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Cultura & Pop

3 de Diciembre de 2021

Jaime Vadell: “Mientras más años se cumplen, más a menudo se mete la muerte, porque van desapareciendo los amigos”

La imagen es un collage con fotos de Jaime Vadell en distintos momentos de su vida Festival Santiago a Mil

A sus 86 años, y más de 55 de carrera, el actor Jaime Vadell fue el seleccionado para recibir el homenaje a la trayectoria artística en la versión XXIX del Festival Santiago a Mil. “Por ser un hombre de teatro y un formador de nuevos teatreros” fue la justificación. En conversación con The Clinic, Vadell reflexiona sobre su bitácora artística; la muerte de su amigo y colega Tomás Vidiella; y el panorama electoral chileno. “(Kast) es un pensamiento pinochetista. Una cosa indefendible”, reclama.

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Con más de medio siglo de trayectoria artística, Jaime Vadell (86) continúa con un compromiso férreo hacia su experiencia teatral y cinematográfica. En plena pandemia formó parte del elenco de la película Un loco matrimonio en cuarenta (2021), y en 2019 se encontraba batiendo récords nacionales con la obra Viejos de mierda. Hoy, esa vida dedicada al teatro ha sido reconocida por el Festival Santiago a Mil, quien lo escogió para recibir el homenaje a la trayectoria artística en la versión 2022 del evento.

“No me lo esperaba para nada, jamás pensé que iba a venir un homenaje de una institución tan importante, no. Pero me siento muy honrado. Honrado, agradecido, emocionado, qué sé yo, todo lo demás”, dice Vadell.

-Son más de 55 años de trayectoria…

-Claro, es a la trayectoria. Es suma de años, de hacer no sé cuántas obras de teatro. Yo creo que más de cien… Teatro, cine, televisión, radio… Creo que cualquier colega de la edad mía, o cercano a la edad mía, porque de la edad mía va a ser difícil encontrar, va a sumar una cantidad de cosas… Es imposible calcular el trabajo que desarrollan los artistas en este país. Porque lo tienen que hacer, si no, desaparece. No hay nadie que lo regule, salvo el público que buenamente asiste. Véase los proyectos de los candidatos a presidente. De los siete, creo que a la cultura habían dos citas por ahí, no había una sola palabra, nada. Y eso ¿sabe por qué?

Crédito: Festival Santiago a Mil

¿Por qué?

-Porque al poder le aterra la cultura. El poder se aterra con la cultura. Hay que recordar esa frase de Göring que decía: ‘Cuando oigo la palabra cultura, le quito el seguro a mi pistola‘. Qué frase ingeniosa, ¿no? Pero sintética, de un profundo pensamiento.

¿Cómo siente usted que se trata al arte en Chile? En términos ciudadanos y políticos…

-Bueno, en términos ciudadanos es mucho mejor que en términos políticos. Y eso no es muy raro, porque en general los políticos andan por un lado y la ciudadanía por otro. En general, salvo algunas excepciones. Pero yo creo que ciudadanamente anda bastante bien. La gente está preocupada de las cosas, quiere mucho a sus artistas, quiere mucho a sus escritores, a sus pintores, y los sigue y acompaña. Va a las exposiciones, va a los teatros, en fin. Pero preocupación política, no, ninguna. No sé si ninguna, pero muy escasa.

“El poder se aterra con la cultura. Hay que recordar esa frase de Göring que decía: ‘Cuando oigo la palabra cultura, le quito el seguro a mi pistola‘. Qué frase ingeniosa, ¿no?”

Su trayectoria artística tiene actividad reciente, lo que llama mucho la atención. Está la obra “Viejos de Mierda”, que fue un éxito y batió récords a nivel nacional, y se estrenó recién en 2016.

-Sí, habríamos hecho el cuarto año si no hubiese habido la pandemia el año pasado. Anduvo muy bien, desgraciadamente se desbarató el equipo. Era una mesa de tres patas y se saca una pata. Se cae la mesa. Se murió Tomás, que fue una pérdida rara, de repente, por la porquería esa de Covid.

-Ya volveremos a la muerte de Vidiella… Y usted, ¿cuál es su método para mantenerse activo a los 86? ¿Alguna fórmula?

