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4 de Mayo de 2021

El hombre de los títeres de 31 Minutos: Viuda de Armando Jofré cuenta la vida juntos antes de su muerte por Covid

Luego de su fallecimiento por coronavirus, el encargado de armar los títeres de los famosos personajes de 31 Minutos dejó proyectos inconclusos y una vida llena de recuerdos. Eso dice su viuda, Viviana González, quien en esta entrevista cuenta la historia que los unió por casi 25 años. En su testimonio describe a un hombre cariñoso, atento, detallista y con una capacidad creativa por la que sus cercanos lo llamaban “artista”.

Por

“Yo me voy a morir joven, igual que mi papá”. 

Esta fue la predicción que Armando Jofré le hizo a su esposa Viviana Gonzáles (46) durante sus primeros años de matrimonio. Temístocles Jofré, su padre, había fallecido el 12 de mayo de 1999 en el Hospital Barros Luco, a los 43 años, a causa de un accidente cerebrovascular. Ellos se habían casado dos años antes y a ella le dolía que él hiciera ese tipo de comentarios.  “Últimamente lo tenía convencido de que íbamos a llegar a viejitos juntos”, rememora, con la voz quebrada.

Viviana recuerda un momento exacto del pasado sábado 17 de abril, minutos antes de que Armando, enfermo de Covid-19, fuera intubado. Conversaron por teléfono y él le explicó que los médicos habían sugerido ese procedimiento. Ella le pidió que no la dejara sola. “Quédate tranquila, si esto va a pasar”, le replicó él. Fue la última vez que hablaron. Armando falleció cinco días después, a las 3.50 de la madrugada, debido a una falla multiorgánica causada por el coronavirus.

Ella le pidió que no la dejara sola. “Quédate tranquila, si esto va a pasar”, le replicó él. Fue la última vez que hablaron. Armando falleció cinco días después, a las 3.50 de la madrugada, debido a una falla multiorgánica causada por el coronavirus.

Dice que siente su ausencia. Y se llena de recuerdos de Armando, conocido como el titiritero de 31 Minutos. La imagen de él trabajando de noche -hora en que era más productivo-, mientras veía televisión en el taller de su casa en La Pintana, sigue en su retina. El olor a Agorex que ocasionalmente había cuando debían pegar telas y el desodorante ambiental con el que ella intentaba camuflarlo también están presentes en su memoria.

Ella también contrajo la enfermedad y sigue luchando con sus secuelas físicas. Le cuesta respirar y tose muy seguido. Estas dificultades han hecho que el taller donde nació todo un mundo de singulares personajes, hoy esté abandonado, con ropa limpia apilada en los mesones. Viviana no ha podido ordenarlo debido a su cansancio extremo.

¿Cómo describiría a Armando?

-El era una persona de un corazón muy lindo. Si él se podía sacar la ropa y dársela a alguien que lo necesitaba, lo hacía. Era muy bondadoso.  Era muy alegre.  Le gustaba estar achoclonado con la familia.

¿Venía de una familia grande?

-No, su familia es súper chiquita. Era él, su hermana y su mamá. El papá falleció joven. Le dio un aneurisma cerebral. 

¿Le gustaba estar siempre rodeado de gente?

-Por él, ojalá estuviera toda la familia cerca. Y los fines de semana le gustaba compartir mucho con los sobrinos. Yo soy de familia grande, nosotros somos cinco hermanos. Y él quería mucho a los hijos de mi hermana. Siempre nos juntábamos para hacer asados. Era muy sociable. Sus cumpleaños eran especiales, porque él estaba de cumpleaños el 19 de septiembre, entonces era panorama para toda la familia. Ese día llegaban todos acá. No faltaba el asado, a pesar que él no era muy bueno para comer carne. Para él, planear un asado significaba compartir, familia, estar todos juntos, y eso a él le encantaba.

¿Recibían siempre a la familia en su casa?

-Nosotros hacíamos todo en la casa. No teníamos un patio grande y ya está casi todo construido. Esta casa era de mi mamá. Adelante el patio es un poco más grande, porque tiene entrada de auto, y ahí siempre nos juntábamos todos. Esto queda en La Pintana, en Pasaje Paicaví.

¿Armando era más de familia o de juntarse con amigos?

-Armando tenía muchos amigos, de la infancia, del colegio. Todos los amigos siempre lo han querido mucho. Pero no era de juntarse los fines de semana con los amigos, era más casero, más familiar. Pero igual compartía con sus amigos. Siempre le gustaba estar acompañado.

EN UNA TIENDA DE FOTOS

¿Cómo nació el taller?

