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2 de Noviembre de 2021

Tunick, 20 años después y con varias visitas frustradas: “Mi obra en Chile está inconclusa”

Spencer Tunick a 20 años de su paso por Chile

El controvertido fotógrafo estadounidense, quien retrató a 5 mil personas desnudas en el Parque Forestal de Santiago en 2002, revive a casi dos décadas la trastienda de su recordada instalación. Desde entonces ha intentado volver con nuevos proyectos. Ni uno ha prosperado. “Aún siento un deseo artístico irracional con Chile -dice desde Nueva York-. Ha habido posibilidades reales de volver, pero me he negado a convertirme en rostro publicitario y nunca más respondieron”.

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7 de agosto de 2021.

“Querido Luis, espero que este correo electrónico los encuentre bien a usted y a su familia en estos tiempos difíciles. Les escribo para ver si es posible el proyecto en el que estábamos trabajando.

En 2022 será el aniversario número 20 de mi instalación chilena del 2002. Tal vez las dificultades de hacer realidad nuestro proyecto del 2015 puedan estar detrás de nosotros y tratar de hacerlo a propósito del aniversario podría tener más éxito. He superado la pandemia, así que estoy listo para viajar a Chile e incluso ponerme en cuarentena si es necesario.

(…) Agradecería la oportunidad de realizar nuevos trabajos en Chile. No necesitamos batir récords con la cantidad de participantes desnudos. Sólo tenemos que hacer un buen arte y unir a las personas colectivamente para enviar un mensaje de que el futuro puede cambiar si hacemos un esfuerzo adicional.

Intentemos que esto suceda. ¿Qué piensas?

Afectuosamente,

Spencer”. 

I. Un artista sobre su escalera y la catarsis de la tribu

Tenía en mente varias imágenes posibles. Una de ellas la componían varios cuerpos distribuidos casi coreográficamente en las esquinas del Parque Forestal de Santiago. Había anotado también otra: esos mismos cuerpos mirando hacia el río Mapocho en línea diagonal, además de algunas posturas; los brazos hacia arriba, rodeando la cabeza y en posición fetal. Nada de eso, dirá, funcionó esa fría mañana, cuando sobre una escalera de tres metros y con la cámara entre sus manos, Spencer Tunick supo que sus instrucciones no hacían eco entre las casi 5 mil personas que se desnudaron y posaron para él en su primera visita a Chile, hace casi 20 años.

Había, por esos días de crudo invierno, un ambiente futbolero y necesidad de fiesta. El domingo 30 de junio de 2002 se sabía de dos eventos previamente anunciados que iban a marcar la pauta noticiosa local: la final del Mundial de Japón entre Brasil y Alemania y una divulgada instalación artística en Santiago del fotógrafo estadounidense de entonces 34 años -que había retratado desnudos masivos en varios escenarios abiertos del mundo-, a cargo del Museo de Arte Contemporáneo (MAC).

La invitación había circulado semanas antes en periódicos, por la radio e incluso por el estrecho ciberespacio de la época, aún sin redes sociales. Decía: “Pose desnudo en Santiago, Chile, para ser fotografiado por Spencer Tunick. A cambio usted recibirá una fotografía original del evento. Usted sólo estará desnudo por algunos minutos. El evento completo tomará 30 minutos, llueva o truene”. Las y los interesados, mayores de edad por requisito, debían inscribirse por correo electrónico. Llegado el día, se habían recibido más de dos mil solicitudes.

“Se esperaban muchas menos”, recuerda el ex director del MAC, Francisco Brugnoli. Por primera vez el museo traía una muestra colectiva de artistas internacionales provenientes de la 25º Bienal de Sao Paulo, donde un año antes Brugnoli había conocido a Tunick. “Allá vi por primera vez sus fotos y pensé: ¿será posible esto en Chile? Tunick dijo de inmediato que sí y preguntó: ¿cuánta gente puede llegar a haber? Mira, le dije, Chile es un país muy conservador. Él acababa de hacer fotos de desnudos en Brasil con 500 personas, y otras en Buenos Aires con no más de 150. Yo creí que en Chile con suerte podíamos igualar o superar por poco esa cifra, y en eso quedamos cuando acordamos traerlo”, agrega.

