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13 de Septiembre de 2021

¿Se acaba este matrimonio?: Cómo los políticos se han ido alejando de los técnicos

Patricio Vera

Fue claro en la discusión por el cuarto retiro de los fondos de pensiones: los políticos hacen oídos sordos de las advertencias de los expertos. Se vio también en el enfrentamiento por los últimos anuncios del Banco Central. ¿Se rompió esta alianza que funcionó sólida sobre todo en los 90? ¿Cuándo y por qué ocurrió? Responden desde los economistas José De Gregorio y Rodrigo Valdés hasta el exdiputado del PS Osvaldo Andrade, entre otros.

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“Son los técnicos que nos llevaron a la explosión social del 18 de octubre”, aseguró a mediados de agosto el diputado del PS Marcos Ilabaca, presidente de la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados.

La frase, emitida en entrevista con La Segunda en medio de las discusiones por el cuarto retiro de las AFP, muestra un fenómeno cada día más visible: el divorcio de la política con la “evidencia” que aportan al debate público los expertos —sobre todo economistas— y organismos técnicos.

Las palabras del diputado Ilabaca llegaron tras la presentación, llena de advertencias, que el presidente del Banco Central, Mario Marcel, hizo frente a esa Comisión. Marcel fue claro en señalar las consecuencias “extremadamente graves” que tendría esa medida para la economía chilena. Apuntó a que “cada retiro aumenta las posibilidades de retiros adicionales”, que a su vez “constituyen actualmente la mayor amenaza” para una recuperación “sólida y sostenible” en el contexto de la pandemia.

Otras voces técnicas se sumaron a las críticas al proyecto. El economista y expresidente del Banco Central, Roberto Zahler, dijo a CNN Chile que un cuarto retiro “no se justifica prácticamente por ningún lado”; mientras el exministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, llegó incluso a calificar de “locura fiscal” la extensión del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en paralelo a un nuevo giro desde las AFP, según publicó La Tercera.

Una apreciación en la misma línea entregó ese mes el economista y académico de la Universidad de Chile, Joseph Ramos: “Desde el estallido se perdió todo pudor, y se ha ido en la dirección de un populismo desatado”.

Marcel fue claro en señalar las consecuencias “extremadamente graves” que tendría esa medida para la economía chilena. Apuntó a que “cada retiro aumenta las posibilidades de retiros adicionales”, que a su vez “constituyen actualmente la mayor amenaza” para una recuperación “sólida y sostenible” en el contexto de la pandemia.

No bastaron esas alertas. Aunque se pospuso la votación en particular del cuarto retiro en la Comisión de Constitución para el 22 de septiembre, pareciera que igualmente avanza de forma imparable. Incluso contaría, como en anteriores retiros, con el apoyo de algunos diputados del oficialismo en la Cámara Baja: serían 18 oficialistas, según proyectó hace poco el RN Jorge Durán.

Las aguas no se aquietarían. El martes 31 de agosto, el Banco Central anunció un alza en la Tasa de Política Monetaria de 75 puntos base, quedando ésta en un 1,5%. La decisión fue justificada como un mecanismo para evitar la “acumulación de desequilibrios macroeconómicos”, que podrían provocar un “aumento más persistente de la inflación”, con la inflación anual culminando 2021 en un 5,7%, de acuerdo con el Informe de Política Monetaria (IPoM) de septiembre.

El incremento de la tasa trajo críticas al Banco Central desde algunos sectores de oposición. Juan Andrés Lagos, dirigente de PC, fue quizás el más duro. Señaló en Twitter que “el Banco Central no tiene idea de economía a escala humana”, de paso tachando a la institución de ser “una lacra”. La diputada Pamela Jiles (PH) calificó a Marcel de “alaraco”, y amenazó con pedir su renuncia, mientras que el diputado Miguel Ángel Calisto (DC) dijo a Radio Infinita que “hay una situación compleja y peligrosa en la forma en la que (el Banco Central) está tomando sus decisiones”. “A mi juicio, es una forma de provocar a la ciudadanía, cuando un porcentaje importante quiere un cuarto retiro”, sentenció.

