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Cultura

2 de Febrero de 2010

Palta Meléndez a la siga de Isabel Allende

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POR MACARENA GALLO •ILUSTRACIÓN: MAX BOCK
Hace un mes publicamos en la edición de papel esta demente pero verídica crónica. En esa ocasión seguimos a Isabel Allende a sus citas con los fans y con la prensa. Mientras en la mañana Palta Meléndez le declaró su inconmensurable admiración, en la tarde Karen Doggenweiler la entrevistó en el Centro Cultural La Moneda. Buitres, grupies y más; de todo despierta al paso de la mayor escritora chilena de “best sellers”.

MAÑANA

Jueves 17 de diciembre, 09.30, Isidora Goyenechea 3000. Una sala pequeña sin ventanas en la que, pese a haber ventilación, el calor no da tregua. 9.40 AM, comienza la conferencia de prensa de Isabel Allende, quien tras ser presentada con numerosos elogios, se para de su asiento como un rockstar. De vestido negro, un blusón azul transparente y cartera dorada, saluda con señas a los más de 20 periodistas y gráficos presentes: “Esperaba que llegaran a lo más cuatro pelagatos”, empieza diciendo, y continúa hablando sobre la esclavitud y la trata de blancas, pues su último libro, “La isla bajo el mar” (Sudamericana), narra la historia de una esclava en Santo Domingo. Cuando se le pregunta por qué ha tenido tanto éxito con este libro, que lleva más de 51 mil copias vendidas en el país, responde: “porque escribo bien. ¡Al menos reconózcanme eso!”.

Un caballero de edad está intrigado por saber en qué etapa de su vida de escritora está la autora de “La casa de los espíritus”. Ella se limita a contestar que “en la etapa de hoy, porque mañana no sé si estaré con vida”, y de paso cuenta que el próximo 8 de enero tiene pensado sentarse a escribir un nuevo libro. Pero ya no adelanta detalles porque hace un tiempo, dice, “hablé de que iba a escribir sobre Flora Tristán y agarró la novela Vargas Llosa. Así que ahora no le cuento a nadie, no vaya a ser que me roben la idea otra vez”.

Después habla sobre el rol de las mujeres en Chile: “Son mucho más trabajadoras, más honestas que los hombres, y mucho menos vanidosas. Bueno, hay excepciones”. Aprovechando el minuto político, un periodista le pregunta cómo ve un posible gobierno de derecha. Ella contesta que no habría grandes cambios, porque el país “se ve regio”. Los periodistas toman por primera vez nota. Luego habla de su conexión con Chile: “Estoy enterada de lo que pasa y cuando me preguntan ‘qué eres’ digo automáticamente ‘chilena’. Vivo en América, pero me siento profundamente chilena en la manera de vivir, de ser: soy mandona, metete, dominante, intrusa, hospitalaria, absolutamente tribal”.
Un periodista se da la media voltereta para preguntarle si cree que alguna vez se ganará el Premio Nacional de Literatura. La escritora superstar responde con un cliché que ni ella misma se cree: “Si tú vieras el cariño que tengo, desde la señora que limpia el piso en un hotel hasta la persona que me recibe los papeles de migración. ¡Todos me quieren! Ese premio en Chile pocos lo tienen, acá existe el chaqueteo, las únicas personas que pueden triunfar impunemente son los futbolistas”.
Luego hay más preguntas sobre el libro y sobre Zarité, la protagonista. Pocos toman nota y algunos cuchichean. Una pareja de fotógrafos está más interesada en despedirse de beso; la superventas se da cuenta y dice, riéndose: “¡y esos que se dan besos aquí!”, desatando carcajadas y sonrojando a los besadores.

La escritora habla de lo terrible que es la esclavitud, pero a esa altura la mayoría está desconcentrada. Es que hace mucho calor. De pronto, cuando ya cunden los bostezos, aparece la Allende sin pelos en la lengua: habla sobre literatura chilena y pela a las vacas sagradas. Todos esperan que dé nombres, pero ella se desvía del tema y la mayoría vuelve a acomodarse en sus asientos. La penúltima pregunta la sonroja, pues la retrotrae a sus tiempos de periodista, cuando le tocó infiltrarse en el célebre Bim Bam Bum, convirtiéndose en bailarina por un día. Confiesa que ya en esa época tenía celulitis y que su familia no le habló durante seis meses, porque les daba “una vergüenza terrible”.
Al final de la rueda de prensa, vuelven a la carga, preguntándole sobre alguna figura promisoria de las letras nacionales. Ella responde: “¡Yo, yo!”. ¿Pero aparte de usted”, contrapregunta el periodista. “¡Yo!”, vuelve a decir.

