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Opinión

12 de Agosto de 2021

Columna de Martín del Río: ¿Hay esperanza? A ratos cuesta, pero sí queda ¡Y MUCHA!

¿Hay esperanzas de que el proyecto Dominga no se realice? Claro que sí. Aún faltan muchas instancias y será la propia ciudadanía junto a las organizaciones medioambientales las que lograrán esta nueva proeza ambiental. Igual como ocurrió con la resistencia a HidroAysén, que terminó por el aplazar el proyecto hasta que cayó por su propio peso, por su propia inviabilidad.

Martín del Río López
Martín del Río López
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¿Recuerdan la gran película “La Vida es Bella”, de Roberto Benigni? Allí, un padre hace todo lo posible para que su hijo no comprenda ni se entere de la brutal realidad que están viviendo (sobreviviendo en un campo de concentración nazi, Segunda Guerra Mundial). Obviamente en otra escala, pero con el mismo sentimiento de ese padre, me he visto el último tiempo con mis pequeñas hijas y cercanos frente al difícil momento que nos toca vivir. Un planeta enfermo, una realidad que debemos enfrentar, pero al mismo tiempo hacerles parecer a nuestros niños que llevan una vida normal frente al complejo escenario que estamos viviendo.

Creo que para los niños y jóvenes no está fácil. Crecer en un ambiente donde constantemente se escucha que el planeta está enfermo, que no llueve como llovía antes, que casi no quedan bosques nativos, que los lugares que aparecen en la fotos cuando eras chico ya no existen, que la comida que comes tiene químicos, que la ropa que usas contamina el agua, que la última vez que se vio tal especie fue hace 15 años, que las araucarias milenarias padecen una enfermedad que no logramos entender, que la basura y el plástico que desechamos demora 500 años en desaparecer, etc. Podríamos no parar de enumerar y describir cambios y problemas. Dicho en buen chileno, la mochila está súper pesada día a día.

¿Hay esperanza? El fin de semana pasado conversaba con Juan Pablo Orrego, gran activista y referente medio ambiental chileno, Premio Nobel Ambiental, quien me decía: “Martín, me está costando cada vez más ver la esperanza”. Es que el escenario mundial no está fácil, y el exceso de información global no ayuda, la siquis diaria vive momentos complejos (nos enteramos al instante de los incendios en Turquía, las inundaciones en Alemania, los derrames de petróleos, el problema de salmonicultura, el sobregiro ecológico, suma y sigue).

Pero esta semana el golpe noticioso caló más fuerte, o a mí por lo menos.

El lunes pasado, el último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por el inglés Intergovernmental Panel on Climate Change) anunció que el cambio climático se está intensificando de manera irreversible, con avances o impactos más extensos, rápidos y sin precedentes. Poniendo una alarma mundial a una amenza que miles de científicos venían diciendo hace mucho tiempo.

El miércoles, los integrantes de la Comisión de Evaluación Ambiental de la Región de Coquimbo aprobaron el proyecto minero portuario Dominga. El polémico proyecto ya había sido rechazado el 2017 y aún está judicializado. Aquello no ha mermado la insistencia de sus creadores, que lo empujan a pesar de las evidencias de falencias técnicas y ambientales, a pesar de la resistencia de la ciudadanía, a pesar de la opinión clara de parte del movimiento ambiental unido, de la evidencia de parte de miles de científicos, incluyendo figuras de renombre y trayectoria como Jane Godall y Sylvia Earle; y a pesar de la advertencia urgente que nos entregó la ONU con su devastador informe.

¿Hay esperanza? El fin de semana pasado conversaba con Juan Pablo Orrego, gran activista y referente medio ambiental chileno, Premio Nobel Ambiental, quien me decía: “Martín, me está costando cada vez más ver la esperanza”. Es que el escenario mundial no está fácil, y el exceso de información global no ayuda, la siquis diaria vive momentos complejos (nos enteramos al instante de los incendios en Turquía, las inundaciones en Alemania, los derrames de petróleos, el problema de salmonicultura, el sobregiro ecológico, suma y sigue).

La resistencia a Dominga no es un “No al desarrollo de proyectos mineros”, es más bien un “No Ahí, no al impacto irreversible a ecosistemas claves y a biodiversidad única”, “no a un proyecto que tiene la línea de base insuficiente”. El sitio donde pretende emplazarse el puerto, el Archipielago de Humboldt, es un hotspot se biodiversidad único en el continente, donde habitan, entre muchas otras especies, la ballena azul, el animal más grande del planeta. Es inaceptable. Para que la naturaleza tenga alguna chance de regenerarse y sanar el planeta donde vivimos, necesitamos preservar los pocos lugares de alto valor ambiental que aún no han sido intervenidos. No podemos sacrificar esos pocos lugares que aún quedan, que son nuestra esperanza, nuestros “Hot Spots” o “Hope Spots” (lugares de esperanza), como acertadamente los ha llamado Sylvia Earle en su “Misión Azul”. No más. Hagamos las cosas distinto. No podemos sacrificar los pocos lugares de naturaleza salvaje que nos quedan. Es tan simple como eso. Ese es el llamado.

