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30 de Noviembre de 2021

Pablo Simonetti mira a Kast: “Sus visiones son muy retrógradas y nos harían retroceder años en los avances para respetar la dignidad de las personas”

La imagen muestra a Pablo Simonetti frente a un mural de flores, con los dedos cruzados Andrés Herrera

Acaba de publicar su nueva novela, “Los hombres que no fui”. Pero antes de hablar de literatura, esta entrevista -realizada pocos días después de la elecciones- comienza con política. Critica al candidato de la derecha; y transparenta su voto por Boric en segunda vuelta. “Me parece una persona sensata, inteligente, culta, con capacidad de crecimiento personal. Pienso todo lo contrario de Kast”, dice el escritor.

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“Me sigo sintiendo muy abatido”. Sentado en su terraza, mirando Las Condes desde las alturas, el escritor Pablo Simonetti pronuncia esas cinco palabras con seriedad. Es martes. Han pasado dos días desde la elección presidencial donde José Antonio Kast y Gabriel Boric pasaron a segunda vuelta, separados apenas por dos puntos de diferencia en sus votaciones. Arriba el candidato del Frente Social Cristiano; poco más abajo el de Apruebo Dignidad. Simonetti dice que esa situación le tironeó hacia abajo el ánimo.

Se supone que Simonetti debería estar más contento. Hace unas semanas publicó su última novela, “Los hombres que no fui”. Una ficción que -como todas las suyas- despega desde su propia biografía: un escritor recuerda los años 90, cuando su clase social acomodada le imponía reglas rígidas; mientras él luchaba por encontrar su lugar en el mundo. Por vivir como un hombre gay, por ser escritor, por trazar una huella propia. Un relato que también habla de otros que lo acompañaron durante esos años intensos; y cómo algunos de ellos se quedaron en el camino, mientras él sobrevivía.

La idea, de hecho, era que esta entrevista se metiera enseguida en la literatura y en su alma de narrador. Pero la contingencia y los últimos hechos políticos cambiaron obligatoria y drásticamente el comienzo de esta conversación con quien es, además de novelista exitoso, director de Iguales y de Espacio Público.  

Crédito:  Andrés Herrera

“Quizás el hecho de que esta mañana se haya aprobado el proyecto de matrimonio igualitario en la Cámara de Diputados me levantó algo el ánimo -continúa Simonetti-, pero es difícil comprender que en nuestro país haya una mayoría tan importante de gente capaz de votar por Kast, una persona que tiene este corazón discriminatorio, que tiende a separar el mundo entre los buenos y los malos, entre una forma de vida que supuestamente es ejemplar y el resto son vidas perdidas. Un hombre que ha tenido además una larguísima historia de declaraciones y acciones en contra de los derechos de la diversidad sexual, y también de las mujeres y del feminismo. Ha sido difícil de tragar y está generando una serie de reacciones de qué voy a hacer respecto a eso, cómo me voy a involucrar en una campaña activa de rechazo a esa candidatura”.

-¿Estás dispuesto a trabajar por Boric si fuera necesario?

-En esto no tengo dudas: voy a votar por Boric. No voté por él en primera vuelta, pero voy a votar ahora por él. Sobre todo porque ya he visto señales de su parte, de abrirse en los temas en que hay más controversia en cuanto a su programa, que podrían ser los temas económicos o la posibilidad de llevar a cabo esas reformas que él plantea de manera progresiva y no simultánea, porque si no la presión sobre el Estado, sobre el erario nacional, sería gigantesca.

“Es difícil comprender que en nuestro país haya una mayoría tan importante de gente capaz de votar por Kast, una persona que tiene este corazón discriminatorio, que tiende a separar el mundo entre los buenos y los malos, entre una forma de vida que supuestamente es ejemplar y el resto son vidas perdidas

-¿Qué explicaciones tienes para los resultados de la elección del domingo 21?

