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Opinión

23 de Junio de 2010

Jaime Mañalich, ministro de Salud y el impuesto al alcohol: “No es mi problema esencial preocuparme por los empresarios pisqueros”

Jorge Rojas
Jorge Rojas
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POR JORGE ROJAS G.• FOTO: ALEJANDRO OLIVARES
En el gabinete de Piñera, es el único que viene de la educación pública. Hoy, reconoce, le hubiera costado llegar a la universidad. Incluso en la oposición lo miran como pájaro raro en lo que debiera ser un gobierno de derecha. Hasta lo comparan con un socialdemócrata europeo. Quiere subir el impuesto a los destilados porque, explica, a él no lo juzgarán por la salud de la industria del copete sino por los muertos en accidentes de tránsito.

Jaime Mañalich estudió de niño en el colegio República del Salvador, en la plaza Ñuñoa y luego en el liceo Manuel de Salas. Quería ser sicólogo de la UC pero cuando fue a postularse le dijeron que mejor lo hiciera en la Chile. Allá terminó matriculado en Medicina, para ser siquiatra. No le gustó pero conoció al doctor René Orozco, que lo iluminó para terminar Medicina. Es de los pocos del gabinete de Piñera con ese currículo de educación fiscal.

Si hubiese estudiado hoy en una escuela pública, ¿hasta dónde hubiese llegado profesionalmente?
-No creo que hubiese llegado a médico. Hubiese sido profesional, pero con mucho esfuerzo. Es difícil esa pregunta, porque el acceso a la educación se ha generalizado, en los últimos años la gente que postula a la educación superior es mucho más que antes. Por el seguimiento que hice de mis compañeros de la escuela, fui prácticamente el único que entró a la universidad. Algunos intentaron y se quedaron en el camino. Pero hoy el diagnóstico es más preciso. Esta suerte de inequidad es absolutamente transparente e informada para todo el mundo porque está el Simce y el diagnóstico es mucho más nítido. Siendo justo, tengo la percepción que la inmensa mayoría de mis compañeros del liceo Manuel de Salas, entraron a la universidad. No sé cómo será la estadística hoy.

Pensando personajes que han estudiado en escuelas públicas, como Nicanor Parra, Neruda o Gabriela Mistral, ¿cree que de las actuales escuelas públicas puedan salir líderes así?
-Hablando honestamente, es difícil. En el caso del gabinete actual creo ser el único que viene de una escuela pública.

¿De dónde van a salir los líderes del futuro?
-Proporcionalmente, la vía para educarse en Chile sigue siendo la educación pública y el mejoramiento que se requiere, como una obligación de todos los gobiernos, es una cosa mandatoria para el desarrollo. Muchas veces, y esto lo experimenté muy fuerte en Canadá, tenemos metido el concepto que el desarrollo es igual a un determinado ingreso per cápita. Pero eso es parcialmente cierto, porque hay países con distinto nivel de ingreso per cápita desiguales en su nivel de desarrollo humano y ahí la educación es esencial. Pensar que con el crecimiento económico basta para alcanzar el nivel propio de un país desarrollado no es cierto. Mira a Estados Unidos, uno de los países más desarrollados económicamente, pero que en educación y salud se comporta como muchos países subdesarrollados.

¿Estamos siguiendo un mal modelo?
-¿Hay modelo? No. Hay un llamado permanente como tarea del Estado a invertir en educación, porque no veo factible que haya una educación privada que sustituya en su amplitud a la educación pública y al mandato del Estado de proveer un nivel mínimo garantizado que tiene que ser superior al actual.

¿Cree que en Chile es posible volver a tener una educación gratuita?
-Gratuita, no. Porque no hay nada gratuito. La pregunta es si es posible tener una educación subsidiada a través de impuestos, y no veo que haya un consenso ciudadano para que eso ocurra.