-Era una ampliación que estaba hecha acá en mi casa y en un principio nosotros vivíamos acá. Teníamos los dormitorios, la cocina, el living. Y después, con el tiempo, nos fuimos agrandando y ampliando. Siempre fue taller de corpóreos o títeres. Todo esto surgió por necesidad. Estábamos por casarnos, Armando quedó sin trabajo y entró a trabajar a una tienda de disfraces. Eso fue a finales de 1996, porque en el 97 nos casamos. Ahí empezó a crear los corpóreos. Empezó a hacerlos sin saber hacer nada, sin saber coser ni nada. Él empezó en la tienda, en ese momento nosotros no teníamos el taller. Con los años, los clientes lo empezaron a buscar a él directamente y empezábamos trabajos nosotros en la casa. Teníamos nuestros trabajos, y trabajábamos en la casa los fines de semana. Después con los años fuimos armando el taller. Nos independizamos y yo dejé mi trabajo. 

¿Cómo se conocieron?

-Yo trabajaba en un laboratorio fotográfico. Fue ahí donde conocí a Armando. Yo era printer y él despachaba fotos. Él era el hijo de la jefa del local. Yo conocí primero a mi suegra y después al hijo. Esto quedaba en el caracol de Frankiln. Ahí nos conocimos y trabajamos hartos años. Era una tienda independiente que se llamaba Maxicolor y quedaba en el primer nivel. A mí no me gustaba nada la fotografía: yo trabajaba en una tienda de ropa de guaguas, pero la dueña la cerró y me mandó al laboratorio. Para no dejarme sin trabajo me dijo “te quedas acá”. Esto fue en 1995 más o menos. Ahí conocí a Armando, pololeamos un año y nos pusimos los compromisos para casarnos. Él siempre fue muy tierno, muy caballeroso, siempre servicial, muy atento. Tenía pequeños detalles que a una la enganchaban. El llevarme el desayuno, por ejemplo. Siempre me regalaba flores. Nosotros enganchamos súper bien desde un principio. Él me venía a dejar todos los días a la casa. Cuando era muy tarde, mi papá no dejaba que se fuera. Decía “se cerró el convento” y ponía llave a la casa. Dormía Armando con mi papá en mi dormitorio y yo dormía con mi mamá. Armando fue súper querido en mi familia apenas llegó. Era una persona que lo querían altiro. Todos sus sobrinos, sus primos, sus tíos, amigos, vecinos, todos lo querían mucho.

¿Desde pequeño él era así?

Sí, y siempre fue súper trabajador. Vivió en La Granja, con su abuela, su mamá y su papá, y después en Puente Alto. Me decía que vendía cilantro en la feria junto a un tío. Siempre armaba cosas para los niños. Para las fiestas de Navidad se vestía de payaso; siempre estaba haciendo algo. Además fue autodidacta con sus manos. Una vez se le ocurrió hacer un closet. Yo le dije “¿Cómo vas a hacerlo, si nunca lo has hecho?”. Lo fabricó y sólo tenía un detalle: los cajones no cerraban bien. Pero nos sacó de apuros por hartos años. 

Me decía que vendía cilantro en la feria junto a un tío. Siempre armaba cosas para los niños. Para las fiestas de Navidad se vestía de payaso; siempre estaba haciendo algo. Además fue autodidacta con sus manos. Una vez se le ocurrió hacer un closet. Yo le dije “¿Cómo vas a hacerlo, si nunca lo has hecho?”. Lo fabricó y sólo tenía un detalle: los cajones no cerraban bien.

¿Hacía otro tipo de manualidades? ¿Dibujaba, pintaba?

-No era de dibujar o pintar, pero sí hacía bosquejos de repente. Pero normalmente trabajaba sin bosquejo, lo sacaba todo de su mente. La tela la cortaba sin molde. Tomaba la esponja y la empezaba a tallar, a cortar. Y me decía “¿ves esto? Esto va a quedar así, aquí va a ir la cabeza, aquí van a ir los ojos”. Yo lo miraba y le decía “estás loco, eso es una pelota, no tiene forma de nada”. Y él me decía “es que tienes que tener visión”. Todos decíamos que él era un artista. Lo molestábamos, le decíamos: “ya, el artista hoy no está inspirado”. Porque había días que se demoraba 20 minutos en hacer algo y otras veces necesitaba semanas para poder crear algo. 

PERSONAJES FAVORITOS

¿Cuáles fueron sus primeras creaciones?

-En corpóreos, cuando estábamos por casarnos, en ese tiempo era el boom de Cachureos. Sobre todo del Epidemia. Hicimos hartos Epidemia. Vendimos harto y con eso hicimos plata para el matrimonio. Y con 31 Minutos, el primer títere que hizo fue el César. Trabajamos con ellos desde los inicios de 31 Minutos. 

¿Él tenía algún personaje favorito?

