidían qué era noticia y qué no; y ahora muchas veces se ven en la posición de tener que reaccionar a estas discusiones digitales que tienen lugar en las redes sociales”.

Pareciera haber una visión ambivalente respecto a las redes. Da la impresión de que con ellas estamos en el apogeo de la libertad de expresión, pero también se tiende a la confrontación…

-Absolutamente. Las redes sociales son una herramienta de doble filo. Además, esta ambivalencia nos está forzando a pensar sobre la definición de libertad de expresión y si hay que ponerle un límite, porque si esta limita la del otro, quizás no deberíamos tener tanta. En EE.UU. la libertad de expresión es sacrosanta, en cambio en Europa por la historia de varios países de allá, hay ciertas cosas que sabemos que no se pueden decir en público. Hay una tensión que nos está obligando a pensar cómo enfrentarla.

¿Cómo lograr el equilibrio entonces?

-Esa tensión es algo difícil de controlar, pero sí podemos construir mejores arquitecturas y plataformas para incentivar lo mejor de las personas y desincentivar nuestros peores instintos, porque cada uno de nosotros albergamos luz y oscuridad. Muchas de estas tecnologías han sido optimizadas para incentivar la oscuridad. Por ejemplo, se habla de Youtube como el rabbit hole, una madriguera donde te metes en el hoyo y no sales, estás yendo de video en video y puedes acabar en videos extremistas. Estas plataformas han sido diseñadas para eso, para hacer que estés ahí todo el tiempo que haga falta. Creo que podríamos repensar el diseño de estas tecnologías para que incentiven a que mostremos lo mejor de nosotros.

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