MALA SALUD

¿Coincide con que las grandes deudas que el Estado tiene con el país están en educación y salud?
-Hay algunos pocos que tienen ingresos muy altos, un segmento importante que tiene un ingreso medio y un gran segmento que está en la clase baja e incluso en niveles de marginalidad y pobreza. La manera que habitualmente se usa para disminuir esto es aumentando el ingreso de la población. Sin embargo, hay tres palancas específicas que promueven el desarrollo, independiente de lo que nos demoremos en crecer económicamente. Una es vivienda, porque en la medida en que la gente deje de vivir en situaciones precarias para hacerlo en una casa, independientemente de que siga ganando lo mismo en su empresa, su vida tiene un mayor valor y una mejor calidad. La segunda es educación, porque en la medida en que el hijo de esa familia tiene acceso a una educación de calidad, se pone en una carrera de desarrollo humano que le da más posibilidades. Y tercero, salud: porque en la medida en que invertimos en que la gente no se enferme y tenga acceso más rápido a los tratamientos, lo que hacemos es agregarle valor a la persona. Esas tres palancas de desarrollo, que no son estrictamente dependientes del crecimiento económico, hoy son una deuda. Pero hay avances, en Salud el tema AUGE es claramente una palanca de desarrollo social y de calidad de vida.

¿Valora el Auge?
-Enormemente. Creo que tiene claros y oscuros: el lado claro es que dio acceso a atenciones de salud a muchos pacientes que antes no podían enfrentar esos costos; el lado oscuro, es que introduce una suerte de discriminación, porque dice que por edad hay gente que no se puede poner en la fila y eso es muy sentido por la población. ¿Por qué, si tengo 63 años y no los 65, para operarme de la cadera tengo que esperar dos años con el dolor, sin tener las garantías del Auge? Pero el lado oscuro más importante es que, a pesar de que estaba la intención que tuviera un carácter preventivo para garantizar que la gente no se enfermara, no se logró poner énfasis. Por eso enviaremos un nuevo decreto Auge que tenga un componente claramente preventivo. Vamos a financiar mejor a los consultorios que efectivamente promuevan el que la gente deje de fumar o que baje de peso.

¿Cuál es el estado del acceso a la salud en Chile?
-Menos desigual que antes. Si uno mira la atención profesional del parto y la mortalidad del recién nacido como indicadores de inequidad, el nivel es mucho menor que las diferencias de ingreso económico que tiene la ciudadanía. Pero a medida que pasa el tiempo las demandas de la ciudadanía en salud aumentan explosivamente. Por ejemplo, aparece una nueva cirugía y la gente también quiere tener acceso a eso. Esto es como la zanahoria que va colgando delante de nuestra cabeza, donde uno se va acercando a ella al mismo tiempo que las necesidades aumentan. Y esto tiene que ver mucho con el envejecimiento, porque lleva consigo las enfermedades crónicas. Somos un país que está envejeciendo extraordinariamente rápido porque la tasa de nacimientos es muy baja.

¿El que la gente esté envejeciendo y no quiera tener más hijos tiene que ver algo con cómo está la salud en Chile?
-Creo que las expectativas de vida al nacer han aumentado y eso tiene que ver con condiciones de sanidad general, que no hay diarreas, mejor acceso a los nutrientes y que la gente se lava las manos. Respecto al número de niños que nacen en Chile, es bien difícil hacer un juicio demográfico, pero creo que se nos pasó la mano. Tenemos una tasa de natalidad que no alcanza a reemplazar a la población laboralmente activa, por eso el restante se reemplaza con inmigración. El desafío que enfrentamos de tener una población joven y laboralmente activa que pueda sustentar a los pensionados es un drama que nos está acercando al abismo. Eso es lo mismo que le pasó a Grecia, donde la población jubilaba a los 57 años y se fueron quedando sin fuerza de trabajo para sostener a los pensionados, por eso el país quebró. ¿Qué hicieron? Aumentaron la edad de jubilación y congelaron los reajustes de las pensiones, por lo que en la práctica los viejos se empobrecen.

¿Ha pensado desde el ministerio fomentar la natalidad?
-La única manera de fomentar la natalidad es protegiendo a la mujer embarazada y efectivamente en la medida en que estamos discutiendo un posnatal prolongado de seis meses y hayan políticas públicas que protejan e incentiven la natalidad, uno ve que hay cosas por hacer para aumentar, aunque sea levemente, la tasa de natalidad.

Pero por un lado el posnatal de seis meses protege a la mujer con respecto a la maternidad, pero la deja vulnerable en lo laboral.
-No creo que eso pase, porque en la práctica ocurre que muchas mujeres recurren a la licencia por enfermedad grave del hijo menor de un año. Entonces el empleador sabe como dato cierto que no es clara la fecha en que la trabajadora volverá a sus funciones. Entonces, es mejor transparentar la situación y formalizarla.