-No soy uno de esos buenos sociólogos capaces de dar las explicaciones; lo digo para que la gente no piense que estoy hablando con algún grado de autoridad, porque no la tengo. Pero creo que hubo claramente dos elementos principales. Uno es la incertidumbre económica que se produce a propósito de cambios que pueden afectar el trabajo o los mercados de capitales, y preguntas sobre cómo va a ser llevado esto en adelante. Y lo otro es la seguridad, cómo poder salir y llegar a tu casa sin miedo; porque a la inseguridad que ya existía respecto de la delincuencia y narcotráfico, ahora se agregó la delincuencia por los sucesivos hechos de violencia y tomas de espacios que ya no se podían transitar debido a esta especie de ley de la calle que primaba en esos lugares. Eso, me imagino, está en la conciencia de muchas personas que no son partidistas y sienten que la candidatura de Kast les puede dar quizás una certeza mayor en ese sentido.

-Pero también importa la forma en que se enfrenta esa inseguridad, aquí no todo vale…

-El problema que veo es que Kast promete mano dura, y esa mano dura no es la solución o la única solución a estos problemas. Creo que siempre con la delincuencia, con la violencia callejera, con el narcotráfico, hay que tener mano dura, pero siempre tienes que hacerlo respetando los derechos humanos, el sistema de justicia; y las propuestas de Kast sencillamente tratan de pasar por encima de esos derechos básicos que todos compartimos y nadie quiere que una brutalidad en la calle se convierta de otra forma en una brutalidad del Estado o policial. Entonces ahí Boric tiene que dar certeza en este tema… Pero claro, Boric ha tenido problemas en ese sentido con el indulto, con las leyes que trataban de evitar los saqueos, ha habido una comunicación que para una persona que no está metida en el mundo político perfectamente se puede entender como que no hay una verdadera voluntad de paz pública. Y eso asusta.

-Se ha criticado que desde la política hay intelectualización del problema, pero poca escucha de los ciudadanos comunes y corrientes.

Exacto. Pero a mí me parece que Gabriel Boric tiene la disposición a escuchar e integrar visiones en su candidatura , y eso me da esperanzas de que se pueda crear una mayoría en torno a él. Y me parece una persona sensata, inteligente, culta, con capacidad de crecimiento personal. Pienso todo lo contrario de Kast. Pienso que es una persona muy limitada por sus prejuicios y su forma de vida, y que cree que hay una forma de vida única para ser bueno y valioso en la vida, y el resto de las formas de vida las ve como una amenaza. Y ésa es la esencia de la amenaza fascista que hay detrás: la amenaza fascista es que comienzas a imponer una visión de sociedad y sobre todo una visión de las vidas individuales, de cómo tienen que ser para cumplir lo patriótico, lo religioso, lo heterosexual y así.

“Pero claro, Boric ha tenido problemas en ese sentido con el indulto, con las leyes que trataban de evitar los saqueos, ha habido una comunicación que para una persona que no está metida en el mundo político perfectamente se puede entender como que no hay una verdadera voluntad de paz pública. Y eso asusta

-Kast pasó en el primer lugar a segunda vuelta. Y tradicionalmente en Chile, quien pasa primero al balotaje, aunque sea de manera ajustada, termina electo. ¿Eso te asusta?

-No tiene nada que ver. Hay una de todas las otras primeras vueltas que fue muy peleada, Lagos y Lavín a fines de 1999, pero ahí eran dos candidatos; ahora no hay ninguno que esté ni cerca de una mayoría sustantiva. La diferencia entre Kast y Boric es de dos puntos. La diferencia entre quien va primero y el 50% (de los votos) son 22 puntos… eso hace toda la diferencia en el análisis. No creo que uno tenga que recurrir a una especie de martingala para pensar en el resultado.

-Es lo que muestra la experiencia de las segundas vueltas presidenciales…

-Pero es como una superstición, no tiene ningún asidero realista; los números son los números: uno sacó 28%, el otro sacó 26%, y los dos para llegar a más del 50% deben hacer un esfuerzo muy grande de inclusión de otras fuerzas. Que la cancha esta totalmente abierta, está.