Tunick no era precisamente un artista conocido en Chile en ese entonces. Desde sus inicios en 1994 reunía amigos y luego desconocidos para sesiones de desnudos colectivos en espacios abiertos que se revelaban poco antes de cada cita. Por esos años terminó preso y en otras cinco ocasiones fue detenido. Su caso incluso llegó a la justicia en Estados Unidos al enfrentar al entonces alcalde conservador de Nueva York Rudolph Giuliani. Tunick ganó el caso esgrimiendo la tercera enmienda sobre libertad de expresión. El free speech, como lo llaman los gringos.

Durante los primeros años 2000 ya se hablaba, en términos muy reduccionistas por cierto, del fenómeno del “piluchismo” en Chile. Casos como el de la Casa de Vidrio del proyecto Nautilus, para el que la actriz Daniella Tobar vivió durante el verano del año 2000 en pleno centro de Santiago, o el de Baby Vamp, la chica platinada y de lentes oscuros que se paseó desnuda por las calles de la mano del artista argentino Luizo Vega a comienzos del 2002, abrieron el debate en torno al empoderamiento del cuerpo y la desnudez. Ambos desataron también insólitas reacciones y persecuciones desde sectores religiosos y conservadores.

Con sólo meses de diferencia, la primera visita a Chile de Tunick no podía sino correr la misma suerte.

“Allá vi por primera vez sus fotos y pensé: ¿será posible esto en Chile? Tunick dijo de inmediato que sí y preguntó: ¿cuánta gente puede llegar a haber? Mira, le dije, Chile es un país muy conservador. Él acababa de hacer fotos de desnudos en Brasil con 500 personas, y otras en Buenos Aires con no más de 150. Yo creí que en Chile con suerte podíamos igualar o superar por poco esa cifra”

“Hacer una instalación de Tunick en el país de esos años era algo atrevido, pero no tanto tampoco considerando que no esperábamos tener a más de 200 personas. Podía ser todo muy controlable”, comenta la entonces productora del MAC y hoy del Centro Cultural Palacio La Moneda, María Elena del Valle. “Spencer Tunick no tenía productor ni nada en ese tiempo, así que tuvimos que preparar todo nosotros. Abrimos un correo electrónico nuevo para las inscripciones y se llenó rápidamente. Honestamente, no pensé que la gente fuera a participar como lo hizo. No estaban las redes sociales, la cultura era más underground, más para la gente del arte, y este país era bastante pacato entonces. Fue una reacción muy inesperada”.

La elección del lugar para la instalación de Tunick en Santiago implicó una negociación política con la Intendencia y la Municipalidad de Santiago a la que Del Valle tuvo que hacer frente. Se pensó antes en el puente Loreto, en la Plaza de la Constitución y sólo al final apareció como opción el Parque Forestal. “Era el más idóneo”, opina hoy la productora.

Y aclara: “Siempre hubo disponibilidad de las autoridades. Más se peleó el protagonismo de quién había dado el visto bueno primero, si (el ex intendente) Marcelo Trivelli o (el ex alcalde) Joaquín Lavín, pero ambos dieron permisos y fueron bien abiertos. Yo creo que nadie sabía lo que iba a pasar ese día, ni ellos ni nosotros en el museo”. 

El 28 de junio de 2002, dos días antes de la fecha de su debut y a sólo horas de haber aterrizado en Santiago, Spencer Tunick se asomó por la ventana de su habitación en el ex Hotel Carrera, a pasos de La Moneda. Una multitud protestaba en su contra. A la mañana siguiente, uno de los muros del río Mapocho amaneció rayado: “Lavín = Sodoma / Tunick = inmoral”.

Desde su estudio en el condado de Rockland, en el Estado de Nueva York, Tunick lo recuerda así: “Miré por la ventana y vi alrededor de 400 personas manifestándose y gritando afuera del hotel con pancartas y biblias en sus manos. Decían cosas como ‘Tunick inmoral’ o ‘pervertido’. Bajé con mi cámara y los empecé a grabar. Lo gracioso es que ni siquiera me reconocieron”.

