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Opinión

8 de Diciembre de 2021

Columna de Montserrat Martorell: El ADN del candidato

La imagen muestra a Montserrat Martorell frente a una manifestación feminista masiva del 8-M.

Ese es el ADN del candidato. Un ADN conservador, pacato y retrógrado que no acompaña los tiempos que vivimos.

Montserrat Martorell
Montserrat Martorell
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Estoy en Iquique. Siento el mar. Miro hacia un costado. La brisa del norte me devuelve una voz extraña y que al mismo tiempo conozco. Sí, sí. Son los tonos, las vibraciones de un político que habla a través de un micrófono. Su voz sacude el silencio. Es José Antonio Kast.

Mi primera sensación es la de desagrado. Es un candidato que no me gusta, es un candidato cuyos principios me repelan. ¿Con qué lo asocio? Con la derecha radical, Augusto Pinochet, la UDI y el Partido Republicano. Con la Iglesia Católica, con sus lemas, el orden y el progreso, palabras que temo porque sus significados generan movimientos que son susceptibles a ser transformados en entes más violentos. ¿Tengo miedo a que sea el próximo presidente de Chile? Claro que sí. Somos millones como yo que creemos que sus principios suponen un peligro para los avances que han significado los más de treinta años de nuestra democracia.

Yo nací en 1988. Nací el año del plebiscito y soy parte de una generación que vivió la transición de este país. He vivido la conquista de las mujeres en los espacios públicos. Soy escritora, soy periodista, soy profesora universitaria, soy tallerista y defiendo ciertas banderas: la del feminismo, la de la cultura, la de la libertad de expresión, los derechos sexuales y reproductivos de nosotras, las mujeres. Empatizo con el terror de las disidencias, de los inmigrantes. Me preocupa tener un gobierno donde se violen mañana los derechos humanos, donde se profundicen las censuras, donde el nacionalismo sea el pan de cada día. Me da terror esta versión chilena de Bolsonaro o de Trump, que construye su sonrisa, su discurso, su mirada gélida, a partir de un dogma, a partir de un encantamiento, de un juego de luces que supone el sacrificio de tantos. Me asusta un programa que pretenda la reducción del Estado cuando la historia nos ha demostrado que hay que fortalecer el mismo. Me preocupa que se haya podido pensar en eliminar el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género o que exista un foco, absolutamente discriminador, que favorezca a las mujeres casadas por sobre las solteras o que se reafirme con mucha convicción que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Me preocupa un programa donde “violencia de género” aparece mencionado una vez, “aborto” dos y no se registre “feminismo”. Ese es el ADN del candidato. Un ADN conservador, pacato y retrógrado que no acompaña los tiempos que vivimos.

La brisa del norte me devuelve una voz extraña y que al mismo tiempo conozco. Sí, sí. Son los tonos, las vibraciones de un político que habla a través de un micrófono. Su voz sacude el silencio. Es José Antonio Kast.

 ¿Qué está pasando? ¿En qué mundo vivimos? ¿Podemos tener un presidente que pretenda eliminar el lenguaje de género, se oponga al matrimonio homosexual, pretenda (con indicaciones y proyectos de ley, dice) derogar la ley de aborto en tres causales? ¿Y qué decir de su votación en contra de la conocida Ley Cholito? Era mala, indica. Mala era la indefensión en que se encontraban los animales, pienso. Pero queda esto: José Antonio Kast fue el único diputado que estuvo en contra de darles derechos. Algo similar ocurrió con el candidato cuando se opuso a la realización de la COP25 en Chile y en contra de la Ley de Protección de Árboles.

Dicen que cambia, que ha cambiado, pero estas ideas configuran su cabeza, su educación. Otro hecho que impacta: se abstuvo de quitarle la nacionalidad al cura John O’Reilly, acusado de abuso sexual. ¿Podemos confiar en él? ¿Qué se puede esperar de una derecha que no es capaz de sacudirse de su pasado autoritario y que, ante la posibilidad de mantenerse en La Moneda, apoya y levanta a un candidato como Kast, que cuestiona a la justicia por las reiteradas condenas a los violadores a los DDHH y debe estar preparando, si es que no lo tiene listo desde el 2017, el proyecto de ley de indulto o “perdonazos presidenciales” para los huéspedes de Punta Peuco? “Conozco a Miguel Krassnoff y viéndolo no creo todas las cosas que se dicen de él”, ha señalado.

Me preocupa que se haya podido pensar en eliminar el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género o que exista un foco, absolutamente discriminador, que favorezca a las mujeres casadas por sobre las solteras o que se reafirme con mucha convicción que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.

¿Quién pelea esta batalla? Gabriel Boric. Sus treinta y cinco años están ahí. Se notan. La pasión, la duda y el deseo muestran a este magallánico que desde sus orígenes nos sacudió a muchos y nos hizo participar activamente en el entonces movimiento estudiantil que propugnaba una educación libre, gratuita y de calidad. Hombre de libros -lee desde Gabriela Mistral hasta Joseph Conrad, Albert Camus y Julieta Kirkwood- y con un estilo cada vez más formal, que aplaudo, soy una convencida de que su programa representa una oportunidad para Chile. La alternativa de construir un país más generoso, más honesto, donde prime el diálogo. Un país que puede vivir una transición histórica gracias al acceso garantizado universal a la salud, un sistema de pensiones sin las AFP, un gobierno feminista, ecologista, que se preocupa de la salud mental. Un hombre que reconoce que se equivoca, que se disculpa, que abre puentes, que se deconstruye. Eso no es fácil. Ni siquiera en jóvenes de su generación que son herederos directos de sus padres y de sus abuelos, que son herederos del machismo que nos imperó durante toda la historia y que ha subyugado a las mujeres a un rol secundario. Me gusta que a su lado tenga a Izkia Siches, empoderada en todos sus roles, que habla sin pedir permiso, porque eso demuestra que el candidato de Apruebo Dignidad contribuye al cambio y no se resiste a él.

Acá, como se ha discutido mucho durante las últimas semanas, no estamos decidiendo entre libertad y comunismo. Acá hay un debate más profundo que tiene que ver con votar por un gobierno que conduzca al país, y a su proceso constituyente, de la mejor manera. Y ese gobierno lo va a tener difícil, salga quien salga, gobierne quien gobierne, pero sin duda para mí hoy, votar por Gabriel Boric, es votar por una mejor sociedad. Ese es el principio. Luego sigue la lucha. Tenemos un congreso conservador, partidos que desconocemos y que nacieron, como el Partido de la Gente, al alero de un líder que no paga la pensión alimenticia de sus hijos. De todos y todas depende que este mundo, el que está naciendo, sea un mejor lugar para vivir mañana.

*Montserrat Martorell es escritora. Doctora (c) en Literatura Hispanoamericana y Máster en Escritura Creativa. Libros: La última ceniza, Antes del después y Empezar a olvidarte.

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