Optimista

-En redes sociales se publican mensajes preocupados ante un gobierno de Kast. También ha reaccionado la prensa extranjera. Aquí, la comunidad LGTBI está especialmente alerta. ¿Qué sientes tú al pensar en Kast presidente?

-Respecto a un futuro gobierno de Kast lo veo desde la Fundación Iguales, donde hemos estado hablando de esto de manera incesante desde que Kast empezó a subir en las encuestas, y cada minuto desde que pasó a la segunda vuelta. Vemos muchas amenazas. Claro, están las leyes; y Kast ha dicho que no puede echar atrás una ley votada por mayoría; pero un presidente tiene muchísimas capacidades administrativas y hay muchos derechos que se tratan de defender a través de circulares, reglamentos, protocolos… Todo el aparato del Estado se ha ido desplegando para alcanzar a las diferentes diversidades y minorías con su capacidades de protección; eso podría ser revertido, sobre todo porque Kast quiere eliminar partes del Estado: el Instituto Nacional de DD.HH. por ejemplo. Nos preocupa mucho también la subsecretaría de DD.HH.; está la circular de inclusión de los niñes trans en el sistema educacional; está el protocolo de atención en salud de las personas trans, y así en todos los ámbitos de la vida. Sobre todo para las personas más vulnerables, creo que puede haber una reducción del espacio vital en los hechos. De sentirse menos libres, menos apoyadas y eventualmente amenazadas.

“Kast ha venido negando la identidad de las personas trans hace mucho tiempo -continúa Simonetti-. Cuando salió Una mujer fantástica, él le decía a la protagonista que no se llamaba como se llamaba. Después, cuando La Moneda se iluminó con los colores de la bandera LGTBI, dijo: ‘Una vez más Piñera se rinde a la dictadura gay’; y ha sido majadero con la ideología de género. Es claramente machista; dice que quiere eliminar el Ministerio de la Mujer y convertirlo en el Ministerio de la Familia. Todas sus visiones son muy retrógradas y nos harían retroceder muchos años en unos avances que han costado muchísimo para llegar a respetar la dignidad de las personas. Va a poner en aprietos a una parte de la sociedad que por primera vez en siglos comenzó a tener esperanzas que podían ser tratados como iguales”.

“Kast ha venido negando la identidad de las personas trans hace mucho tiempo. Cuando salió Una mujer fantástica, él le decía a la protagonista que no se llamaba como se llamaba. Después, cuando La Moneda se iluminó con los colores de la bandera LGTBI, dijo: ‘Una vez más Piñera se rinde a la dictadura gay’; y ha sido majadero con la ideología de género”.

-¿Qué pasó con el país nuevo que se supone había nacido en el estallido, que se manifestó en el Apruebo, que eligió a la Convención Constitucional?

-No sé… es difícil para mí encontrar explicaciones. Mi sensación es que hay ciertos elementos básicos de la vida que las personas son capaces de ponerlos delante de cosas tan esenciales como la democracia, la voluntad de cambio o la inclusión. Ya lo hemos vivido en nuestra historia, de repente una parte importante de nuestro país apoyó un golpe de Estado cruento, con atropellos horrorosos a los derechos humanos, porque pusieron su voluntad de orden, de seguridad y de certeza económica por delante de la idea de los cambios que encarnaba Salvador Allende. Creo que eso fue lo que ocurrió ahora.

Crédito:  Andrés Herrera

-¿A qué te refieres?

-Fueron dos años en que la consecución de los cambios acarreó muchísima incertidumbre, también en las actuaciones políticas: por ejemplo todo lo del cuarto retiro es incomprensible, la gente que menos tiene y que más necesitaba ya no tiene ahorros previsionales; y ahora vas a sacar más y eso va a redundar en inflación y vas a tener un hoyo más grande en ahorros previsionales. ¿Cómo vas a llenar ese hoyo de 60 mil millones de dólares? Ese proceso de que todos queremos cambios, que el país sea más inclusivo, que haya dignidad para todos, que se reflejó en esa gran marcha de 25 octubre, es un sentimiento que aún está y se mostró en el plebiscito y en la votación que siguió. Pero a lo largo del proceso ha habido un desgaste a propósito de que este ideal ha tenido un mal correlato en cosas muy esenciales para las personas: la economía y la seguridad.

