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Entrevista Canalla

20 de Mayo de 2021

Macarena Venegas: “Yo no soy una huevona ajena a la realidad”

La abogada postuló a constituyente por el distrito 12 y perdió, justamente por la paridad: un hombre la sacó de la Constitución. Y ahora empieza a reconstruirse. Aquí habla de su vida política, de su soledad, del amor, del presente y lo que viene.

Por

De pronto, ese domingo 16 de mayo, a ella le dijeron con voz de acero: “Se acabó”. Un hombre concreto, uno de sus leales, en medio del conteo de votos, en medio de la histeria, se acercó a Macarena Venegas, la postulante, su líder, y le dijo:

-Ya fue.

O le dijo:

-No se pudo.

O tal vez:

-El sueño de la Constitución se fue a la cresta.

-¡Pero si saqué más de 17 mil votos!- explotó ella, descompuesta.

Se refería, desesperada, a las inclemencias del distrito 12 (Puente Alto-Pirque-La Pintana-La Florida). Una masa anónima la rayó en la urna y de todos modos quedó en la mitad. Ella, una independiente apoyada por la derecha tibia, el mundo Evópoli de tonos pastel, inscribió su candidatura levantando un brazo y exigiendo, como su slogan, lo siguiente: …JUSTICIA PARA TODOS…

Recorrió, dice, las penumbras de la zona. Repartió panfletos en los semáforos. Hizo puerta a puerta, pero, responsable, únicamente se quedó en la puerta. Se introdujo en el Chile hondo. Conoció La Pintana, su plaza, todo. Un día le dijo a la multitud: “Lucharé por viviendas dignas”. Y puso los zapatos en todas las ferias, clavó el taco en el barro. Una señora una vez le gritó: “Vos soi de la UDI”. Y Macarena, sin hablar, le lanzó una mirada equipada con silencio expresivo. Luego le dijo: “No, señora, soy independiente apoyada por Evópoli, soy una liberal que anhela un mundo mejor”. Y se abrazaron. Y su equipo de trabajo, de seguro, levantaba las consignas: Vote Venegas, vote por la Jueza, la verdadera, oriunda de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, una exponente del derecho y de la semi derecha, criada en una clase media con carácter, egresada del colegio Divina Pastora de Pedro de Valdivia, católica pero a la vez libertaria, hija de un ingeniero, dos hermanos hombres. Practicó el surf en un momento de naturismo juvenil, y luego el baile, el teatro. Es mitad artista y mitad abogada con tendencia hacia el mateísmo. Y en la actualidad podemos adherir a su currículum dos magísteres, y uno que empezará el viernes, y un montón de éxito en sintonía.

Pero, uf, así y todo, perdió.

Ese domingo el tipo se lo dijo de frente.

Alguien lo comunicó con la voz abatida. 

-Es la paridad.

-¿Qué?

-Eso, la paridad. Entró un hombre para equiparar el distrito.

Crédito: Agencia Uno

En definitiva, un hombre la dejó afuera de la nueva Constitución: y fue el hijo del Cote Ossandón, los patrones de Puente Alto, los lais de la orilla de Santiago. Ella lo superó en los votos, pero no en el conducto formal. Uno de estos tantos Ossandón, un Manuel José, un Cote más, ingresó con fórceps a la asamblea. 

Y Macarena Venegas, notificada de que el telón había caído, se puso a llorar.

-Lloré como una niña.

-¿Con hipo?

-Creo.

De manera que, piensa Macarena, ésta es la historia de una mujer que no podrá escribir la Constitución por culpa de un hombre. Esta es la historia de una mujer que lucha por las mujeres pero que fue hundida por la paridad. Aquí está la riqueza lírica de la derrota. Esta es la historia, en fin, de una mujer que lloró el domingo, el lunes, el martes y que el miércoles, repuesta, planificó con audacia un viaje a la playa. Para encontrarse a sí misma.

-Y me voy en un rato- sonríe la ex candidata.

Esta es la historia, en fin, de una mujer que lloró el domingo, el lunes, el martes y que el miércoles, repuesta, planificó con audacia un viaje a la playa. Para encontrarse a sí misma.

CANDIDATA CON HERIDA

La frase que Macarena Venegas quería escribir en la nueva Constitución era esta:

“Es deber del Estado promover políticas públicas con perspectivas de género”.

La lucha que iba a plantear con la mano empuñada era esta:

“Todos merecen vivir en una vivienda digna”.

Y todas esas frases quedaron escritas en los cuadernos sin vida que ahora tiene en el escritorio. Tenía todo tipo de frases, ideas para debatir, cálculos, proyectos de unidad.

