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Entrevistas

12 de Noviembre de 2021

Salvador Millaleo, abogado mapuche: “No hay que ser pitoniso para saber que los grupos radicalizados van a seguir actuando”

La compleja situación en la Araucanía será una pesada herencia para el próximo gobierno. De ahí, la importancia de indagar en las salidas posibles. Salvador Millaleo alerta sobre la urgencia de cambiar el enfoque, de entender que el “factor tiempo” será un enemigo y que si no se hace nada, en diez años más el país lo podría lamentar.

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“Lo que no estamos viendo es una profunda transformación de la sociedad indígena mapuche. Ese es un factor importantísimo”, dice Salvador Millaleo, académico de la Universidad de Chile, integrante del consejo del INDH y una de las voces más respetadas para entender lo que subyace en lo que muchos llaman “el conflicto mapuche”.

Un conflicto que ha recrudecido en cifras, en muertes, en atentados, en fuego y dolor, pero sobre todo en la incapacidad de la elite dirigente para darle un cauce. 

La compleja situación de la Araucanía será, sin duda, un telón de fondo para cualquiera de los candidatos que aspira a La Moneda.

Desde su mirada, este abogado y doctor en Sociología de la Universidad de Bielefeld (Alemania) sostiene que lo más difícil será cambiar el enfoque con que se observa. “Hasta ahora el enfoque ha sido la criminalización, el orden. Es muy difícil remover esa óptica dentro de la élite chilena para producir un nuevo entendimiento. Esa es la sustancia del problema”, afirma.

-Se ha renovado el Estado de Excepción. Y nuevamente aparece la grieta: los que dicen que eso no ayuda en nada y quienes consideran que es urgente que el Estado se imponga. ¿Cómo lo ves?

-Objetivamente, la militarización, la presencia de las Fuerzas Armadas, agudiza el conflicto. De hecho, murió un joven de 23 años (Jordan Liempi Machacan) y todos los datos disponibles hasta ahora señalan que no hubo enfrentamiento. O sea, desmienten la versión oficial. La familia señala que el joven estaba en su casa, que salió a ver que estaba pasando y ahí fue ultimado. Hay que ver qué dice la investigación, pero todo indica que  es una situación bastante similar al caso de Camilo Catrillanca

-En caso de que se comprobara, ¿qué podría significar eso para el gobierno?

-El gobierno de Piñera tiene esos dos hitos: el hito de su primer año, que es la muerte de Catrillanca; y el de su último año, que es el caso Liempi. O sea, la situación de fondo no ha cambiado. Todavía hay gente que está dispuesta a arriesgar que eso ocurra solamente para ratificar su enfoque de criminalización. Eso es lo desolador, pero hay que hacerse cargo de que eso es parte del problema.

-Pensando en el próximo gobierno, ¿qué caminos habría que transitar para conducir el conflicto de otra manera?

-Es que para salir de esta situación, vamos a tener que hacer un esfuerzo mayúsculo. Cambiar el enfoque es lo urgente, y lo más difícil de todo.

-¿Es un enfoque unilateral que condiciona a un solo sector? O las imágenes de grupos mapuches armados, desafiantes, ¿son parte de lo mismo?

-Es la consecuencia de un espiral. Es un enfoque que viene desarrollándose desde hace más de 20 años, que se implementa y que ha llegado a un nivel donde las cosas se hacen cada vez más difíciles. Yo no estoy negando ni lo negaría, que hay grupos radicalizados. Tampoco negaría que la situación es cada vez más compleja en la medida que esos grupos se ponen cada vez más agresivos. Las mismas comunidades están siendo afectadas por ellos.

“Hasta ahora el enfoque ha sido la criminalización, el orden. Es muy difícil remover esa óptica dentro de la élite chilena para producir un nuevo entendimiento. Esa es la sustancia del problema”

-Al final, ¿se retroalimentan?