¿Se acabó el matrimonio entre políticos y técnicos? Hace años era una relación sólida, principalmente durante los gobiernos de la Concertación, cuando el panorama era inverso al actual: la opinión de los economistas en materia de políticas públicas se tornaba, muchas veces, en una verdad casi indiscutible.

“La técnica intentó predominar sobre los elementos de la política, y la expresión más nítida de aquello es la relevancia que tuvo en los gabinetes el ministerio de Hacienda. El ministerio de Hacienda, en los gobiernos de la transición, adquirió un nivel de superpoder”, comenta a The Clinic el ex diputado del PS y ex ministro del Trabajo durante el primer período de Michelle Bachelet, Osvaldo Andrade.

¿Por qué desde el mundo político parece no considerarse hoy la “evidencia” que aportan los técnicos? ¿En qué momento ocurrió? Y ante esto, ¿hay una autocrítica desde los técnicos? The Clinic contactó a políticos y expertos —en algunos casos, figuras que reúnen ambos perfiles— para abrir el debate. Este es el resultado.

¿DIVORCIO?

“Yo creo que sí, que efectivamente hay un divorcio entre lo que enseña la ciencia y la técnica, en el ámbito económico, con lo que está dominando los planteamientos políticos”, dice Jorge Rodríguez Grossi, el ex ministro de Economía en los gobiernos de Ricardo Lagos y Bachelet II. “Y eso tiene una consecuencia súper negativa para el desarrollo económico futuro, manifestándose en malas pensiones, en inflación, en crecimiento bajo, en un alejamiento de los inversionistas”. Agrega que la separación de la política con la técnica es un “fenómeno mundial”.

Coincide en esto último Rodrigo Valdés, ex ministro de Hacienda: “El ejemplo más brutal es Trump (expresidente de EE.UU.) con el Covid-19”. Sobre la pregunta, Valdés considera que “sí hay un distanciamiento, o por lo menos una distancia mayor que en el pasado”. “Siempre ha habido alguna especie de fricción, pero evidentemente hoy es mayor (…). No es que aquí se ‘cortó un elástico’, sino que, digamos, se ‘estiró un elástico’ y se ‘venció’ un poco”.

“La técnica intentó predominar sobre los elementos de la política, y la expresión más nítida de aquello es la relevancia que tuvo en los gabinetes el ministerio de Hacienda. El ministerio de Hacienda, en los gobiernos de la transición, adquirió un nivel de superpoder”, comenta a The Clinic el ex diputado del PS y ex ministro del Trabajo durante el primer período de Michelle Bachelet, Osvaldo Andrade.

“Dependiendo del estado de algidez del clima político, a veces se olvidan los temas técnicos. Hoy día estamos en una coyuntura especial”, explica José De Gregorio, ex presidente del Banco Central y actual decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. “Las cosas se trasladan al Congreso en un momento en el que hay unas elecciones bien importantes para el futuro de Chile. Por lo tanto, se tiende a ignorar un poco la discusión técnica”.

José De Gregorio. Crédito: Agencia Uno.

Para Andrés Solimano, doctor en Economía y presidente del Centro Internacional de Globalización y Desarrollo (CIGLOB), “efectivamente está apareciendo un cierto divorcio de los economistas y del cuerpo político, entendido más bien como el Congreso, sobre todo por el asunto del cuarto retiro”. Sin embargo, puntualiza que “cuando se habla de economistas se está hablando de un pequeño grupo”, que tiene más “tribuna” en los medios, y “que ha sido muy influyente en los últimos 30 ó 40 años”, marcando la pauta de la “base técnico-ideológica del poder económico que hay en Chile”. En esa línea, afirma, “no es que los políticos dejaron de escuchar a los técnicos. Lo que pasa es que escuchan a unos técnicos que les dan consejos que ya no les sirven para las demandas políticas que están enfrentando ellos”.

En tanto, Klaus Schmidt-Hebbel, execonomista jefe de la OCDE y, cómo él explica, cercano al centro y la centroderecha —formó parte del equipo programático para la candidatura presidencial de primarias de Ignacio Briones— comparte el diagnóstico del “divorcio”: “La respuesta es un contundente sí. Ese divorcio existe”.

