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Opinión

24 de Noviembre de 2021

Columna de Agustín Squella: Stephen King y la Nueva Constitución

La imagen muestra a Agustín Squella frente a una imagen de la sala de la Convención y el rostro del escritor Stephen King Agencia Uno

Voy a seguir con “Billy Summers”. Estoy recién en la mitad y me está ayudando muchísimo a despejar la cabeza de preocupaciones. ¿Quién podría no tenerlas si de lo que se trata es de elaborar una nueva Constitución dentro de los próximos nueve meses y proponerla al país para su aprobación o rechazo? Leer y escribir son “el agua de la vida”, dice King.

Agustín Squella
Agustín Squella
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El viejo escritor norteamericano viene en mi auxilio con ocasión del trabajo de la Convención Constitucional. De pronto algo cansado de leer sobre temas constitucionales, decidí enterarme de quien era “Billy Summers”, título de su novela de 2021. Necesitaba una lectura liviana, entretenida, y vi que esa novela estaba en la vidriera de todas las librerías.

Como todo autor prolífico, King es disparejo y resulta difícil no pensar en algún escritor fantasma que trabaje eventualmente para él. Guardo un muy buen recuerdo de su novela Un saco de huesos y ahora  asumí nuevamente el riesgo de leerlo.

El viejo escritor norteamericano viene en mi auxilio con ocasión del trabajo de la Convención Constitucional.

Billy Summers es un personaje atractivo: asesino a sueldo que permanece siempre fiel a la regla ética de aceptar encargos solo cuando se trata de eliminar a tipos realmente malos. Se encuentra ya a punto de retirarse del oficio cuando consiente en llevar a cabo un último asesinato, para lo cual debe cambiar su identidad y hacerse pasar por un escritor con nombre inventado. Billy es lector de comics, pero también de Emile Zola, y aprovecha su nueva condición para combinar la preparación de su próximo trabajo con la escritura de un libro.

Como se ve, el hombre se lo tomó en serio y lo que uno se pregunta es si acaso es posible no simpatizar con un tipo así. La primera línea de su novela es esta: “El hombre con el que vivía mi madre llegó a casa con un brazo roto”, muy parecida al estilo del propio King.

Billy Summers pensó simplemente que podría resultarle divertido hacerse pasar por lo que en cierto modo siempre había querido ser: un escritor. Por lo demás, “el último trabajo de una persona –cavila- no debería ser el más lucrativo, sino el más interesante”. Y cada vez que por la tarde se duerme un rato en la casa que arrienda y desde la cual hará el disparo fatal, “supone estar autorizado a echarse una siesta ahora que es escritor”.

¿Son los escritores aficionados a la siesta? Bueno, por lo menos disponen de más  tiempo que el común de los mortales.

No es que pretenda subirme al carro de los escritores –que en los tiempos que corren está ya repleto-, pero considero la siesta como un derecho natural, el único que me atrevería a postular en tal carácter. He tenido que renunciar a él durante el tiempo de la Convención, porque muchas veces las sesiones se interrumpen a las 13.30 para reanudarse a las 15, aunque luego de comer algo cerca puedo a veces echar una cabeceadita en uno de los bancos de fierro de los jardines del Congreso. En ocasiones aparece otro constituyente o algún periodista y no me queda más que ensayar la mejor de mis sonrisas. 

Stephen King es un tipo tan simpático como para reconocer que a él nunca le preguntan sobre lo que significa escribir novelas. “A un De Lillo, a un Updike, a un Styron, sí, pero no a los novelistas de gran público”, señala, y optó entonces por escribir acerca de lo que no le preguntaban, que es finalmente lo que hace todo escritor, y eligió hacerlo, hace sus buenos 20 años, con “Mientras escribo”, del  que acabo de seleccionar la cita anterior.

No es que pretenda subirme al carro de los escritores –que en los tiempos que corren está ya repleto-, pero considero la siesta como un derecho natural, el único que me atrevería a postular en tal carácter. He tenido que renunciar a él durante el tiempo de la Convención.

Pero en “Mientras escribo” hay mucho más que eso. Por ejemplo, a quienes quieren ser escritores, King les pregunta siempre lo mismo: “¿Me dejas que te sea franco? Si no tienes tiempo de leer (como se queja todo el mundo) no tienes tiempo ni herramientas para escribir. Así de sencillo”. Y agrega: “leer es el centro creativo de la vida del escritor. Yo nunca salgo sin un libro, y encuentro toda clase de oportunidades para enfrascarme en él. El truco es aprender a leer a tragos cortos, no solo largos. Y gracias a la revolución de los audiolibros, se puede leer hasta conduciendo”.

La verdadera importancia de leer “es que genera confianza e intimidad con el proceso de escritura”. Es de esa manera “que se entra en el país de los escritores con los papeles en regla: en cuanto más leas, menos riesgo correrás de hacer el tonto con el bolígrafo  o el procesador de textos”.

Una de las anécdotas favoritas de Stephen King tiene como protagonista a James Joyce. Un amigo entra al despacho de Joyce y lo encuentra medio caído sobre el escritorio, en una postura de desesperación total. “¿Qué pasa James? ¿Es por el trabajo?” El interpelado asiente y confiesa que ese día ha podido escribir solo siete palabras. “¿Siete?, insiste el inesperado visitante, y agrega: “pero eso está muy bien para ti”. “Sí”, confirma el escritor decidiéndose a levantar la cabeza. “Supongo que sí…,¡pero es que no sé en qué orden van”!

Así de complicadas pueden ser las cosas para un escritor, pero Billy Summers no lo sabe. Tiene ya la primera frase de su libro y cree que el resto se descolgará fácilmente de ella. Si escuchara a su maestro y creador, se encontraría con esta descripción del acto de escribir: “las historias  que escribo son objetos hallados, como fósiles en el suelo. El trabajo del escritor es usar las herramientas de su caja para desenterrarlos lo más intactos que se pueda. A veces aparece un fósil pequeño, una simple concha. Otras es enorme, un Tyrannosuaurus Rex con todo el costillar y la dentadura. Tanto da que salga un cuento o un armatoste de mil páginas, porque en lo fundamental las técnicas de excavación son las mismas”.

La verdadera importancia de leer “es que genera confianza e intimidad con el proceso de escritura”.

El 19 de junio de 1999, Stephen King tuvo un feo accidente: fue atropellado por una camioneta en una carretera del oeste de Maine después de salir del bosque en que se había internado para orinar. Con su humor implacable, lo que cuenta es que “pasarían dos meses antes de que pudiera echar otra meadita al aire libre”.

Mientras permanecía tirado en el suelo conversando con el conductor de la camioneta, preguntó si podía fumar. “Lo veo difícil”, fue la respuesta de su acompañante, luego de lo cual se animó a una segunda pregunta: “¿Voy a morir?”. “No creo”, fue esta vez la alentadora respuesta, “pero es necesario ingresarlo cuanto antes en un hospital”. Fue trasladado en helicóptero al Central Maine Medical Center y tuvo que soportar cinco operaciones seguidas a una de sus piernas.

Entonces, voy a seguir con “Billy Summers”. Estoy recién en la mitad y me está ayudando muchísimo a despejar la cabeza de preocupaciones. ¿Quién podría no tenerlas si de lo que se trata es de elaborar una nueva Constitución dentro de los próximos nueve meses y proponerla  al país para su aprobación o rechazo? Leer y escribir son “el agua de la vida”, dice King, de manera que su mandato es este: “Bebe, bebe y sacia tu sed”.

*Agustín Squella es Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, jurista, periodista y, actualmente, convencional constituyente.

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