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Opinión

28 de Septiembre de 2009

Bendito Chile: Bendita evasión integrada.

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Por Pablo Rojas

El tongo hacia Diciembre entra en la recta final y ya no se escatiman gastos en campaña. Ya no solamente se emplean métodos de presión económica, sino cualquier artilugio que sirva para convencer a la masa mórbida es valido y viable. Los candidatos se pasean a través de esta linda y angosta faja de tierra prometiendo el oro tras la tormenta que implicaría el no cumplimiento de dichas regalías. Cada uno ya maneja un patrón claro de conducta, cada uno se va pareciendo menos al otro y cada uno de ellos se llena la boca con tanta palabrería bonita de integración. La integración desde siempre en Chile ha sido un tema crucial en el manejo de las políticas tanto nacionales como internacionales, e incluso es el diafragma en el útero de la historia de nuestra preciosa patria. La integración de territorios, de mapuches, de homosexuales, de sectores socialmente discriminados son todos una espina en la columna vertebral de Chile. En el ámbito internacional, Chile lucho durante años por no pertenecer a los países integrados de Sudamérica. Por una cosa de seguridad nacional se decidió hacerle la desconocida a nuestros vecinos. Chile siempre ha rechazado su condición de país tercermundista y nunca ha escatimado esfuerzos para no ser embalado en el mismo cajón de bananas. El desarrollo de Chile durante los últimos quince años ha sido superior al resto de los países de este hemisferio, y por ende, la integración nacional a los tratados de comercio entre naciones hermanas, ha sido el desayuno tras la noche de motel con las grandes potencias extranjeras, que a la hora de los que hubo, no han tenido reparos en exigirnos cosas fundamentales para la proliferación de nuestra patria como lo son el cobre, las aguas y la electricidad. Hemos sabido vender nuestra integración de país semi-desarrollado a la ilusoria fantasía del post-modernismo privado y político. Es el por que, Chile paso de ser un pequeño y flaco país por el que nadie daba un peso, a la vedette del circo gringo, español, chino, etc. Las falencias de nuestra integración al mundo sudamericano es nuestra propia falencia de identidad perdida. De identidad perdida pero ubicable y sin embargo nadie quiere conocerla, por que tanto mas felices somos creyéndonos felinos sudacas. Bueno, los candidatos aplican el mismo sistema internacionalista en nuestro territorio. Cada uno se empecina en apretar a Chile del cogote para que todos caigan en el fulguroso abrazo, pero se cuida de que los mas hediondos o indios, queden fuera del jolgorio mirando el papel en blanco con los nombres de posibles mandatarios, incrédulos ante su propio analfabetismo y temerosos que a esta fiesta nadie los invite. Las candidaturas han evadido temas claro, y no es extraño, pero lo que realmente duele es que nos evadan como chilenos por tal o cual sentido de pertenencia a esta sociedad desalmada. Mientras unos andan en el sur recolectando huevos, otro se va a recibir las bendiciones de Cristina Fernández al boliche de al lado, y otro se pasea por los monumentos nacionales de este Santiago que aunque no lo quiera sigue ensangrentado. Y no solo nos evaden como ciudadanos, lo que es peor, nos evaden como seres humanos condenándonos al cajón del exilio propio. Todos se llenan la boca de palabrerías, todos hablan de pobres y pobreza, pero ninguno se atreve a seguir a la vecina que mendiga por la feria para compartir una olla común. Ninguno se atreve a cruzar las fronteras que separan a Chile del resto de Chile. Fronteras donde los narcotraficantes han hecho del país de todos, el país de nadie. Donde no existe otra regla que el hampa hambriento de venganza. Entonces, la evasión nostálgica se convierte en una evasión despiadada con jugosos dividendos electorales. Para no cristalizar ante tanta critica, el candidato del ladito aquel, visita los patrimonios culturales de la capital celebrando con alegría y entusiasmo la inclusión de estos patrimonios en el bolsillo perro. Desalentador es, que estos candidatos delimiten esas líneas de color hormiga para separarnos como ciudadanos. Líneas que ellos mismos estructuraron cuando tenían una u otra gota más de poder. Para no esquematizar ante tanta critica entonces, hablaremos del “candidato”, como un ser absoluto. Entonces, el “candidato” por rencor o recelo, no visita las poblaciones hundidas en La Pintana donde