-Armando cada vez que terminó un trabajo o un corpóreo decía: “Oh, me quedó hermoso, me quedó lindo”. Siempre lo encontraba especial. Pero también había algunos que no le gustaban. A veces tenía un trabajo por la mitad hecho y lo desarmaba y empezaba de nuevo. Era súper perfeccionista. Tenía un cariño especial por cada títere que hacía. Sentía orgullo cuando los veía en la tele. Él decía “¡Ese lo hice yo!”, cuando veía un comercial de telefonía, por ejemplo. Y cuando fuimos a Viña del Mar, fue súper emocionante. Ver tanta gente que gritaba cuando veía los muñecos ahí en el show. Sentimos una alegría y un gozo en el corazón porque había trabajo nuestro ahí. 

¿Tenía un personaje regalón?

-Quizás el Guaripolo, el Anacleto, el Freddy Turbina. Hay muchos en verdad.

¿Cuántos títeres hicieron en total?

-No tenemos un aproximado de cuántos personajes hicimos en total. Hay muchos personajes que son extras y que nos pedían como la matriz, que es cabeza, cuerpo, manos, y allá en Aplaplac les daban diferentes caracterizaciones. Les ponían ojos, pelucas, etc. De hecho, una vez hicimos unas momias -las del video de la canción Severlá- y recuerdo que fue mucho trabajo, porque las envolvimos todas en gasa, y les echábamos látex. Era un proceso súper lento, porque se tenía que secar. Cuando vimos las momias en la tele nos dio mucha risa porque les habían puesto ropa. 

DE AMANECIDA

¿Cómo se dividían el trabajo?

-Yo siempre lo apoyé con la creación, pero más dedicada a la costura. Él era el que los creaba y sacaba los modelos. Yo cosía y pegaba. Comprábamos las telas en Independencia, en Patronato, o en Puente Alto. De repente había que recorrer muchas tiendas para encontrar el tipo de tela o el color que nos pedían. 

¿Cómo era la rutina de trabajo de Armando?

-A él le gustaba trabajar de noche. Costaba harto que se levantara. Yo siempre le decía que se acostara más temprano para que se levantara más temprano, pero le gustaba trabajar de noche. Al comienzo fue por un tema de necesidad, porque como él tenía su trabajo, lo extra lo hacía de noche. Pero se quedó con esa costumbre. Cuando ya se retiró de su trabajo y estaba todo el tiempo en la casa, seguía acostándose tarde. Se ponía a ver películas y trabajaba. Siempre fue muy bueno para ver tele. En el taller tenemos una tele grande y él nunca la apagaba. Yo a veces le decía que pusiera música mejor, pero siempre le gustó ver tele. Cuando había mucho trabajo, podía amanecerse en el taller. Pero últimamente yo ya le tenía prohibido que se amaneciera. Lo más temprano que se acostaba era a las 00.30 ó a la 1.00. 

¿Cómo lo hacían con sus hijos con estas rutinas de trabajo?

-Tengo dos hijos. Siempre tuve apoyo de mi mamá para cuidarlos mientras nosotros estábamos en el taller. Pero ellos ya estaban grandes cuando nosotros nos amanecíamos. El mayor tiene 23 años y el más chico 18. Sus cumpleaños siempre eran con disfraces. A todos los niños les gustaba venir a los cumpleaños de mi hijo mayor, el más chico no fue tan así. Pero siempre con disfraces, corpóreos o cosas así.

¿Sólo se dedicaban a los títeres?

-Ahora con el tema de la pandemia, cuando las ventas bajaron, también hicimos bolsas de pan, delantales de mezclilla para el día del padre. Él siempre estaba pensando en qué hacer. Nunca dijo “yo hago sÓlo títeres y nada más”. Él hacía de todo. Se reinventaba constantemente. Ahora último nos habíamos comprado un plotter, estábamos estampando poleras. Siempre complementando el trabajo. 

¿La pandemia afectó mucho el trabajo? 

-Hacíamos trabajos a pedido. Por la pandemia, las ventas nos bajaron mucho. Yo estaba postulando a licitaciones en Mercado Público y ganamos varias; entre estas, los corpóreos de Conaf. Hicimos 31 corpóreos el año pasado. Nos estaba yendo bien con las licitaciones. Empezó el tema del estallido social, luego la pandemia y eso bajó. Fue un bajón muy grande. Ahí empezamos a reinventarnos haciendo de todo un poquito. Postulé al Reactívate, que era un fondo concursable que salió por la baja de las ventas por la pandemia, Y gané. Con esa plata nos compramos un plotter, impresora, computador y empezamos con las impresiones. Empezamos a estampar. Gracias a Dios, nunca nos faltó nada. Nuestro trabajo se difundía por el boca a boca, amigos, también por Instagram él subía cosas. 

LA DESPEDIDA

¿Cómo la afectó a usted el Covid?

