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Opinión

1 de Julio de 2021

Columna de Diana Aurenque: El fútbol y el juego de la vida

Agencia Uno

No deja de ser extraño: ¿Por qué importa más saber quién, cuándo o contra quién juega la Selección Nacional que cuándo son las elecciones de gobernantes? ¿Cómo se explica que, sin o con pandemia, se llenen los estadios, pero la participación electoral a nivel mundial esté a la baja?

Diana Aurenque Stephan
Diana Aurenque Stephan
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Con las clasificatorias al Mundial y ahora con la Eurocopa se reactiva la pasión por el fútbol. En pleno auge de la variante Delta, Hungría reabrió los estadios y España anuncia lo mismo. Y mientras Angela Merkel levanta alertas ante estas iniciativas, los fans húngaros dejan los estadios sonrientes. ¿Cómo entender la fascinación por el fútbol?

Describirlo como un juego donde 22 personas corren tras una pelota resulta todo menos correcto. Porque, aunque tenga algo de cierto, de un acontecimiento tan trivial como “perseguir una pelota” no se explica lo que el fútbol provoca. Y es que el fútbol se vive como “el juego de la vida”, lleno de alegrías, frustraciones, ira, miedo, sufrimiento o impotencia.

Con todo no deja de ser extraño: ¿Por qué importa más saber quién, cuándo o contra quién juega la Selección Nacional que cuándo son las elecciones de gobernantes? ¿Cómo se explica que, sin o con pandemia, se llenen los estadios, pero la participación electoral a nivel mundial esté a la baja? Podríamos simplemente adoptar una postura critica y decir que el futbol o bien es, como decía Marx de la religión, el nuevo “opio” del pueblo; o bien que moderniza el “circo romano”. En ambas lecturas el fútbol sería un narcótico o una barbarie que, en rigor, poco aporta.

Pero esos juicios no sólo son simplistas, sino también de un intelectualismo moral que “chutea” la pregunta. Pues al calificarlo como “aletargante”, no nos atrevernos a pensar por qué este juego, aparentemente baladí, posee tan extendidamente la importancia que tiene. ¿No será que el fútbol pone al descubierto algo esencialmente humano? Yo descubro, para mi sorpresa, que sí.

“Vibrar” por el fútbol no significa gozarlo, sino “vivirlo”. Para disfrutar y entretenerse con un partido se requiere de una distancia con éste; como cuando en un museo contemplo un cuadro y lo analizo en su estética. Pero quien ve a su equipo jugar, está implicado en términos muy distintos. Su vida entera se juega en el partido con un solo propósito: dar con el gol ganador; ya decía Eduardo Galeano que “el gol es el orgasmo del fútbol”. Pero tras el gol surgen subjetividades distintas: por un lado, están los pesimistas que después del primer gol desearían que terminara en ese mismo instante el partido. Pero están también los optimistas, seguramente los más jóvenes que crecieron con figuras como Zamorano, Salas y con una selección que hoy también gana, y que aspira otro gol.

Pero esos juicios no sólo son simplistas, sino también de un intelectualismo moral que “chutea” la pregunta. Pues al calificarlo como “aletargante”, no nos atrevernos a pensar por qué este juego, aparentemente baladí, posee tan extendidamente la importancia que tiene. ¿No será que el fútbol pone al descubierto algo esencialmente humano? Yo descubro, para mi sorpresa, que sí.

Contrario a lo que algunos piensen, no hay juego más lleno de historia y política que el fútbol. Lo saben muy bien quienes ven a sus equipos competir con aquellos que siempre los han derrotado. Si la historia es cíclica; el fútbol lo atestigua. Cada juego tiene su contexto, sobre todo sus propios traumas. También en los torneos internacionales lo que está en juego no son sólo jugadores y una pelota; se juega además el pasado, las tensiones diplomáticas, las guerras, la colonización: pura Historia adornando silenciosamente la cancha.

El fútbol como juego (y no como mercado, que también deberemos pensar) se trata de un espacio ficcional normado por reglas voluntariamente asumidas. Pero esa ficción del fútbol tiene un anclaje en la realidad más vívida de los seres que somos. El ser humano, como nos llamó Johan Huizinga, es un homo ludens; un ser que juega. Somos lúdicos porque le otorgamos y necesitamos darle un sentido a una realidad desvinculada de la pura necesidad natural o material. Y así, “como jugando”, nos construimos, pensamos, nos reímos y sufrimos, amamos y combatimos.

La vida es, en sentido estricto, un juego; un desplegar opciones bajos ciertas reglas que nos hacen sentido. En efecto, lo interesante del juego, sea del tipo que sea, es que conjuga dos opuestos: por un lado, cuenta con reglas y normas que lo ordenan, pero, a la vez, el juego tiene una dimensión libre; todos sabemos como empieza un juego, pero nadie puede asegurar su desarrollo ni su fin. En la vida, ocurre algo similar.

Por eso, para el filósofo Paul Hoyningen-Huene, el fútbol fascina porque “recrea el drama de la vida”; incorpora todo lo que hace de la vida un evento dramático: la alegría por lo inesperado, lo temido por buena o mala suerte, el logro por la disciplina, etc. Por su parte, según el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber el fútbol representa, entre otras cosas, ocasión para sublimar un instinto originario de violencia; en la competencia se intenta “destrozar” simbólicamente al oponente, al enemigo imaginario, para autoafirmarse y no matar al otro.

Sin duda, ambos dan con características centrales del fútbol. Yo agregaría que no es sólo un símili del drama de la vida, sino espejo de la vida entera, con todo su entramado de incertidumbres, emociones y regulaciones que colectivamente experimentamos y donde nos jugamos todo; hasta que sin árbitro se nos acaba el tiempo.

La vida es, en sentido estricto, un juego; un desplegar opciones bajos ciertas reglas que nos hacen sentido. En efecto, lo interesante del juego, sea del tipo que sea, es que conjuga dos opuestos: por un lado, cuenta con reglas y normas que lo ordenan, pero, a la vez, el juego tiene una dimensión libre; todos sabemos cómo empieza un juego, pero nadie puede asegurar su desarrollo ni su fin. En la vida, ocurre algo similar.

*Diana Aurenque es filósofa. Directora del Departamento de Filosofía, USACH.

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