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Opinión

19 de Julio de 2021

Columna de Manfred Svensson: ¿Un reseteo estabilizador?

Agencia Uno

Hoy nada es fácil de leer en esta ciudadanía, y las conclusiones apresuradas son lo que menos necesitamos para entender el rumbo que las cosas están tomando. Pero vale la pena preguntarse en qué medida los resultados de la primaria presidencial del domingo calzan con este anhelo por un reseteo estabilizador o no.

Manfred Svensson
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El informe final de Tenemos que Hablar de Chile –ese titánico esfuerzo de escucha organizado por las universidades Católica y de Chile– sugería hace unos meses que el anhelo de la ciudadanía se traduce hoy en un “reseteo estabilizador”. La fórmula tiene algo de enigmática. Este es un lenguaje más sobrio que el de la refundación, pero no por eso se trata de un cambio cosmético, de una mera renovación o de un recambio. “Reseteo estabilizador” capta bien la radicalidad y responsabilidad que, al menos en una parte de la ciudadanía, parecen simultáneamente ser buscadas.

Hoy nada es fácil de leer en esta ciudadanía, y las conclusiones apresuradas son lo que menos necesitamos para entender el rumbo que las cosas están tomando. Pero vale la pena preguntarse en qué medida los resultados de la primaria presidencial del domingo calzan con este anhelo por un reseteo estabilizador o no.

La cuestión puede plantearse primero no a propósito del resultado, sino a propósito de la participación. Y aquí la respuesta es claramente positiva. Tres millones de chilenos participaron de una primaria presidencial, y eso en circunstancias bien particulares: en vacaciones de invierno, al cierre de un fin de semana largo, con pandemia, y sin participación de la centroizquierda. Es probable que éste sea el hecho más inequívocamente positivo de la jornada: los sueños de los chilenos son de un tipo que todavía cabe en las urnas, seguimos confiando en caminos institucionales para canalizar el conflicto. El hecho merece ser resaltado tanto más enfáticamente al pensar en el paralelo trabajo de la Convención Constituyente: quienes ahí juegan a saltarse los torniquetes están no sólo atentando contra las condiciones que hacen posible la Convención misma, sino que están actuando contra los mecanismos que la ciudadanía una vez más ha afirmado como suyos.

¿Pero qué decir de los resultados? ¿Es cierto que ellos expresan una opción de los chilenos por la moderación, que los triunfos de Boric y Sichel representan algo así como el reseteo estabilizador? Estas preguntas merecen ser respondidas con bastante más escepticismo que el que ha reinado en las primeras horas. En la derecha, por lo pronto, no se impuso una candidatura que se caracterice por un espíritu más reformista o moderado que las restantes, pues en ese sentido eran candidaturas más bien convergentes. Si algo distinguió a la candidatura de Sichel fue más bien la novedad del rostro, ajeno a las estructuras partidarias del “sector”. Se trata de una peculiar novedad, sin embargo, al tratarse del aparente favorito del piñerismo. Su triunfo confirma en todo caso que el ciclo está marcado por el cambio, por el reseteo. Pero para encarnar un proyecto de cambio de la propia derecha, uno que traiga estabilidad al conjunto del país, es evidente que tiene muchísimo aún por demostrar: en democracia el cambio estabilizador pasa por los partidos, y son éstos los que una vez más han quedado ­en el suelo. La responsabilidad por ese hecho está hoy ampliamente repartida, claro está. Pero si se busca su recomposición, Sichel –con su peculiar historial de vida partidaria– requerirá de virtudes muy distintas de las exhibidas hasta el momento.

La cuestión puede plantearse primero no a propósito del resultado, sino a propósito de la participación. Y aquí la respuesta es claramente positiva. Tres millones de chilenos participaron de una primaria presidencial, y eso en circunstancias bien particulares: en vacaciones de invierno, al cierre de un fin de semana largo, con pandemia, y sin participación de la centroizquierda. Es probable que éste sea el hecho más inequívocamente positivo de la jornada: los sueños de los chilenos son de un tipo que todavía cabe en las urnas, seguimos confiando en caminos institucionales para canalizar el conflicto.

En la izquierda la situación es algo distinta. Aquí, después de todo, triunfó un candidato que estuvo por la salida institucional al estallido social por sobre uno que no se plegó a dicha salida. Aquí la versión estabilizadora del reseteo triunfa claramente sobre la más crudamente refundacional. Pero aunque la derrota de Jadue constituya un inequívoco bien para el país, las cosas están lejos de ser tan simples: el bloque Apruebo Dignidad es uno solo, y Boric mismo ha descrito como de meros matices su diferencia programática respecto de Jadue. Se puede destacar la habilidad de Boric, su disposición al diálogo, y la maduración indiscutible de su figura, la pulsión democrática y humildad que faltaban en Jadue. Pero nada de eso quita del medio el hecho fundamental de que hoy su proyecto es también el del Partido Comunista, un partido que no sería el vagón de cola que fue en Bachelet II. Si en Sichel cabe temer una renovación que no sea más que pragmatismo, ante Apruebo Dignidad es precisamente el tipo de transformación deseada la que a todos debiera preocupar.

Estas preguntas se plantean, desde luego, también para las candidaturas que vayan aún a sumarse. Si la ciudadanía busca un reseteo estabilizador, cambios profundos que a la vez consoliden progresos logrados en las últimas décadas, las restantes candidaturas que lleguen a noviembre tendrán que mostrar cómo toma forma en ellas tal propósito. Todas tienen una oportunidad para mostrar qué significará en ellas el reseteo, qué tipo de estabilidad es la que buscarán ofrecer. El camino de Sichel y Boric dice algo respecto de cómo ese deseo se puede traducir, pero también contiene advertencias respecto de los riesgos a evitar. Por lo pronto, en cualquier caso, todo está abierto.

Se puede destacar la habilidad de Boric, su disposición al diálogo, y la maduración indiscutible de su figura, la pulsión democrática y humildad que faltaban en Jadue. Pero nada de eso quita del medio el hecho fundamental de que hoy su proyecto es también el del Partido Comunista, un partido que no sería el vagón de cola que fue en Bachelet II. Si en Sichel cabe temer una renovación que no sea más que pragmatismo, ante Apruebo Dignidad es precisamente el tipo de transformación deseada la que a todos debiera preocupar.

*Manfred Svensson es académico de la Universidad de Los Andes e investigador senior IES.

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