Por un lado en lo laboral se generan las condiciones para que la mujer pueda tener a sus hijos con mayor comodidad, pero por otro las Isapres se comportan muy mal con las embarazadas. ¿Cómo se entiende eso?
-No se portan mal. Tienen una estructura de precios en sus planes que desincentivan la maternidad y eso es parte de la discusión y del mandato que nos ha hecho el Presidente para enviar una propuesta que corrija eso. Si eres tan responsable como tu pareja de un hijo y queremos garantizar que la crianza es una corresponsabilidad, cómo tenemos un plan de salud que castiga y discrimina a la mujer porque tiene un embarazo.

¿Usted cree que estos planes discriminan a la mujer?
-Lógicamente, en su estructura discriminan. Por eso en julio vamos a mandar el proyecto de Ley corta de Isapres II, que pretende aminorar o cesar esa discriminación, porque es contrario como política pública.

Trabajó 15 años en el Hospital Clínico de la U. de Chile y 15 en la Clínica Las Condes. ¿Son muy diferentes esos dos mundos?
-Bastante. La diferencia más fuerte, diría, es la responsabilidad por los costos.

¿Cómo es eso?
-En el sector público, en general, no se tiene en cuenta que hay un traspaso de fondos para ser administrados por el médico con los cuales hay que ser extraordinariamente responsable, y en cambio se confía que el Estado siempre va a proveer. Y ahí la gestión se vuelve muy compleja, porque si no hay responsabilidad en el uso de los gastos, no se prioriza adecuadamente y no se dedican los fondos adonde se debe.

¿Qué pasa con los directores de los hospitales que no administran bien?
-De acuerdo al nuevo mecanismo de hospitales autogestionados, si el director del hospital no cumple con el requisito de manejar responsablemente los recursos, en marzo de 2011 inmediatamente pierde la pega.

¿Los médicos no son buenos administradores?
-Somos malos administradores. Es una situación vocacional, estamos entrenados para poner todos los recursos posibles para sacar a una persona en concreto, la que está delante de uno como paciente, de una situación de salud dramática y, en ese sentido, nos cuesta mucho priorizar.

¿Cómo le hizo frente a eso en la Clínica Las Condes?
-Aprendiendo y trabajando con un equipo de ingenieros y con un gerente muy potente, que en definitiva dice que tenemos que tener cuidado con el gasto. Esto es patente, es lo que llamamos costo de oportunidad. Si un médico en un consultorio no atiende a una persona, no usa adecuadamente ese recurso porque esa persona queda sin atención. ¡Qué más irracional puede haber que un pabellón quirúrgico, que cuesta millones de dólares, se use dos horas en la mañana y en el resto nada! Es irresponsable, pero eso forma parte de cómo funcionan los hospitales y hay que corregirlo. Los médicos tienen que estar las jornadas completas en los hospitales, porque de lo contrario estamos en un callejón sin salida y no sacamos nada con construir más y más hospitales con un factor de ineficiencia como el que tenemos.

¿Cómo se le explica eso a la gente que lo único que quiere es no morirse en la espera de “urgencia”?
-Eso no tiene ninguna explicación. Cuando alguien dice que su guagua nació en el baño, como pasó dos veces en el San José, ¿qué se le dice a esas madres? ¿Qué no reclamen? Tienen que reclamar, porque ahí hay un problema estructural: una maternidad destinada a atender 4.000 partos está atendiendo 6.500. Eso se manifiesta en síntomas y esos son que la gente espera, que no tiene atención o que nacen guaguas en los baños.

ENFERMEDADES DE POBRES

¿De qué se enferman los pobres?
-En primer lugar, del alma, y mucho más que el resto de la población. Tienen trastornos psiquiátricos y mentales con una abismante mayor frecuencia que la población de mayores recursos. Desgraciadamente el desbalance que hay en la situación de esas patologías es muy grande también porque el recurso humano, psicólogos y psiquiatras, de la red pública es muy escaso. En segundo lugar, sufren enfermedades vinculadas al alcohol, al tabaco y a la obesidad. Nuestra población pobre es mucho más obesa -y sobre todo nuestros niños-, porque la comida chatarra es más barata que un plato de pescado. Y en tercer lugar, las enfermedades de la gente pobre son también de falta de acceso a la salud. Hemos tenido una disminución notable de mortalidad por bronconeumonía en el anciano y esto no ha ocurrido porque ellos se enfermen menos, sino porque tienen un acceso rápido a la atención. El problema es que en muchos otros casos la persona va a una urgencia y no lo atienden y llega grave a un servicio de salud con la enfermedad muy avanzada.