-Claro. Esos grupos tienen una ideología, tienen su propio enfoque, pero en el resultado práctico, se retroalimenta con el enfoque del otro extremo. Pero justo en el medio está el conjunto del pueblo mapuche y del pueblo chileno, que quisieran una cosa distinta. Y ése es, precisamente, el camino que no se ha implementado. Entonces, esto no es dual. Es un triángulo. Hay un vértice que todavía no se puede dibujar bien y es el espacio que está en medio de estos dos extremos.

TINTES AUTORITARIOS

Dices que el problema se ha complejizado, ¿cómo vislumbras que se viene la mano para el próximo gobierno?

-No hay que ser pitoniso para saber que los grupos radicalizados van a seguir actuando. Ellos no se sienten convocados por el proceso constituyente. Claro, el camino constituyente es un diálogo, una deliberación democrática. Ellos decidieron no ser parte.

-¿Por qué?

-Porque dentro del movimiento mapuche, han predominado elementos autoritarios, como lo dice Fernando Pairican. Para ellos son más importantes sus propias reivindicaciones étnicas que el diálogo. Tampoco se hacen cargo de que los pueblos indígenas cambian…

-¿En qué han cambiado?

-En que hay mestizaje, hay diáspora, hay mapuches urbanos. Pero esos grupos radicales no se hacen cargo de esa realidad. Tienen una visión esencialista. Por eso nunca se subieron al carro del proceso constituyente. No los interpela. Ellos van a seguir actuando, sobre todo los grupos más descolgados. No se trata de la CAM, que cada vez tiene menos importancia operativa. Sino de todos estos grupos como la WAM, la Franja Lafkenche y varios otros…

Yo no estoy negando ni lo negaría, que hay grupos radicalizados. Tampoco negaría que la situación es cada vez más compleja en la medida que esos grupos se ponen cada vez más agresivos. Las mismas comunidades están siendo afectadas por ellos.

-¿Son grupos nuevos que tienen otras banderas?

-Hay una serie de otros grupos que han ido apareciendo y con ideologías que son cada vez más difíciles de analizar, con visiones anarquistas. No tienen esa crítica al capital de Héctor Llaitul. Son cuestiones mucho más complejas. Y  eso va a continuar.

-¿Los grupos radicalizados se pueden endurecer más?

-Sí, y se van a endurecer por una cuestión obvia: porque tienen una disputa por el poder, por la hegemonía del mundo mapuche. Entonces, aquí hay también una disputa con todo el mundo de los escaños reservados, que están detrás del concepto plurinacionalidad, de un nuevo pacto constitucional. Ellos van a luchar contra todo esto. Y luchar significa seguir adelante, incluso endurecerse. No van a ceder en un primer momento, claramente no.

-En ese sentido, el gobierno futuro, ¿debería aliarse y fortalecer lazos con los sectores mapuches que están por diálogo?

-Ese es el único vértice que nos permite salir de esta lógica. Porque seguir en la línea de desplegar a los militares, de tener más recursos para las policías, sólo va a traer más violencia. Ya sabemos lo que pasa con ese enfoque. Lo hemos visto: violaciones a los derechos humanos, mueren personas inocentes, se generan situaciones de vulneración a las comunidades, allanamientos groseros. O sea, se despliega un grado de violencia institucional que lo único que hace es generar más conflictos.

-Y se alimenta el círculo…

-Claro. Estos grupos no quieren desaparecer del mapa. Quieren decir que son los legítimos portadores de la causa mapuche. Entonces, si seguimos así, ellos van a reaccionar y vamos a tener un círculo que no se interrumpe.

-¿Como un callejón sin salida?

-No. Porque hoy tenemos algo que nunca habíamos tenido: la posibilidad de una nueva Constitución, generando un nuevo marco, nuevas instituciones. El problema es que eso va a demorar tiempo. Por lo tanto,  si tuviera que resumir la llegada de un próximo gobierno es que aquí hay un problema, una urgencia de tiempo.

