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Opinión

29 de Noviembre de 2021

Columna de Daniel Fernández y Pablo Reyes: No la vimos venir 2.0

La imagen muestra a Daniel Fernández y Pablo Reyes frente a una manifestación en Plaza Dignidad Agencia Uno

Proponemos para el análisis de los resultados electorales categorías que tienen que ver con paradigmas evolutivos culturales, que trascienden las izquierdas y derechas y apuntan transversalmente a los ejes movilizadores de las personas.

Daniel Fernández y Pablo Reyes
Daniel Fernández y Pablo Reyes
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Hay una lectura errada de la reciente elección en Chile que nos puede llevar a tomar decisiones equivocadas. Pensar que estamos frente a un fenómeno político clásico, una tensión entre izquierda y derecha es un error: el quiebre no es político, es cultural. 

Varios de los trending topics en Twitter del 21 de noviembre eran de perplejidad frente al resultado; parece que nuevamente “no la vimos venir”. 

Por ejemplo, nadie entiende a los votantes de Parisi porque su perfil no es político, es un grupo de personas conectadas con un paradigma de logro que encuentran en un líder mesiánico la oferta de resultados inmediatos con un discurso simple de digerir. Por otra parte, debemos constatar que el centro político (Provoste, Sichel y MEO) capturó más del 30% de los votos, superando a los votantes de Boric y a los de Kast.

Pensar que estamos frente a un fenómeno político clásico, una tensión entre izquierda y derecha es un error: el quiebre no es político, es cultural. 

Si bien el resultado nos conduce a elegir entre dos opciones bastante distantes entre sí, aún hay un grupo importante de ciudadanos en el centro que no encuentran respuestas coherentes ante un centro político fragmentado, incapaz de conectar y trascender en el desafío país que enfrentamos. Sin embargo, el centro aún está vivo -aunque desconcertado- y tanto Kast como Boric tienen que apelar a ese voto y “centrarse” para poder ganar; no lo lograrán con posiciones extremas. 

Kast tiene que ampliar su base electoral hacia el centro, puesto que por la derecha no puede crecer. Boric no tiene una amenaza desde la izquierda, pero tiene en su coalición al Partido Comunista, el caballito de batalla sobre el que se apuntan campañas del terror que en ocasiones han sido efectivas. 

Si lo miramos evolutivamente, creer que el movimiento social es un movimiento de izquierda es un error de lectura mayor. En el estallido se concertaron muchísimas demandas de las más diversas índoles. Muchas de ellas desde un paradigma individual enfocado en poder lograr y conseguir más (no más TAG por ejemplo).

El centro aún está vivo -aunque desconcertado- y tanto Kast como Boric tienen que apelar a ese voto y “centrarse” para poder ganar; no lo lograrán con posiciones extremas. 

Mucha gente identificada con el centro y la centro derecha también salió a marchar en octubre 2019 porque comparten el juicio de que el modelo ya no es funcional a las necesidades del país; pero otra cosa es entregarle el gobierno a la izquierda.

Fue una mala lectura, también, pensar que el 80% del Apruebo era de izquierda y por lo tanto un capital endosable.

Proponemos para el análisis otras categorías que tienen que ver con paradigmas evolutivos culturales, que trascienden las izquierdas y derechas y apuntan transversalmente a los ejes movilizadores de las personas. El movimiento social surge desde un paradigma solidario y sensible que puso de manifiesto las brechas a que nos enfrentamos, mostrando con claridad la inequidad en todos los ámbitos. Eso generó dos fenómenos: nuevas pertenencias (tribalización y fragmentación de diversas voces reclamando por sus intereses) y un resurgir de la fuerza como expresión, la que en algunos casos se manifestaba con carteles y performances y en otros con violencia urbana y destrucción.

La reacción cultural esperada (como un péndulo) era una contra respuesta de un paradigma ordenador. Ese nuevo orden pudo haberse canalizado hacia la Convención Constituyente, pero la magnitud del voto “apruebo”, equivalente al 80%, emborrachó las visiones, dando paso a una conversación de superioridad moral, que además se paró con fuerza desde un cuestionamiento de lo construido durante los regímenes democráticos post dictadura.

El paradigma solidario sensible que guió el movimiento social surge siempre en oposición a los paradigmas de logro y de orden, desconociendo cómo se llega ahí y parándose desde un pedestal moral. Toda esa solidaridad -bienvenida-, en la mayoría de los casos muy justa en su reclamo, debe ser canalizada hacia políticas públicas concretas y factibles, que puedan ser financiadas y gestionadas, y para eso se necesita estrategia y orden.

Proponemos para el análisis otras categorías que tienen que ver con paradigmas evolutivos culturales, que trascienden las izquierdas y derechas y apuntan transversalmente a los ejes movilizadores de las personas.

Ya no basta con el discurso anti derecha conservadora o revindicatorio de las diversas demandas, se requiere un pragmatismo integrador que plantee con claridad un camino sensato hacia un nuevo modelo de desarrollo, con un plan concreto y asible, teniendo claro que el gobierno que viene será un gobierno de transición, el inicio de la segunda transición.

*Daniel Fernández es Socio Fundador de Memética y profesor titular de Gestión del Cambio Cultural UDD. Pablo Reyes es Director Ejecutivo de Memética, consultor y académico. Ambos son autores de “Invisibles” y “La nueva élite”. 

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