el mismo entrego casas que a la primera lluvia se atragantaron de la mierda escondida debajo de los cimientos. El “candidato” no visita La Legua, por que en La Legua no caben las directrices que dirigen la Epifania misma del país lindo. El “candidato” no visita La Bandera, Villa Francia, La Victoria, La población San Gregorio y tantos otros patrimonios ciudadanos que siempre han sido esa yaga latente en la retina obsoleta del progresismo incondicional. El temor a la beatificación del Indio Juan para decirlo en breves palabras. El “candidato”, es un ser simple. Plagado de elogios, reticente a las críticas, acepta las preguntas pero no las condiciones, llama a la sindicalización pero se abstrae más allá de las huelgas. El “candidato” se rodea de gente, pero no de pueblo. El “candidato” recuerda números pero prefiere obviar las fechas que le recuerdan su cumpleaños de colores, donde todos los monos querían comerse el mismo pedazo de torta. El “candidato” promueve la integración de masa, pero rechaza la integración de individuos que tengan que decir algo mas de lo que se les permite por derecho propio. El “candidato” asesina, pero lo suyo es el “crimen ferpecto”. La candidatura del “candidato”, se basa en la mentira. Y tal como el, es una mentira absoluta de poder incuestionable. Pretende dejar por unas horas a Santiago afuera de Chile para robar cámara, pero de memoria se sabe la hora en que vuela de regreso su avión, helicóptero o bus en su defecto, cuando el candidato se empobrece mientras le salen mas canas. Viaja al sur, conversa con los mapuches y su nación de mentira, y se soba las manos cuando algún agricultor le firma un cheque a fecha con tal de que un par de milicos restauren el orden. El “candidato” viaja al país vecino en busca de redención como miembro sudamericano, en busca de la bendición de Santa Argentina que nunca estuvo tan hermanable como hoy y que recibe sospechosamente nuestra economía con los brazos abiertos. El “candidato” se pisa al mismo tiempo la cola y sigue recorriendo Santiago mientras mira por la ventana de su coche blindado. Se pasea por las calles vendiendo indulgencias cuando ya nadie cree en el uno por ciento del paraíso. Balbucea silabas incomprensibles cuando habla de grandes proyectos que salen a la palestra cuando el tema en cuestión deja de ser una constancia notarial de grandes proporciones. El “candidato” prostituye sus creencias y se mete en cuanta iglesia existe y con la boca tapada para que no entren moscas, reza su credo de fantasía comunista, de centro mediocridad y de derecha blasfemia. En el “candidato” se funden todas las constantes presentes, toda la hermosura de nuestro prospero porvenir, y el pasado que ya todos quieren trasnochar. El “candidato” es astuto, es un zorro que prefiere la senilidad a la amnesia, el delirio a la locura, la sordera a la mudez. Visita hospitales donde nunca se reventaría una espinilla; habla de educación en colegios donde jamás matricularía a sus hijos; recibe con los brazos abiertos a trabajadores que el solo conoce a través de los informes económicos de su empresa. Y sin vergüenza, luego visita los grandes monopolios empresariales, a los que el pertenece pero niega, y que en definitiva son los que gobiernan el país. El “candidato” se sube a las micros pero no tiene tarjeta Bip! Sino MasterCard, Visa y DinnersClub. Se abraza con los peruanos de la Plaza de Armas, pero luego se lava las manos con Tanax y mucho cloro. En fin, con cada uno de estos actos, el “candidato” sigue evadiendo nuestra idiosincrasia de chilenos baratos que se venden por un par de proclamas. El “candidato” sigue evadiendo la misma integración que promueve, sigue evadiendo ser payaso en un numero fijo de nuestro circo social. Sigue pensando que por mucho que salgan artículos, el sustantivo siempre seguirá cambiando a su favor sin alterar el sujeto. El “candidato” se cambia la camiseta con todo Chile, pero evade el sudor que brota de las axilas oxidadas de pueblo cansado. Reniega de su propia religión para adoptar una postura menos comprometida con lo que cree. Que es en definitiva, la evasión a la creencia eterna de nosotros los chilenos que mantenemos viva la ilusión de que el día de mañana será mejor. Por mas que el “candidato” pretenda hacernos evadir la integración de nuestra identidad al molde que en unas elecciones como estas, creímos meter al horno para disfrutar de un rico pan caliente. ¿En que cama amanecerá con caña el “candidato” mañana?

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