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21 de Septiembre de 2021

¿Nos quedamos sin futuros goleadores?: La crisis del fútbol de juveniles en Chile

Generaciones perdidas, entrenadores finiquitados y clubes que fueron incapaces de armar equipos para los campeonatos del Fútbol Joven que acaban de volver a disputarse. La frustración y la desmotivación llevó a algunos futbolistas por el peor de los caminos. “A un conocido lo mataron, él quiso salir de sus problemas y ganarle a la vida con el fútbol, pero el deporte no le devolvió ese sacrificio”, cuenta un joven de 20 años que lucha por una oportunidad desde el Internacional de Santiago, un humilde club en Renca que recibe a jóvenes que deben armarse nuevamente.

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“Él llegó desde la Universidad Católica, el capitán era de Melipilla, el que está al medio jugaba en Santiago Morning y el que está con los suplentes se supone que sigue perteneciendo a Unión Española, pero desde que volvió el fútbol joven no lo han llamado”, dice Jairo Zamorano, entrenador de 34 años, mientras se pasea por la cancha del Parque Las Palmeras de Renca, que mezcla tierra con algo de pasto seco. En ese lugar, con una pelota a la que se le fueron todos los dibujos producto de su uso, entrena el Internacional de Santiago, club que nació en septiembre de 2020 para recibir a jóvenes que los equipos profesionales dejan de lado o que quedaron sin club producto de la pandemia.

“Recibimos a niños desde los 12 a los 22 años. ¿Qué ganamos? Experiencia para todos, les damos espacio a los jóvenes para que se integren al deporte y puedan cumplir el sueño de todos los que somos Inter: llegar al fútbol profesional”, explica el DT, quien además tiene una agencia de representación para intentar ubicar a sus pupilos en clubes profesionales.

Martín Campos es uno de los 22 jugadores que entrenan en la cancha de tierra ubicada en General Velásquez con Dorsal. El mediocampista quedó sin club después del estallido. “Estaba en Santiago Morning, pero llegó un profesor nuevo y nos echó a casi todos. Después jugué en Rodelindo Román, pero me desmotivé con la pandemia”, dice el joven de 20 años, quien se veía lejos del fútbol mientras estudiaba y trabajaba en el negocio de su abuela. Hasta que apareció el Internacional. “Me emociona ver el sacrificio y el esfuerzo que hacen mis compañeros”, comenta Campos, quien hace unos meses recibió una noticia que lo hizo cuestionar seriamente la labor que hacen los clubes con los jóvenes.

El equipo Internacional.

“Algunos tenemos más apoyo de nuestras familias, pero hay otros de los que se quedaron sin club, por el tema de la pandemia, que se fueron por malos pasos. Un conocido murió, lo mataron de un balazo, porque se metió en problemas. Él quiso salir de eso, ganarle a la vida con el fútbol, pero tuvo que pagar las consecuencias. Hablábamos mucho, jugábamos en el barrio y me decía que soñaba con ser futbolista profesional. Y lo intentó mucho, pasó por varios clubes, pero el fútbol no le devolvió todo ese sacrificio. Con la pandemia necesitó dinero y pasó lo que pasó”, recuerda Campos.

Cristián Febre, jefe de las divisiones menores de Santiago Morning, está consciente de que la situación es delicada. “Es una realidad desconocida, hay equipos que han tenido juveniles que vivieron momentos complicados, que han debido llegar a las situaciones más extremas, como el robo, porque estaban desesperados durante la pandemia”, cuenta el exfutbolista, quien agrega: “nosotros somos uno de los pocos clubes, sin contar a los grandes, que contamos con un psicólogo deportivo para acompañar el proceso de formación”.

“A los clubes no les importa formar jugadores más allá de lo futbolístico y no se preocupan de entregarles un plan B a los muchachos. Tampoco les importa que terminen el colegio y por eso muchos no lo hacen. Además, hay varios chicos que al no cumplir el sueño de ser jugadores profesionales vuelven a los entornos en que fueron criados y terminan en la delincuencia o la drogadicción”, dice Rodrigo Cauas, psicólogo deportivo de Cobresal, quien ha trabajado en Palestino, Universidad de Chile, Rangers, San Luis de Quillota, Unión San Felipe y O’Higgins.

