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LA CALLE

3 de Marzo de 2010

En el corazón de la tragedia

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Por Diego Álamos Mekis

El terremoto se me metió al corazón, yo estaba donde unos amigos y ya nos despedíamos. Se me agrietó. Nos demoramos en bajar las escaleras, al final descendimos en fila india, sin atropellarnos.

Una inmensa ola de sangre cubrió el motor rojo del porte de un puño; el tsunami, la ola que lamió ampliamente la costa, buscó a mi hermano en un Curanipe devastado. Solo al día siguiente, a última hora, supimos que estaba vivo, pero el gran temblor se me había metido al cuore y esperaba, nos demoramos en bajar las escaleras, salimos a la calle, después me vine a acostar.

Las muertes acrecen, mi corazón da un pulso por cada nombre. Antes de caerse el póster de James Dean, que estaba sobre una mesita enfrente mío, se cortó la luz y era de noche, pero al venirse abajo James Dean y nosotros ponernos de pie, el aire se puso blanco: me acuerdo bajar las escaleras bajo una polvadera de estuco y pintura. Me vine acostar y me dormí llegando, al día siguiente supe que mis amigos vinieron a verme durante la noche.

La ola, la misma ola que tapó a Valdivia en 1960, a Tailandia el 2004, esa misma ola buscaba a mi hermano Shago, surfista. Mi corazón era un muelle sumergido. Al día siguiente, supimos que estaba bien, hace un mes se había ido a vivir a Curanipe y casi encuentra la muerte. Mi muelle apareció mascado.

Me desperté y salí a la calle, pero el dolor lo veía lejano, detrás de esa cortina de polvo. Incluso me sentí indiferente, hasta chistoso: «Por cierto, no hay terremotos en el aire» repetía. Pero el terremoto había entrado en la casa donde estábamos.

La Manuela se había ido a acostar, y con Vicente ya nos despedíamos tras una última cerveza, coincidimos en la escalera. Antes de venirme, subimos a ver el daño causado, sobre el piso se repartían pedazos de estuco, James Dean boca abajo, no había luz. Llevaba varios días sin fumar, cada tanto pensaba en echar humo, al modo de réplica sísmica.

Todo se junta y se parece. Hoy es lunes, ayer me fumé varios cigarrillos, hoy sigo sin fumar. Me da susto mi corazón, lo siento a mi lado como si fuera un vaso de cristal. Santiago llega hoy a Santiago, la ola lo sigue buscando, se ha perdido buscándolo. Mi hermano, según me dijo mi mamá, se siente un “sobreviviente”. ¿Y el amor? No hay terremotos en el aire. ¿Existe alguna la relación entre el amor y que no haya terremotos en el aire? Si hubiera tenido el amor en el aire, no se desmorona.

Por otra parte, la misma noche del terremoto expuse UT Installation (Unidad de Tratamiento) donde mi mamá, en una pieza desmontada para la ocasión, consistente en cuatro fotografías del interior del Hospital Público Luis Tisné y un catre clínico. Mi idea era traer el hospital a la casa, sentirse cuidado. Los invitados, uno a una, entraron en esta sala, se acostaron allí, recibieron el alta médica. Todo se junta y se parece.

A las horas, verdaderos hospitales colapsan, se llena de clamor el ámbito local. El ladrido de los perros, los animales serán premonitorios. Había una tensión insoportable en el ambiente, que fue liberada tectónicamente. Lo sabíamos. Al Shago, allá en Curanipe, el piso le debió de haber bailado. En su facebook aparece este comentario: «Según Domeyko, el tsunami se asustó y retrocedió al verlo!» Ya llegó a Santiago. Todavía no era su hora, el mar le había mordido los pies. Mi corazón da un pulso por cada nombre, por cada daño, por todo el humo y la polvareda que había al bajar.

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#Chile#Curanipe#terremoto

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