-¿Está desolada?

Ella, luciendo maquillaje en su justa medida, y una polera con visos de onda, piensa y lanza:

-Yo estaba súper involucrada con este proceso, ¿cachai?

Tiene 45 años y un gato. Compra libros, dice, para leerlos, no para manosearlos, como un morboso. Es una tigresa según el horóscopo chino, se despierta diariamente a las 7:07, y se ducha por cinco minutos, se pasa el jabón sin filosofar. Vive sola y ama a un señor que vive en Argentina. Pero está sola. Y sola en la derrota.

-Renuncié a dos pegas por esta candidatura. Una en la tele y otra en la Municipalidad de La Florida.

-¿Y ahora qué hará?

-Uf…

-¿Va a tirar currículums?

-Uf… nunca he sido buena para tirar currículums…

-¿Y la tele?

-Vamos a ver. Volveré a mi oficina de abogados. Ya hablé con mi socio. Voy a tratar de levantar clientes.

-¿Cuánto gastó en su candidatura?

-Pedí un crédito al Banco Estado por 25 millones. También recibí aportes de mi generación de la Católica. Éramos dos postulantes de la generación… la Paola Tapia y yo…

-¿Ella ganó?

-Perdimos las dos- su cara ilustra un bajón.

“Pedí un crédito al Banco Estado por 25 millones. También recibí aportes de mi generación de la Católica. Éramos dos postulantes de la generación… la Paola Tapia y yo…”.

Se pasa el rouge por la boca, frente a la cámara. Es una mezcla de estética y de un cerebro con preocupación. Lo visual con lo significativo. Un poco de Sofía Loren y otro poco de Indira Gandhi. 

-¡Pero sabes qué!- se activa, esperanzada.

-Qué.

-El SERVEL te paga por cada voto. Y, bueno, yo hice el cálculo…si yo saqué 17.087 votos… eso me da un total de 24 millones y medio que me repondrán.

-¡Sólo gastó 500 mil pesos en su campaña!

La perdedora sonríe aliviada. 

-Mucha gente votó por mí, ¿cachai?

Es, para muchos, una de las famosas de mayores pergaminos que quedó en el camino. Abogada dotada de alto poder cognitivo, habilidades blandas en expansión, sabe alzar la voz en las encrucijadas. Le llamaron alguna vez como la Pamela Jiles de Centro Centro. Una Pamela Jiles de hechura ABC1, dócil para el garabato.

-No, no, a lo más- dice ella- sería como una Pamela Jiles que no destruiría las AFP.

Y entonces, ya asimilada al fracaso, lanza:

-¡Pero no porque yo deje de ser candidata, esa gente a la que conocí dejará de existir!

-¿Qué hará?

-Ayudaré- suspira heroica.

-Pero diga la verdad, Macarena…

-¿Qué?

La voz del reportero sube dos tonos.

-¿Hay mafiosos o no hay mafiosos?

-¿¿Dónde??

-En la política, Macarena ¿Le hicieron encerronas? ¿Notó que la espiaban? 

Ella baja la mirada. El momento es tenso, como si fuera a explotar la gran verdad.

-Lo diré de esta forma: hay gente que está súper fidelizada con algunos nombres del distrito… y esa fidelización no sé a qué costo ha sido… 

Irrumpe, casualmente, el sonido de un pájaro en el cielo. Un águila negra, se dice a sí mismo el reportero. Belzebú, especula con la mirada perdida.

-¡Pero no importa! Ayudaré a Juanita Ortiz, a Sandra. Estaré trabajando por las ollas comunes. En Puente Alto, en La Pintana… y ¿sabes?

-Diga…

-Yo no soy una huevona ajena a la realidad…

-¿Le han dicho eso, disculpe, que es una huevona ajena a la realidad?

-La gente piensa que estoy forrada…

-Le seré franco: yo también lo pensaba. Su aspecto transmite lujo.

-Pero soy normal.

-¿Es clase media?

-Clase media absolutamente.

-¿Tiene bienes suntuosos?

-Me quedan ocho años para pagar mi departamento. Y tengo un gato.

Se queda en silencio.

-¿Y no le duele haber quedado afuera por la paridad?

Demora la respuesta.

-¡Me tenía que pasar! 

Y agrega:

-¡Pero si la gracia de la paridad era para ayudar a las mujeres! Y justo con un Ossandón, fíjate, tan cuestionados que están.

-¿Tiene bienes suntuosos? -Me quedan ocho años para pagar mi departamento. Y tengo un gato.

