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LA CALLE

4 de Julio de 2011

Las cholitas que se dan duro en Bolivia

Todos los domingos se reúnen en un coliseo de El Alto, en Bolivia, un grupo de mujeres campesinas que optaron por combinar sus labores domésticas con un pasatiempo peculiar: patadas voladoras, puñetazos y llaves de lucha. Llevan más de diez años arriba del ring y sus acrobacias se han convertido en parte del turismo surreal altiplánico.

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Los domingos en El Alto son días de misa, mercado, puños y patadas. Estos últimos entre mujeres: los domingos son días de lucha libre entre cholas, mujeres campesinas que migraron a la ciudad y visten con pollera y sombrero de copa.

La cita es en el coliseo Multifuncional, una especie de hangar helado en cuya entrada se amontonan los fanáticos del espectáculo que quieren asegurar un buen lugar en las graderías. La gente se mezcla con los puestos de comida iluminados por lamparitas a gas, los vendedores de cintillos de colores y recuerdos del evento y uno que otro revendedor de entradas.

Una pancarta verde fosforescente anuncia a Los Titanes del Ring, acompañados de las Cholitas Cachascanistas (luchadoras). Pase, ocho bolivianos, ocho pesitos no más, pase, grita un hombre en la puerta. Adentro, un cuadrilátero yace a la altura del punto penal del coliseo y el acceso a los camerinos está flanqueado por un telón verde gastado por el uso. Detrás de este se asoma duditativo un hombre mínimo. Lleva un terno café que alguna vez fue elegante.

Se acerca al cuadrilátero con un micrófono y anuncia que las luchadoras se aproximan al escenario, están calentando. No se impacienten querido público, ya vendrá Dos Caras, La Momia, Mascarita Feliz y las Cholas Cachascanistas, dice para luego preguntar quiénes son hinchas de The Strongest y quiénes de Boliviar, los dos equipos de fútbol más populares de la capital boliviana.

La Roca

La melodía de una morenada interrumpe su animación. La gente que conoce el espectáculo se levanta de sus asientos y comienza a bailar: entra Carmen Rosa, una de las estrellas del evento. De la tribuna le llueven aplausos, besos y silbidos.

La música se corta y tras la cortina verde aparece Julia, La Paceña. Tiene en sus manos un cable que, se supone, es el de la música. “Carmen es buenita y Julia es la mala, todos los domingos se pelean, enemigas son”, nos dice un joven, mientras sus compañeros de asiento ríen por la escena.

Un abucheo generalizado inunda el lugar, acaba de llegar ‘The Undertaker’ aymara, y se va a enfrentar a la Roca, el malo contra el bueno con polleras, trenzas y sombrero.

Julia corre al cuadrilátero, le quita el micrófono al hombre de terno y grita: “Yo soy la campeona y huasca te voy a dar a vos”. Aúlla. Cuando dice ‘a vos’ se refiere a Carmen, y con ‘huasca’, quiere decir que la va a revolcar.

“De mentiras es, hay una de ellas, que no está acá, que es profesora de colegio.- Dice el joven sentado cerca de nosotros y que poco a poco se convierte en el relator del puño va”, patada viene.

Arriba en el cuadrilátero ambas mujeres se miran con desafiante pasión criminal. Carmen abre la sesión. Da una carrerita corta se coloca detrás de ‘La Paceña’, la toma de sus dos trenzas y…zas!, la hace girar por el aire. ¡Que comience el combate! Julia golpea contra las cuerdas, se impulsa en estas y rebota disparada hacia Carmen que la recibe con una patada en el pecho. El público responde con aplausos y gritos.

El piso del ring está relleno con trapos y algodones y la escena entera recuerda a un set maltrecho de Laura en América. Pareciera que de un momento a otro alguien va gritar con voz ronca ‘Que paseeee la otra’. Pero acá no hay otra. Solo Carmen Rosa y Julia. Machetazo va, voladora viene. Llave Aunque todo es actuado, desde la tribuna se puede ver que existe contacto físico y ocasionalmente Carmen o Julia se encajan uno que otro golpe.

El público lo nota y aplaude cada contacto con dolor. Sin embargo, lo que más se aplaude es cuando alguna de ellas ejecuta una maniobra que deja, a una o a las dos a la vez, con los calzones al aire. “Un cuate me ha contado que una de las luchadoras se rompió la cabeza con un fierro y la han tenido que llevar al hospital”, comenta nuestro nuevo amigo.

Justicia Divina

Después de unos minutos parece que Carmen está perdida, se ve noqueada en el piso y su contrincante se trepa en una esquina, levanta los brazos pidiendo el apoyo del público y salta con el codo extendido apuntando a la espalda de su contrincante. Pero no. Carmen reacciona y se corre a tiempo. Julia se azota contra la lona y la otra, aún en el suelo, le aplica una llave asfixiante con las piernas.

Un hombre entra en escena, sube al ring y golpea al árbitro con una silla plegable. Una vez noqueado, lo levanta con esfuerzo y lo tira fuera del cuadrilatero. Ahora que no hay ley, se ensaña contra Carmen. Dos cachetadas, !zas zas! Es el marido de Julia, viene en su defensa y no parece manso.

La agresión provoca el abucheo del público que grita “maricón, maricón”. La gente, familias, mujeres, niños y jóvenes, parece afectada por la escena.

Pero, justicia divina, del camerino sale veloz como puma andino, un hombre gordo y bigotón que sube al ring y golpea al marido de Julia con una patada. La escena se repite: el marido de Carmen viene en su ayuda. Su atuendo es una mezcla de ropa deportiva y pijama.

La situación pareciera salir de control mientras el maestro de ceremonias finge sorpresa y dice por el micrófono que esto es insólito. En el cuadrilátero el clan de Carmen Rosa domina al matrimonio rival. Él contra ella, ella contra él.

Los hombres abandonan el ring abucheados por el público y las trenzas de ambas mujeres son ahora un recuerdo. Su greña suelta las hace ver como sobrevivientes de una tragedia. A la larga, solo Carmen Rosa sobrevivirá a este combate.

Nuevamente solas en el ring, Carmen Rosa sigue con el puño-patada-puño-patada lastimando a su contrincante. Ha sido mucho par las dos, el show lleva más de 10 minutos y decide que Julia debe morir con un llave: se sienta encima de ella y le retuerce una pierna hasta que La Paceña pide paz.

Se la dan y los fanáticos aplauden la audacia de ambas luchadoras, aunque algunos lanzan al cuadrilátero botellas plásticas vacías. La morenada se enciende de nuevo en señal de que la victoriosa es Carmen: “Cuánto cuestas cuánto vales amor mío, si tu quieres yo te pago”.

Esta es solo la primera de cinco peleas programadas para la tarde de entretención familiar. Los siguientes combates enfrentan a luchadores disfrazados de power rangers contra un par vestido con una especie de mameluco negro.

Más adelante vendrán combates entre mujeres sin pollera -o birlochas- y cholas. Pero sin duda, el espectáculo que ambas mujeres acaban de dar en el escenario es de lo más rescatable de la tarde: calzones, golpes y baile.

Luego de las sesiones de violencia fingida el público se retira poco a poco, todos a pie entre las calles inundadas de barro y cientos de miles de plásticos y cáscaras de fruta. Es domingo en El Alto, mañana Carmen Rosa será una mamá más y Julía seguro tendrá dolor de cabeza. Las calles de la ciudad se llenan de micro buses que gritan su destino: Ciudad Satélite, Alto Lima, Achumani, Calacoto, San Miguel, Pérez Velasco.

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