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10 de Noviembre de 2021

“Que sea tabú es un castigo”: La lucha de las mujeres por visibilizar el aborto espontáneo

Agencia Uno

Las mujeres que se enfrentan a un aborto espontáneo todavía luchan para que su experiencia sea validada por la sociedad. La invisibilización del tema, la violencia obstétrica y un duelo distinto a los demás son algunas de las dificultades a las que se enfrentan quienes han perdido, sin quererlo, a su hijo/a. "La importancia de ese embarazo, por muy corto que haya sido, debe ser determinado únicamente por los padres", dice Jimena Colombo, quien acaba de publicar un libro sobre esto.

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Se estima que entre 10 y 20% de todas las mujeres embarazadas pueden llegar a sufrir un aborto espontáneo. Aunque es habitual conocer a amigas, conocidas o familiares que se han enfrentado por un proceso de ese tipo, hablar de los sentimientos que experimentan las madres, padres o incluso familias enteras es poco común, tanto en el ámbito del hogar como en el espacio público.

Y, pese a que puede ser visto como algo “normal” en términos estadísticos, el hecho de que las mujeres se enfrenten a un aborto de estas características no le resta trascendencia en términos psicológicos.

“Odié a quienes pensaron que era consuelo decir que era ‘solo’ un huevo. Eliminé de mi vida a quienes no solidarizaron con mi dolor. Aborrecía a quienes me dijeron que esa experiencia era ‘para mejor’ y la naturaleza sabia. El mundo se me vino abajo y no conseguí comprender por qué a mí”, relata la periodista Jimena Colombo (34), 13 años después de experimentar un aborto espontáneo.

Hoy, Jimena es madre de un niño de 10 años y una niña de 2, pero el haberse enfrentado a la pérdida del que sería su primer/a hijo/a es algo que nunca se le olvida. Con esa presencia ausente en su corazón y en su cabeza, escribió Espontáneo, una reflexión feminista sobre el aborto más invisibilizado, que fue publicado recientemente por Trayecto Editorial.

Para la obra, Jimena entrevistó a más de 20 mujeres que pasaron por experiencias como la suya. Además, recordó historias en el ámbito familiar de su abuela y su tía, quienes también pasaron por un aborto espontáneo. Mujeres que, en muchos casos, estaban con la mirada fija expectante en el monitor del ecógrafo hasta que se dieron cuenta de que no había ningún latido. Y pasaron, en pocos segundos, de la esperanza a la desesperación.

Jimena Colombo en el lanzamiento de su libro.

Un tema tabú

Desde hace décadas muchas mujeres han tratado de hacer público la discusión sobre los abortos.

Un ejemplo es la reconocida artista británica Tracey Emin, quien sufrió dos abortos en la década de los 1990, que pronto fueron retratados abiertamente en sus obras, como en la serie “Aborto: cómo se siente”, que se divide en la obra “sangrando por los ovarios”, “violada” y “diciendo adiós a mamá”.

Obra de Tracey Emin & Louise de Bourgeois

Otro caso, que se hizo viral en redes sociales en 2018, fue el de la ilustradora española Paula Bonet. En su Instagram, publicó su “autorretrato en ascensor con embrión con corazón parado”. “Es acojonante que nadie lo cuente con la de casos que existen: cuando se trata de nuestros cuerpos todo son tabús”, escribió entonces.

Aunque cada vez más casos salen a la luz y se toman el debate público, por lo general el aborto espontáneo sigue siendo un tema tabú. En opinión de Jimena, “el que sea un tabú es una forma de castigo”.

Lo explica: “cualquier mujer que fracase en el ideario del mandato principal del patriarcado que es que seamos madres funcionales al sistema, ya sea por aborto espontáneo, inducido, no maternidad como decisión e infertilidad, somos castigadas con esta invisibilización del tema”. “A nosotras se nos ha hecho creer que es un tema solo de mujeres, que solo tiene que vivirse en la intimidad porque es delicado, como si eso fuera lo natural. Pero lo natural es que te pase, lo natural es que te pueda ocurrir, lo que no es natural es la violencia obstétrica, o que tu estés obligada a vivirlo en soledad, que lo tengas que trabajar ese proceso psicológicamente sola, sin herramientas”, plantea.

https://www.instagram.com/p/Bd-7-JPnFUm/?hl=es

Cuando Jimena sufrió la pérdida de su primer/a hijo/a, en Chile todavía no se aprobaba el aborto en tres causales. Por eso, recuerda, “muchas de las mujeres que llegaban a la urgencia de un centro hospitalario con signos de haber sufrido un aborto eran interrogadas por matronas y personal de la salud en general, en busca de alguna que haya optado por terminar su embarazo con sus propios medios”.

Aunque no era su caso, a Jimena le escandalizó la situación y también tuvo que gritar, en medio de llantos, para que las matronas la atendieran mientras perdía al que sería su bebé.