-(Se ríe). Me sigue emocionando, y además sorprendiendo, llegar a los 86 años. Yo jamás pensé que iba a llegar a esta edad. Ya al llegar aquí, me siento un privilegiado. Y estoy bien, bastante bien física y mentalmente, y poder hilar dos o tres frases, qué se yo. Qué más se puede pedir, 86 años son muchos años. Aunque ahora son menos…

¿Cómo?

-Antes eran más. Ahora son menos, por ejemplo Lucho Alarcón, amigo mío de siempre, tiene 92. ¡Y está impeque!

Hace un par de años dijo en una entrevista que se negaba a ser ese tipo de viejos que anda por la vida dándole consejos a los más jóvenes. ¿Sigue siendo así?

-Me niego hasta el día de hoy. Yo encuentro que es una de las grandes estupideces andar dándole consejos a los jóvenes. Es una estupidez, porque qué consejo le puede dar uno a otra persona; no entiendo. ¿Cómo le puedo decir yo a otra persona lo que tiene que hacer?

Y cuando a usted le dan consejos, ¿tampoco los toma?

-Ah… Es interesante, porque la verdad es que me he arrepentido varias veces de no haberle hecho caso a algunos consejos. Generalmente no habían sido tan malos, pero la vida es la vida de uno, no la vida de otro.

“Me niego hasta el día de hoy. Yo encuentro que es una de las grandes estupideces andar dándole consejos a los jóvenes. Es una estupidez, porque qué consejo le puede dar uno a otra persona; no entiendo”

-A esta altura de su vida, ¿siente que el teatro es una profesión para usted, o más bien un estilo de vida que adoptó?

-No había pensado las cosas así… Es una profesión. O más que una profesión, es un oficio. Es un oficio que uno ejerce y que además va aprendiendo. Lo va aprendiendo a hacer. Las profesiones se aprenden, uno llena el cartón, y ahí. En cambio esto es un oficio, se va haciendo. En la generación mía, la idea de ejercer este oficio era un servicio a la sociedad, un servicio social. Se veía así, ni siquiera se veía como una fuente de ingresos tan claramente establecida. Era como un servicio de culturizar, de concientizar, de descubrir las características de la nacionalidad, y de muchas cosas, pero más bien como un servicio.

Hay muchos colegas suyos que siguen actuando hasta avanzada edad. ¿Por qué ?

-Como lo lógico, si uno tiene que seguir trabajando. Y además, si es un trabajo que le gusta y que puede hacerlo sin un esfuerzo físico que lo sobrepase, lo hace, porque además le gusta, lo pasa bien. No es un esfuerzo…

La llamada se corta; inesperadamente.

¿Aló? Jaime, disculpe, se cortó.

-No sé, se cortó. Estas porquerías se cortan solas. Le falta un siglo pa la tecnología que tanto nos admira.

Usted no tiene WhatsApp de hecho…

-No, ni Twitter, ni Facebook, ni ninguna de esas cosas. Esa es una muestra de vejez, hay que reconocerlo. Eso es no aceptar una cuestión que evidentemente sirve.

Crédito: Festival Santiago a Mil

¿Y por qué se niega?

-Por viejo no más…

“(Ni WhatsApp), ni Twitter, ni Facebook, ni ninguna de esas cosas. Esa es una muestra de vejez, hay que reconocerlo. Eso es no aceptar una cuestión que evidentemente sirve”

Hay gente que a los 80 años está instalando WhatsApp…

-Es que entre 80 y 86 hay un mundo de diferencia.

-Generalmente se dice que esas diferencias de años, cuando uno es viejo, no pesan tanto…

-Es una mentira eso, una pura mentira. Como la misma tontera de que los viejos tienen mucha experiencia, son estupideces. Porque, ¿qué experiencia va a tener? Si uno se enfrenta todos los días a situaciones que no se había enfrentado nunca. Estás enfrentado todo el tiempo a novedades raras, la experiencia no sirve de nada.

¿Y en el caso contrario? ¿Cree que sí puede rescatar algo de los jóvenes?

-Ah, muchas, muchísimas cosas. Desde luego la levedad. Porque uno se va poniendo más pesado, grave. La levedad del espíritu, de ver la vida, el futuro, ver el amor. Todo lo ven fantástico, encuentro yo, y es envidiable. Pero es una envidia sana.

