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21 de Septiembre de 2009

Faraones y papas en Bellavista

Por


POR PEPE LEMPIRA

En la comuna santiaguina de Recoleta se prepara la instalación de la un especie de Coloso de Rodas. Una broncilínea estatua realista que suma 13 metros entre pedestal y figura. Y está dedicada a un ex mandatario extranjero. Toneladas de metal para honrar a un fallecido soberano de la última teocracia absolutista del mundo: Karol Woytila, obispo de Roma, vicario de Cristo en la tierra, príncipe de los obispos y Papa, más conocido por su pseudónimo “Juan Pablo II”.

El homenaje tiene medio metro menos de altura que la estatua que corona el cercano Cerro San Cristóbal (representación de la madre, dizque virgen, que afirman que el supuesto Jesús tuvo). La estatua del pontífice polaco podría usar el obelisco del monumento a Balmaceda (24 metros) como perchero para colgar su estola y báculo. Al lado suyo, cualquier homenaje escultórico a persona alguna del país se vuelve un mísero monito de tacataca. Y la torre de la vecina Iglesia del Liceo Alemán se verá como un palitroque desalgelado.

La escultura en sí misma no difiere mayormente de los millones de representaciones de yeso que se pueden adquirir en los puestos de feria que rodean a los santuarios e iglesias del país. Allí los clones pequeñitos de la faraónica escultura recoletana aparecen apilados junto a la pulsera de los doce poderes y otros “detente” que se usan popularmente para mantener a raya a la mala suerte.

Y ya que en eso estamos, quizá sería más efectivo rodear la capital con una cinta roja gigante que proteja a la población de una buena vez contra el mal de ojo. La inversión se verá compensada con bellos reportajes gráficos en las revistas más snobs del mundo del arte, y se habrá superado al performancista Christo, que envolvió en género hace algunos años el parlamento alemán, con objetivos no del todo claros.

PIO NONO

Pero la municipalidad de Recoleta ya está embarcada en la empresa del coloso vaticano, que supuestamente se relaciona con las celebraciones del Bicentenario. Es secundada en este proyecto por la muy adinerada y poco reconocida Universidad San Sebastián. Nada que hacer. La autoridad edilicia ya hace tiempo homenajeó a Pío Nono bautizando una calle cercana. Casualmente uno de los pontífices más nefastos de la historia, que en pleno siglo XIX, mientras de inventaba el fonógrafo y los ferrocarriles surcaban los continentes, se dio el lujo de inventar la llamada “infalibilidad de los papas”, en una paradoja lógica digna de Alicia en el país de las maravillas (un ser humano se puede equivocar, el papa no se puede equivocar; luego, ¿el papa no es humano?).

El dogma de que María se embarazó de Jesús sin perder la virginidad, idea propagada con el eufemismo de la “Inmaculada Concepción”, surgió también de la cabeza de Pío Nono. Y no es otra cosa que el milagro de separar el sexo de la procreación. Anhelo que después la misma iglesia condenó, cuando la ciencia lo volvió realidad con el control de la natalidad. Y miren qué bonito, ese embarazo sin rotura de himen es lo que celebra la imagen de la virgen del cerro, que se puede ver desde la calle Pío Nono.

Pero lo singular es que el ciclópeo monumento que se construye también celebra dos siglos de nuestra independencia. Habría que comentar en este punto que el propio Pío Nono estuvo en Chile, como secretario de una misión diplomática vaticana. Y que esa misión terminó siendo expulsada con justicia del país, al comprobarse, como dice Vicuña Mackenna, que no era otra cosa que una pandilla de espías de la Santa Alianza. Porque es sabido que la “Santa Sede” nunca quiso reconocer la independencia de nuestro país, pretendiendo durante décadas que volviera a estar bajo el reinado de un monarca europeo, despótico pero muy cristiano.

Entonces… prudencia. Sería muy extraño que el pecador barrio Bellavista se volviera un Triángulo de las Bermudas de la simbología clerical más recalcitrante. Y hay que ver qué dice el tiempo. Este homenajeado polaco, ya se sabe, escondió en sus faldas a Marcial Maciel, un monstruo pedófilo, porque le servía bien con los ricos y poderosos. Este monarca absoluto condenó al ostracismo a los católicos que se unieron a los pobres y cavilaron la Teología de la Liberación. La monarquía es muy opaca, nada es transparente en ella (por eso Chile la repudió y se independizó). Quizá cuánto falta saber de su majestad. Prudencia. No vaya a ser que sigamos cediendo Santiago a los más espantosos fantasmas.

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