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Opinión

13 de Agosto de 2021

Columna de Rodrigo Araya: Participación para el plebiscito de salida

Agencia Uno

Sabemos de entrada que los rechazadores no se moverán un milímetro y pondrán toda su energía y capacidades en revocar la legitimidad del proceso constituyente. El incentivo es alto. Si se rechaza la nueva Constitución el 2022, volvemos al punto de partida. Nos quedamos con la Constitución del 80, pero esta vez legitimada por un procedimiento democrático. Un paraíso para los rechazadores.

Rodrigo Araya
Rodrigo Araya
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La participación será la manera en que la Convención dialoga con la sociedad y va construyendo una atmósfera favorable para el plebiscito de salida. Es fundamental observar el proceso como un ciclo, como una serie con varias temporadas.

En estos días estamos en la nueva temporada de una serie que comenzó al menos el 2006 con las revueltas escolares (T1) y tuvo temporadas destacadas el 2011 con el movimiento estudiantil (T2), el 2016 con los diálogos ciudadanos del proceso constituyente de Bachelet (T3), el 2019 con el estallido social y el acuerdo del 15 de noviembre (T4), el 2020 con el plebiscito de entrada en plena pandemia y el 2021 con la elección e instalación de la Convención Constitucional (T5). 

Ahora comienza una nueva temporada (T6) y promete muchos capítulos, vértigo, giros inesperados e incertidumbre.  Esta temporada se juega en dos escenarios: al interior de la Convención y, fuera de la Convención, en la sociedad en su conjunto. En esta temporada sabremos si se logra un acuerdo para una nueva Constitución y según qué tipo de acuerdo, en la forma y en el fondo, se definirá la última temporada, la T7, el plebiscito de salida. Los guionistas somos todos, los actores políticos, los actores sociales, la ciudadanía, el pueblo, la sociedad completa. La T7 esta abierta y puede tener final feliz, dramático o catastrófico. Depende de todos los actores.

Detengámonos en la temporada actual, la T6, que llamaremos “manos a la obra”. Comienza con una Convención instalada, con comisiones provisorias funcionando, avanzando en el reglamento y definiciones básicas sobre las reglas del juego al interior de la Convención. El ambiente es polarizado y tenso en la Convención y fuera de la Convención. El desafío es doble, como se dialoga al interior de la Convención y cómo ésta dialoga con la sociedad. Lo que pasa afuera incide adentro y lo que pasa adentro influye afuera. Convención y sociedad irán de la mano esta temporada y según esa relación se juega la última temporada. Por eso será clave la participación que se defina. 

Hasta el momento en la convención observamos tres ecosistemas de convencionales: rechazadores, constituyentes y destituyentes. Los rechazadores nunca han querido una nueva Constitución. Han sido coherentes de principio a fin, desde el plebiscito del 1980 hasta el plebiscito del 2020. Nunca han dudado.

Los destituyentes son aquellos que tienen su centro de gravedad en el pasado, ya sea en los 30 años o en el último siglo y medio (una parte de los escaños reservados). En este mundo hay rabia acumulada. Aquí también esta el “nuevo PC”, distinto al que votó con una mueca por Lagos y gobernó disciplinadamente con Bachelet. El nuevo PC es purista, considera neoliberal a todo el mundo, y encuentra una traición, una cocina de espaldas al pueblo el acuerdo del 15 de noviembre.

El ambiente es polarizado y tenso en la Convención y fuera de la Convención. El desafío es doble, como se dialoga al interior de la Convención y cómo ésta dialoga con la sociedad. Lo que pasa afuera incide adentro y lo que pasa adentro influye afuera.

Hasta aquí los destituyentes no han mostrado mayor interés en el futuro, en lo que hay que construir. Y también han dado señales que si la Constitución no es exactamente como quieren, ésta será ilegítima. Pero también podría ser una etapa de desahogo por frustración acumulada, y luego den un paso a una fase constituyente.

La ecología de los constituyentes, en cambio, es más amplia y diversa. Esta la derecha del apruebo, la Concertación, los independientes, parte de los escaños reservados y el Frente Amplio. En este ecosistema hay un amplio abanico de visiones, pero tienen en común la idea de un nuevo pacto social con las reglas acordadas. El centro de gravedad está en el futuro, en lo que viene para las próximas décadas. Hay diferencias inmensas en los contenidos, pero todos ellos han mostrado disposición a dialogar, acordar y construir.

Estos tres ecosistemas están en un mismo hábitat, la ciudadanía, la sociedad o el pueblo. Y aquí entra en juego la participación ciudadana. La convención es un espejo de la sociedad, quien finalmente decidirá si este viaje llega a puerto.

Sabemos de entrada que los rechazadores no se moverán un milímetro y pondrán toda su energía y capacidades en revocar la legitimidad del proceso constituyente. El incentivo es alto. Si se rechaza la nueva Constitución el 2022, volvemos al punto de partida. Nos quedamos con la Constitución del 80, pero esta vez legitimada por un procedimiento democrático. Un paraíso para los rechazadores. 

Los destituyentes son aquellos que tienen su centro de gravedad en el pasado, ya sea en los 30 años o en el último siglo y medio (una parte de los escaños reservados). En este mundo hay rabia acumulada. Aquí también esta el “nuevo PC”, distinto al que votó con una mueca por Lagos y gobernó disciplinadamente con Bachelet.

También sabemos que habrá un grupo de destituyentes que está dispuesto a perderlo todo, a tirar el mantel y convocar a las calles si el resultado no es exactamente como quieren.

Los constituyentes tienen la gran responsabilidad de generar un acuerdo amplio. Y tienen 10 meses para construir y para sumar, dentro de la Convención y fuera de la convención.

La sociedad, la ciudadanía, el pueblo, será quien dirima. Y mientras antes entre en acción, mientras antes se involucre, mayores serán las posibilidades de llegar a puerto, a ese puerto que apenas es un punto de partida del nuevo Chile.

*Rodrigo Araya es doctor en Antropología de la Universidad Autónoma de Barcelona, magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile y editor del libro “Doscientas mil voces” (Ediciones Abierta).  

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