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Opinión

18 de Junio de 2021

Columna de Diana Aurenque: ¿La vejez como enfermedad?

Sabemos no sólo a través de la experiencia cotidiana, sino también gracias a los estudios de las ciencias biológicas del envejecimiento, que la vejez constituye un fenómeno heterogéneo. Esto significa que, si bien dos personas pueden tener la misma edad, digamos 75 años, ambas pueden tener vejeces y saludes muy disímiles.

Diana Aurenque Stephan
Diana Aurenque Stephan
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Envejecer se asocia frecuentemente con la aparición de enfermedades. Pero de esa correlación, no es justo homologarlas. Con el transcurso de la pandemia, y el aumento de la incidencia de casos graves por COVID-19 en poblaciones más jóvenes, se demostró que era errado, estigmatizante y paternalista entender a todo adulto mayor como “persona en riego”.

No obstante, la relación entre vejez y enfermedad es compleja. En la nueva versión de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (CIE-11), la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye a la vejez (old age) en la sección de “síntomas generales”. Esto reactiva la polémica. Así, la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento (RedEn) de la Universidad de Chile publicó una declaración que critica esta medida como un retroceso y argumenta que la “vejez no debe considerarse una enfermedad”.

Comprender a la vejez como patológica resulta, sin duda, contra intuitivo. En primer lugar, porque la vejez expresa una etapa más del desarrollo humano –al igual que la niñez o la adultez. En ese sentido, parece extraño patologizar una fase de la vida que es normal. Adicionalmente, preocupa también que al vincular la vejez con la enfermedad se refuercen estereotipos negativos de la vejez o conductas “edadistas” y/o discriminatorias hacia los mayores. Finalmente, sabemos no sólo a través de la experiencia cotidiana, sino también gracias a los estudios de las ciencias biológicas del envejecimiento, que la vejez constituye un fenómeno heterogéneo. Esto significa que, si bien dos personas pueden tener la misma edad, digamos 75 años, ambas pueden tener vejeces y saludes muy disímiles.

¿Por qué entonces la OMS, que recientemente decretó el 2021-2030 como la “Década del Envejecimiento Saludable”, incluye ahora a la vejez como síntoma de enfermedad? Para comprender esta contradicción quizás debamos considerar dos asuntos: por un lado, la relación entre envejecimiento biológico y la aparición de patologías; y por otro, los efectos prácticos que tiene catalogar un fenómeno como una “enfermedad”.

“Comprender a la vejez como patológica resulta, sin duda, contra intuitivo. En primer lugar, porque la vejez expresa una etapa más del desarrollo humano –al igual que la niñez o la adultez. En ese sentido, parece extraño patologizar una fase de la vida que es normal”.

Si bien la edad cronológica y el envejecimiento biológico no necesariamente van de la mano, existe evidencia científica de que con el envejecimiento biológico aumenta el riesgo de desarrollar y contraer enfermedades. En ese sentido, estos conocimientos ratifican una dimensión de la vejez que preocupa a la medicina. Pues envejecer, en sentido biológico, conlleva a la aparición de daños moleculares, el aumento del riesgo a enfermar y termina en la muerte.

Ahora bien, que exista una relación biológica entre vejez y enfermedad no implica identidad. Pero sí, hay que reconocer, expone que el ideal de una vejez saludable no es cuestión fácil de concretar. Ya que no se trata sólo de responsabilidades individuales, de llevar un estilo de vida saludable, sino también de determinantes sociales de la salud, así como también de asuntos biológicos que requieren de una intervención técnico-médica.

Si esto es así, quizás ello explique que la OMS haya optado por enfatizar la relación entre vejez y enfermedad. Más que pretender denostar o discriminar a las personas mayores, podría ser que la intención sea otra: reconocer la necesidad de que los sistemas sanitarios se hagan cargo de darle una real cobertura a la vejez; sea mediante tratamientos preventivos y/o curativos que asuma la salud pública o para potenciar más su investigación. En efecto, cuando una condición o estado es clasificado como una enfermedad se generan nuevas obligaciones e incluso derechos legales que los ciudadanos pueden reclamar.

Con todo, y pese a suponer buenas intenciones, la relación ofende con razón. En ese sentido, en vez de patologizar la vejez sea más justo reconocerla como un límite radical de nuestra organicidad. Pues si bien hemos logrado prolongar la vida humana y envejecemos más que antes, ello se lo debemos no a la evolución, sino a su transformación mediante avances científicos y tecnológicos, en especial a mejoras sanitarias.

Así, en lugar de tachar a la vejez como “enfermedad” y pasar por alto sus indeseables consecuencias éticas, los esfuerzos deberían concentrarse en comprendernos como sujetos existencialmente enfermos, siempre y no sólo en la vejez; todos necesitados continuamente no sólo de asistencia médica, sino también de una comunidad intergeneracional, solidaria e inclusiva que se responsabilice, sin patologizar.

“Con todo, y pese a suponer buenas intenciones, la relación ofende con razón. En ese sentido, en vez de patologizar la vejez sea más justo reconocerla como un límite radical de nuestra organicidad. Pues si bien hemos logrado prolongar la vida humana y envejecemos más que antes, ello se lo debemos no a la evolución, sino a su transformación mediante avances científicos y tecnológicos, en especial a mejoras sanitarias”.

*Diana Aurenque es filósofa. Directora del Departamento de Filosofía, USACH.

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