El psicólogo deportivo Rodrigo Cauas.

Cristián Febre asegura que son varios los juveniles perjudicados por la crisis. “Se perdieron generaciones enteras y también entrenadores. No sólo en Santiago Morning, sino que la mayoría de los equipos del fútbol chileno perdieron a muchos jugadores. Y va más allá del tema futbolístico. ¿Cómo motivar a los niños para asumir tanta cuestión? Hay muchos sueños dentro de las familias, de ellos, es súper difícil el tema. No sólo para los jugadores, sino que para los entrenadores que estamos viendo cómo sopesar ese tema y ayudarlos para salir adelante”.

DOS AÑOS EN CRISIS

Desde el 18 de octubre de 2019 hasta el regreso del torneo juvenil, hace tres semanas, las divisiones menores apenas pudieron jugar dos partidos, cuando empezaba 2020. A causa de la pandemia varias instituciones finiquitaron a los entrenadores de las divisiones menores o se acogieron a la Ley de Protección del Empleo para dejar de pagar sus sueldos.

“Es una situación lamentable, a algunos ni siquiera se les reconoció el vínculo laboral. Son muy pocos a los clubes que en verdad les importa el fútbol juvenil, están más preocupados de la plata que de proyectar el futuro y apoyar a los jóvenes. Acá hay generaciones perdidas y después piden recambio para la Roja”, acusa Carlos Ramos, presidente del Colegio de Entrenadores de Fútbol Profesional.

Durante los meses sin fútbol el contacto con los juveniles fue mínimo y la única solución fueron reuniones de Zoom o fotos que los técnicos les exigían a sus pupilos. Todo por iniciativa personal. “Era la única alternativa para que siguieran motivados con el fútbol”, dice Guillermo Maureira, entrenador de las divisiones menores de Cobresal, quien fue finiquitado el año pasado, pero luego lo volvieron a contratar.

Saldías, Ugarte y Campos.

Este año los cuerpos técnicos retomaron el trabajo y en septiembre regresó el torneo, pero sin todos sus equipos ni todas sus categorías: antes existían cuatro (Sub 15, Sub 16, Sub 17 y Sub 19) y ahora están compitiendo la Sub 18 y la Sub 21, que buscan integrar futbolistas de todas las generaciones, aunque no son suficientes. “Varios se quedaron sin competencia”, comenta Maureira. Mientras que dos clubes se restaron: San Antonio Unido y Lautaro de Buin. “Tuvimos muchos problemas administrativos y no pudimos hacer las gestiones para poder jugar. Los jóvenes quedaron a la espera, pero no podrán jugar este año”, se justifica Carlos Encinas, dueño y entrenador de Lautaro.

Entrenamiento del Internacional.

El regreso no fue fácil para los clubes. “Había mucha ansiedad. La pregunta que hacían todos era: ‘¿cuándo volvemos? ¿cuándo volvemos?’ Sin duda que los juveniles se han visto afectados por la falta de competencia y entrenamientos. Al principio hubo muchas lesiones y también se van perdiendo habilidades, porque hay un año perdido en la formación”, comenta Hugo González, entrenador de la Sub 18 de Colo-Colo, equipo que ganó sus dos primeros partidos tras el retorno de la actividad.

En Cobresal coinciden en el diagnóstico. “Al principio teníamos juveniles acalambrados a los 30 minutos. Es un problema grande, porque hay una generación que se desarrolló sin jugar. ¿Quién viene abajo?”, se cuestiona Maureira.

“Volvió el fútbol joven, pero eso no quiere decir que cambió la situación. Conozco un entrenador que con 10 lucas de su bolsillo le compra colaciones a todo el plantel de juveniles. Imagínate lo que puedes lograr con eso, un yogurt o un plátano para cada uno con suerte y para los jóvenes ya es mucho, porque hay mucha decepción de los chicos con el fútbol por la falta de apoyos”, confiesa Carlos Ramos.