Hay miradas distintas, o menos tajantes. Carlos Montes, economista y actual senador del PS, opina que “entre lo político y lo técnico siempre hay una tensión porque, en primer lugar, lo técnico no es una verdad pura y no refutable”. Pero “la tensión que hay ahora se basa en una situación mucho más compleja producto de la pandemia, producto de decisiones que el gobierno no tomó oportunamente”. Asimismo, recalca que tanto en la política como la técnica conviven “distintos puntos de vista”. “Yo francamente creo que en esto hay que analizar cada una de las situaciones (…). Prefiero que no haya dictadura de lo técnico, ni tampoco dictadura de lo político, sino que haya un diálogo entre las distintas dimensiones”.

Osvaldo Andrade cree que “eso de que la política se divorció de la técnica es al revés”: sería la técnica, entonces, que se alejó de la política. Agrega que no ve una “distinción tan limpia entre ambas áreas”, ya que “los técnicos tienen elementos políticos esenciales, y los políticos tienen inevitablemente que tener elementos técnicos básicos”.

Osvaldo Andrade. Crédito: Agencia Uno.

Y Diego Vela, economista y director ejecutivo del centro de estudios Rumbo Colectivo —fundado en 2020 y ligado a Revolución Democrática, parte de una nueva generación de técnicos—, también considera que el tema es “al revés”. Pero en el sentido de que “por mucho tiempo” la discusión estuvo marcada por una “visión más economicista de la técnica”, donde “se entendió que la economía era una verdad, sin considerar otras dimensiones políticas y sociales que son súper relevantes”.

“En ese sentido, creo que el estallido permitió superar ese divorcio que existía entre lo político y lo técnico, entendido más allá de lo netamente económico”, al admitirse la consideración de “realidades, emociones y otras disciplinas que permiten una comprensión más compleja de los problemas”, concluye.

CUÁNDO, POR QUÉ, CÓMO

Schmidt-Hebbel describe cómo en Chile existía una “tradición” de que las “autoridades económicas máximas” fueran economistas, algo que identifica como una “enorme virtud”. En general, relata, estos tomaban decisiones “fuertemente informadas con análisis técnico”, pero sin dejar de lado “argumentos políticos”, aunque opina que “primaba” lo técnico. Como parte de este grupo menciona al mismo Rodrigo Valdés, a De Gregorio, a Marcel, a Ignacio Briones, a Alejandro Foxley y a Nicolás Eyzaguirre “en su primer período en Hacienda”.

“En algún momento, esto se perdió. Se perdió por un populismo ignoto de sectores románticos de izquierda”, dice Schmidt-Hebbel, quien identifica algunos hitos que demuestran el divorcio, como la renuncia del exministro Rodrigo Valdés a su cargo en Hacienda, gatillada por el rechazo al proyecto minero Dominga en 2017.

“Otro ejemplo de divorcio se produjo este año”, asevera, “con los retiros del 10%, y una sucesión irresponsable de pago de bonos y de IFEs, que todavía no han terminado y que siguen dándose, y que han llevado a que Chile sea el campeón mundial de la irresponsabilidad fiscal durante la recuperación del año 2021”. “Eso es populismo puro, y eso es divorcio de la técnica con la política”, puntualiza Schmidt-Hebbel.

Klaus Schmidt-Hebbel. Crédito: Agencia Uno.

No todos los entrevistados tienen tan claro el cuándo comenzó a gestarse esta distancia, pero sí dan algunas luces al respecto.

“Creo que el propio progreso que tuvimos (en Chile) ha llevado a que la gente demande cada vez más bienestar, más beneficios, y la verdad es que la economía tiene un techo, que a los que actúan en la política son a los que menos les gusta (reconocerlo)”, dice Rodríguez Grossi. “Ya llevamos varios años en donde el crecimiento se ha ido también ralentizando, y eso frente a un país que pide cada vez más, más y más, con mucho apetito, creo que ha llevado a una situación, en especial el año 2019, que se profundizó con la pandemia”.

Según Solimano, hoy estamos además ante una suerte de cambio de ciclo, con una “crisis” en los modelos económicos “dominantes”, todavía defendidos, en general, entre los académicos de las “facultades de economía y negocios (de Chile), que son muy conservadoras y neoliberales”. “El país está buscando un modelo distinto”, indica, mientras sostiene que “se necesita una apertura que se está dando en otras partes del mundo”, citando a los economistas Joseph Stiglitz, Paul Krugman, el programa económico del demócrata estadounidense Bernie Sanders, el “socialismo del siglo XXI” del francés Thomas Piketty, y las ideas que emanan desde el Partido Laborista británico.