La gente pobre tiene menos calidad de vida, menos expectativas de vida y menos acceso a la salud. ¿Qué mea culpa tiene que hacer el Estado con eso?
-La paradoja de Puerto Saavedra–Vitacura. Si mides la mortalidad infantil de Puerto Saavedra con la de Vitacura, te encuentras con que hay una gran diferencia entre ambas: la mortalidad infantil es mucho más alta en Puerto Saavedra que en Vitacura. Pero si mides a la mortalidad neonatal, o sea las probabilidades que tienen los niños de salir vivos de la maternidad, la diferencia se ajusta al mínimo. En ambos lugares los niños salen vivos del hospital, pero en el período que sigue la mortalidad se dispara para los niños de Puerto Saavedra. ¿Por qué? Porque la madre que cuida a ese niño tiene menos educación, es más pobre y tiene menos acceso a la atención de salud que la de Vitacura. ¿Cuál es el gran pecado de la salud pública? Que nuestra atención primaria es muy débil y poco resolutiva. La condición de salud con la que se encuentra la madre de un niño de Puerto Saavedra es más precaria que la situación con la que se encuentra una madre de Vitacura.

Tratar el alcoholismo es central para su ministerio. ¿El alcoholismo es transversal o esto es más propio de algunas clases sociales?
-En la medida en que aumenta el estrato socio-económico, se reconoce menos el alcoholismo, se llaman bebedores sociales. Cuando se hace una estadística más fina, esas diferencias tienden a disminuir y creo que el consumo de alcohol es más bien transversal. En los sectores más bajos se relata con más facilidad como problema porque la persona a la que se le pregunta lo reconoce rápidamente. La connotación peyorativa que tiene el consumo excesivo de alcohol en los sectores más altos, el castigo social, es mucho más fuerte; se tiende a sub reportar con mayor facilidad que en los estratos socio-económicos más bajos, en los cuales este componente castigador es mucho más débil y aceptado socialmente.

IMPUESTOS

¿Su política va a estar más enfocada a la prevención que a la medicina curativa?
-Los últimos años se ha puesto énfasis en dar acceso al tratamiento a quienes ya están enfermos. Pero no se ha puesto el mismo acento en cómo hacemos que la ciudadanía no se enferme. Hoy nuestros problemas de salud están vinculados al consumo de tabaco, al de alcohol, a la obesidad y a no tener una vida saludable. Cuando ponemos un énfasis dramático en la prevención, al final estamos hablando de estas cuatro cosas, lo que más mata. Si hacemos de esto algo prioritario, y logramos que los chiquillos que dejan el colegio bajen su tasa de consumo de tabaco de 40 a 20% en esta década que está por iniciar, es un tremendo éxito. Lo mismo pasa con el alcohol y la obesidad. Si eso pasa, estamos apuntando en la senda correcta, porque cuesta menos y tiene más impacto.

¿Qué pasa con el impuesto al alcohol?
-El ministro de Hacienda tiene razón en decir que en el paquete de impuestos destinados a la reconstrucción el impuesto adicional y específico al alcohol no está contemplado. Y como él mismo dijo, la discusión a futuro de gravar el alcohol está abierta.

Y en esa discusión, ¿cuál va a ser su posición?
-Mi posición es que tenemos que hacer cualquier esfuerzo por disminuir el consumo de alcohol entre la gente joven. Y si efectivamente la forma de hacerlo es que suban los impuestos específicos a los destilados de alta graduación alcohólica, como ha ocurrido en Europa, soy partidario de que discutamos esa medida.

Se va a enfrentar con muchos empresarios vitivinícolas.
-Más que vitivinícolas, es el alcohol de alta graduación como el pisco.