Francisco Brugnoli cuenta que contra todo decidieron seguir adelante. El perímetro que rodea el edificio del Museo Nacional de Bellas Artes y el MAC fue acordonado por Carabineros, que además dispuso un contingente para resguardar a los asistentes. El equipo del museo también estaba organizado: había un traductor y ocho megáfonos para que Tunick diera sus instrucciones para la foto, una escalera solicitada también por el artista y personal para recibir a los no más de 200 participantes que esperaban a eso de las 7 AM frente al museo.

Créditos: Spencer Tunick

Llegaron casi 5 mil personas, hombres y mujeres de todas las edades, que esa madrugada y a pesar del frío y los sermones de los evangélicos, querían ser parte del desnudo masivo más grande del que se tenga recuerdo en Chile

“Que los cuerpos desnudos invadieran el Parque Forestal fue un hecho poderoso, por ello vale la pena recordarlo”, dice el sociólogo y Premio Nacional Tomás Moulián. “Esa mañana, una minoritaria acción de arte devino en una manifestación multitudinaria de gozo. Empelotarse juntos, ése era el chiste, y hacerlo en el espacio público, donde la moral oficial rinde examen. La sociedad chilena redescubrió la capacidad de sorprenderse a sí misma”, opina el historiador y ensayista Manuel Vicuña.

Pero aunque superó todas las expectativas, no todo salió como lo habían calculado. “Al poco rato esto se desbordó. Nos vimos sobrepasados en algunos aspectos de producción”, recuerda hoy Brugnoli. “No sirvieron los megáfonos porque al rato se les acabaron las pilas, tuvimos que buscar voceros entre los participantes”, le sigue Del Valle.

Desde su estudio en el condado de Rockland, en el Estado de Nueva York, Tunick lo recuerda así: “Miré por la ventana y vi alrededor de 400 personas manifestándose y gritando afuera del hotel con pancartas y biblias en sus manos. Decían cosas como ‘Tunick inmoral’ o ‘pervertido’. Bajé con mi cámara y los empecé a grabar. Lo gracioso es que ni siquiera me reconocieron”.

La entonces encargada de prensa del MAC y actual coordinadora de la colección del Museo de la Solidaridad, Carol Yasky, estuvo también tras las bambalinas de la instalación de Tunick y considera, en cambio, que la obra del estadounidense no resultó: “Hubo un problema de sobrepasar las expectativas de los participantes y una producción que no dio abasto en muchos sentidos. Él ni siquiera pudo comunicarse bien con las personas ni dirigir o lograr esa composición fotográfica que buscaba. Había una efervescencia de distinto orden que no estaba considerada. No eran obedientes los chilenos. La gente se reía, lo estaba pasando bien, pero estaba en otra. Recuerdo a Tunick siempre muy nervioso, durante y después de la instalación”. 

Brugnoli considera que el paso de Tunick por Chile no sólo fue un hito en su gestión como director del MAC y para el arte de la época, sino también para el país: “Él supo que su obra se vio sobrepasada por la catarsis de la tribu y el fenómeno que se produjo. La prensa de la época lo tomó casi como una noticia policial, pero yo creo que hoy los sociólogos y estudiosos de la sociedad y del arte tienen algo que decir al respecto, porque lo que provocó Tunick, ese rito casi místico, te diría yo, inauguró una nueva etapa en nuestra sociedad que nos puso en el siglo XXI”.

II. “Una experiencia social imborrable en mi vida”

Meses después de su paso por Santiago en 2002, Spencer Tunick envió a Chile 4 mil copias de las dos fotografías que capturó en el Parque Forestal. Debían ser entregadas a cada uno de los participantes, pero no todas llegaron a destino. Una de ellas aún permanece colgada en su estudio en Nueva York, donde vive con su esposa y principal musa, Kristin, y sus dos hijos adolescentes.

Acaba de tomar fotografías en Dinamarca e Israel, donde más de 300 personas posaron desnudas en el Mar Muerto. Convertido en un fotógrafo de fama mundial y a casi 20 años de lo que él mismo considera un hito en su carrera, Tunick conversó por videollamada con The Clinic sobre su vínculo con Chile. Lo definirá como un “amor inconcluso”.

Brugnoli considera que el paso de Tunick por Chile no sólo fue un hito en su gestión como director del MAC y para el arte de la época, sino también para el país: “Él supo que su obra se vio sobrepasada por la catarsis de la tribu y el fenómeno que se produjo. La prensa de la época lo tomó casi como una noticia policial, pero yo creo que hoy los sociólogos y estudiosos de la sociedad y del arte tienen algo que decir al respecto, porque lo que provocó Tunick, ese rito casi místico, te diría yo, inauguró una nueva etapa en nuestra sociedad que nos puso en el siglo XXI”.

