Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

17 de Diciembre de 2009

El cadáver que teme a la muerte

The Clinic
The Clinic
Por

Por Tránsfuga Martínez / lector

Como dijo Jim Morrison, éste es el fin. Los quince puntos de desventaja que tiene Frei tiene respecto de Piñera, hacen ilusoria cualquier posibilidad de triunfo de la Concertación en la segunda vuelta, más aún, si se considera que el candidato derechista requiere a su vez menos del seis por ciento para alcanzar la mayoría absoluta. ¿Que ahora se van a sumar todos los votos “progresistas” incluyendo los de Enríquez-Ominami? Bueno: la ingenuidad como herramienta para esquivar el bulto y como coraza para ocultar el miedo a perder las pequeñas parcelas, ha regido la política chilena durante los últimos treinta y seis años; y sus resultados no han sido óptimos. Basta de vanas esperanzas: se acabó, simplemente. Y a los que todavía creen en la, hasta ahora, alianza oficialista, les recomiendo que tomen vacaciones y no corran el riesgo de sufrir una insolación. Por último, si lo que los motiva es el temor a perder sus puestos, recuerden al poeta: la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.
Pero, aún en el hipotético caso de que Frei gane el balotaje –lo cual no es del todo improbable- cabría preguntarse cómo afrontará su eventual legislatura. Primero, se verá obligado a gobernar en minoría, a entender por la nueva composición del Congreso. Luego, respecto de las bases, su administración será sumamente impopular, ya que habrá sido elegido por una alta cantidad de sufragantes que sólo lo apoyarán porque consideran el mal menor, dejando al candidato de la Concertación en una posición similar a la de Jacques Chirac en la Francia de 2002. Con esa combinación, explosiva e indeseable a la vez, se abre una interrogante, respecto a cómo enfrentará Frei las reivindicaciones sociales que se suscitarán en su mandato. A despecho de que entramos en el campo de la inferencia y la predicción, empero tenemos un buen punto de referencia en su sexenio 1994-2000, cuando su situación era muy distinta a la actual, pues había sido elegido con una contundente votación y además contaba con el consenso de la llamada clase política.
Y es ahí donde las expectativas no son muy halagüeñas. Durante sus seis años, este hidalgo democristiano se encargó de consolidar la pésima distribución del ingreso que hace distintivo a Chile, favoreciendo a los grandes empresarios y, en contraste, fomentando la agresión verbal y física contra organizaciones sindicales e incluso contra colectivos alternativos. Amparadas en la detención por sospecha –que
tímidamente se propuso derogar recién en 1998- las policías, especialmente Carabineros, llevaron a cabo más de trescientos secuestros con resultado de tortura. Tres muertes trascendieron el círculo más oscuro de la represión y fueron ampliamente conocidas por la prensa local y extranjera: las de Raúl Palma Salgado, Claudia López y Daniel Menco. En todas ellas los culpables fueron identificados, pero el gobierno se encargó de dejar los crímenes impunes. Y de acuerdo a expertos –y cito a respetables organismos de derechos humanos-, los casos fatales pudieron haber sido varios más. A esto se debe agregar la represión irracional contra algunos grupos, como los universitarios, o, al estilo de las dictaduras más tétricas, la persecución de artistas o ciudadanos comunes y corrientes que en su momento se atrevieron a levantar la voz, como ocurrió con la escandalosa querella contra la banda de hip-hop “Panteras Negras”, cuya presentación debió incluir alguna presión hacia los jueces, pues en el ámbito que se circunscribe al derecho, no tenía la más mínima justificación. Y por último, como guinda para la torta, está la rastrera defensa de Pinochet, que de todas formas era lógica si nos detenemos en la forma de proceder que tenía Frei cuando se tocaba a los militares, demostrada sin tapujos en el trato que se prodigó a los homicidas de Carmelo Soria.
Frei les hace guiños a los comunistas, cuando en su sexenio jamás los recibió en palacio y les respondía con carros lanza aguas para los once de septiembre. Habla de más Estado, cuando en su anterior mandato, poco menos que privatizó a su propia familia. Acusa a Hugo Chávez de ser un magnate petrolero que quiere apoderarse de Sudamérica merced a su billetera, cuando él censuró a Televisión Nacional por hablar mal de Suharto, este sí un dictador genocida con abundante oro negro. Su compromiso con el alto empresariado criollo fue tan caricaturesco, que llegó a inaugurar cuestiones como el “Mall del Centro” gestionado por Ripley. Por eso y mucho más –daría para un libro entero- es que sin odio, miedo ni violencia votaré nulo en esta pasada sin importarme qué suceda más adelante. Desde 1973 que Chile no tiene futuro, y lo mejor que le puede acaecer a este país de mierda es que lo invadan. En su primera tentativa, Frei se presentó como el presidente “para los nuevos tiempos”. Pues ha de entender que en esos nuevos tiempos, que él mismo se encargó de diseñar, sólo se puede vivir peor.

Notas relacionadas