¿Y usted se siente de espíritu joven?

-No, no sé… no sé si tenga espíritu… Eso habría que pensarlo… me declaro incompetente, como los jueces. Si los jueces, que son unas notabilidades se pueden declarar incompetente, ¿cómo no voy a poder yo?

La muerte trota al lado

En algunas entrevistas anteriores ha mencionado que es ateo… ¿Aún se considera así?

-Sí, sigo en eso. Vaya a saber usted en algunos años más qué va a pasar, pero en este momento sí. Está ahí, no es un problema que me produzca mucha preocupación, es un hecho no más.

-Y bajo ese panorama, ¿qué significa la muerte para usted? En el cristianismo se le otorga un significado…

-Ah, eso es fantástico, es lo que se llama seguridad… Seguridad es lo que buscamos todos, todo el día. La religión es la gran defensora de la seguridad de uno, por eso mismo, porque le ofrece vida eterna. Extraordinario, pero yo no creo que pase nada para allá. Uno se mete debajo de la tierra o encima de la tierra, pero no pasa nada. Y el alma y todo se va al garete. No es que se salve el alma, no creo en eso. No se puede analizar. Para un católico eso es un don, la fe es una gracia, pero para mí no.

“La religión es la gran defensora de la seguridad de uno, por eso mismo, porque le ofrece vida eterna. Extraordinario, pero yo no creo que pase nada para allá. Uno se mete debajo de la tierra o encima de la tierra, pero no pasa nada. Y el alma y todo se va al garete”

¿Qué lugar ocupa ahora la muerte en su vida? ¿Es algo en lo que piensa frecuentemente?

-Frecuentemente sería mucho decir, pero de repente aparece, como una especie de postillón, de esos caballos que corren al lado del caballo principal tirando las carretelas. Aparece trotando al lado, pero en general se trata de borrar. Automáticamente se borra, porque es un pensamiento cargante. Los pensamientos cargantes se borran y se olvidan también.

Pero también se materializa, como con el fallecimiento de su amigo Tomás Vidiella.

-Claro, por supuesto. Pasa a ocupar un lugar impertinente, se mete. Eso además se sabe, por más que uno trate de evitarla. Pero como usted dice se mete, y mientras más años se cumplen más a menudo se mete la muerte, porque van desapareciendo los amigos, los colegas. Tomás, imagínese, de repente de un día para otro se muere. Una impertinencia.

Y el año pasado Alejandro Sieveking, también.

-Sí, y qué pena, porque Sieveking yo creo que ha sido de los grandes dramaturgos chilenos, y perderlo…. Yo era menos cercano a Alejandro, a pesar de que fuimos compañeros en el curso de la escuela de teatro.

Con Tomás era distinto…

-Sí, porque convivimos estos cuatro años de los Viejos de Mierda, que además viajábamos por todo Chile. Era una especie de boy club, uno llega a la ciudad, hace la función y se va a comer con los mismos compañeros de la compañía. Y viaja con los mismos compadres, entonces es una cosa muy extraña. Ahí nos hicimos bien amigos con Tomás. Era una persona extraordinariamente amable, ingeniosa, y talentosa…

Y ocurre de un rato para otro.

-Sí, violento. Porque estaba perfecto. Este Covid-19 que uno lo toma medio a la chacota, parece que no es para nada para tomarlo a la chacota, ¿ah? Tenemos como cuarenta mil muertos que no deja de ser…

“Mientras más años se cumplen, más a menudo se mete la muerte, porque van desapareciendo los amigos, los colegas. Tomás (Vidiella), imagínese, de repente de un día para otro se muere. Una impertinencia

Un mar proceloso

En una entrevista de hace un par de años, usted dice que no le interesa la patria. ¿Qué es la patria para usted?

-Es que la patria, esa palabra, me carga. La patria son los amigos, los enemigos, los pobres, los ricos, todo. Un conjunto de cosas vivas, no un problema de banderas. Esa cosa de la bandera, y del “mes de la patria”. O unas fiestas de las raíces chilenas con gente vestida de huaso. Las raíces chilenas son los araucanos, pero no los huasos. Y menos las calesas. Esa gente en coche a caballo, con unos trotones fantásticos, todo eso es algo español, pero no son las raíces. Podríamos hablar tres horas de esto.