No es un caso aislado. De acuerdo con la Primera Encuesta Nacional sobre Violencia Ginecológica y Obstétrica en Chile (2019-2020), realizada por Colectiva contra la Violencia Ginecológica y Obstétrica, un grupo de activistas feministas de Valparaíso, el 79,32% de las mujeres dijo haber sufrido algún tipo de violencia obstétrica en su vida. Entre las que sufrieron algún tipo de aborto (27,18%), el 49,62% indicó que no recibió un trato respetuoso por parte del personal de salud tras su pérdida.

La violencia no es necesariamente física. Jimena menciona, por ejemplo, el hecho de que muchas mujeres tengan que recuperarse, tras el aborto espontáneo, en las mismas salas que aquellas que acabaron de tener sus hijos.

O el hecho de que muchos médicos insistan en que como en la vida de la mujer pueden ocurrir en promedio una a dos pérdidas en las primeras semanas del embarazo, se suele recomendar “no contarle a nadie antes de los tres meses”.  “Yo siento que nos ha hecho tanto daño esa frase, es una frase maldita. Porque no te da espacio para tu embarazo en los primeros meses, te tienes que quedar callada. Y eso solo genera más complicaciones si sufres un aborto espontáneo, porque como nunca le dijiste a nadie, no tienes el derecho de sufrir”, sostiene Jimena.  

Un duelo distinto

El duelo por la pérdida de un embarazo posee condiciones que lo diferencian de otros tipos de duelo, ya que lo que se pierde no es exactamente un ser querido con quien se ha compartido tiempo y vivencias en un ámbito terrenal, sino más bien una relación simbólica y sensorial, con un ser en desarrollo que habita el mundo interno, del útero materno.

“La importancia de ese embarazo, por muy corto que haya sido, debe ser determinado únicamente por los padres. Si ellos entablaron una relación con el ser que venía en camino, si proyectaron sueños, metas, lo que sea, tienen todo el derecho del mundo a sufrir y vivir esa pérdida como quieran”, comenta Jimena.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el cuidado inmediato y respetuoso del duelo -incluyendo el perinatal- debería formar parte de la rutina de todos los profesionales sanitarios. Pero no todas las personas tienen la oportunidad de pasar por un proceso de duelo saludable y evitar la ansiedad o la depresión. Es más, cuando el embarazo finaliza en una fase temprana, los afectados no suelen ser vistos como padres que perdieron a sus hijos.

En Chile, la recién promulgada Ley Dominga busca establecer un estándar especial en relación con el manejo clínico y acompañamiento a madres y padres que hayan sufrido una muerte gestacional o perinatal de un hijo o hija.

‘Reaching for You’, pieza 13 de 16 de la serie ‘Do Not Abandon Me’, de Louise Bourgeois y Tracey Emin (2009-2010). Crédito: MOMA.

La normativa indica que “toda pérdida de un hijo o hija, independiente de las semanas de gestación u horas de vida, debe ser reconocida, identificando datos del nonato (aquel que ha sido extraído del vientre mediante una operación quirúrgica) o neonato, como nombre, peso, estatura, sexo y hora de nacimiento”.

Sin embargo, para Jimena dicha ley todavía queda al debe con las mujeres que se enfrentan a un aborto espontáneo en las primeras semanas. “Quienes sufrimos algo como eso quedamos relegadas, porque no tenemos un cuerpo, tenemos membranas, sangre, una suerte de ‘saquito gestacional’”, comenta.

Esa falta de reconocimiento es un gran problema para muchos. Pero ya hay iniciativas en el mundo que buscan sanar esa falta. Por ejemplo, en Alemania, es posible inscribir en el registro familiar a un embrión fallecido de menos de 500 gramos y enterrarlo.

Aborto espontáneo frente al inducido

En su libro, Jimena comenta que muchas mujeres que sufren un aborto espontáneo acaban siendo reacias a aquellas que buscan inducirlo. “Se crea, en muchas mujeres, una postura moralista y nos enfrentamos entre nosotras como si fuéramos enemigas, como si estuviéramos en veredas opuestas. Y esto es una violencia discursiva que debiéramos combatir”, sostiene.

Para la periodista, la discusión sobre el aborto espontáneo no puede quedar ajena al debate sobre el aborto inducido: “Yo creo que cuando uno se declara feminista tiene que luchar por todas las oprimidas y las mujeres que sufren un aborto espontáneo, como yo planteo, están expuestas a muchas violencias. No solo a la obstétrica: la invisibilización es una violencia terrible porque no tienes espacio para hablar, se te ha hecho creer que es un tema que es solo para ti y que no lo puedes tocar con nadie, y eso puede repercutir en tu salud física y mental. Entonces estamos hablando de salud pública”.

“Si el feminismo obvia todo eso y se queda solo con la lucha por el aborto libre, se está olvidando de un montón de mujeres y yo creo que no puede haber nada menos feminista que eso, olvidarse de otras oprimidas”, concluye.

También puedes leer: Despedir a un bebé fallecido en gestación: una historia de arbitrariedades y falta de protocolos


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