LA GENERACIÓN PERDIDA

Rodrigo Sanz (20) llevaba un año y dos meses sin jugar cuando recibió un llamado de su entrenador en Santa Cruz, de Primera B. “Rodri, necesito que juegues con el primer equipo contra Coquimbo Unido”, le dijo el técnico. Lo llamaron el viernes 14 de mayo de este año y el partido era el martes. Desde marzo de 2020 que Sanz no había entrenado de forma presencial con su club y desde hace más de seis meses que no recibía instrucciones o consejos de nadie, pese a ser el capitán de la categoría. De hecho, en diciembre dio la PSU y entró a estudiar psicología en la Universidad del Desarrollo. Pero un brote de Covid-19 en el primer equipo le dio otra chance. Soltó los apuntes y dejó el estudio para enfrentar al equipo más fuerte de la B del fútbol chileno, donde figuran Esteban Paredes y Jean Beausejour.

El resultado fue demoledor: Santa Cruz perdió 7 a 1. A Sanz, quien jugó el partido entero pese a lesionarse en el minuto 41, nunca lo volvieron a llamar. Ni para preguntarle por su estado físico, ni para el retorno del Fútbol Joven. “Imagina lo difícil de volver a jugar un partido profesional después de estar más de un año sin entrenar. Nadie puede mantenerse en forma en todo ese tiempo”, dice el zaguero, quien alcanzó a jugar dos partidos en el profesionalismo. El primero fue por un paro de futbolistas, encuentro en que fue elegido la figura por la transmisión televisiva. “Siempre que me necesitaron estuve ahí”, cierra Sanz, quien seguirá estudiando hasta final de año y luego buscará opciones para insistir en el sueño de ser futbolista profesional.

Rodrigo Sanz (a la izquierda).

Si no es el fútbol será la psicología deportiva. “Después de todo lo que he visto tengo clara la importancia del acompañamiento en la formación deportiva. Todos los juveniles deberían tener apoyo”, cierra Sanz.

Según el reglamento FIFA todos los clubes deberían contar con un psicólogo. “Dudo que se cumpla esa normativa en el fútbol chileno”, dice el especialista Rodrigo Cauas, quien ahonda: “Los clubes no trabajan la formación integral de los jóvenes. Si la formación futbolística es incompleta, imagina todo lo demás. Si a los equipos no les da plata, no les sirve. Entonces sólo le terminan prestando atención a sus figuras, porque los que no entregan ganancias son los que se pierden. ¿Qué pasa con ellos?”.

Las reglas del torneo Sub 21 perjudican directamente a Sanz, debido a que solo se aceptan cinco jugadores de su generación, los nacidos en 2000, en la categoría. “Es la que más salió afectada, porque perdieron un año y medio de formación que es muy importante y hoy tienen 20 o 21 años y les queda sólo este resto de año en el fútbol joven, después van a tener que irse para la casa o darse la vuelta larga lamentablemente. Algunos pasan al primer equipo, pero los que no tienen el nivel para llegar ahí, van quedando en el aire. Ellos quedaron en una posición muy complicada”, expone Guillermo Maureira, de las divisiones menores de Cobresal.

Aunque los jóvenes no están asociados al Sindicato de Futbolistas Profesionales (Sifup), en el gremio están conscientes de la situación. “Es muy malo que haya una generación que no compitió, pero también hay que considerar que muchos juveniles debutaron por la crisis económica que provocó la pandemia. De todas formas, los que no alcanzaron a debutar van quedando fuera. Hoy entre el 10% y el 20% de los niños en formación termina en el fútbol profesional. Ahí es donde algunos clubes cometen un error, porque se preocupan de formar futbolistas y no personas. No se les obliga ir al colegio, no hay apoyo psicológico, y si sabes que no todos van a ser profesionales tienes que preocuparte de que la formación sea integral, para que sean un aporte a la sociedad”, plantea Gamadiel García, presidente del Sifup.

DERECHOS FORMATIVOS: OTRO OBSTÁCULO MÁS

El dirigente sindical menciona otra dificultad con la que deben lidiar los jóvenes. “Cuando un chico se forma en un club no puede pasar a otro sin que se paguen los derechos formativos. ¿De dónde van a sacar esos recursos? Al final todo el sistema te lleva a que cada vez sean menos los jóvenes que llegan al fútbol profesional”, crítica García.

