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Opinión

25 de Julio de 2021

Columna de Patricia Politzer: El extraordinario tintineo en los pasillos

Esta Convención está integrada por personas que no forman parte de ninguna elite. Personas que sin este proceso constituyente, los círculos de poder no habrían sabido que existen, o solo las habrían cuantificado en alguna categoría de estudio. Personas que difícilmente habrían aparecido en un medio de comunicación nacional o que son muy distintas a la imagen que se proyectó de ellos a través de la televisión, en medio de las protestas callejeras.

Patricia Politzer
Patricia Politzer
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Hace tres semanas que me comprometí, frente a Carmen Gloria Valladares, a cumplir la tarea de escribir la nueva Constitución que nos encomendó democráticamente el pueblo de Chile.

Aún me emociono. Es que estamos viviendo un momento extraordinario, en el estricto sentido de la palabra de acuerdo a la RAE: fuera de orden o regla natural o común. Son tantas las sorpresas que toma tiempo asumirlas y empezar a comprender que el orden es otro.

Desde fuera, algunos ven caos, desorden, atrasos, destacan propuestas que se extralimitan, agresiones verbales impropias o se molestan porque se habla en mapuzungun. Es la mirada de quienes aún no logran ver que la “regla natural” está en plena evolución. Que ya estamos viviendo los cambios prometidos en las campañas electorales, que ya comenzamos a construir un país distinto.

Tener un colectivo elegido democráticamente, con poder de decisión, y que refleja como nunca antes la diversidad de nuestra sociedad es, sin duda, algo fuera de lo común. En su gran mayoría, se trata de personas que no forman parte de ninguna elite. Personas que sin este proceso constituyente, los círculos de poder no habrían sabido que existen, o solo las habrían cuantificado en alguna categoría de estudio. Personas que difícilmente habrían aparecido en un medio de comunicación nacional o que son muy distintas a la imagen que se proyectó de ellos a través de la televisión, en medio de las protestas callejeras.

“En su gran mayoría, se trata de personas que no forman parte de ninguna elite. Personas que sin este proceso constituyente, los círculos de poder no habrían sabido que existen, o solo las habrían cuantificado en alguna categoría de estudio. Personas que difícilmente habrían aparecido en un medio de comunicación nacional o que son muy distintas a la imagen que se proyectó de ellos a través de la televisión, en medio de las protestas callejeras”.

Sobran los ejemplo, Giovanna Grandon -la tía Pikachu- una mujer que estudia aplicadamente, aportando su experiencia vital, para contribuir a la nueva Constitución. Rodrigo Rojas -el Pelao Vade- que con sus piercing y la delgadez propia de su cáncer, no ha faltado a ninguna de las intensas sesiones plenarias, irradiando simpatía y afecto hacia todos sus colegas sin excepción. Loreto Vidal, la enfermera experta en bioética que nos obliga mirar de frente la pandemia y la necesidad de autocuidado. Wilfredo Bacian, el dirigente quechua que pone el foco en la preservación ambiental de nuestro norte. Paulina Valenzuela, la profesora que viaja a diario desde Paine, cuya risa contagiosa parece contradecir el rigor sus principios y la prolijidad de sus aportes. César Uribe, el único arquitecto de la Convención, que viene de San Fabián y espera ansioso que comience el debate sobre vivienda y ciudad. Paulina Veloso, la militante RN que rompió pronto las cadenas militantes para votar con independencia. Daniel Bravo, el abogado de Coquimbo que silenciosamente se convirtió en coordinador de la Comisión de Reglamento, sin duda la más relevante. Podría seguir enumerando largamente.

Qué pérdida para el país no haber visibilizado antes este gran capital humano.

Estamos recién conociéndonos, descubriéndonos, mirándonos a los ojos. Por cierto, abundan los temores y la desconfianza. Pero, poco a poco, vamos cautivándonos con la humanidad del otro. Fácil, con los más extravertidos; con mayor esfuerzo frente a quienes observan con timidez o se blindan en su trinchera ideológica.

Cuesta romper las fronteras, salir del capullo y comenzar a moverse sin la protección del colectivo que nos llevó hasta la Convención. Los militantes de partidos se relacionan con otros desde esa comodidad, conscientes de su fuerza y su capacidad de negociación. Pero la mayoría de los constituyentes somos independientes, queremos seguir siéndolo y, poco a poco, empezamos a reconocer que tenemos afinidades y objetivos comunes con aquellos que el primer día miramos de lejos y pensamos que eran diferentes. Las conversaciones entre “desconocidos” se hacen más frecuentes y, sobre todo, se va asumiendo que nos necesitamos para esos grandes acuerdos que podrán cambiar el rumbo del país. En los patios, el diálogo entre los distintos colectivos se va haciendo cada día menos extraordinario y más fructífero, en la medida en que se instalan las comisiones con integrantes muy disímiles, pero obligados a cumplir una tarea común.

“Cuesta romper las fronteras, salir del capullo y comenzar a moverse sin la protección del colectivo que nos llevó hasta la Convención. Los militantes de partidos se relacionan con otros desde esa comodidad, conscientes de su fuerza y su capacidad de negociación. Pero la mayoría de los constituyentes somos independientes, queremos seguir siéndolo y, poco a poco, empezamos a reconocer que tenemos afinidades y objetivos comunes con aquellos que el primer día miramos de lejos y pensamos que eran diferentes”.

Párrafo aparte merecen los representantes de los Pueblos Originarios, con la académica Elisa Loncon convertida en presidenta de la Convención, y la machi Francisca Linconao marcando su rol, con rostro severo, para dejar en claro que la discriminación y el menosprecio ya no son parte del orden. En este corto tiempo, no sólo hemos aprendido algunas palabras nuevas en las lenguas originarias, sino también de su cultura y sabiduría.

Cada vez que Elisa Loncon abre la sesión, con su habla especial y su serenidad a toda prueba, sin engrifarse ante  comentarios críticos, agresivos o fuera de lugar, sin perder su estampa, se hace el silencio y, en un instante extraordinario, todos recordamos por qué y para qué estamos allí, y cada cual pide la palabra, manifestando su respeto a la Presidenta mapuche.

Los y las constituyentes debemos cumplir la tarea más importante que puede darse en una sociedad democrática. Se nos reconoce un rango especial, pero los hombres ya no visten necesariamente trajes oscuros ni corbata, ni las mujeres vestidos formales o traje y chaqueta como señal de compostura y seriedad. Hoy la norma son los colores, los aros en orejas y narices de hombres y mujeres, los adornos de flores y los bordados que se multiplican y renuevan a diario. Los ponchos y vestidos cuyas formas y colores dan cuenta de variados territorios de norte a sur. Un colorido similar a la diversidad de los seres humanos.

Por los pasillos del Congreso, ese edificio robusto y cargado de historia, se mueven con total naturalidad los representantes de movimientos sociales que luchan por el agua, la calidad de la vivienda, la salud, el reconocimiento de un país plurinacional. Por esos pasillos, tintinean las joyas de las mujeres mapuche como testimonio del cambio profundo que estamos viviendo. Un tintineo que se vuelve cada día más natural y menos extraordinario. 

*Patricia Politzer, constituyente.

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