“Un problema es cuando lo académico está dominado por lo ideológico. Entonces, en el fondo, la búsqueda de evidencia, la búsqueda de conceptos, es para validar una ideología”, dice De Gregorio, sobre algo que “está pasando mucho hoy día”. “Más que una discusión técnica, pareciera una discusión en la que lo que queremos es hacer primar nuestra ideología, y torturamos la evidencia para que validen nuestros prejuicios. Y eso es muy mala academia, y es muy mala técnica”, sostiene.

En la misma línea corre el argumento de Valdés, quien habla del “pasar de contrabando ideas políticas como técnicas, sobre todo en la derecha”. “Y es muy lamentable porque, en economía, en realidad sabes bastante de algunas cosas que no funcionan”, y este “contrabando” hace que “pierdas la credibilidad, el poder y la influencia, en cosas que sí son claramente técnicas y estudiadas”.

Valdés observa también que se pasó de un “encuadre que era de demasiado poder hacia la tecnocracia” a uno de “negacionismo, en que no se ven” los riesgos que pueden tener ciertas políticas. “Ese negacionismo puede venir de los propios errores”, explica. “En el caso del primer retiro, aquellos que decían ‘no hagan esto que va a quedar la escoba’, fueron testeados, y fue visto que no tenían razón”.

Carlos Montes junto a Rodrigo Valdés en el Senado (2016). Crédito: Agencia Uno.

De Gregorio comparte esa idea. “Algunos dijeron (sobre el primer retiro), de manera muy irresponsable y sin ningún fundamento, que aquí se venía un colapso financiero, cosa que era falsa (…). Y es que después la gente dice: mira, son técnicos y ni siquiera entienden lo que pasa. Entonces es como una comedia de equivocaciones”.

Otro tema que varios reconocen es el impacto de las redes sociales en el quehacer técnico y político. La fama o infamia en el mundo de Twitter.

“Hay un nuevo actor en la política, que se ha transformado en un actor muy difícil de sortear, y que genera una cierta sumisión de los políticos: las redes sociales”, opina Andrade. “La política en general hace lo que las redes sociales le indican, le demandan y le exigen (…). Y como a las redes la técnica les importa cero, terminó la política, fruto de esta rendición, subsumida y alejada de los elementos técnicos. La discusión del cuarto retiro es un ejemplo clarísimo de aquello”, acota, mientras desliza una crítica: “Esto es negativo desde el punto de vista que la imposición de la política sobre la técnica, que debería ser un factor deseable, se hace sobre la base de un elemento exógeno que deslegitima esa contienda. La hace canalla, la frivoliza. La hace una discusión bastarda”.

Relacionado a las redes sociales, pero no solamente por ellas, estaríamos hoy en un ambiente cultural y político que limita la discusión, de acuerdo con De Gregorio. “Yo en lo personal voy y hablo en los lugares más diversos que me invitan. Voy nomás”, dice. “Pero hay como una inseguridad (entre los técnicos) de ir a debatir o discutir con alguien que piense distinto, o una audiencia que puede ser adversa. No es fácil”.

¿Por qué se da esa inseguridad? ¿Hay miedo a la funa? “En parte, sí”, responde De Gregorio. “Lo que existe es esta falacia del ad hominem. Que te descartan, no por las ideas, sino que te descartan de partida (…). No se discute el argumento”.

En la búsqueda por encontrar las causas del divorcio, Schmidt-Hebbel identifica “la mala calidad de nuestros representantes políticos en el Congreso, quienes desde la derecha hasta la izquierda han sucumbido y claudicado frente a las tentaciones populistas”, además del factor redes sociales, con el mecanismo de “el que más ofrece es más popular, y el que es más popular más votos agarra”.

Pero también habla de “la cobardía”. “De enfrentar esto por parte de aquellos de la vieja Concertación”, quienes no se han atrevido “desde el 18 de octubre del 2019 a decir las cosas por su nombre, a denunciar la irresponsabilidad en sus propios partidos, y a enfrentarla electoralmente dentro de sus partidos y como candidatos de sus partidos”.