Luego, la superventas se da tiempo de firmar autógrafos. Hay que hacer fila. Entre los interesados aparece un desaparecido del mapa humorístico, Palta Meléndez, quien confiesa ser un súper hincha de la escritora y cuenta que se embaló con ella cuando leyó su libro sobre Salvador Allende, que anda trayendo ahora y que quiere que se lo firme. Hace tres años que el humorista viene pensando escribir un guión cinematográfico sobre ese best seller. Dice que la Fundación Salvador Allende le dio el patrocinio para hacer la película con recursos del extranjero. Ahora, cuenta, vino para “seducirla con el proyecto y buscando que me oriente al respecto”. Tanta es su admiración, que le entrega de regalo un libro empastado con artículos humorísticos de la escritora. “Fui al Bío Bío a conseguirme material”, cuenta un hiperventilado Meléndez, quien además anda trayendo una foto enmarcada de Salvador Allende. Meléndez le habla y la escritora lo escucha anonada y le firma su libro. Pero él no quiere irse. Dice que no se va a separar de su lado, porque ha venido a convencerla de su proyecto. Una periodista enojada le dice que deje a otros estar con la escritora, que no es el único que está ahí. A regañadientes, Meléndez se corre un poco y queda fuera de juego.

TARDE

Jueves 19.30. Auditórium 2, Centro Cultural La Moneda. La sala está repleta, principalmente de adultos mayores, entre ellos Patricio Aylwin, que es aplaudido por el público cuando aparece.

La animadora de TVN y esposa de MEO, Karen Doggenweiler, es la encargada de entrevistar a la escritora. Gran expectación. El escritor Pablo Hunneus, cuando llega, la recibe diciendo “ahí viene llegando mi Presidenta”. Entonces comienza la esperada entrevista. Aplausos del público y más de un “yujui” para la novelista, que anda vestida igual que la mañana, aunque con otro blusón. No se despega de su cartera dorada, mientras una preparada Karen le pregunta sobre pasajes del libro y de su visita a Chile. La escritora responde de manera similar a como lo hizo en la mañana. Mismas respuestas, mismas tallas. El momento más entretenido de la jornada, y que desencajó la cara de la animadora, fue cuando Isabel Allende le dijo: “va a depender de tu marido que no salga la derecha”, provocando gritos y aplausos del público.

La escritora habló de su relación con Chile, del feminismo, de la esclavitud. A cada respuesta que daba la escritora, Aylwin asentía con la cabeza. Otro abuelito en la primera fila se sorprendió al enterarse que existía esclavitud en Tailandia. “No tenía idea, ¡ay, qué sabia es esta mujer, muy linda, muy linda”, dice. Atrás suyo, hay un joven que duerme descaradamente. Sólo se despierta con las risas del auditorio. Luego de media hora de preguntas, Doggenweiler da la palabra al público. Alguien le pregunta de nuevo sobre los premios nacionales y, con las mismas palabras de la mañana, vuelve a pelar a las vacas sagradas, agregando: “¡qué se jodan!”.

Cuando termina la serie de preguntas, Allende firma autógrafos durante media hora. Unas cien personas quieren el suyo. Max Marambio está entre ellos. No se sabe si se coló o si de verdad hizo la fila. Pero logró su objetivo de conseguir su autógrafo. Una señora que llega donde la escritora se pone a llorar. Está emocionadísima de estar frente a sus dos ídolas, Doggenweiler y Allende. Aprovecha de sacarse unas fotos con ellas, pero por separado, lo que la entristece por un momento, pero igual se da por pagada.

En el auditórium quedan pocas personas. La mayoría espera a alguien que está pidiendo un autógrafo. Un señor aprovecha el momento para revisar las bolsas con regalos que le dejó su señora mientras hace la fila: “Estoy medio aburrido, así que estoy cachando qué me van a regalar poh”, dice.

Mientras la novelista firma autógrafos sin parar, afuera del auditórium hay un cóctel con “harto vino rico pero con poca comida”, según dice una señora al pasar, mientras otra le comenta a su hijo que “ésta será la única ocasión en que la Doggenweiler esté cerca de La Moneda”.

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