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Opinión

25 de Noviembre de 2021

Columna de Heraldo Muñoz: Del 18 de Octubre al 18 Brumario

La imagen muestra a Heraldo Muñoz frente a Kast y a la Plaza Dignidad Agencia Uno

A modo de analogía, y guardando las proporciones, el 18 de octubre fue la revolución francesa, a la cual siguió el equivalente del 18 Brumario –por el calendario republicano— cuando Napoleón, erigido como “salvador de la patria” ante un creciente descontento popular, derrocó el último Directorio revolucionario.

Heraldo Muñoz
Heraldo Muñoz
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En un lapso de dos años, Chile ha vivido dos momentos diametralmente opuestos. El 18 de octubre de 2019 el consenso parecía ser que el país había despertado y que se asomaba el camino hacia un nuevo Chile. Sin embargo, el domingo 21 de noviembre, en la primera vuelta presidencial, la derecha extrema se posicionó en primer lugar, y su presencia avanzó considerablemente en el nuevo Congreso Nacional.

A modo de analogía, y guardando las proporciones, el 18 de octubre fue la revolución francesa, a la cual siguió el equivalente del 18 Brumario –por el calendario republicano— cuando Napoleón, erigido como “salvador de la patria” ante un creciente descontento popular, derrocó el último Directorio revolucionario.

Efectivamente, el 18 de octubre una movilización de proporciones inéditas levantó aspiraciones de cambio y el propósito mayoritario de construir un nuevo Chile. Gracias a la movilización de más de un millón de personas, pocos días después, se firmó en noviembre el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución que permitió la realización del plebiscito, con el triunfo del Apruebo y el proceso en curso de elaboración de una nueva Constitución.

El 18 de octubre de 2019 el consenso parecía ser que el país había despertado y que se asomaba el camino hacia un nuevo Chile. Sin embargo, el domingo 21 de noviembre, en la primera vuelta presidencial, la derecha extrema se posicionó en primer lugar, y su presencia avanzó considerablemente en el nuevo Congreso Nacional.

Parecía que la derecha había sido enterrada con los resultados del plebiscito y el desenlace de la elección de los convencionales. Una actitud ingenua en la izquierda dura apuntaba a que ahora todo podía ser cambiado: el himno nacional, la bandera, e incluso la república, pese a que la reforma constitucional establecía que la nueva constitución debía respetar el carácter de Chile como una república democrática.

El triunfo de Kast en primera vuelta y los avances electorales de la derecha en el próximo Congreso, demostraron que una parte importante de la población no está por la radicalización permanente y la incertidumbre sobre el futuro. Pareciera que mucha gente desea más progreso, como al que accedió durante los últimos 30 años, pero sin abusos y con más certezas. Solo voluntarismo, con el acento de una generación joven, no constituye una respuesta a las inquietudes populares y de la clase media.

Contribuimos al giro desde el estallido, -o la “revuelta” como algunos corregirían- hacia la derecha, porque muchos no fuimos lo suficientemente firmes en defender el legado de los inmensos cambios sociales y progreso de los últimos 30 años de democracia, reconociendo, por cierto, los errores y lo mucho que faltó por hacer. Algunos llegaron a comprarse aquel lema de que el problema del país no eran los 30 pesos, sino que los 30 años.

El triunfo de Kast en primera vuelta y los avances electorales de la derecha en el próximo Congreso, demostraron que una parte importante de la población no está por la radicalización permanente y la incertidumbre sobre el futuro.

Se instaló hegemónicamente en la izquierda una demagogia disruptiva, discursos mesiánicos, la celebración del desorden, la racionalización de los saqueos, el mutismo frente a las bombas molotov contra iglesias o contra el Museo Violeta Parra, la indiferencia a los ataques vandálicos a pequeños comerciantes, y la subvaloración del miedo provocado por la delincuencia y el narco, así como por la violencia organizada en la macrozona sur.

Y, en el intertanto, se fue incubando un nuevo malestar. Ya no sólo contra las AFP, los abusos, la colusión empresarial, o el sistema desigual de salud; sino que un malestar silencioso por la desprotección; la vulnerabilidad en los barrios; el caos de los viernes en la Plaza Italia y alrededores; la migración irregular descontrolada; los rayados y la destrucción en extensos vecindarios; y los asaltos a mano armada para robar un auto, o sencillamente un celular a un ciudadano de a pie.

Este malestar le cayó en bandeja al discurso simplista, pero efectivo, de la extrema derecha Kastista que ofrece orden, nacionalismo tradicional, y volver a un pasado idealizado. Es una receta calcada de Trump, Bolsonaro y varios otros populistas de derecha nativista

En este clima de polarización, la propuesta de cambios estructurales en paz y gradualidad no tuvo espacio. Es hora entonces de recuperar un discurso equilibrado de cambios hacia un nuevo modelo de desarrollo inclusivo y verde, un nuevo sistema de pensiones, salud pública de calidad y otras reformas debidamente financiadas, con recuperación del crecimiento y el empleo, en paz y con la gradualidad que Gabriel Boric ha expresado -aunque tardíamente- en semanas recientes.

Si no hay sensibilidad hacia los temores y ansiedades de la sociedad chilena, activados por el desorden y la radicalización, bien digitados por Kast, será difícil que la población confíe en la promesa de un desarrollo para un país mejor, y la segunda vuelta será nuestro 18 Brumario electoral. Quizás estos temores pueden verse contrarrestados por el miedo al extremismo y eventual retroceso que representa la candidatura de Kast y de quienes lo rodean. En definitiva, la segunda vuelta se definirá por una mayoría que parece demandar certezas y la capacidad de conducir el país en paz, hacia un desarrollo con mayor igualdad y justicia social.

*Heraldo Muñoz es diplomático, politólogo y político chileno, especialista en relaciones internacionales. Fue canciller de Chile y presidente del Partido por la Democracia.

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