Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

4 de Enero de 2010

Intolerancia

The Clinic
The Clinic
Por

Por Rodi Carrasco T. / Barcelona, España.

Cuando era un adolescente tenía el ímpetu y la fuerza que caracteriza a esa edad, por otra parte me críe en un clima de crispación que poco a poco aumentaba hasta límites insospechados. En el Chile de Pinochet la gente se acostumbro a vivir con miedo, esa fue una herramienta que utilizo muy bien el “Desgobierno” militar, sacando provecho al máximo de ella. La gente vivía atemorizada, no hablaba en la calle de nada que fuese trascendente, pues no sabía quien la podía estar escuchando y que consecuencias podría suponer esto para ella. Nadie se fiaba de nadie, si preguntabas según qué cosas eras mirado como sospechoso de ser sospechoso. En medio de este panorama los jóvenes buscábamos de forma desesperada espacios de libertad, lugares donde poder reunirnos sin miedo y rompiendo poco a poco todo tipo de estigmas y recomendaciones que volvíamos a adoptar de manera automática en cuanto salíamos nuevamente a la calle y nuestra realidad. Este clima de tensión se acrecentó bastante a mediados de los 80, surgieron grupos musicales que se atrevían a decir cosas, “Sol y Lluvia”, “Los Prisioneros” y también estuvo el retorno de gente como los Inti, Charo Cofre y Hugo Arévalo, y tantos otros. Durante muchos años era un delito el simple hecho de pensar distinto incluso el simple hecho de Pensar. Esto es abominable, nadie tiene el derecho de atacar a otro por ser diferente a lo establecido, todo el mundo tiene el derecho a ser persona y a que se le entreguen las herramientas necesarias para su desarrollo como tal. Es fundamental para toda sociedad que esto funcione, de ello depende el futuro de un país. El aceptar al otro tal como es, sin juzgarlo por las pintas que lleva, por su opción sexual, política o religiosa es lo que nos hace grande, toda persona puede enseñarnos algo lo importante es saber escucharlo y tratar de entenderlo, sobre todo si piensa distinto a mí, si estamos de acuerdo en todo seremos un equipo, pero si piensas de diferente manera y me esfuerzo por descubrir lo que hay dentro de ti, entonces crezco como persona y eso me enriquece y engrandece como tal.
Con el paso de los años he perdido esa fuerza e ímpetu casi irracional que se tiene en la primera juventud, pero sin duda que he ganado en solidez y experiencia, en eficacia y resultados, he aprendido a mantener discusiones desde el respeto, que es indispensable para llegar a acuerdos, he aprendido a partir de la primicia que lo más probable es que no convenza a mi adversario, pero si es posible llegar con él a un entendimiento y juntos sacar un proyecto adelante, esto es Madurez Política y es la que, al parecer, aún tenemos que aprender en nuestro querido Chile. Perdemos demasiado tiempo descalificando e insultando al otro sin mayor fundamento que el menosprecio sin darnos cuenta que este hecho sólo nos descalifica a nosotros mismos.
Vivo en un país donde esto último es fundamental y me encantaría que en Chile fuese de igual forma, eso sería un signo inequívoco de que vamos por el buen camino, o por lo menos por el correcto. Aquí te paras en un semáforo para esperar a cruzar y a tu lado hay un Chino, un Rumano, un Marroquí y un Árabe, todas personas con sus propias costumbres y con los mismos Derechos. La mezcla de culturas enriquece a la nación que sirve de cobijo a todas ellas, crece su gastronomía, sus experiencias artísticas, sus tradiciones, son muchas más las ventajas que los puntos en contra y, por lo general, estos son sólo cosa de acostumbrarse y ceder ante lo desconocido. Al principio existe una cuota de miedo y recelo, con el tiempo hay una comunión perfecta basada en el respeto al otro, en la tolerancia y esto lleva a la armonía cívica. Cuando alcanzamos este punto nos sentimos libres de verdad y dueños y responsables de nuestro futuro como sociedad.
No deja de ser cierto que todo lo anterior debe surgir de un cambio de mentalidad que nos haga grandes, en pequeñas cosas se ve lo que somos los chilenos como esencia y eso nos marca como colectivo. Siempre estamos buscando la oportunidad de cagar al otro, me subo a la micro y no pago, total pa que si el chofer no se atreve a decir na, es ser hueón pagar; pa que me voy a esperar a que estacione o salga del estacionamiento ese otro, le tiro el auto encima y que aguante por hueón; a ese otro de allí que me pone el intermitente y quiere entrar en mi carril, no lo dejo que se joda por hueón; el dueño de la tienda no está mirando voy y me robo el chocolate que aprenda a estar más despierto viejo hueón, pa que voy a cambiar yo si total todos lo hacen… Esta es nuestra lamentable esencia y es lo que proyectamos como grupo y lo que nos pierde como sociedad, el día que seamos capaces de entender que con esa actitud sólo nos perjudicamos nosotros seremos grandes como nación y como seres humanos.
Aquí en Europa, en Italia si mal no recuerdo, hay en una concurrida plaza y centro comercial un cartel que dice: “Si usted ve un Chileno robando, déjelo es su esencia”. ¿Qué triste verdad?
En nuestras manos esta cambiar nuestra esencia.

Notas relacionadas