El proceso de formación de un futbolista se considera desde los 12 a los 23 años, por lo que, si otro club lo quiere contratar, debe pagar un monto por su traspaso, que depende del nivel del equipo, que va desde los US$ 2 mil a los US$50 mil .

Podría haber sido el caso de Nicolás Ugarte, el capitán de Internacional de Santiago. El defensa de 19 años jugó desde los 13 hasta los 18 años en Melipilla. Hasta que el entrenador lo cortó. “No tienes condiciones (técnicas)”, le dijo.

“El trato de los clubes es muy malo, porque si no subes al primer equipo te dejan de lado, no te pescan más. Cuando me echaron de Melipilla caí a un hoyo, estaba profundamente deprimido y no quería entrenar. Estaba retirado, en todo el sentido de la palabra, hasta que llegó el ‘profe’ Jairo. Él me sacó del hoyo en el que estaba, me enseñó a ganarle a la adversidad y ahí les pedí a mis padres que me dieran otra oportunidad en el fútbol”, relata Ugarte, quien se levanta todos los días a las 4 de la mañana para llegar a la hora a la cancha del Parque las Palmeras.

Ugarte

“Nuestro capitán es un ejemplo. Él nunca debutó y es súper ordenado, disciplinado y respetuoso. Le dio la vida a su equipo, perdió parte de su infancia por ellos, y le dijeron: ‘no tienes condiciones’, pero uno lo ve jugar y se da cuenta que sí tiene las condiciones, lo que no tuvo son oportunidades. Uno ahí se pregunta: ¿quiere o no quiere ser futbolista profesional? ¿Va a aprovechar la oportunidad si se la doy? ¡Claro que sí! Si la está aprovechando en una cancha de tierra”, dice el entrenador Jairo Zamorano.

INTER DE SANTIAGO: “ESTAMOS ABIERTOS A TODOS”

Jairo Zamorano fue futbolista amateur y árbitro profesional. “Ahí pude ver la cantidad de talentos que desperdicia el fútbol chileno. Importa más si eres el hijo de un exjugador o si tienes el pituto, pero no hay igualdad de condiciones para jugar”, reclama el entrenador.

“Los clubes no están interesados en los jóvenes, los abandonan y no les entregan más herramientas, por eso quise hacer el ‘Inter’, un equipo con valores, donde los chicos puedan crecer y tener una segunda oportunidad. Hoy el 80% de los futbolistas de las divisiones menores se van quedando fuera del sistema, los desechan y lo mismo pasa con los extranjeros, porque los reglamentos son muy severos para que tengan una oportunidad”, sostiene el técnico. Dentro de su equipo hay futbolistas de Ecuador, Perú, Colombia, Paraguay y Brasil. “Es un poco obvio por qué nos llamamos Inter, o no”, explica.

El entrenador Jairo Zamorano.

“Acá cabemos todos. Más que jugadores tenemos que ser buenas personas y eso es lo que más rescato del Inter”, plantea Ignacio Saldías, delantero de 19 años, quien ha jugado en Unión Española, La Serena, Santiago Morning y Universidad Católica, club de donde lo echaron. “Llegó un profe nuevo y me cortó. Luego vino la pandemia y me retiré. Me sentía incapaz, porque siempre me dijeron que no iba a poder. Nos sentamos con mi familia y les dije que iba a dejar el fútbol, porque no se me dio. Ahí conocí a Jairo y por eso es que voy a estar eternamente agradecido”.

Saldías es muy crítico con el funcionamiento del fútbol joven en Chile. “Hay abandono y cuando nos echan nos dejan tirados. He conocido juveniles que se hunden profundamente cuando los echan, que caen en depresiones duras”, cuestiona el atacante, quien convirtió dos goles en el debut de su equipo en el torneo de Proyección de la Tercera División.

Ignacio Saldías.

“No vamos a parar”, dice Jairo Zamorano, quien hace un llamado a los jóvenes que están buscando club: “El fútbol es el refugio de los chicos que quieren salir adelante de las situaciones más vulnerables, de abandonos de sus familias, de malos entornos, y yo los invito a conocer el Inter de Santiago. Acá no excluimos a nadie”.

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