-Tal vez demasiada euforia, demasiado optimismo, nublaron o desviaron las miradas…

-Exactamente. Mira, si saliéramos de esta elección con Boric presidente con un nuevo programa, o un rearme del programa que signifique los cambios que se representaron ese 25 de octubre de 2019 pero de manera progresiva, responsable, cuidando los equilibrios macroeconómicos, cuidando el mercado de capitales, con seguridad pública en las calles, sería una gran cosa. Necesitamos que los cambios ocurran bajo un grado de responsabilidad. Por ejemplo, la cantidad de cosas que propone Boric al mismo tiempo en el mercado del trabajo, si las haces todas juntas sencillamente va a haber menos trabajo. O cuando tú ves a todos los economistas serios del país diciendo que el cuarto retiro es una mala política pública y vas e insistes… Hay señales que hay que empezar a dar, y espero que así sea. Lo veo capaz y con disposición a ello.

-Te veo optimista.

-Yo soy una persona optimista por naturaleza, lamentablemente a veces me tratan de ingenuo por lo mismo. Y eso que estoy de muy mal ánimo por el resultado del domingo.

“Necesitamos que los cambios ocurran bajo un grado de responsabilidad. Por ejemplo, la cantidad de cosas que propone Boric al mismo tiempo en el mercado del trabajo, si las haces todas juntas sencillamente va a haber menos trabajo. O cuando tú ves a todos los economistas serios del país diciendo que el cuarto retiro es una mala política pública y vas e insistes… Hay señales que hay que empezar a dar, y espero que así sea”.

El clóset dentro del clóset

-Dejemos reposar al país; y hablemos de ti y de tu nuevo libro. Cumples 60 en diciembre. ¿Cómo te pilla este cambio de folio?

-A pesar mi optimismo, no estoy en el mejor de mis estados de ánimo porque hemos pasado dos años muy difíciles, muy angustiados. Primero por el estallido social, los atropellos a los derechos humanos, la violencia callejera; y después por la pandemia: me pasé prácticamente un año y tres meses encerrado, sin ver a nadie. Entonces realmente uno anda con la moral bien baja y al mismo tiempo con ganas de salir y soltar, y gritar y bailar y disfrutar y viajar… Tengo ganas de que mi década de los 60 sea una vida más libre, más viajada, conociendo lugares distintos, gente distinta. Tengo ganas de una renovación.

-En la nueva novela hablas de los hombres que no fuiste. ¿Hoy estás conforme con el hombre que finalmente eres?

-Estoy conforme con la persona que soy porque encontré un lugar en el mundo que me resulta cómodo y propio. Ese lugar en el mundo tiene dos dimensiones fundamentales. Una, es que hago aquello que me gusta, tengo mi vocación y trabajo como escritor, lo que me da muchísima satisfacción y además calza con mi manera física de estar en el mundo: sentado en el escritorio, en silencio, pensando en una historia, atrapado por ella. La segunda, es que pude encontrar mi espacio como persona gay, tengo mi marido, me siento realizado; y también he podido darle cabida a mi idea de responsabilidad social a través de mi trabajo en Iguales y en Espacio Público. Por supuesto que estoy lleno de frustraciones literarias y en el tema social, pero por lo menos algo he hecho.

Crédito:  Andrés Herrera

-De las cosas pendientes, ¿cuál es la fundamental?

Siento que ha llegado el momento de renovarme literariamente.

-¿De qué manera?

