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Opinión

17 de Diciembre de 2009

MEO: Los límites del liderazgo personalizado

Por

Por Carlos Huneeus /
Director ejecutivo del CERC

Ahora Marco Enríquez deberá crear una organización permanente, un partido político, y reclutar y financiar a personas que trabajen a tiempo completo. No es fácil por las barreras impuestas por el sistema binominal.

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La simultaneidad de elecciones presidenciales y parlamentarias plantea problemas a los postulantes al congreso que no son respaldados por alguno de los candidatos a La Moneda. Esta elección estuvo dominada por el debilitamiento de los partidos de la Concertación, derivado de los costos de estar en el poder durante un largo tiempo. Ello se manifestó, primero, en el debilitamiento de sus organizaciones, con la renuncia o expulsión de parlamentarios del PPD, PDC y PS, y ahora, con una caída electoral de su abanderado a La Moneda, el senador Eduardo Frei, recibiendo el 29,6% de los votos, siendo superado por el candidato de la derecha, Sebastián Piñera, por 15 puntos. La caída de la votación oficialista se explica por la alta votación de Marco Enríquez-Ominami, 20,1%, y por la obtenida por Jorge Arrate, 6,2%, apoyado por el pacto Juntos Podemos Más. Los dirigentes de la Concertación se vieron en la inédita labor de hacer campaña desde el segundo lugar, acostumbrados a ser la principal fuerza política y jugar un rol de vanguardia en el proceso político.

Los parlamentarios que renunciaron al PPD y las figuras expulsadas de éste organizaron un partido nuevo, Chileprimero, bajo el liderazgo del senador Fernando Flores, que apoyó a Sebastián Piñera. Sin embargo, éste no le dedicó energía a la nueva organización y tampoco colaboró en la campaña de Piñera, a quien proclamó. Esta organización no eligió a ninguno de sus seis candidatos que logró incluir en la lista de la Alianza por Chile, en cupos cedidos por RN, facilitando la elección de candidatos de la UDI.

Los renunciados del PDC y el senador Adolfo Zaldívar ingresaron al Partido Regionalista Independiente (PRI), que logró elegir dos de los cinco diputados que pertenecieron al PDC, Alejandra Sepúlveda y Pedro Araya, los cuales tenían una amplia base electoral en sus respectivos distritos, y un tercer diputado por La Serena. No fue elegido senador Jaime Mulet, diputado que había sido secretario general del PDC. Estos tres diputados le permitirán al PRI aspirar a jugar un cierto rol de bisagra en decisiones de la cámara, pero no le hará posible ser un actor ante la opinión pública.

También fracasó el candidato presidencial Marco Enríquez-Ominami, un hecho mayor porque obtuvo una altísima votación, 20%, sin lograr elegir a ninguno de sus parlamentarios que lo apoyaron, entre los que se encontraba su padre, el senador Carlos Ominami, que había renunciado al PS, el diputado Alvaro Escobar, que perteneció al PPD, derrotado por el presidente del PPD, Pepe Auth, y Esteban Valenzuela, diputado por Rancagua. Tampoco se eligió Marcelo Trivelli, que fue intendente de Santiago y perteneció al PDC, derrotado por la lista de la Concertación, saliendo Marcelo Schilling (PS).

La derrota de Meo en las elecciones parlamentarias no sorprende, porque él privilegió su campaña presidencial. Siguió una estrategia de aproximación directa al poder político, jugándose el todo o nada, con un estilo altamente personalizado, llevando a cabo una dura confrontación con los partidos oficialistas, convencido que derrotaría al “candidato DC”. No se preocupó de sus candidatos al Congreso porque era incompatible con su propia necesidad de superar a Frei.

Aprovechó con gran audacia e inteligencia el vacío dejado por la crisis del PS y el PPD, contando con el apoyo de los medios de comunicación, y empleó un estilo de liderazgo que no dejó espacios para otros rostros.

Ahora se enfrenta con la difícil tarea de dar continuidad a su proyecto, sin tener la ayuda de parlamentarios que lo ayude. Deberá crear una organización permanente, es decir, un partido político, y reclutar y financiar a personas que trabajen a tiempo completo. No es fácil por las barreras impuestas por el sistema binominal. No hay precedentes de continuidad de líderes surgidos al calor de las coyunturas electorales, que se debilitan cuando se impone la rutina del nuevo gobierno.

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