En tu biografía de Wikipedia solo hay una mención a Chile y es sobre el debate moral que hubo aquí por tu obra. ¿Qué sabías antes de venir?

-Chile nunca estuvo en mi radar, ¿sabes? Sabía muy poco. Tampoco tenía amigos chilenos en ese momento. Ninguna conexión. Cuando surgió con Francisco Brugnoli la idea de ir y hacer la instalación, pensé que era una gran oportunidad para explorar otro país del sur de Latinoamérica luego de haber estado en Brasil y Buenos Aires. Dije: veamos cómo viven en Chile la relación con su cuerpo. Ese año investigué mucho sobre Chile; la geografía, la economía, su sociedad, su ave nacional y platos típicos, y también mucho sobre su historia. Leí mucho sobre la dictadura de Pinochet y después, estando allá, me hizo sentido el hecho de que él aún estuviera vivo en relación a esa necesidad de liberación y destape que vi en ustedes.

¿Qué recuerdos tienes de ese día?

-Llegamos muy temprano para prepararlo todo. Antes de que saliera el sol, incluso antes de que empezara a llegar la gente. La persona que debía abrir la puerta donde estaban los megáfonos, la escalera y todo no había llegado y estaba cerrado. Esperamos mucho tiempo y realmente me descolocó, me sacó de mi mantra de preparación mental. No logré concentrarme y me puse muy nervioso en la espera de que el hombre que se había quedado dormido llegara con la llave. Fue muy estresante. La producción no fue buena.

-Debió ser más estresante aún cuando viste llegar no 200 ni 300 personas, sino casi 5 mil. ¿Qué pensaste?

-Lo primero fue: ¡Qué tortura que lo estén haciendo con ese frío! Creo que la gente estaba emocionada de ser parte de esto y creo que en ese sentido mi trabajo fue un catalizador de algo más grande. Fue una especie de explosión social. Recuerdo que cuando ya había muchos desnudos, venían otros aún con ropa corriendo por el parque. Era una locura. Dije: bueno, tendré que simplemente entregarme y disfrutar. Sentí que no estaba haciendo arte. Estaba presenciando a una parte de ese país que quería e imagino que aún quiere otro Chile; y me sentí muy honrado y afortunado de haber sido parte de él. Pero al mismo tiempo me sentí frustrado porque no hice que lo quería hacer.

-¿Qué querías hacer?

-Quería separar un poco más a la gente en las esquinas del parque. También pensé en posturas corporales diferentes. Hasta hoy me arrepiento de no haber hecho una tercera fotografía. Simplemente moví mi escalera y lo arruiné todo. Además, me estresaba pensar todo el tiempo en el frío que hacía y toda esa gente ahí desnuda. Trabajé muy rápido por el frío esa mañana, como cuando trabajas con la policía a tus espaldas. Por eso digo que no salió como yo esperaba y siento que tengo una especie de amor inconcluso, un deseo artístico irracional en Chile. Siento que mi obra en Chile está inconclusa.

“Creo que la gente estaba emocionada de ser parte de esto y creo que en ese sentido mi trabajo fue un catalizador de algo más grande. Fue una especie de explosión social. Recuerdo que cuando ya había muchos desnudos, venían otros aún con ropa corriendo por el parque. Era una locura. Dije: bueno, tendré que simplemente entregarme y disfrutar”

-¿Qué ves hoy en las dos fotografías que tomaste en Santiago en 2002?

-Son distintas, pero en ambas veo a personas más relajadas que cuerpos dirigidos en una composición, como suele ser mi trabajo. Esas personas estaban tan juntas que realmente no podían moverse y ponerse en las posiciones que yo propuse. Hoy las considero más un documento periodístico fotográfico y una experiencia social imborrable en mi vida. Son mitad documental y mitad conceptual, y un verdadero hito en mi carrera. Por eso he intentado tantas veces volver en los últimos 20 años y hacer un nuevo trabajo. Me gustaría entablar una relación artística y colaborativa con Chile como las he hecho en Israel o México, donde vuelvo constantemente con nuevos proyectos. Lo intenté tres veces con Chile y no lo logré. Ha habido posibilidades reales de volver, pero me he negado a convertirme en rostro publicitario y nunca más respondieron.