-Siento que ya recorrí mi arco vital a través de mis novelas. Lo he contado con mucho ardor, con dedicación, pero al mismo tiempo tengo ganas que mi cabeza flote hacia otros lugares, otras historias más alejadas de mí; y en ese sentido también tiene un correlato en lo personal. Tengo mucha cercanía con amigos de España, he vivido allá por periodos cortos, entonces siempre tengo el sueño de pasar un tiempo más largo. Mirarse a uno pero sobre todo a tu país de lejos brinda una perspectiva que puede ser enriquecedora. En este minuto es aún una fantasía.

“Siento que ya recorrí mi arco vital a través de mis novelas. Lo he contado con mucho ardor, con dedicación, pero al mismo tiempo tengo ganas que mi cabeza flote hacia otros lugares, otras historias más alejadas de mí; y en ese sentido también tiene un correlato en lo personal”

-¿Hubo algo en particular que provocó ese “sentimiento de melancolía” que has dicho te llevó a escribir tu nueva novela?

-Lo que dije en esa entrevista es que el libro tiene dos fuentes muy importantes: una es la melancolía o la nostalgia por el mundo perdido, por afectos también perdidos; y al mismo tiempo es una liberación de un mundo con unas reglas que podían llegar a ser muy asfixiantes. Esos dos elementos son los constitutivos de la novela. Y lo que pasó es que me encontré con una persona que conocí en los 90, y al verla dije: “Podría haber sido como él, y no soy”. El darme cuenta del camino que había recorrido desde ese arquetipo de hombre gay muy preocupado de las formas, los objetos, muy adornado, al hombre que soy hoy, me hizo recordar personas a las que quise mucho, que compartieron ese mundo conmigo, y luego pensar: “Qué bueno que me libré de eso”. Claro, me daba pertenencia, una sensación espúrea de poder, de exclusividad, una cosa muy snob, pero al mismo tiempo me encerraba: era como salir de un clóset para meterse a otro.

Sucesivas explosiones

En la novela van desfilando personajes que compartieron vida con el protagonista, Guillermo Savori, quien al recordarlos se da cuenta de que fueron los hombres que él mismo pudo haber sido pero que eligió no habitar. Se pasean, por nombrar algunos, el hombre de la elite tradicional, que cumple a cualquier precio las normas sociales exigidas; el hombre que -escondiendo su homosexualidad– se queda con una mujer; el hombre que se enferma de Sida y vive el ostracismo social y la condena moral de la época; el hombre adicto a la cocaína… Sivori los recuerda -a cada uno en un capítulo del libro- y sólo reafirma su sensación de estar muy lejos de todos ellos. Al autor le pasa algo similar.

-De esos hombres de la novela que el protagonista no fue, ¿a cuáles reconoces en tu propia biografía?

-O sea, yo respondo a toda esa lista, en el sentido de que son zonas de pertenencia y de peligro en las que viví; y que, dadas las circunstancias y las precauciones que tomé, y a los pases de suerte que de repente de ta da la vida, eres tú el que te salvas y el de al lado el que se muere. Yo estuve allí y reconozco a esas personas que podrían tener una referencia conmigo. Yo pude haber sido un hombre que cayera en adicciones a las drogas. Pude haber sido un hombre homosexual que finge heterosexualidad. Podría haber muerto de VIH perfectamente. Estuve expuesto a todos estos peligros. Algunos son peligros sociales, podríamos decir, o de no tolerarte a ti mismo. Hay un personaje que se suicida porque no se tolera a sí mismo como una persona gay. Yo al principio dije ‘soy gay’, pero tenía una homofobia tremenda metida adentro, si me habían educado toda mi vida con una educación monolíticamente homofóbica.

-¿No fueron los años 90 felices para ti?

-Fueron años de sucesivas explosiones, que eran muy excitantes: reconocerse gay, salir del clóset, empezar a salir con hombres, tener tus primeras relaciones… Yo tuve mi primera relación de larguísimo alcance en esa época; fueron 16 años con mi primer marido. Entonces claro, eso te llena de excitación y de adrenalina, pero al mismo tiempo estaban pasando en sordina estas otras cosas, que uno no necesariamente puede juzgarlas en ese momento porque estás un poco obnubilado con el presente. Es sólo la perspectiva desde hoy la que me permitió mirar con mayor claridad ese mundo.

