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Opinión

6 de Mayo de 2021

¿Qué presente queremos vivir y convivir?: texto inédito de Humberto Maturana

Humberto Maturana. Crédito foto: Flickr, licencia creative commons.

En 2016, el periodista Pedro Bahamondes le pidió a Humberto Maturana una columna sobre cómo preveía el futuro para la especie humana y qué aspectos debían torcerse para provocar un cambio total en la manera en que nos vinculamos. Él escribió entonces este texto. Aún no había estallido social ni pandemia, y sin embargo sus palabras son pertinentes hasta hoy, en medio de un proceso constituyente y la vida post Covid.

Humberto Maturana
Humberto Maturana
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Como seres humanos vivimos y convivimos en un presente de mucha desarmonía y fragmentación psíquica-corporal: ¿por qué? Porque convivimos como si pensásemos que todo lo bueno, todo lo deseable, todo lo de calidad en la convivencia se obtuviese en la competencia, en la lucha, en el esfuerzo y en la búsqueda del “éxito” que en este presente consiste en alcanzar el “poder” que nos da el dinero y la certidumbre de la verdad. Y para alcanzar este “poder” nos enajenamos en tener que hacerlo mejor que otro… y hasta en la propaganda radial decimos el que pestañea pierde, ¿pierde qué?

Además tenemos argumentos que decimos que son científicos para pensar así, y que oscurecen nuestro entendimiento.  

Nosotros somos el presente de una historia evolutiva de millones de años que describimos en nuestro pensar cultural como la lucha continua por los medios de subsistencia, en una competencia en la que sobreviven los mejores… los más aptos.  Pero no ocurre así. 

“Nosotros somos el presente de una historia evolutiva de millones de años que describimos en nuestro pensar cultural como la lucha continua por los medios de subsistencia, en una competencia en la que sobreviven los mejores… los más aptos. Pero no ocurre así”.

En el mundo biológico no hay competencia.  El competir es un emocionar estrictamente humano, es un fenómeno cultural que requiere de la reflexión pues ocurre como un acto que busca consciente e inconscientemente negar al otro, a los otros, y en el cual nos negamos a nosotros mismos pues el otro pasa a ser el referente de la calidad de lo que hacemos.

¿Cómo se sale de esta trampa? Desde entender que nosotros los seres humanos somos los únicos seres vivos que vivimos en la reflexión que ve al otro, a los otros y a nosotros mismos desde donde podemos actuar desde la consciencia de nuestros más íntimos deseos de bien-estar.

De hecho, si nos detenemos a mirar nuestra historia evolutiva encontramos que en ésta lo central ha sido la colaboración, el cuidado recíproco, la ayuda mutua, la búsqueda e invención de formas de generar y de compartir el bien-estar en la convivencia de manera intencional. Si somos finos como observadores podemos ver que otros seres vivos que no conviven en el lenguaje también se ayudan y cooperan orientados desde sus sentires íntimos hacia su bien-estar.  Lo peculiar en nosotros como seres humanos, como personas, es que esto ha sido el eje de nuestra historia evolutiva cultural porque la ayuda mutua consciente pertenece a nuestro actuar reflexivo en nuestro vivir y convivir cotidiano.

La historia evolutiva de los seres vivos en el cosmos, que surge con nuestro explicar como seres humanos nuestro vivir y convivir con las coherencias de la realización de nuestro vivir y convivir, ocurre en la forma de una deriva evolutiva espontánea que sigue un curso determinado en cada instante por la sensorialidad del organismo en la conservación de la realización de su vivir.  Todos los seres vivos ahora vivientes somos el presente de variaciones de las formas de realización del vivir que se han producido y conservado desde el origen de los primeros seres vivos en la tierra hará unos tres mil ochocientos millones de años. 

Lo que digo en estas líneas se enmarca en el presente cultural de nuestro vivir en este proceso evolutivo ya que como personas somos los únicos seres vivos que podemos conversar y reflexionar sobre si queremos o no queremos hacer lo que hacemos, y somos los únicos que de hecho sabemos de manera reflexiva lo que hacemos en el momento de hacerlo, a menos que padezcamos de algún daño psíquico.  Y somos a la vez los únicos que podemos inventar teorías para justificar lo que hacemos o no hacemos, ya sea en la honestidad o mintiendo a otros o a nosotros mismos, porque siempre sabemos cuando lo que estamos haciendo o queremos hacer no se hace en nuestro convivir cuando queremos convivir … pero movidos por alguna ambición íntima o una adicción al poder que no queremos confesar… insistimos en querer hacerlo.   

Ahora vivimos un presente social-cultural que no nos gusta, que nos genera estrés, dolores psíquicos por las emociones que van surgiendo, como miedo, ansiedad, desconfianza, inseguridades o angustias y con ello desarmonías fisiológicas y enfermedades como fibromialgia, depresiones, obesidad, crisis de pánico, y un largo etc.  Y lo peor es que lo sabemos, porque cuando sucede y nos confrontamos con actos no honestos o de corrupción cultural, nos indignamos. 

“Ahora vivimos un presente social-cultural que no nos gusta, que nos genera estrés, dolores psíquicos por las emociones que van surgiendo, como miedo, ansiedad, desconfianza, inseguridades o angustias y con ello desarmonías fisiológicas y enfermedades”.

Es en este presente social cultural en que vivimos donde al afirmar que queremos un vivir y convivir en el bien-estar que nos encontramos con la noción de democracia como un modo de vivir y convivir deseable, y encontrándonos con que no sabemos como se hace, buscamos crear instituciones que nos aseguren ese modo de convivir… que no sabemos como hacer. 

Pienso que ese modo de convivir es sencillo y simple, pensamos que el convivir democrático resulta de escoger un modo de individual ético de vivir como guía de nuestro convivir, y no de una declaración de intención. Y esto entendiendo que la conducta ética ocurre como una dinámica relacional donde cada persona es responsable de sus actos en el deseo consciente de no dañarse a si mismo/a, a otros/as ni la comunidad ni al ámbito ecológico en la que vive.

“La conducta ética ocurre como una dinámica relacional donde cada persona es responsable de sus actos en el deseo consciente de no dañarse a si mismo/a, a otros/as ni la comunidad ni al ámbito ecológico en la que vive”.

Esto es, pienso que si en verdad queremos convivir nos encontraremos espontáneamente viviendo y conviviendo en el mutuo respeto, en el respeto por nosotros mismos, en la honestidad, en la ética social, en la  equidad, en la colaboración y en el conversar reflexivo, en el deseo de conservar ese convivir.  Y en este proceso nos encontraremos también sin darnos cuenta en un convivir democrático, dispuestos a no hablar más de la oposición en los procesos de Gobierno sino que hablando de la colaboraciónEsto es simple… si es que queremos convivir. 

Por esto, queridos conciudadanos, nuestro presente y nuestro futuro ocurrirán según cómo contestemos esa sencilla pregunta, ¿Queremos o no queremos convivir?

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