El primer intento fue en 2012, exactamente diez años después de su primera visita al país. Con expectación, la prensa de la época anunció que Spencer Tunick venía en calidad de turista a Chile para la feria Ch.ACO, que a comienzos de septiembre se realizaba en la Estación Mapocho. “Pensé, como persona, en volver silenciosamente a Chile y sentir el país de nuevo”, declaró entonces el fotógrafo. También le preguntaron sobre su posible regreso a Chile con un nuevo proyecto. Él respondió: “No hay organización artística que tenga la infraestructura para organizarlo”.

La directora de Ch.ACO, Elodie Fulton, recuerda haberse reunido con Tunick durante esos días. Supo también de sus intenciones de volver al país: “Entiendo que él tuvo contacto con un productor chileno, Luis Venegas (director de ARTV) en el que también estaba involucrado el curador chileno Christian Viveros-Fauné. Tunick tenía la idea de desarrollar un proyecto en el sur, en la Patagonia, pero hasta ahora no sé en qué quedó todo eso”.

“He intentado tantas veces volver en los últimos 20 años y hacer un nuevo trabajo. Me gustaría entablar una relación artística y colaborativa con Chile como las he hecho en Israel o México, donde vuelvo constantemente con nuevos proyectos. Lo intenté tres veces con Chile y no lo logré. Ha habido posibilidades reales de volver, pero me he negado a convertirme en rostro publicitario y nunca más respondieron”

Meses antes, Tunick había conocido al que define como un “hombre de negocios chileno” en un conocido restaurant en un aeropuerto durante la escala de un vuelo de regreso a Estados Unidos. “Estaba interesado en que yo hiciera una nueva instalación, pero fue todo tan informal que desde luego no resultó”, recuerda el fotógrafo. Tiempo después conoció a Luis Venegas y tomó contacto con su productora TVI, a la que pertenecen canales como ARTV, VíaX y Zona Latina. “Él fue muy amable conmigo y comenzamos a desarrollar un proyecto que me traería de vuelta a Chile”, cuenta.

Francisco Brugnoli fue contactado durante ese tiempo por un productor del que no recuerda su nombre y que decía estar detrás de la nueva propuesta artística de Tunick. “Me pareció extremadamente comercial todo y dije que no estaba interesado. Él me pidió mi opinión y se la di: le dije que las segundas partes nunca eran buenas”, cuenta el ex director del MAC.

El artista retornó nuevamente al país un año después, en octubre de 2013. Venía durante seis días a recorrer Santiago, Valparaíso y Antofagasta, buscando nuevas locaciones. “Siempre quise volver y continuar haciendo mi arte aquí”, dijo durante en una conferencia de prensa en el Palacio Consistorial de Providencia, ante una docena de periodistas y reporteros gráficos que lo trataron como un rockstar. Allí compartió además junto a la entonces alcaldesa Josefa Errázuriz

“Él nos contactó como municipalidad con la intención de volver a Chile y buscar nuevos espacios. Recuerdo que su propuesta era hacer retratos siempre de desnudos y menos masivos”, cuenta la ex edil. “Su tema era el río y él pensaba también hacer fotografías a mujeres desnudas en el Parque de las Esculturas. Incluso en algún momento se pensó en una gran calle que podría haber sido Providencia, pero eso nunca se materializó. Finalmente, no le hice seguimiento. Entiendo que él prefirió otras locaciones y nunca más tuvimos respuesta de su parte”, agrega.

 El fotógrafo volvió a desistir. Tardaría otros dos años en reintentarlo.

III. Últimos intentos

Entre noviembre y diciembre de 2015, Spencer Tunick tuvo su más larga estadía en Chile. Vivió durante casi veinte días entre hoteles boutique y pequeños apartamentos en los barrios de Lastarria y Bellas Artes en Santiago. Recorrió también San Pedro de Atacama, los géisers del Tatio y el Valle de la Luna, además del puerto de Valparaíso. Buscaba locaciones y permisos para un nuevo y más ambicioso proyecto en Chile junto a un equipo encabezado por nuevamente por el productor Luis Venegas, quien costeó todos sus gastos, y el curador chileno radicado en Estados Unidos Christian Viveros-Fauné, amigo de Tunick hace más de 20 años.

