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4 de Mayo de 2021

Escribir el futuro | María José Navia: Todavía

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Todavía

Te piden escribir sobre futuro y el futuro desaparece. 

Piensas que el futuro ya no lo imaginas blanco. Ni minimalista. 

Tampoco rápido.

Que no le creerías a ninguna película de ciencia ficción que te muestre un mundo sin mugre. Que donde alguna vez imaginaste máquinas y computadoras, ahora ves tierra. 

Ves menos y el más te da susto. Porque el más no hizo bien. 

Piensas menos y sucio. 

Piensas menos y lejos. 

Piensas menos y lento. 

El futuro no era el de Los Supersónicos

Ni el de 2001: Odisea del espacio.

Fanny Howe tiene unas líneas que te gustan mucho que dicen que el futuro es solo el pasado reconociéndose en otro lugar. 

Piensas en el futuro menos. Y de todas formas desaparece.

Piensas que hay que escucharlo desde otro lugar. 

Piensas en historias que se transforman. En casas grandes y lejos de las ciudades y habitadas por grupos de amigos. Piensas en otras formas de quererse y de cuidarse. En nuevas formas de contar que no pretendan saberlo todo.

Piensas que en el futuro habrá que seguir teniendo cuidado. 

Y hacerse otras preguntas.

Piensas, crees, quieres creer, que importarán cosas distintas. 

Y esperas que la literatura tenga un lugar ahí. 

Piensas en el futuro y no puedes escribir sobre el futuro. Tus novelas (las que escribes ahora en un presente en pausa) viajaron a 1900 o se salieron de órbita. Quizás para pensar también el tiempo desde otro lugar. 

Tal vez la literatura será el único viaje que importe. 

Y a ti siempre te dio miedo volar.

Piensas mucho en lo que significa cuidarse. 

Piensas que el futuro no será blanco ni un pasillo aséptico de nave espacial con puertas que se abren solas. 

Piensas en un relato de Amber Sparks en el que una mujer va a expiar sus culpas haciendo el aseo en una estación espacial. 

Y el mundo allá afuera es enorme y su dolor también. 

El nombre del libro es “The Unfinished World”: el mundo incompleto. El mundo sin terminar.

Piensas e imaginas un cuento en el que solo quedan tres personas en el planeta. 

Dos hermanas con la hija de una de ellas. 

Piensas que la historia de dos hermanas es una historia de amor. 

Piensas que la historia de una tía con su sobrina es una historia de amor. 

Un amor que se reconoce desde otro lugar.

Piensas que tus tres personajes marcarían un final de mundo y, sin embargo, te resistes a pensarla como una historia triste. 

Los últimos años de tres personas pueden estar llenos de momentos felices. 

Piensas y ves a esas dos mujeres, conversando sentadas en un escalón afuera de una casa. Piensas y ves a una niña que corre frente a ellas, improvisando pasitos de baile. Tal vez, incluso, una canción. Piensas y ves que están rodeadas de árboles y plantas y que pueden perfectamente alimentarse de ellas. Piensas que ese no es su problema. Que tal vez este cuento no tiene un problema sino que está lleno de brotes que germinan para vivir muy poquito. 

O semillas.

Piensas en las cosas que tienen un tiempo limitado sobre la tierra.

Piensas en el futuro de esos personajes y el futuro desaparece.

Piensas que esas hermanas están sonriendo. 

No porque no sepan lo que les espera.

(Lo saben).

Sino porque la suya es todavía una historia feliz.

Y eso, ahora, en este momento, es lo único que importa. 

Piensas en el futuro y el futuro es un mundo incompleto.

Un mundo sin terminar.

Piensas en el futuro y hay futuro todavía.

*María José Navia es escritora y académica. Autora de la novela “Kintsugi” (2018) y de los relatos “Lugar” (2017) y “Una música futura” (2020).

Revisa todos los capítulos de “Escribir el futuro” AQUÍ.

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