-¿En qué sentido el tiempo entra como factor?

-En que la solución real ya está en marcha: es una nueva Constitución, pero está preparándose. La nueva Constitución va a obligar a nuevos entendimientos, va a fortalecer a sujetos de los pueblos indígenas que están en la postura de cambio institucional. Por lo tanto, van a generar una vía diferente a la que hemos implementado. Pero para que eso suceda, necesitamos tiempo, y los radicalizados no nos van a dar ese tiempo. Y los otros radicalizados, que son los grupos ultra-conservadores tampoco nos van a dar tiempo. Van a aparecer los  camioneros, los latifundistas, los empresarios más ideologizados, los que son menos pragmáticos, haciendo lo que están haciendo hoy día: cortando las vías, pidiendo aplicación de la ley antiterrorista, pidiendo que se desplieguen los militares. Entonces, ni uno de esos extremos va a estar en la sintonía del diálogo. 

Hay mestizaje, hay diáspora, hay mapuches urbanos. Pero esos grupos radicales no se hacen cargo de esa realidad. Tienen una visión esencialista. Por eso nunca se subieron al carro del proceso constituyente. No los interpela.

¿MANO DURA?

-Desde la política, ¿ves opciones que apelen al diálogo? Estamos a pocos días de la elección presidencial. Hay candidatos como José Antonio Kast que apela a poner mano dura.

-Kast es la mejor expresión de lo que es el otro extremo. La pregunta es si podrá sostener esa posición. Ya sabemos que la mano dura siempre tiene resultados muy negativos, incluso sangrientos, y eso es tremendamente ineficaz para generar orden público. En el sur no existe inteligencia. Los policías no son capaces de anticipar ningún ataque. No son capaces de intervenir a ningún grupo radicalizado ni de combatir siquiera el robo de madera. Entonces, ¿la mano dura de Kast va a poder sostenerse?

-¿Qué crees tú…?

-Que si gana Kast, la situación podría recrudecer tanto que se empiece a parecer a un Estado policial. Es decir, que vaya en la línea de Bolsonaro, forzando las cosas a un extremo que puede ser intolerable. Pero también podría pasar que termine ablandándose y llame al diálogo en algún momento. Porque lo que es claro es que la militarización no tiene un efecto preventivo.

Desde la vereda del frente, un gobierno de Gabriel Boric, ¿no sería una mano demasiado blanda que podría terminar potenciando el conflicto?

-Se podría potenciar sólo si no se hace nada. Es decir, que se diera un continuidad parecida a lo que fue el segundo gobierno de Michelle Bachelet, en que no se hizo nada. Si se transforma en un gobierno reactivo, que no se compromete con una solución, efectivamente es un riesgo. Por eso el desafío de Boric es plantear una visión completamente distinta y que se la juegue desde el primer día. Porque no hacer nada, es seguir alimentando el conflicto.

La nueva Constitución va a obligar a nuevos entendimientos, va a fortalecer a sujetos de los pueblos indígenas que están en la postura de cambio institucional. Por lo tanto, van a generar una vía diferente a la que hemos implementado. Pero para que eso suceda, necesitamos tiempo, y los radicalizados no nos van a dar ese tiempo.

-Este conflicto se ha arrastrado desde los gobiernos de la centro izquierda. ¿Por qué ahora la izquierda podría ser capaz instalar una nueva lógica?

-El Frente Amplio tiene que mostrar que es otra cosa. La matriz cultural de la izquierda concertacionista no comprendió al mundo indígena, lo miró con distancia. Por eso nunca fue capaz de estructurar una alianza real y confiable con ellos. La pregunta es si Boric –a quién yo apoyo- será capaz de instalar un nuevo enfoque. Eso está por verse, pero si no lo hace, esto va a ser mucho peor de lo que ya está siendo hoy. 

