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Opinión

28 de Abril de 2021

Columna de Ernesto Águila: La debacle: ingredientes y consecuencias

Foto referencial: Agencia Uno.

El desenlace del tercer retiro ha dejado en evidencia que el Gobierno casi no gobierna, que no conecta con la sociedad, que es percibido como indolente y poco creíble, y que tampoco tiene el apoyo de sus partidos y parlamentarios. Incluso ya no cuenta con la incondicionalidad del último enclave neutralizador de la voluntad popular, el Tribunal Constitucional.

Ernesto Águila Z.
Ernesto Águila Z.
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Cuesta recordar una derrota política tan contundente como la que acaba de sufrir el presidente Piñera. No se trata sólo del deterioro de un liderazgo o de una coalición, sino de un proceso de desmoronamiento institucional mucho más profundo. La sensación de desgobierno se ha instalado y sus consecuencias están aún por verse en los próximos días y semanas.

¿Cómo se gestó esta debacle? Los ingredientes son varios. Por un lado, una mezcla de ideologismo, impericia política y la propia personalidad presidencial. Por otro, procesos más estructurales derivados de una crisis social e institucional que se manifestó con crudeza el 18-0, que se fue agravando con la pandemia y que no termina de asumirse. Finalmente, una presión social que se hizo sentir y que fue determinante, con caceroleos en los barrios y, esta vez de manera decisiva, con la presencia del mundo sindical de sectores económicos estratégicos.

“¿Cómo se gestó esta debacle? Los ingredientes son varios. Por un lado, una mezcla de ideologismo, impericia política y la propia personalidad presidencial. Por otro, procesos más estructurales derivados de una crisis social e institucional que se manifestó con crudeza el 18-0, que se fue agravando con la pandemia y que no termina de asumirse”.

El desenlace del tercer retiro ha dejado en evidencia que el Gobierno casi no gobierna, que no conecta con la sociedad, que es percibido como indolente y poco creíble, y que tampoco tiene el apoyo de sus partidos y parlamentarios. Incluso ya no cuenta con la incondicionalidad del último enclave neutralizador de la voluntad popular, el Tribunal Constitucional. Este último no estuvo dispuesto, esta vez, a hacer el trabajo que el propio presidente y su equipo político no habían sido capaces de hacer. De paso se puso a salvo de que este episodio fuera su lápida final y en un ajuste de cuentas interno comunicó que su presidenta María Luisa Brahm ya no es la llave para una mayoría conservadora en el TC.

En el origen de la debacle hay también una alta cuota de ideologismo. Ese apego irracional a las esencias del modelo que emanan del “segundo piso” impidió al Gobierno abrirse a ayudas sociales universales y, por el contrario, lo hizo persistir en un enfoque de focalización, en un país en que la clase media tiene bastante de mito y cuyas débiles fronteras terminaron de ser borradas por la pandemia. El prurito ideológico antipolíticas universalistas explica en buena medida por qué el Gobierno llegó siempre atrasado y de manera insuficiente con sus ayudas sociales.

Frente al vacío que dejaba el enfoque focalizador, la ciudadanía fue encontrando una solución “universal” en sus propios ahorros previsionales. Una solución injusta porque implica financiar la crisis con los propios recursos de las personas, pero que en la desesperación y ante la indolencia del Gobierno fue adquiriendo la forma de una solución viable y concreta. Por lo demás, el horizonte de pensiones miserables tampoco generaba un apego especial a esos ahorros ni menos a sus administradoras, las AFP.

No abrirse a una renta básica universal de emergencia tempranamente despejó el camino a los tres retiros de fondos de pensiones. El cuarto podría ser el propio proyecto presentado por el Gobierno. El resultado permite paliar la crisis en lo inmediato, pero deja a varios millones de personas sin ahorros previsionales y el sistema de AFP habrá perdido la poca legitimidad que le quedaba. Como saldo de esta crisis se instalará la necesidad de reconstruir un sistema de seguridad social y de generar cuantiosos recursos para su financiamiento.

Tampoco está ausente de la actual crisis la impericia del comité político. Desde que hace unos días atrás se conoció una “carta al director” de cinco ministros apoyando al presidente, quedó claro que la gestión política no estaba en buenas manos. Luego el diseño de un nuevo proyecto de retiro, sin asegurar los votos en el Congreso ni en el TC, dejó en evidencia que este equipo político carecía de la solvencia necesaria y que su relevo es sólo una cuestión de tiempo.

“Tampoco está ausente de la actual crisis la impericia del comité político. Desde que hace unos días atrás se conoció una “carta al director” de cinco ministros apoyando al presidente, quedó claro que la gestión política no estaba en buenas manos”.

Mención aparte es la incidencia de la personalidad del presidente en la crisis. Desconectado, jugando en los límites. Obcecado e impulsivo. Apostando y doblando la apuesta, hasta perderlo todo. Conduciendo a su sector por caminos impopulares a escasas semanas de elecciones decisivas, incluidas las estratégicas elecciones de constituyentes. La posibilidad de que la ciudadanía vea en el intenso ciclo electoral que se avecina un gran plebiscito sobre la gestión del presidente y su Gobierno puede llevar a la derecha a una debacle electoral.

No se puede concluir un balance de este episodio sin señalar el factor decisivo que significó la presencia de una movilización social constante que algunos creían sepultada bajo la pandemia y sus rigores. La situación económica sigue siendo apremiante y persiste un malestar latente. A pesar de las cuarentenas, estado de excepción y toque de queda en casi todo el territorio, las personas lograron manifestar su descontento y en esta oportunidad con una presencia activa de algunos de los gremios de trabajadores más importantes, lo que resultó desequilibrante para el éxito de la movilización social.

Esta presión social actuó como disuasivo para una oposición que esta vez fue capaz de mantenerse unida, resistiendo las tentaciones de involucrarse en una negociación que le ofrecía el Gobierno. También fue clave para lograr los votos necesarios en la derecha más sensible y conectada con el ciclo electoral que se avecina.

No cabe duda de que este episodio tendrá consecuencias. Está en juego la credibilidad del presidente en cuanto a su capacidad de dar gobierno al país en el año que resta de su mandato, así como la posibilidad de que este episodio incida en los resultados de las elecciones que se avecinan el próximo 15 y 16 de mayo. El presidente, el Gobierno y la derecha tienen poco tiempo para intentar revertir esta severa derrota. Y la oposición, una oportunidad inmejorable para capitalizar política y electoralmente el escenario que se ha abierto.

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