-La tos no me dejaba hablar bien. No respiraba bien, no saturaba bien. De hecho me tienen prohibido hablar mucho. Los dos nos infectamos con Covid. Yo pienso y saco cuentas que él pudo haberse contagiado el 7 de abril. Ese día Armando fue a una productora a dejar unos títeres y después pasó a echar bencina. Y pasó a Chile Express. Por ahí puede haber sido que se haya enfermado. Pero no sé realmente. Nosotros el día 9 nos pusimos la segunda dosis de la vacuna y el sábado 10 nos empezamos a sentir mal. El martes 13 nos hicimos el PCR, y el jueves nos avisan que estábamos positivos. El sábado a Armando se lo llevaron de la casa en ambulancia al hospital. Le costaba mucho respirar. Y tenía mucha tos. Yo también, pero él estaba más complicado. Yo no me fui al hospital. 

¿Dónde se lo llevaron? 

-Él estuvo en el Hospital Padre Hurtado y el domingo 18 en la madrugada lo trasladaron a la Clínica Indisa. Lo intubaron altiro. Él me llamó el sábado 17 para avisarme que lo iban a intubar. Estaba preocupado por mí. Me decía que iba a estar todo bien, que los médicos le habían dicho que en ese momento lo mejor era intubarlo y que tenía que tener paciencia porque iba a ser para largo. Después pidió hablar con los niños. Yo le dije que no me dejara sola. Y él me dijo “quédate tranquila, si esto va a pasar”. Le costaba mucho hablar. Lo que más me decía era que me cuidara yo, que fuera al médico. 

¿Él tenía alguna enfermedad?

-Era hipertenso. Años atrás fumaba, pero lo había dejado. Ahora fumaba tres o cuatro cigarros al año. Y no hacía ningún deporte.

¿Recuerda alguna conversación importante que tuvo con él?

-Siempre conversábamos sobre la muerte. Yo le decía que yo quería llegar a viejita con él. Y él, años atrás, siempre decía “yo me voy a morir joven, igual a mí papá”. Y yo una vez lo reté y le dije que tenía que cuidarse para que no me dejara sola. Así que últimamente lo tenía convencido que íbamos a llegar a viejitos juntos. No es que a Armando le diera miedo llegar a viejo, sino que él presentía que se iba a morir joven. Y así fue. Dios lo quiso así. 

Siempre decía “yo me voy a morir joven, igual a mí papá”. Y yo una vez lo reté y le dije que tenía que cuidarse para que no me dejara sola. Así que últimamente lo tenía convencido que íbamos a llegar a viejitos juntos. No es que a Armando le diera miedo llegar a viejo, sino que él presentía que se iba a morir joven. Y así fue. Dios lo quiso así. 

¿Tuvo algún último proyecto sin terminar?

-Últimamente él se había obsesionado en ampliar la casa. Quería hacer un segundo piso, y yo no quería. Le decía que no, para qué, si la casa igual es grande. El me decía que podíamos ampliar el taller. Y con el 10% de la AFP dijo que lo hacía. Él era súper partner con sus hijos, así que los convenció y estaban los tres en contra mía. Y empezaron a hacer la ampliación pero no alcanzó a terminarla. 

¿Cómo está el taller hoy día?

-Es todo un desastre. Desde que nos enfermamos, quedó todo tirado ahí. Y ropa que he ido lavando la estoy dejando encima del mesón. No he tenido fuerzas para hacer nada. El taller es un mesón grande, lleno de telas por todas partes. Hay una tele gigante; y alrededor hay máquinas, sillas donde trabajaba él, donde trabajaba yo. Cuando trabajábamos con Agorex y esponja, siempre quedaba pasado a Agorex. Pero cuando trabajábamos con telas, solo había olor a telas. Yo siempre estaba echando ambiental, Lisoform. Con el tema de la pandemia, echaba a cada rato, por todas partes. Si yo no sé cómo nos fuimos a infectar. En la entrada de la casa tengo amonio cuaternario. Cuando llegábamos nos limpiábamos por todas partes, siempre con alcohol gel en el auto. Por falta de precaución no fue.

¿Cómo seguirá recordando a Armando?

-Era mi gordo lindo. Ese era mi apodo para él. “Gordo”, “amor”. Así nos tratábamos. Él me decía “cosita”, “gorda”. Los dos siempre fuimos muy compañeros, muy partner. Siempre andábamos juntos para todas partes. Yo a veces le decía “voy a tomar un colectivo y voy a ir al banco”. Y él me decía “No, no, no. Espérame, yo te llevo”. Yo no manejo, así que él siempre me llevaba a todas partes. Familiares me preguntaban por qué no aprendía a manejar, y yo les decía que para qué, si tengo mi chofer. A él no le gustaba andar solo, siempre le gustaba andar conmigo. 

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