LO QUE NO VEMOS

-Todo los gobiernos ha intentado el diálogo político, pero no ha resultado. ¿Por qué podría resultar ahora?

-Los procesos de diálogo requieren un esfuerzo político mayor. Y tal como están las cosas, o hacemos cirugía mayor ahora, cambiamos el enfoque e implementamos otra cosa, o dejamos que esto se vaya empeorando cada día más.

-Para entender el trasfondo, ¿qué es lo que no estamos viendo de este conflicto?

-Lo que no estamos viendo es una profunda transformación de la sociedad indígena mapuche. Ese es un factor importantísimo. Por ejemplo, nunca había habido tantos candidatos a diputados y cores. Existe una activación política de lo que podríamos llamar el polo político institucional. Eso ha renacido con fuerza y viene muy de la mano del proceso constituyente, con muchas mujeres lideresas. Eso no lo está viendo la elite de Santiago. Se sigue pensando en los viejos líderes, en Llaitul, en Aucán Huilcaman. Ya no es así.

Si gana Kast, la situación podría recrudecer tanto que se empiece a parecer a un Estado policial. Es decir, que vaya en la línea de Bolsonaro, forzando las cosas a un extremo que puede ser intolerable. Pero también podría pasar que termine ablandándose y llame al diálogo en algún momento.

-¿Es un proceso incipiente que dependerá de los espacios que abra un nuevo gobierno?

-Diría que es un profundo proceso de transformación en el mismo mundo mapuche. Y que esos nuevos políticos, si les permitimos crecer, madurar, desarrollarse, van a encarnar un sujeto que podría generar entendimientos, acuerdos para no seguir en la misma pista.

-Te lo pregunto por los jóvenes. Porque si los grupos más radicales crecen, probablemente será por una nueva generación que se suma y que ha crecido con rabia. ¿Cómo se desactiva eso?

-Hace muchos años que venimos diciendo que todo lo que ha pasado en la zona, los allanamientos, las muertes, han generado mucha rabia. De ahí salen algunos de estos nuevos grupos radicalizados. Por eso es urgente cambiar el enfoque. Porque lo que va a salir de esto es algo peor todavía. Si seguimos así, en 10 años más va a haber un terrorismo en serio. Si seguimos así, estamos generando un caldo de cultivo muy difícil y que va a significar peleas internas entre los mapuches.

-¿Cómo?

-Se está instalando la idea de que hay mapuches que por ser  institucionales, son traidores. Lo mismo que ocurría en el País Vasco, en que los que no estaban con la ETA, eran traidores a su patria. No podemos dejar que se instale. Va a ser muy doloroso. Por eso tenemos que operar ahora. Aplicar cirugía mayor, pero no puede ser una cirugía con serrucho ni con las Fuerzas Armadas. La cirugía mayor es el diálogo que tiene en contra el desafío del tiempo. Porque estos grupos van a seguir actuando.

-¿Estamos en el momento más delicado del conflicto mapuche?

-Estamos en un momento muy, muy delicado. Pero tenemos el proceso constituyente. Vamos a tener que actuar con sabiduría. Hay que sincronizar a muchos actores que están enfrentados entre sí. Generar esa sincronización, ese diálogo, es un trabajo político tremendo. Y si un futuro gobierno, sobre todo un gobierno que no comparte este enfoque, no hace ese trabajo, esto va a ir para peor. Es un trabajo de titanes, pero hay que hacerlo ahora. Sino lo hacemos, en diez años más lo vamos a estar lamentando muy dolidamente.

Tu mirada es bastante pesimista…

-Es pesimista en el sentido de que aquí no es llegar y decir: “Vamos a dialogar todos como en una gran mesa té club”. Eso no va a existir. No se va a sentar Llaitul  con Juan Sutil. Imposible. Esto no es simple. Pero soy un optimista en el sentido de que el proceso constituyente es irreversible y eso abre un camino.

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