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16 de Junio de 2021

Columna de Rafael Gumucio: ¿Es de izquierda la nueva izquierda chilena?

La izquierda digna, la del 18 de octubre, comparte con la derecha a la que reemplaza su desprecio por el estatismo, la burocracia, la paciencia, los centros de padres, los sindicatos y, sobre todo y ante todo, los partidos políticos. La izquierda digna adora la independencia por sobre todas las cosas.

Rafael Gumucio
Rafael Gumucio
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La izquierda ganó estas elecciones. O, lo que no es lo mismo, pero es igual, nadie puede dudar que la derecha las perdió completamente. Una derrota tan profunda y completa que uno puede llegar a dudar de su sobrevivencia.

Hace cuatro años los analistas no dejaban de decir que la segunda victoria de Piñera era la señal de un cambio sociológico profundo e irreversible entre los chilenos. Piñera ya no era, en la segunda elección que ganó por amplia mayoría, el derechista que votó por el NO sino un abierto restaurador del orden neoliberal. Los chilenos, se pensaba entonces, habían despertado más neoliberales que nunca. Cuatro años después es fácil pensar que ese sentido común neoliberal ha sido, como la estatua de Baquedano, sacado de su pedestal, para que los manifestantes no terminen derrumbándola en vivo.

¿Pero puede un país cambiar tan profunda y rápidamente de ideas, de alma, de instinto? Es evidente que la victoria de Piñera no fue el maremoto político que algunos quisieron ver. Pero, ¿lo es la victoria de la izquierda en estas ultimas elecciones? El universo electoral no permite que nadie pueda sentirse en un caso como en el otro una perfecta mayoría. Pero es innegable que la izquierda más a la izquierda, la que se llamaba en los noventa la izquierda “extraparlamentaria”, ha impuesto su sentido común sobre lo que quedaba del sentido común neoliberal.

A no ser que sea al revés la cosa. Porque ¿es realmente de izquierda la nueva izquierda? A la izquierda del primer parlamento francés se sentaron los que relativizaban el derecho propiedad, que los de la derecha de la sala defendían a brazo partido. Desde sus comienzos hasta hoy, la izquierda, con todas sus caras, sus vertientes, sus métodos y sus teóricos, se puede de manera gruesa definir como el sector político que quiere acabar con todos los privilegios para conseguir una sociedad en que todos seamos lo más iguales posibles. Para lograr esto, la izquierda postula la preminencia de lo colectivo sobre lo individual.

“¿Pero puede un país cambiar tan profunda y rápidamente de ideas, de alma, de instinto? Es evidente que la victoria de Piñera no fue el maremoto político que algunos quisieron ver. Pero, ¿lo es la victoria de la izquierda en estas ultimas elecciones?”

A primera vista, la izquierda digna, la de 18 de octubre, responde a la perfección a la definición clásica: se rebela contra los privilegios y lo hace sin rostros ni líderes, en una perfecta comunidad colectiva. ¿Pero quien es el principal enemigo de esa colectividad? El estado, ese macho violador que para los marxistas viejos o jóvenes es la encarnación de lo colectivo. El estado que construye las cárceles y los cuarteles, pero también de los hospitales, las calles, los metros, las escuelas, es decir esos lugares donde la desigualdad de origen puede intentar revertirse hasta conseguir la plena igualdad.

“Desde sus comienzos hasta hoy, la izquierda, con todas sus caras, sus vertientes, sus métodos y sus teóricos, se puede de manera gruesa definir como el sector político que quiere acabar con todos los privilegios para conseguir una sociedad en que todos seamos lo más iguales posibles. Para lograr esto, la izquierda postula la preminencia de lo colectivo sobre lo individual”.

La izquierda digna, comparte entonces con la derecha a la que reemplaza, su desprecio por el estatismo, la burocracia, la paciencia, los centros de padres, los sindicatos, y sobre todo y ante todo los partidos políticos. La izquierda digna adora la independencia por sobre todas las cosas. Así pone por encima de todo al individuo solitario y único que como la tía Pikachú lleva su singularidad hasta el fin. Una emprendedora, la tía Pikachú, que sin miedo al ridículo y el que dirán supo distinguirse de la masa que llego a representar. Una manera de actuar y pensar que la convertiría en un ejemplo para ICARE, Libertad y Desarrollo o la Fundación para el Progreso, si ellos fueran tan neoliberales como pretenden ser.

Así no es del todo azaroso que la izquierda digna enarbole como uno de sus principales triunfos los retiros del 10 por ciento, una política que se sustenta en la inviolabilidad del derecho de propiedad y que fomenta como pocos toda suerte de privilegios. Porque el más rico retira más que el más pobre y al no pagar impuesto por lo que retira, no devuelve a la comunidad nada de lo que ha ganado en parte por ser parte de ella. ¿Qué hay ahí de izquierda ahí? Tan poco que gran parte de la derecha aprobó la medida con entusiasmo. Leer a Marx o Bakunin no es inútil para comprender lo que pasa en Chile, aunque más urgente es leer “¿Quién se llevó mi queso?”, el best seller para empresarios de Spencer Johnson. ¿Quién se llevó mi queso?, que es también “¡quiero mi cuatro de libra con que queso, ahora!”.

Sería absurdo negar en Chile una genuina sed de igualdad. Y menos desconocer que desde las ollas comunes o la revolución feminista en curso, un verdadero impulso colectivo. Pero el instinto es más fuerte que la voluntad, y sobre todo más poderoso que las convicciones. Ante los problemas, reales o imaginarios, las soluciones neoliberales aparecen de inmediato desde la izquierda misma de la sala. Es lógico, así hemos sido educados.

“Así no es del todo azaroso que la izquierda digna enarbole como uno de sus principales triunfos los retiros del 10 por ciento, una política que se sustenta en la inviolabilidad del derecho de propiedad y que fomenta como pocos toda suerte de privilegios. Porque el más rico retira más que el más pobre y al no pagar impuesto por lo que retira, no devuelve a la comunidad nada de lo que ha ganado en parte por ser parte de ella. ¿Qué hay ahí de izquierda ahí?”

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