Tiene amigos en Argentina que le dijeron: “El sistema electoral que tienen en Chile es como el orto”. Pero ella, con decoro, mira hacia el frente. Echará de menos entre los constituyentes a Antonio Walker, que perdió. Echará de menos a Mariana Aylwin, que perdió. Y elogia, por otra parte, a Felipe Harboe, que ganó.

En ese momento su gato se cruza frente a la pantalla.

-¡Tuto!- le grita.

Y luego, por el fondo de la pantalla, se cruza, en puntillas, un hombre.

-¡Un hombre! ¡Lo vi!- se espanta el reportero.

-¡Es mi hermano! Está viviendo aquí por unos días…- y la perdedora, nerviosa, se empieza a reír.  

Crédito: Agencia Uno

LIBRE SOY 

De todos modos, en esa campaña, dice, dejó el alma. Y mucho más. En pleno trabajo electoral, a mediados de febrero, cuando se promovía en Puente Alto, recibió una llamada que le informó directamente:

-Tu papá ha partido, Maca. Murió.

Tenía un cáncer que lo tenía lánguido desde hace un año. A veces, dice, ella le contaba su aspiración constitucional y Guillermo Venegas, 79 años, sonreía, inflado de esperanza. 

-Mi papá… lo mejor- y a la candidata le cae una lágrima.

La noche antes de la votación ella durmió abrazada a una foto de su papá, a Guillermo Venegas, el líder verídico de la Familia Venegas. “Sea lo que sea que fuera a pasar, yo lo tomaría como un mensaje de él”, relata y los ojos le brillan.

-Y mi papá- concluye- quiso que no fuera electa… eso quiso él…

-Perder trae frutos- la apoyamos.

-Yo sé.

La noche antes de la votación ella durmió abrazada a una foto de su papá, a Guillermo Venegas, el líder verídico de la Familia Venegas. “Sea lo que sea que fuera a pasar, yo lo tomaría como un mensaje de él”, relata y los ojos le brillan.

Entonces ha vuelto a sus rutinas exigentes, al esfuerzo por la estética, a endurecer pantorrillas. Quiere ver estrellas para verse sana. Se levanta, ya sabemos, a las 7:07, da comida al gato, se hace un café que no toma, y se introduce, vía Zoom, a un encuentro transpirado con su personal trainer. 

-Y después me hago un batido de proteínas. Y me tomo siete pastillas vitamínicas complementarias.

-¿Por qué?

-Me da power. 

Fortalecida con el Omega 3 y la Vitamina E, Macarena se enfrenta concentrada a su clóset. Allí, en un momento, hubo 250 pares de zapatos. 

-Ahora eso me da vergüenza. Ya no soy así. He regalado mucha ropa.

Mira fijamente la pantalla. Parece que las derrotas generan giros. Las derrotas son las mejores cicatrices del mundo.

-¿Y es usted una persona sola, Macarena?

-Muy sola. Yo soy Macarena “La Sola” Venegas.

-¿Le gusta?

-Me encanta.

Tiene, detalla, a ese llamado Príncipe Azul en Argentina, un español presuntamente espigado con el que intercambian pensamientos. Se dan tele-besos. Tele-romanticismo. Ella se pone ardiente con sus neuronas.

“Muy sola. Yo soy Macarena “La Sola” Venegas”.

-En realidad… soy Macarena “Un Poco Menos Sola” Venegas…

-¿Le exige a ese hombre que cuide su cuerpo como usted lo hace?

-¡Nooo! Yo me enamoro de los cerebros.

-¿Y si lo ve rollizo, echado en la cama, babeando…?

-Disimuladamente lo trato de mejorar. Oye…¡si yo me he enamorado de cada monstruo!

Y ríe.  

-Ahora que perdió… usted es libre…

-Siempre soy libre.

Ella perdió y piensa en volverse a construir. Perdió como le ocurrió a más de novecientos compatriotas. Dice que lo dio todo y perdió.

-Aprendí mucho.

Y en ese instante busca algo en su escritorio y muestra, estimulada, un cuaderno en cuya tapa brilla el slogan de los aperrados.

CORAZÓN VALIENTE…

-¿Qué es lo que más tiene ganas de hacer ahora mismo?

-¿Ahora? Me voy a ir a la playa.

-¿Qué hará?

-Me quiero tirar en el mar. 

-¿Qué más?

-Estar conmigo misma. Sola, como siempre- y frunce los labios, sonríe, se pone seria. Se acaba. Y otra vez, como tantos, vuelve a empezar.

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