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16 de Diciembre de 2008

Levántate papito…

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Terminó la pesadilla mediática, la exhibicionista felación televisada, esa catarata de farándula y mal gusto que es la “Tele-Krutzberguer”, obra personal del monarca de nuestra pantalla, que está heredando por gotera su robusta hija, cada vez más chinchosa, protagónica, llena de adornos y brillos como un gigantesco árbol navideño.

“La Teletón es el alma de Chile”, catetea el maestro de ceremonias una y otra vez desde la calle que lleva su nombre (en un futuro cercano también deberían bautizar como el gran benefactor a la sala de eventos, a la capital y al país). Según Mario Kreutzberger, las veintisiete horas son “una campaña de unidad nacional”. Insiste con la monserga: “La Teletón une a ricos y pobres, a la izquierda y a la derecha”, pero sobre el escenario aparecen sólo los fachos de siempre, exactamente los mismos que aplaudieron y abrazaron al dictador y participaron felices en las bacanales de la CNI. No está en la obra de amor nadie que discrepe del orden oficial, ningún crítico del sistema, sólo genuflexos sirvientes de sus patrones. La información está controlada, los libretos revisados, autorizada cada coma en las tarjetas que leen obedientes animadores. La obra pedigüeña sigue en pie, más monolítica que nunca, bajo el férreo dedo censor de Mauricio Correa –un experto del control mediático-y la guía autoritaria de Ximena Casarejos.

La jornada solidaria estuvo marcada este año por ostensibles gestos de resentimiento, indiferencia y desprecio entre los generosos rostros televisivos: Raquel Argandoña –relegada a un rol secundario-y Tonka Tomicic evitaron hasta mirarse. Cecilia Bolocco y Kike Morandé quisieron olvidar que fueron la pareja extramarital más famosa de nuestra pantalla. Los codazos de Vivi Kreutzberguer a Pollo Valdivia produjeron la justificada molestia del periodista.

Lucho Jara imitando a Don Francisco, Patricia Maldonado de “Cuatro Dientes” y Julián Elfenbein con tanga animal print –él tiene una verdadera obsesión por desnudarse a la más mínima oportunidad- fueron algunos de las imágenes más patéticas de esta Teletón. Mención especial merece la carpa azul con que apareció Vivi en la apertura y unos shorts que se puso Eva Gómez. Por favor, que alguien le diga que ya no está en edad y que tiene el mal del tordo.

El aporte trucho de Codelco, el intento de Piñera de resaltar a toda costa desde una quinta fila, el cabello de Mario Kreutzberger con tintura en degradé, y la deslucida Vedetón fueron otros chascos memorables, así como la bajada de Jordi Castell. La idea era que nuestro Liberace local no se desperfilara, así que él fotógrafo se abstuvo de participar en una rutina de humor que podía resultar obscena para su perfil de gran pensador. Pero donó un calzoncillo que desgraciadamente no despertó interés en el público, ofreció dar detalles sobre lo que hubo dentro de la prenda íntima y fue pifiado, intentó por todos los medios adjudicarse minutos de cámara dando saltos y grititos histéricos desde su puesto de telefonista, hizo una mímica de penetración anal a Cristián de la Fuente, en fin.

Como cada año, el ánimo patero de algunos resaltó en el olimpo de la beneficencia. El desproporcionado homenaje de Michelle Bachelet a Don Francisco fue superado por las zalameras arrastradas de Rafael Araneda frente al animador.

Sin embargo, a pesar de toda la meticulosa y consabida puesta en escena, el hilo dramático de la Teletón tuvo un protagonista inesperado. La ilusión chovinoide de que somos buenos, generosos, solidarios y unidos a la manera de Kreutzberger, fue remecida en esta versión por una piedra en el zapato, un pelo en la sopa, una mosca en la leche. Los dueños endémicos de la cruzada de amor se empeñaron en disimular el nerviosismo que les provoca el nombre de Leonardo Farkas. El mismo desprecio que genera en todos los poderosos del país desde que la gente lo aclama en la calle y lo vitorean como futuro presidente. No está el horno para bollos. La elite no quiere un aparecido que provoque preguntas incómodas en el populacho. ¿Por qué el benefactor en jefe no dona parte de su millonario patrimonio? ¿Uno de sus caballos corraleros tal vez? ¿Y los demás plutócratas de Chile? ¿Dónde está el aporte de los oligarcas manito de guagua? ¿Cuál es la donación de varios nuevos ricos que guardan sus fortunas para las campañas políticas que tienen en vista? ¿Por qué la familia Kreutzberger no se pone con otros mil millones? ¿En qué topa Sebastián Piñera? Así que Farkas fue sacado del escenario con viento fresco, lo que no impidió que fuera aplaudido a rabiar por el Estadio Nacional completo.

Dos momentos epifánicos: ese y la presencia del magistral Stefan Kramer, un joven delgado, pálido, que parece un pajarito en la vida real, pero que dio un golpe a la cátedra hace tres años imitando a los famosos con un trabajo de voz, gestualidad y observación sicológica sin precedentes en nuestro medio.

En su comparecencia teletónica se decidió a reírse de los políticos y las autoridades de gobierno. Eligió muy bien el momento. Tenía al frente a la presidenta y a un destacamento de ministros, parlamentarios y candidatos. Muy oportuno. Su performance marcó casi setenta puntos de rating, una prueba de que el público está ávido de irreverencia y subversión. El país está altamente politizado, contra todo lo que dicen los expertos, y la gente quiere vengarse del establishment burlándose de sus vicios y doble moral.

La genialidad de Kramer consiste justamente en ser un agudo e iconoclasta crítico de los chilenos más visibles y un certero espejo de este momento en la vida del país. Ratifico aquí lo que he afirmado en pantalla, causando escándalo en mis contertulios. Stefan Kramer es el artista vivo más importante del país. Aunque su oficio –el humor-es considerado erradamente una disciplina menor, la “menos culta” de las artes de la representación, su talento es comparable al de Matta, Neruda o Violeta Parra. Así, tal cual. Lo pongo en letras de molde y exijo que quede en actas. Stefan Kramer es un actor descollante destinado a brillar mucho más, en los mayores podios del mundo, si sigue como hasta ahora: rindiendo tributo al rigor profesional, trabajando en equipo y desarrollando su fuerte sintonía con la audiencia popular.

La maratónica sesión de mendicidad, codicia y derroche benéfico valió la pena sólo por haberlo visto en directo diciendo: “Nada es más hermoso que hacerte feliz”.

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