“Spencer sabe que cuando lo conocí no me gustaba tanto su obra, y con el tiempo entendí la dimensión social que tiene. Por eso, cuando a él le preguntan por Chile sabe que tiene algo pendiente, un deseo de cerrar el bucle. Y cuando me subí al barco de este proyecto lo hice no sólo como curador sino como interlocutor, para poder explicarle a él no en español sino el chilensis del asunto y cómo funciona el medio de las artes visuales en Chile. Un proyecto de estas dimensiones requería un alto nivel de producción que difícilmente se puede lograr en Chile”, explica Viveros-Fauné.

“Su tema era el río y él pensaba también hacer fotografías a mujeres desnudas en el Parque de las Esculturas. Incluso en algún momento se pensó en una gran calle que podría haber sido Providencia, pero eso nunca se materializó. Finalmente, no le hice seguimiento”

El fotógrafo planificó una serie de instalaciones en cada uno de los lugares que visitó a fines de 2015: imaginó, por ejemplo, unos 200 cuerpos pintados color bronce al interior de la mina de Chuquicamata, otros 300 al amanecer sobre el Valle de la Luna, un tercer grupo a bordo de un barco de la Marina en Valparaíso y hasta uno de sus retratos masivos en las graderías del Estadio Nacional, en Santiago.

“Se pensó incluso hacer algo en Villa Grimaldi y vincular el trabajo de Spencer con la historia política de Chile, lo cual pudo haber sido una pésima idea”, opina hoy Viveros-Fauné. Al proyecto se sumaron también la productora argentina Débora Montaner y el realizador audiovisual Pablo Mantilla, por entonces director de contenidos de ARTV y a cargo de la dirección de un documental titulado Invisible Man que registraría la trastienda del regreso de Tunick a Chile. El tráiler aún circula en la web.

“Se habló de la realización de un documental que tuviera una pata publicitaria que iba a servir para su distribución y conseguir financiamiento, tanto del proyecto fotográfico de Tunick como para la distribución de la película en salas”, explica Mantilla, quien a fines de ese mismo año viajó junto al artista a Estados Unidos con su cámara. Conoció su casa, a su familia y a la celebridad en su espacio más privado.

“Cuando lo conocí, creo que como cualquier chileno me enfrenté a Tunick como una especie de rockstar. Luego me di cuenta de que él no es tan excéntrico como parece”, dice Mantilla. “Logra vivir muy bien de su arte, sus libros se venden bien, vive cómodo, se mantiene vigente y entiendo que además vende su trabajo en galerías. Y Chile está dentro de esa ruta artística. Es un tipo bonachón y relajado. Nunca se curó ni fumó un pito. Creo que él no necesita nada de eso porque suele ser muy callado y contemplativo. Todo eso lo vimos y registramos en su casa para el documental, en contraste con la celebridad que es cuando anda de paso por Chile”, agrega.

A poco andar, la iniciativa perdió fuerza debido a la falta de fondos. Al interior del equipo resonaban marcas y empresas interesadas como Movistar y Minera Escondida. Sin embargo, ni una de ellas ni ninguna otra financió el proyecto.

El fotógrafo planificó una serie de instalaciones en cada uno de los lugares que visitó a fines de 2015: imaginó, por ejemplo, unos 200 cuerpos pintados color bronce al interior de la mina de Chuquicamata, otros 300 al amanecer sobre el Valle de la Luna, un tercer grupo a bordo de un barco de la Marina en Valparaíso y hasta uno de sus retratos masivos en las graderías del Estadio Nacional, en Santiago.

“Teníamos todos los permisos necesarios, además de la logística, pero el presupuesto no dio, no hubo apoyo de las marcas y el proyecto no se pudo producir”, revela desde Buenos Aires la productora Débora Montaner. “Yo digo además que Tunick cobró una parte importante del proyecto. Luis (Venegas) no contó con apoyo de nadie, todo fue financiado por él. Perdió plata y tiempo con este proyecto”.