LA AUTOCRÍTICA

En esta arista, las opiniones son, una vez más, divergentes.

“Creo que los economistas han o hemos sido un poco soberbios, y un poco irresponsables”, dice Valdés. “Primero, no reconociendo que hay dilemas que sólo la ética puede solucionar. Como técnico, uno puede medir el dilema, pero la técnica no es capaz de solucionarlo. En segundo lugar, nos cuesta mucho reconocer los grados de incertidumbre. En tercer lugar, creo que hay harto ninguneo. Y eso tampoco ayuda mucho: el poder lo tienen los políticos no los técnicos”, asegura.

En la búsqueda por encontrar las causas del divorcio, Schmidt-Hebbel identifica “la mala calidad de nuestros representantes políticos en el Congreso, quienes desde la derecha hasta la izquierda han sucumbido y claudicado frente a las tentaciones populistas”.

En una encuesta aplicada por Ipsos en 25 países y publicada en agosto —llamada “Sentimiento de Sistema Roto en 2021”—, un 84% de los consultados en Chile se mostró “de acuerdo” con la afirmación de que “los expertos de este país no saben cómo vive la gente como yo”. Este fue el porcentaje más alto, para esa pregunta, en todas las naciones donde se llevó a cabo la medición.

“Yo comparto esa crítica”, opina Diego Vela. “Creo que desde el mundo político y desde el mundo académico, del que yo también soy parte, de ese grupo más privilegiado; el no estar vinculado con el Chile cotidiano y real, que viven las mayorías, ha afectado que las decisiones no se tomen de buena forma”.

“De pronto, estoy completamente de acuerdo con eso”, señala Andrade al escuchar la cifra de Ipsos. “Porque ése es el problema con el predominio de lo técnico sobre la política. Y es que se deshumaniza la resolución de los conflictos. Las personas se transforman en números. Así como el mercado los transforma en clientes, el exceso técnico transforma a las personas en números. Y eso es la antítesis del buen gobierno”.

“Es una crítica que se le hace tanto a los políticos como a los técnicos”, comenta Carlos Montes, poniendo como ejemplo el estallido social. “Nadie, de ningún sector político, lo previó, lo analizó, lo consideró. De la política y de la técnica. Porque los técnicos pensaban que los sectores sociales en Chile no estaban viviendo lo que estaban viviendo, y les parecía inexplicable una cosa así. Aquí hubo una distancia tanto de los técnicos como de los políticos”.

“Yo no diría que no importa la percepción”, señala De Gregorio, “pero creo que para que uno se rebele con que haya gente que toma dos horas la locomoción para llegar a sus trabajos, y además consige bajos ingresos, no es necesario vivir eso”. “Ahora, sí es cierto que uno no conoce la experiencia de vida de eso. Y que obviamente es un condicionante. Sin embargo, a favor de los técnicos, muchas veces en vez de ir a experimentar eso, puede ser mucho mejor que estén mirando datos. Porque la experiencia personal muchas veces es particular”, resume.

Jorge Rodríguez Grossi. Crédito: Agencia Uno.

Rodríguez Grossi, por su parte, considera que “señalar que los técnicos no saben cómo vive la gente, la verdad es que no tiene mucho sentido”, y hace una analogía con la práctica de los médicos. “Es como cuando uno llega enfermo y lleno de dolores y el doctor dice ‘bueno, hay que operar’ y, además, no hay morfina o algún tipo de anestésico, pero hay que operar. Ese tipo de situaciones son las que hoy día los economistas, y básicamente el Banco Central, pretenden evitar en el futuro. Porque si nosotros nos metemos en una escalada de inflación y no somos capaces de pararla hoy, vamos a tener un problema tremendamente complicado (…). Obviamente no es del gusto del mundo político, porque predicar eso significa perder las elecciones”, añade.

Para Schmidt-Hebbel, “no es problema de los técnicos que sus estudios se escuchen”. “Los técnicos pasamos todo el día corriendo modelos, haciendo análisis comparativo internacional, juntando estadística, haciendo regresiones, juntando evidencia, haciendo análisis con datos micro, con datos macro. No podemos encargarnos además de convencer al país de que nuestros estudios son correctos. La responsabilidad de eso es de los políticos. No de los técnicos”.

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