Un grupo de empresarios bastante poderoso.
-Hay muchos grupos poderosos en Chile, pero el grupo que me preocupa es al que pertenece el joven que este sábado en la noche va a morir por esta causa, porque tenemos una muerte por día. A mí se me va a pedir cuentas por ese chiquillo que va a morir producto del alcohol y no es mi problema esencial preocuparme por los empresarios pisqueros.

¿Cuál es su posición frente a la legalización de la marihuana?
-No estoy por la legalización, porque a pesar de ser una sustancia que produce menos daño que el tabaco está claramente en un circuito exponencial de adicción a drogas duras. Tampoco creo en su uso medicinal, porque lo que se le quiere atribuir a la marihuana es posible de lograr con mecanismos más legítimos, como analgésicos y sedantes. Además, fiscalizar que efectivamente se está utilizando para esos fines y no como mercado alternativo de droga ilícita, es imposible.

¿Cómo imagina la salud pública al final de su período?
-Mejor, con más atención y con menos listas de espera. No puedo decir con menos muertos, porque eso no forma parte de las metas, porque es imposible: todos nos morimos. Hoy la gente se muere de a poco y llega a viejo lleno de enfermedades y la idea es que nuestra salud apunte a que uno se muera estando los últimos años de la vida un poquito más sano.

EMBARAZO ADOLESCENTE

¿Considera a la píldora del día después abortiva?
-No.

¿Cómo vio el debate que se dio por la píldora?
-El Parlamento, después de una discusión muy seria, llegó a un acuerdo para permitir el uso de la anticoncepción de emergencia y creo que es una muy buena medida, porque permite enfrentar con mayores instrumentos un problema dramático de salud pública en Chile, como lo es el embarazo adolescente, que durante la última década ha aumentado. Me parece que es un instrumento de salud pública interesante que debería disminuir el embarazo adolescente en nuestro país.

¿Se debe legalizar el aborto terapéutico?
-No creo que sea un instrumento necesario como parte del arsenal terapéutico. Hoy, la situación de riesgo para la madre producto de un embarazo que requiera resolverse por un aborto es prácticamente inexistente. La medicina ha avanzado de tal manera que esto sí que es una discusión artificial.

“NEGRO” PIÑERA

¿Le molestó que se lo vinculara con la investigación por el choque del “Negro” Piñera?
-No me molestó la portada de The Clinic, la tengo en mi casa en un marco. La encontré muy buena y lo digo en serio. Creo que el humor político que allí se hace es heroico y necesario y esa portada es completamente legítima. Lo que me molestó es que un abogado me acusara formalmente de un delito, porque es distinto una broma a decir lisa y llanamente ante las cámaras que cometí un delito. Eso no es aceptable para mí.

Pasaron 13 horas antes de que se le tomara la alcoholemia, ¿quién es responsable de eso?
-El juez lo va a determinar.

Pero claramente hay una responsabilidad.
-Hay dos figuras. Una es que la persona que participa en un accidente de tránsito no puede abandonar la escena del accidente hasta que se haya hecho todo el procedimiento policial y en este caso no ocurrió. La segunda es que una vez que se ha reportado que alguien ha participado en un accidente el procedimiento de alcoholemia debe ser tomado de inmediato.

¿Y en la Clínica Las Condes se enteraron 13 horas después que el “Negro” Piñera había tenido un accidente?
-Así es. Yo me enteré 13 horas después.

¿Y usted fue el primero?
-Sí, entiendo que fui el primero en enterarme. Pero el juez está interrogando a todos los profesionales que participaron en esta gestión.

¿Cómo se enteró?
-Porque hablé con él y me dijo que había participado de un accidente en la noche anterior.

¿Y ahí le ordenó la alcoholemia?
-Sí, esa es la rutina y en la clínica que yo dirigía eso no podía ser una excepción.

Pero con 13 horas de retardo claramente el efecto disminuye.
-La verdad, nunca había escuchado de una alcoholemia practicada 13 horas después, porque hay una fórmula para calcular el alcohol que la persona tenía al momento del accidente. Pero dudo que una alcoholemia efectuada 13 horas después tenga valor de alguna naturaleza. Sobre todo si es negativa. Si hubiese sido positiva en algún valor, a lo mejor se podría haber extrapolado para saber cuánto tenía a la hora del accidente.

¿Y era negativa?
-Lo que me dijo el juez es que era negativa.

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