Mantilla suma otro factor que pudo haber incidido en el desincentivo del aporte de privados: “La nueva obra de Spencer Tunick tenía un trasfondo más conceptual y artístico que pudo no haber parecido tan rentable ni tan atractivo para las marcas”.

Viveros-Fauné agrega: “Chile es un país difícil de trabajar. Las instituciones culturales y el coleccionismo de arte están en pañales. Y con todo en pañales, era necesario tener un pie institucional para desarrollar el proyecto, mantener una credibilidad artística, y al mismo tiempo buscar platas privadas que venían, en este caso, de un canal de televisión que luego implicaron relaciones con marcas e intereses publicitarios. Así iba a ser, pero se iban a intentar minimizar. No nos tomó por sorpresa, pero llegó un momento en que Spencer dijo que todo se estaba diluyendo y que no quería seguir. Le estaban exigiendo incluso recargar todo con logos, camisetas, gorras y cosas de ese estilo en sus fotografías, y él no aceptó”, revela.

El productor Luis Venegas, principal financista del regreso de Spencer Tunick a Chile, fue contactado por The Clinic para este artículo pero no accedió a dar más detalles. Nada más comenta: “El proyecto está suspendido, no abandonado”. Dice además que ha seguido en contacto con Spencer Tunick, pero el fotógrafo asegura que no ha sido así.

Al comienzo de este artículo se reproduce el contenido de un correo electrónico enviado por el artista a Venegas con copia a varios conocidos en Chile. El propio Tunick lo da a conocer: “Ha sido mi último intento por retomar contactos y hasta ahora nadie ha respondido”, cuenta.

El artista es quien responde ahora:

El productor Luis Venegas, principal financista del regreso de Spencer Tunick a Chile, fue contactado por The Clinic para este artículo pero no accedió a dar más detalles. Nada más comenta: “El proyecto está suspendido, no abandonado”. Dice además que ha seguido en contacto con Spencer Tunick, pero el fotógrafo asegura que no ha sido así.

-¿Por qué crees que no resultó el proyecto del 2015?

-Porque todos los que se han interesado, han querido usar mi trabajo y mi rostro para hacer publicidad, pero cuando pedimos dinero para una obra de arte no lo tienen. Y hablo de empresas privadas y del Estado. Les he dicho a todos siempre que yo no soy un fotógrafo publicitario. Lo que estoy buscando es un patrocinador de arte. Yo no sé cómo hacer marketing, pero no tengo problema en que usen mi trabajo para comerciales de televisión o lo que se les ocurriera para echar a correr la voz sobre lo que estábamos planeando hacer, que hubiese sido hermoso. Pienso que los patrocinadores y el gobierno aún le tienen miedo al cuerpo desnudo y a todo lo que eso propone en términos de estilo de vida. En tiempos en que se ve tan vulnerada la autonomía, la defensa del cuerpo es radical. Y lo sigue siendo en pleno siglo XXI. Fue una lástima que no se concretara ese proyecto en Chile, estuvimos trabajando muy duro y fue muy frustrante.

-¿Aún pretendes volver?

-Te respondo de esta manera: si tuviera cinco encargos en cinco países distintos y pudiera escoger solo uno, me quedaría con el de Chile. No iría a repetir algo que ya hice, haría algo totalmente nuevo y no tiene por qué ser con más de mil o diez mil personas. Bastaría con unas 200 ó 300 si hay un buen concepto y un escenario perfecto. No quiero batir récords de cifras. No estoy interesado en eso. Quiero volver a Chile con mi trabajo, pero también llevar a mi familia y mostrarles a mis hijos que soy apreciado en algún lugar. Quiero decirles: miren, su papá hizo algo importante acá. Y no puedo no terminar las cosas que empiezo. No puedo dejar ideas flotando simplemente por ahí. Ahora que han pasado 20 años desde esa primera vez, la necesidad de volver se me repite una y otra vez, obsesivamente.

“Te respondo de esta manera: si tuviera cinco encargos en cinco países distintos y pudiera escoger solo uno, me quedaría con el de Chile. No iría a repetir algo que ya hice, haría algo totalmente nuevo y no tiene por qué ser con más de mil o diez mil personas. Bastaría con unas 200 ó 300 si hay un buen concepto y un escenario perfecto. No quiero batir récords de cifras. No estoy interesado en eso”


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