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Mundo

27 de Octubre de 2011

Las miserias económicas de Italia, a la que ya no le basta con el lujo y el vino

Las vidas basadas en el vino y las rosas tienen fecha de caducidad. Italia, la séptima economía del mundo, ha entrado en punto muerto y se ha convertido en el nuevo foco de problemas para la Unión Europea, después de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal. Ya no es un periférico cualquiera. Ahora se […]

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Las vidas basadas en el vino y las rosas tienen fecha de caducidad. Italia, la séptima economía del mundo, ha entrado en punto muerto y se ha convertido en el nuevo foco de problemas para la Unión Europea, después de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal. Ya no es un periférico cualquiera. Ahora se trata del cuarto país del Viejo Continente y el séptimo del mundo.

Con un Producto Interior Bruto de casi 1,6 billones de euros (España, que al año pasado cayó a la décima posición mundial, ronda el billón), la economía italiana no se sitúa muy lejos del Reino Unido y mira a Francia a unos 400.000 millones de distancia.

La comparación con sus vecinos del oeste no es casual, ya que el Banco de Italia siempre se fija en ellos para bien y para mal.

Últimamente, siempre ha sido para mal.

¿De qué vive Italia? ¿Cómo es su situación económica real? ¿Tiene perspectivas de salir del bache?

¿De qué vive Italia?

El país que dirige Silvio Berlusconi necesita exportar a un buen ritmo para poder crecer. Sus grandes cifras macroeconómicas desde 2005 reflejan un nivel muy bajo de prosperidad, que sólo alcanzó el 2% en 2006, según datos del Fondo Monetario Internacional.

El peso de la construcción es mínimo, y el consumo de las familias y las empresas débil. No ha sufrido ningún estallido inmobiliario y sus problemas colaterales. Sin embargo, tampoco se benefició de la misma burbuja de mediados de la década pasada que impulsó a España, Irlanda o Estados Unidos.

El resulado es que sólo cuando registró ventas al exterior por encima del 5%, el país italiano ha conseguido llegar al 2% de crecimiento interanual. Para completar el panorama desalentador, Italia es un país de pocos recursos propios y necesita comprar la mayoría de las materias primas y el 80% de la energía.

Por lo tanto, exportación y mucha exportación. Es el mayor vendedor de vino en el mundo y un gran fabricante de productos de lujo: alta costura, vehículos y productos alimentarios de gourmet. Es decir, que cuando el primer mundo crecía, Italia pudo vender sus productos de gama extra; en cuanto se frenó la economía desarrollada, se detuvieron las ventas y llegaron a caer un 18,4% en 2009.

La industria, excepción hecha de la fabricación de deportivos y zapatos de cuero, es minoritaria. Las empresas son, de media, un 40% más pequeñas que el promedio europeo. El 70% de la economía transalpina se dedica al sector servicios. ¿Y en qué se centra esta potencia? En el turismo, toda vez que es el tercer receptor de turistas del mundo, por detrás de Francia y España.

¿Cómo es su situación económica actual?

Dejemos que conteste el FMI, en su último informe específico: “Italia está experimentando una recuperación débil liderada por las exportaciones. La economía creció un 1,3% en 2010, menos que la media de la zona euro, del 1,7%. La tendencia continúa en el primer trimestre de 2011, con un crecimiento del 0,1% intertrimestral. La demanda interna fue débil. El gasto de los hogares se mantuvo cauto ante el repunte del desempleo y la caída real de los ingresos”.

Resumido a pocas palabras, Italia está en punto muerto… como casi toda Europa.

Con unas pocas diferencias, entre las que brilla un doble dato: el PIB per cápita (unos 35.000 dólares) y la productividad se situaron a finales de 2010 (tras el bienio destructor de la crisis) en los mismos niveles que había en 2000. Toda una década perdida, frente a los cuatro años de España.

El propio Banco de Italia, en su último estudio sobre el país al que representa, ahonda en la sensación de tiempo malgastado y se mide las penas con Francia (con una población similar):

– Desde el fin de los números rojos, dos veranos atrás, Italia sólo ha recuperado 2 de los 7 puntos porcentuales que se dejó en lo peor de la crisis.

– A lo largo de los diez últimos años, el crecimiento conjunto de la economía ha sido de un 3%, cuando Francia ha avanzado en un 12%.

– La productividad por hora se ha estancado frente al 9% de mejora de la cifra gala.

– La inversión extranjera ha alcanzado, en la suma de la década pasada, un volumen equivalente al 11% del PIB italiano; en Francia llega al 27% de su PIB (y su economía es ya de por sí más grande).

Pero a Mario Draghi, que era el presidente del Banco de Italia cuando se redactó el informe (y que a partir de la semana próxima se sentará al frente del Banco Central Europeo), le preocupan especialmente otras cifras, como la lentitud de la justicia.

En su país, un caso ordinario de lo civil tarda más de mil días en resolverse, lo que deja a Italia en el puesto 157 de los 183 países que componen la lista del Banco Mundial.

O la educación: la OCDE calcula que, si no se hace algo pronto con la enseñanza y la productividad, Italia está condenada a crecer por debajo del 1% anual durante mucho tiempo.

Unas infraestructuras anticuadas, grandes divisiones entre el norte y el sur, una inflación por encima de la media europea, una economía sumergida inmensa…

¿Tiene perspectivas de salir del bache?

A saber. Las crisis de deuda soberana han enseñado que nadie puede sentirse a salvo en ningún momento. La prima de riesgo (la famosa diferencia de rentabilidad entre el bono a diez años alemán y el de otro país) superó hace meses a la española, hasta entonces la más castigada por detrás de los países rescatados.

Ya no. La presión sobre la credibilidad de las cuentas públicas atravesó el Rubicón y se trasladó de Madrid a Roma. La prima española, a estas alturas (y dentro de lo malo) resiste unos 50 puntos por debajo de la italiana.

Y no, en Italia no hubo tanto ladrillo, pero la banca no está en una situación mucho mejor que la gran banca nacional. Las principales entidades transalpinas presentan peores calificaciones que la media europea (incluyendo a las españolas) para las agencias de rating y Unicredito, uno de los pilares de su sistema, está lejos de cumplir con los nuevos requisitos de capital que quiere imponer la UE.

Finalmente, las cuentas públicas están en coma por culpa de todo lo anterior. Por un lado, el cierre de 2010 supuso cierto alivio, porque se terminó el año con un déficit del 4,5% cuando el objetivo prometido era del 5%.

Hasta ahí bien. Lo malo es que Italia lleva casi toda la década incumpliendo los criterios de Maastricht al respecto. Aunque más que el déficit señalado (España se anotó uno por encima del 9% el último año), lo que preocupa a inversores, reguladores y dirigentes europeos es la deuda pública, que se ha disparado a los 1,8 billones de euros o, lo que es lo mismo, el 120% del PIB italiano.

¿Será suficiente en este contexto el acuerdo de mínimos alcanzado por Silvio Berlusconi? ¿O comenzará un nuevo via crucis a la griega, es decir, que ninguna medida será nunca suficiente? Parte del futuro inmediato del Fondo de Rescate europeo pasa por insuflarle aire inmediato a Roma… pero también en los últimos días se ha incrementado la sensación de que la política italiana está a punto de estallar.

Mientras tanto, Italia sigue de resaca.

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#Berlusconi#Italia#Lujo#vino

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