Y son estos casos donde la esperanza vuelve, en donde hay que unirse y mostrarles a las generaciones mayores que manejan la política y el poder que tenemos que cambiar nuestra relación con el planeta.

¿Hay esperanzas de que el proyecto Dominga no se realice? Claro que sí. Aún faltan muchas instancias y será la propia ciudadanía junto a las organizaciones medioambientales las que lograrán esta nueva proeza ambiental. Igual como ocurrió con la resistencia a HidroAysén, que terminó por el aplazar el proyecto hasta que cayó por su propio peso, por su propia inviabilidad.

Y ¿dónde hay esperanza para estos tiempos? La esperanza yo la veo en la nueva generación, en la gente joven con nuevos ideales, con nuevas perspectivas. En las personas que están dando la pelea día a día en apreciar y proteger nuestro entorno. La cantidad de proyectos, iniciativas, fundaciones, comunidades, pymes, micropymes, transversales en edad, culturas y niveles socioeconómicos que nos llegan a Ladera Sur buscando difusión es impresionante. Eso nos dice que cada vez se están haciendo más cosas diferentes, habla de un despertar que crece, un poco lento y poco visualizado, pero crece en muchas personas que creen que hay que hacer las cosas alineadas con el equilibrio del planeta (y no al revés).

“No Ahí, no al impacto irreversible a ecosistemas claves y a biodiversidad única”, “no a un proyecto que tiene la línea de base insuficiente”. El sitio donde pretende emplazarse el puerto, el Archipielago de Humboldt, es un hotspot se biodiversidad único en el continente, donde habitan, entre muchas otras especies, la ballena azul, el animal más grande del planeta. Es inaceptable.

¿Dónde veo esperanza? Lo veo diariamente gracias a la pandemia, un remezón mundial que trajo mucho dolor y sufrimiento, pero también traerá cambios positivos. Pensar dónde y cómo queremos vivir. Valorar el tiempo. Buscar trabajos que nos hagan sentido. Bajar el consumo. Descubrir lugares que estaban cerca, pero invisibles. En el explosivo desarrollo de las energías renovables que nos permitirán tener una matriz limpia mucho antes de todos los pronósticos. Darnos cuenta que sí importa cómo nos desarrollamos y que el humano no es el único ser vivo que habita este planeta. Hay que decirlo siempre porque parece que se nos olvida, el ser humano es parte de la naturaleza y no que la naturaleza está para el “uso” del ser humano.

Si entramos en la senda de las buenas noticias y de que debemos reaccionar ahora ya, la esperanza es contagiosa y empieza rápidamente a aparecer; y el padre de “La Vida es Bella” asume otro rol además: el de ser un agente de cambio para que el planeta que le tocará a nuestros hijos sea mejor que el que estamos.

Es importante trabajar el ánimo de la población, las comunicaciones y de ver el vaso más lleno que vacío, ya que por todos lados nos bombardearan con noticias malas, pero no podemos afrontar esta década con espíritu derrotista. Es muy importante mantener la esperanza, ya que para los que no creen en el cambio climático o los que no creen que debemos cambiar el modelo en como nos relacionamos con el planeta haya un sentimiento de rendición, pero justamente hay que demostrar lo contrario; hay estar juntos y sumar a la mayor cantidad posible en este nuevo despertar de conexión con la naturaleza.

¿Dónde veo esperanza? Lo veo diariamente gracias a la pandemia, un remezón mundial que trajo mucho dolor y sufrimiento, pero también traerá cambios positivos. Pensar dónde y cómo queremos vivir. Valorar el tiempo. Buscar trabajos que nos hagan sentido. Bajar el consumo. Descubrir lugares que estaban cerca, pero invisibles

Para terminar, algo muy importante: debemos votar por líderes que comprendan el momento que estamos viviendo. Los grandes cambios que necesitamos hoy son a gran escala. Son a nivel gobierno y a nivel corporaciones. Nuestro voto es poder. La esperanza es estar unidos y avanzar, aunque sea de a poco, logrando mínimos (y ojalá máximos) frente a la causa en favor de nuestro planeta.

* Martín del Río López es Fundador y director de Ladera Sur

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