“Yo al principio dije ‘soy gay’, pero tenía una homofobia tremenda metida adentro, si me habían educado toda mi vida con una educación monolíticamente homofóbica”

-Porque ya es algo vivido; eso da distancia…

-Claro, estábamos viviendo en un esquema de pensamiento y en una sociedad muy uniformadores. Y yo estaba dando mis primeros pasos para diferenciarme; ahora me doy cuenta que todo ese esfuerzo era gigantesco para poder decir “éste soy yo”. Si uno lo mira desde la perspectiva del 2021, parece un poco exagerado, pero en los 90 decir “éste soy yo” no era algo trivial, porque la gente y uno tendía a querer parecerse a los demás. Existía esta cosa que el otro día lo decía Marco Antonio De la Parra: la dictadura del consenso, nadie se pelaba con nadie, todos pensábamos igual prácticamente, y la tendencia era muy homogeneizante. Entonces el proceso de individuación fue gratificante y yo finalmente salí adelante, pero quedaron también muchas personas en el camino; no necesariamente porque yo las dejé, sino que esas personas en su propio proceso pagaron precios muy altos.

-¿Que tanto de Simonetti hay en Guillermo Sivori?

-Las novelas tienen un centro de gravedad. Siempre lo he graficado con las tormentas tropicales, que salen de África y dan vueltas sobre el mar, primero son unas nubes desorganizadas y después toman este centro de rotación y empiezan a rotar y rotar y es ahí donde se produce la fuerza. Entonces lo que yo le entrego a Guillermo Sivori es lo que yo quiero que Guillermo Sivori le dé a esa novela. Novela que tiene un centro de rotación, un imán, que saca de ti una parte que no eres tú totalmente. Sivori es para mí un personaje que está en una disposición más analítica, más crítica, de la que yo acostumbro estar en mi vida en general, en el sentido que la novela obliga a un personaje en esta disposición. Eso viene desde dentro de mí, pero no soy necesariamente yo. Es una intensificación de una parte de mí. Él está tomando de mí aquello que le resulta conveniente para su historia.

Crédito:  Andrés Herrera

-Sí comparten las vidas pasadas. Los recuerdos de él son similares a los tuyos. ¿No tienes pudor de exponerte?

-Si no creyera que hubiera un valor en hacerlo, no lo haría. En todo caso, a mí lo del pudor me pasa después, no cuando estoy escribiendo. Ahí estoy solo conmigo mismo, pensando en la escena, muy involucrado. Después cuando salgo de eso y se lo empiezo a mostrar a José Pedro (Godoy, su pareja), a la Carla (Guelfenbein), a Óscar (Contardo), alguno me dice: “Ten cuidado por aquí, ten cuidado por acá”. Ya cuando sale al mundo, ahí sí me siento expuesto. Pero a mí me gusta escribir de lo que sé, de lo que he comprendido con la vida, lo que he experimentado con todas mis emociones, aquellas cosas que están grabadas en mi memoria. Me gusta hablar de mundos que conozco, andar cerca de situaciones que me han tocado. Incluso si voy a escribir otras novelas más alejadas de mí, los mundos de pertenencia sociales, culturales, religiosos, políticos, van a seguir siendo los que conozco.

“Sivori es para mí un personaje que está en una disposición más analítica, más crítica, de la que yo acostumbro estar en mi vida en general, en el sentido que la novela obliga a un personaje en esta disposición. Eso viene desde dentro de mí, pero no soy necesariamente yo”

La muerte lenta

-En el libro se habla de una sociedad bien hipócrita. ¿Somos menos hipócritas hoy?