Pero vuelve a tomar relevancia el tema. Vuelven a aparecer los símbolos patrios en las campañas presidenciales…

-Bueno, sí, en las campañas siempre se habla de la patria, y hay unos patriotas y unos que son acusados de antipatriotas. Es de las cosas más absurdas que he visto.

Y en medio de los tiempos eleccionarios que vivimos, ¿qué le provoca una figura como José Antonio Kast?

-Bueno, eso es volver al año 73, es un pensamiento pinochetista. Una cosa indefendible, encuentro yo. Porque defender un pensamiento, una forma de ver el mundo y de ver la vida y organizar la sociedad, que ya está completamente obsoleta… Porque ya Chile está en otra etapa. Y hay una generación de relevo incluso a la generación de la Concertación. Entonces volver… No como la Violeta Parra volver a los diecisiete, sino que volver a los ciento cincuenta años de lata… Me parece insólita esa opción de la derecha, porque después de eso, ¿qué le queda a la derecha? No tiene futuro eso de recuperar como ideal el pasado. Es una paradoja, un absurdo. Pienso que Kast es volver al pasado.

Crédito: Festival Santiago a Mil

¿Y a Boric le tiene más fe? Su colega Delfina Guzmán grabó el lunes un video dándole su apoyo…

-Sí, es que es un hombre tan joven… es un niño. Lo veo bastante fantástico que tengamos de presidente a un chico tan joven, nunca se había probado una cosa así, es bien probable que sea bueno, que sea mejor que todos estos viejos sabios que nos han dirigido tan mediocremente durante tanto tiempo. Además no se sabe todo de memoria, eso es otra cosa buena. Tiene que pensar, no se sabe de memoria. “Que el presupuesto de no sé cuanto y blablabla”, no es así. Eso ya me da más confianza, eso me movió en él. “No, es que el producto interno bruto…”. Dan ganas de decir garabatos. Sí, interno bruto y la conchetumare… Va a ser tan pesado para Boric o para el otro viejo, va a ser pesadísimo, porque está muy crispada la situación, es un mar proceloso el que estamos navegando, entonces no va a ser nada de fácil. Pero bueno, los países siempre salen a flote.

https://twitter.com/alinekuppenheim/status/1465127472731672581?s=20

Y la Convención también marca otra perspectiva.

-Eso es lo importante, ese barquito sí que tiene que llegar a puerto, es el que hay que defender a toda cosa, y en ese sentido Boric yo creo que la defiende, y el otro no la defiende para nada. La derecha está obviamente en contra de la cosa constitucional, dice que son un desastre, que son unos flojos, unos ladrones…

“Va a ser tan pesado para Boric o para el otro viejo, va a ser pesadísimo, porque está muy crispada la situación, es un mar proceloso el que estamos navegando, entonces no va a ser nada de fácil. Pero bueno, los países siempre salen a flote”

Hace poco salió un reportaje que contaba que la escritora Isidora Aguirre siguió trabajando hasta sus últimos años por mera necesidad, porque su pensión no le permitía ostentar una vida digna. ¿Cree usted que eso se replica en el mundo del teatro?

-Sí, pero no todos siguen trabajando por necesidad… Muchos siguen trabajando por gusto, porque quieren seguir ahí para que los miren y los aplaudan, dejémonos de cuentos también. Hay un factor de vanidad implícito en todo esto, y eso no es malo, es así. Pero no sabía eso de la Isidora.

Pero con la vanidad igual hay que tener cuidado, imagino.

-Si se exacerba demasiado puede ser malo, pero igual que todo… Igual que el vino, que la Coca Cola, cualquier cosa que se use en exceso. (…) La vida va cambiando. Como me decía Tomás… Comentábamos de ir a la India. Yo le decía: ¿cómo vamos a ir a la India, Tomás, si yo no puedo viajar… Es caminar como un infante, yo no puedo caminar más de seis, siete cuadras”. “No, si se puede”, me dijo él. “La cosa es ir lento. Se puede hacer de todo, pero lento”.

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