-Sí, somos menos hipócritas. Creo que la gente ahora está más dispuesta a mostrar sus diferencias, tiene menos miedo a decirle al señor que lo va a contratar, que le gusta, no sé, jugar al luche todas las noches. Antes uno iba con un guion aprendido a una reunión social, a una cosa en el trabajo, a una actividad política, a lo que fuera; prácticamente en todos los ámbitos había una supuesta manera de comportarse y de estar. Había una especie de hiperadaptación sociocultural a los estándares que existían en ese minuto. Hoy, en cambio, siento que la gente se presenta mucho más honestamente desde su diferencia y la muestra.

-Le dedicas la novela a tus amigos que murieron. A los que no tuvieron la suerte tuya de sobrevivir a esa época. ¿Cuál es tu relación con la muerte?

-Ahora he estado con una sensación de la muerte muy cercana, a propósito de una hermana mía que murió… La muerte te hace valorar muchísimo más el presente y tratar de no postergarte, lograr que tus días sean lo más plenos y reconfortantes posibles.

-¿Le temes a tu muerte?

-La idea me provoca angustia.

-¿Por qué?

-Lo que más me angustia sobre la muerte es la incapacidad, la dependencia, estar en el mundo pero ya no estar y convertirse en una especie de fardo que lo mueven de una cama a la otra o lo llevan al baño. O no tener conciencia de que uno está en el mundo y no tener capacidad de discernir y de tomar sus propias decisiones. Eso quizás es para mí lo más duro de la muerte moderna, porque antes nos moríamos bastante más de una gripe, de un parto, pero ahora cada vez más nos estamos muriendo de enfermedades degenerativas que son tremendas, ¿no?

-Muertes lentas…

-Muertes lentas, sí. Eso me angustia mucho, porque no quisiera ser un peso para nadie y no quisiera sentirme una persona que no tiene la posibilidad de tomar sus propias decisiones, de convertirse en una persona completamente dependiente. Después lo difícil que es encontrar tu lugar en el mundo, que venga una enfermedad y te lo arrebate… Entonces volviendo a la pregunta inicial, a la muerte en sí no le temo, pero sí al deterioro.

Simonetti hace una pausa. Da unos sorbos a su vaso de agua. Y recuerda otra vez a su hermana Cecilia, fallecida a principios de octubre: “Es la primera de los hermanos que se muere, la primera de nuestra generación, entonces la muerte se presenta mucho más cercana. Uno empieza a sentir: ‘Bueno, me está llegando cerca’. Fue además una muerte rápida, en el sentido que le encontraron su enfermedad y murió en cinco o seis meses. Antes de eso era una mujer perfectamente sana”.

-¿Qué te provoca esa situación?

A mí me pasó con mi hermana una cosa muy impresionante, porque ella era muy creyente y no le tenía miedo a la muerte. Me lo decía. A veces la noté desanimada, pero nunca angustiada, horrorizada ni desesperada. Siempre tuvo una fe en Dios muy personal. Dejó todo estipulado hasta el último detalle cómo quería que fuera ella en el cajón, la misa, qué canciones quería que se cantaran. Terminamos todos cantando una canción pop, “Because I’m happy”, con un coro enorme de gente. Otra mirada de la muerte, realmente. Ella siempre quiso ser testigo de Jesucristo en el mundo y creía que su principal testimonio iba a ser su muerte, en alegría y en paz.

“A mí me pasó con mi hermana una cosa muy impresionante, porque ella era muy creyente y no le tenía miedo a la muerte. A veces la noté desanimada, pero nunca angustiada, horrorizada ni desesperada. Siempre tuvo una fe en Dios muy personal. Dejó todo estipulado hasta el último detalle cómo quería que fuera ella en el cajón, la misa, qué canciones se cantaran”

-Además es un consuelo contundente para su familia, ¿no?

A mí me gustaría morirme así, pero sin la necesidad de creer en Dios.

Entonces Simonetti se ríe. Como si por un momento, aunque esté hablando de los territorios de la muerte, el abatimiento del comienzo se hubiese esfumado.

Título: “Los hombres que no fui”
Autor: Pablo Simonetti
Sello: Alfaguara
Páginas: 196
Precio: $14.000

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